En un artículo originalmente publicado en el diario El Común me pareció entrever en el camino de la esperada vacuna del covid19 una especie de semejanza con la carrera espacial de la Guerra Fría. Mientras vemos en la prensa frecuentes noticias sobre vacuna ensayadas con éxito en seres humanos, desarrolladas por supuesto en laboratorios de Europa o en EEUU, saltó hace unos días una sorpresa (poco o nada difundida por los medios españoles): el presidente de China, ante toda la OMS, se comprometía a ofrecer la vacuna china -cuando sea efectiva- como un bien público.
El gobierno Trump, enfrascado en la llamada Operación a velocidad ultra rápida (no es broma, es literal) por encontrar la vacuna, hacía saltar las alarmas. Los laboratorios americanos -que como veremos en el artículo cotizan en NASDAQ- han de ser los primeros.
Por tanto podemos ver en este artículo las claves del proyecto de la República Popular China para atacar mundialmente al virus y también la diferente forma de afrontar el problema por EEUU, más enfocado al interés económico. Aquí su contenido:
El presidente de la República Popular China, Xi Jinping, anunció ayer durante la primera jornada de la 73ª Asamblea Mundial de la Salud que las vacunas que se desarrollen en China contra el COVID19 y que logren un resultado efectivo estarán disponibles para el resto del mundo como un “bien público”.
Además, el mandatario chino reclamó solidaridad y cooperación internacional para vencer al virus, al que «tarde o temprano la humanidad vencerá», en clara alusión a las posiciones insolidarias del Gobierno de EEUU, que en abril suspendió su financiación a la OMS. Xi Jinping prometió además ayudas evaluadas en 2.000 millones de dólares destinados a los países en vías de desarrollo más afectados en los próximos años, así como la negociación con el G-20 para solicitar una suspensión de deudas a los países más pobres.
Los cerca de 200 países integrantes de la Organización Mundial de la Salud, OMS, se reunieron ayer -de manera virtual por primera vez en su historia- para el inicio de la celebración de la asamblea general número 73, en la que se espera llegar a un consenso global sobre la respuesta sanitaria a la crisis del coronavirus.
En dicha asamblea Xi Jinping anunció que China expone las siguientes medidas:
- las vacunas chinas contra el COVID19 serán un bien público mundial.
- 2.000 millones de dólares USD en los próximos dos años para el combate contra el virus en los países afectados que se encuentren en vías de desarrollo.
- asistencia especial a África mediante un mecanismo de colaboración con treinta hospitales africanos y la creación de un centro de prevención de enfermedades en ese continente.
- la construcción en territorio chino junto a Naciones Unidas de un almacén humanitario universal, un depósito de materiales de respuesta humanitaria, que asegure el abastecimiento de equipamiento contra epidemias, para que no falten como ha sucedido en la actual pandemia
- solicitar al G-20 la suspensión de la deuda a los países más necesitados.
Ante las suspicacias de EEUU y Australia, que habían solicitado investigaciones, el presidente Xi Jinping, uno de los primeros oradores en la Asamblea, manifestó en videoconferencia que apoyaba una “evaluación exhaustiva de la respuesta mundial a la epidemia” que sea dirigida por la OMS siguiendo los “principios de objetividad y justicia”, y concluyó que en China se ha actuado desde el inicio “con apertura, transparencia y responsabilidad”.
Se da la circunstancia de que en la escalada de tensiones entre China y EEUU, evidenciada hace un año en la pugna por el predominio del mercado de las telecomunicaciones y la tecnología 5G y en la que el gobierno de Trump acusó de espionaje a China y mantiene bloqueada a la empresa Huawei, toma ahora un nuevo tinte en la esperanza que la humanidad alberga de la pronta creación de una vacuna contra el coronavirus.
Empresas médicas americanas, como la firma estadounidense de biotecnología Moderna, han anunciado pruebas exitosas en fases aún iniciales de los ensayos y calculan que puede estar disponible para el año 2021, según anuncian medios afines a la alianza occidental y que podemos leer en la prensa española. Sin embargo, sería una de las más de 100 vacunas experimentales registradas hasta ahora por la OMS y, además, esto no quiere decir que estas empresas fueran a poner en disposición pública esas vacunas.
La empresa Moderna es una empresa especializada en el estudio del potencial del ácido ribonucleico (ARN o en inglés RNA, de ahí ModeRNA) y su uso terapéutico en el tratamiento de enfermedades como el cáncer. Esta empresa cotiza sus acciones en la bolsa de valores Nasdaq, que contiene a las compañías con mayor volumen en el comercio tecnológico, y está liderada por el CEO o director ejecutivo Stéphane Bancel, que posee el 9% de Moderna. Bancel se convirtió en multimillonario el mes pasado a medida que las acciones de su empresa crecían junto a las noticias de los éxitos de su vacuna. Según Forbes, el CEO de Moderna ha acaparado una fortuna de más de mil millones de dólares sólo con su participación en esta compañía.
De hecho los representantes de Moderna han reconocido que obtener la vacuna no supone el fin de la pandemia. Es obvio puesto que su erradicación supondría la fabricación masiva y un inmenso despliegue de medios a nivel internacional al menor coste, cuestiones que escapan a los intereses económicos de cualquier empresa que cotice en bolsa.
Así pues el asunto de la vacuna toma un cariz especial, más allá del interés humano y sanitario a nivel universal como forma de vencer a la pandemia. No en vano Donald Trump anunció hace unos días que EEUU estaba en disposición de anunciar éxitos sobre la vacuna en breve, para tenerla disponible a fin de año e incluso antes. Tanto es así que por parte del gobierno USA se ha puesto un llamativo nombre al plan de desarrollo de la vacuna: Operación a Velocidad Ultra Rápida.
En la presentación de esta operación ultra veloz el presidente Trump aseguró colaborar con China en el propósito de la vacuna «sin ego», aunque al mismo tiempo responsabilizó al Gobierno chino por el origen del virus y su posterior expansión.
Nos disponemos por tanto a presenciar una batalla tecnológica que recuerda en cierta forma a la carrera espacial, en la que China parece haber tomado ventaja en su aparente intención solidaria, más acorde a cualquier proyecto sanitario que pretenda erradicar un virus de la faz de la Tierra.