Leemos estos días en las redes y artículos la expresión correlación de fuerzas en referencia a la escandalosa subida del precio de la luz y la capacidad del Gobierno para gestionar este asunto.
El uso actual de esta expresión ha desvalorizado su sentido de tal modo que se evidencia el grado de fetichización de la participación en los parlamentos e instituciones democráticas dentro del sistema en que vivimos.
Es llamativo que en España hemos pasado de un estado de desinterés político tras la crisis económica de 2008, en la que eran frecuentes las llamadas a no votar y a considerar igual de ineficientes a todos los partidos y a todos los políticos, a un estado de hiperinterés mediático en el que la política se ha convertido en tema de conversación e incluso objetivo de rating televisivo en las horas de más audiencia. Pero siempre limitando la política al aspecto electoral, a los diferentes parlamentos, en especial como es lógico al Congreso de los Diputados, y todo ello en forma de un relato de personajes, de actores, a quienes entregamos todo el peso político.
Es decir, el fetiche consistiría en la política vaciada de su contenido social y rellenado con la abundancia mediática de referencias a los actores parlamentarios y sus vicisitudes dentro de los procesos electorales y las diferentes instituciones representativas.
El grado de fetichismo es tan elevado que hoy día, más que nunca, tener un mayor o menor número de votos supone la medida de eficacia y de éxito, tanto a nivel nacional en los comicios generales como a nivel local, en ayuntamientos, partidos o asociaciones. Tener representación en los diferentes parlamentos y consistorios supone la diferencia entre existir o no existir, tener recursos económicos y mediáticos o no tenerlos, ser alguien o ser un don nadie.
Se dice, por ejemplo, "la correlación de fuerzas de tal o cual personaje político (no sólo en España) es desfavorable, por tanto pocas eran sus posibilidades", en referencia al número de escaños o representantes que posee en la cámara correspondiente. Se trata de un uso limitado y mermado del concepto que en mi opinión favorece más a las posiciones reaccionarias que a las de la izquierda.
La referencia al concepto de correlación de fuerzas es común en los análisis políticos de coyuntura. Dentro del marxismo el concepto adquiere una dimensión superior y que abarca todos los aspectos sociales en su conjunto, en especial en Lenin y en Gramsci.
Correlación de fuerzas en el marxismo.
"Para comprender una situación política y conducir correctamente al movimiento revolucionario se debe comenzar por pasar revista, con la mayor exactitud y tan serenamente como sea posible, a las fuerzas que se enfrentan. ¿Cuáles son esas fuerzas? ¿Cómo están agrupadas unas contra otras? ¿Qué posiciones ocupan en el presente? ¿Cómo actúan?". Este razonamiento hace Lenin y así lo refleja la divulgadora marxista Marta Harnecker en el texto Estrategia y Táctica, cuya lectura puede consultarse aquí.
La visión marxista supone de entrada una perspectiva de clase. La correlación de fuerzas políticas es el reflejo de la situación en la que se encuentren las fuerzas sociales, es decir, el contexto político y de relaciones mutuas en el que están inmersas las diferentes clases sociales.
Para ello, aunque parezca de Perogrullo decirlo (no tanto hoy día) es condición indispensable entender el mundo en que vivimos como un conjunto de clases sociales, y que estas clases sociales son antagónicas, es decir, sus intereses son opuestos y están enfrentados en una suerte de vasos comunicantes: para acrecentar el interés de una clase social es necesario disminuir el de la otra. Como digo esto es mucho suponer en las izquierdas actuales, pero desde la visión marxista es una cuestión insoslayable.
Desde la visión leninista, la difícil tarea de evaluar la correlación de fuerzas sociales le correspondería a una vanguardia política, de cuya capacidad para analizar la situación depende el éxito de la táctica que se emplee. Esta tarea de análisis, tan compleja como decimos, es la que determinaría en la práctica el posicionamiento del conservador que no ve la oportunidad de avanzar y se queda estancado y, en el lado opuesto, la del izquierdista osado que se apresura a dar pasos en el aire y se la pega.
La noción que tratamos por tanto comprende el aspecto social: de la correlación de clases se infiere cuál será la correlación de fuerzas, que en definitiva es la proporción de fuerzas existente entre los enemigos de clase y las fuerzas que posean los revolucionarios en una determinada coyuntura para lograr algún avance social.
Observemos que el modo de afrontar el asunto es similar a un planteamiento bélico. La exposición no es exagerada: en el tema, por ejemplo, con el que se inicia esta entrada, el del precio de la luz, la cuestión puede suponer la diferencia entre poner o no la calefacción en una ola de frío para una familia, o sufrir cortes de luz en un centro médico en el que los pacientes realizan un tratamiento. Es decir, no es desmesurado tratarlo como una guerra cuando están en juego vidas humanas.
Gramsci no se queda corto en el planteamiento agresivo y lo considera una cuestión maquiavélica (de Notas sobre Maquiavelo se extrae el estudio Análisis de las situaciones, relaciones de fuerzas, que puedes consultar aquí). Antonio Gramsci observa que en la cuestión de la hegemonía política hay que tener en cuenta el problema de las relaciones entre estructura y superestructura para hacer un análisis correcto de las fuerzas que operan en un determinado momento.
"Los fenómenos de coyuntura -comenta el pensador italiano- dependen también de movimientos orgánicos, que se pueden llamar de coyuntura, pero su significado no es de gran importancia histórica; dan lugar a una crítica política mezquina, cotidiana, que se dirige a los pequeños grupos dirigentes y a las personalidades que tienen la responsabilidad inmediata del poder".
Más adelante, también Gramsci: "se lee con frecuencia la expresión ´relaciones de fuerza favorables o desfavorables a tal o cual tendencia´. Planteada así, en abstracto, esta fórmula no explica nada o casi nada, porque no se hace más que repetir el hecho que debe explicarse presentándolo una vez como hecho y otra como ley abstracta o como explicación".
En definitiva, la excesiva importancia que se concede a la participación parlamentaria (si nos parece demasiado tildarlo de fetichismo) hace que veamos la cuestión de la correlación de fuerzas de manera limitada y circunscrita al plano parlamentario y electoral.
Pero ¿cuál es el grado de conciencia de los trabajadores? ¿Cuál es su grado de organización en sindicatos, partidos o asociaciones? ¿Qué referentes políticos tienen a su alcance para tomar conciencia?¿Emplean esos referentes políticos su cargo electoral como altavoz para difundir la ideología que defiende los intereses de clase?
La realidad observada desde la perspectiva materialista y dialéctica, desde la perspectiva correcta, nos lleva a aumentar la lupa hasta el plano social. Aumentamos el diafragma e incluimos también en la imagen la cuestión de las fuerzas sociales, no sólo la cuestión política o económica, también la ideológica. No olvidemos que la panorámica social que toman los comicios electorales, aunque es un buen termómetro, no deja de ser la visión del sentido común, esto es, de la ideología dominante en ese determinado momento.