No soy un experto en cine y si tuviese que redactar una crítica sobre la película "Trumbo" (Trumbo. La lista negra de Hollywood. Jay Roach, Estados Unidos, 2015), mi impresión sería positiva y coincidiría con las buenas impresiones que pueden leerse en la prensa española (excepto en el ejercicio rocambolesco que realizan algunos medios, incluso de los considerados de izquierdas, emulando a un juego del tabú en el que las palabras prohibidas son comunista, macarthismo o lista negra y sobre todo en la trivialidad con que se trata a los ideales comunistas, como se comentará al final de esta misma entrada: ¿comunistas en el cine? Sólo si son buenos o arrepentidos como Ninotchka; el comunista malo, al igual que en la política de nuestros días, no tiene cabida en el cine).
Cartel de la película |
La película es muy entretenida y conmovedora en algunos momentos. Destaca el magnífico trabajo de Bryan Cranston (el inolvidable Walter White de Breaking Bad) y el de excelentes actores como Hellen Mirren o John Goodman y el cómico Louis C.K.).
Dalton Trumbo fue un guionista de cine perseguido por el macarthismo (uno de los Diez de Hollywood). Se vio obligado a testificar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, dentro de la cruzada americana contra lo que consideraban elementos comunistas en la industria del cine. Trumbo, tras pasar una temporada en la cárcel por negarse a dar el nombre de sus compañeros y ser considerado una amenaza para el sistema americano, se vio obligado a usar seudónimos en sus trabajos. Entre sus películas destacan Johnny cogió su fusil, Vacaciones en Roma y la maravillosa Espartaco.
Ciudadano indignado participando en un acto del Comité de Actividades Antiamericanas. "El único comunista bueno es el comunista muerto", se lee en su pancarta de la época. |
¿Podríamos decir que Trumbo y los Diez de Hollywwod, así como las personas anónimas que sufrieron la persecución, la censura, la marginación y la ira de los norteamericanos eran comunistas y por tanto representaban una amenaza para el capitalismo?
Trumbo seguramente fue un hombre culto, con una mente sensible, una personalidad creativa y observadora a quien no le pudiesen pasar desapercibidas las injusticias que contemplaba a su alrededor. Posiblemente esa sensibilidad y ese sentido de la justicia le llevasen a participar de manera activa en las acciones sindicales que se produjesen en el ámbito de la industria cinematográfica. Cabe destacar que fue uno de los intelectuales norteamericanos que defendieron públicamente la legítima causa republicana durante la Guerra Civil Española. Como personaje destacado en su momento (siempre fue muy valorado como gran guionista por sus compañeros) la estupidez y la barbarie capitalista del macarthismo le escogieron como diana de sus iras, junto a otros intelectuales y artistas de la talla de Arthur Miller, Charles Chaplin o Dashiell Hammet. Trumbo tuvo la valentía y la honestidad de mantener firmes sus ideales durante toda su vida, consiguiendo incluso el reconocimiento de la Academia de Hollywood en sus últimos años.
Dalton Trumbo testificando ante el Comité de Actividades Antiamericanas |
El espectador que se precie de ser comunista (o aprendiz como el que suscribe) experimentará la alternancia de sentimientos encontrados durante la contemplación de este interesante filme.
La identificación con los perseguidos por la censura habitual del capitalismo o las emotivas situaciones que se producen al encajar la vida familiar con las complicaciones de la militancia, ceden su sitio a un leve desencanto cuando nos damos cuenta de que la cinta no deja de tratar al comunismo con la trivialidad habitual en el cine desde Ninotchka hasta nuestros días.
Pongo como ejemplo una escena, en los inicios de la película, en la que Trumbo, ya señalado por el Comité de Actividades Antiamericanas como traidor, es asaltado delante de sus hijos por un espectador iracundo, que le arroja un vaso de coca-cola.
Ya en casa, la hija de Trumbo, de unos diez años, mantiene con su padre esta significativa conversación:
Justo tras este diálogo, la pequeña continúa preguntando al padre sobre el significado de ser comunista. Trumbo le contesta que para averiguarlo la someterá a la "prueba oficial". La escena, que no deja de ser emotiva (qué comunista que sea padre no puede caer en la sensiblería y conmoverse un poco en este pasaje) , es reveladora en este aspecto que queremos señalar:
¿Es esta imagen dulcificada del comunismo lo máximo que puede permitir la industria del cine norteamericano -ya ajena, se supone, a los días del macarthismo- para una cinta que pretenda tener éxito en las salas?
¿O quizás en aquellos años, con la tensión de la guerra fría y la "amenaza" de la Unión Soviética, la persecución abierta y despiadada era necesaria, pero ya no en nuestra época en la que el sistema se esfuerza a diario en identificar socialismo con la actitud de un buen samaritano?
Decía Lenin en el inicio de El Estado y la Revolución que las fuerzas opresoras persiguen con saña a los revolucionarios ilustres hasta que ya fallecidos los reconvierten en iconos inofensivos, con la intención de que su mensaje pierda el filo revolucionario.
Quizás la cruzada anticomunista de nuestros días sea una actividad mucho más sutil, más sibilina. Controlados todos los medios por el capital, así como los distribuidores de todas las actividades artísticas y recreativas, cine, teatro, literatura, televisión, ya no es necesaria la persecución con antorchas. El propio sistema se encarga de marginar al artista que ose sacar los pies del plato. Y si la suerte le acompaña y goza de cierto reconocimiento, lo hará porque -de manera consciente o no- participe de esa caricaturización de los ideales comunistas, mermando su capacidad de amenaza contra el sistema.
Observemos el ridículo juego que mantiene la prensa de nuestros días, en la que se refleja la pugna que sostienen nuestros representantes de izquierdas -la supuesta izquierda- por desprenderse de los molestos tópicos comunistas (comenzando por el desdén por la necesidad de señalar la dualidad izquierda-derecha o la mismísima lucha de clases), contra los representantes de la parte cavernaria y de ultraderecha, quienes no pierden ocasión de señalarles como rojos y marxistas. ¿Quién obtiene beneficio de este teatrillo? Desde luego quienes trabajan con seriedad y capacidad por el socialismo, no. Se beneficia en todo caso el juego socialdemócrata de las soluciones menos malas y el reformismo, quien pretenda rebajar al nivel más profundo a la política hasta convertirlo en una disputa electoral de votos útiles y posibilismo, sin duda.
Es una cuestión que merecería un estudio mucho más profundo, que excede la capacidad del gestor de este blog. Aún así, siendo padre, espero saber contestar a mi hija cuando, llegado un momento como el señalado en la escena de la película, sepa hacerle comprender que si el niño no tiene bocadillo y pasa hambre es por culpa de la opresión capitalista y que la única manera de paliar esa injusticia es haciendo que las fábricas de pan y fiambres se encuentren en manos de trabajadores libres.
Salud.
Dalton Trumbo y su esposa, Cleo. |