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lunes, 28 de junio de 2021

El Vaticano frena la ley italiana contra la homofobia



El papa Francisco y la Iglesia Católica han quedado retratados al situarse del lado de las derechas italiana y europea y de las posiciones de más rancia tradición conservadora, pues el Vaticano ha exigido de manera formal que el Gobierno modifique un proyecto de ley contra la transfobia y la homofobia que se tramita en estos días en Italia.

Este conflicto diplomático entre ambos Estados está causando un enorme revuelo en la opinión pública italiana y en el mundo, pues vendría a poner en cuestión el carácter tolerante de Francisco, considerado el "papa progresista" y modelo a seguir por muchos políticos -incluidos destacados representantes de la izquierda, también en España- como ejemplo de acercamiento y de posibilidad de obtener avances sociales mediante el diálogo con los poderes fácticos. 

Resulta llamativo que se produzca este intento de alterar la legalidad nacional en un momento en el que parecía que la institución católica procuraba un esfuerzo en distanciarse, a través de la figura carismática de Francisco, de sus antecesores en cuanto a la rigidez de la Iglesia para consentir la libertad afectiva y sexual de las personas que difieren de la norma estipulada tradicionalmente por la doctrina católica.

Este conflicto viene a demostrar que las cuestiones de sexualidad, afectivas o de género, situadas en el foco de la atención internacional en nuestros días, son utilizadas y reconducidas como cualquier otro asunto por los poderes económicos a su conveniencia, y que tras el supuesto interés en la igualdad y la justicia se esconden intereses lucrativos de poderes fácticos que manipulan esos ideales para absorberlos como propios, siguiendo el modo de tergiversar las luchas que suele emplear el capitalismo. 

En el caso que ocupa esta entrada, la contradicción que evidencia esa falsedad en cuanto a la supuesta aceptación de la diversidad sexual por parte de la Iglesia se encuentra en el choque de intereses que esto produce en la creación de futuros usuarios que supone el adoctrinamiento en los colegios

Según informó el diario Corriere della sera (1), la cuestión polémica se centra en ciertos aspectos de la nueva ley, que la Iglesia no acepta. El Vaticano pidió al Gobierno italiano a través de los canales administrativos que modifique el proyecto de ley contra la homofobia y la transfobia que se estaba tratando en el Senado. Esta petición, realizada por un representante de la Santa Sede mediante escrito formal en la embajada italiana, supone un hecho inédito en las relaciones entre Estado e Iglesia, pues sería la primera vez que se trata de realizar -por escrito- una injerencia en la aprobación de una ley. El estudio del texto legal ha quedado temporalmente detenido y cuenta además con el rechazo de los representantes de Forza Italia y otros miembros de la derecha.

Las reticencias vaticanas a la ley se fundamentan en que contravienen, a su entender, algunos privilegios de los que goza la Iglesia Católica y que sostiene gracias al Concordato (acuerdos firmados el siglo pasado entre el papa Pío XI y Benito Mussolini que otorgaban la independencia del Estado Vaticano y su relación con el Gobierno italiano, así como los acuerdos económicos y fiscales). 

Según afirma la protesta registrada por el portavoz vaticano, la norma determinaría que las escuelas católicas no estarían exentas de celebrar una nueva jornada nacional establecida en la ley: la Jornada nacional contra la homofobia. Es decir, los centros educativos católicos no podrían negarse a realizar los actos con finalidad instructiva que se relacionen con esta jornada efectuada a nivel nacional. “Algunos contenidos actuales de la propuesta legislativa que se está examinando en el Senado reducen la libertad garantizada a la Iglesia Católica" especificó el representante religioso en el escrito entregado en la embajada, según publicó el diario italiano Il Corriere della sera.

Como es lógico, esto dejaría expuesta a la Iglesia Católica y a sus establecimientos docentes en una difícil disyuntiva: acatar la ley y enseñar en sus centros ideas que contravienen el adoctrinamiento de sus futuros usuarios, o desobedecer la ley y arriesgarse a ser objeto de denuncias por delitos de odio. Aquí se verá hasta dónde alcanza la preocupación desinteresada de los poderes fácticos en cuanto al tema de moda hoy día



(1) enlace a noticia italiana 

viernes, 18 de junio de 2021

Pedagogía de la factura progresista



Lo llaman hacer pedagogía aunque lo que quieren decir es que van a ser didácticos. Se refieren a que van a ser ilustrativos, que van a esclarecer un asunto, esto es, que van a explicar algo de manera que se entienda. 
Pero lo que ocurre al final es que no se entiende. Ni esclarecen, ni nos ilustran. Se queda uno peor de lo que estaba con la explicación. Tú que estás mirando esto probablemente habrás leído alguno de esos artículos con infografías detalladas sobre las eléctricas, o has recurrido a un hilo de Twitter que explica la factura y los horarios valles y picos y te habrás perdido o aburrido antes de terminar. 

Esto es porque -en realidad- no hay mucha intención de ser pedagógicos, ni didácticos. Por eso recurren a expresiones grandilocuentes como hacer pedagogía, cuando simplemente bastaría con hablar claro y llamar a las cosas por su nombre.

Pues sí, esto de la economía política suele ser aburrido y la mayoría de trabajadores (personas trabajadoras, se dice ahora) no tiene tiempo para leer esos artículos. La buena noticia es que si se tiene la paciencia de pararse a pensar unos minutos, sí se puede comprender de una forma sencilla. Esa es la intención de esta entrada, que es un poco larga (me enrollo mucho, es verdad) pero para nada compleja.

La explicación oficial viene a decir que la factura de la luz sube porque los precios varían según la demanda y la oferta (¡ojo! esta justificación sirve tanto para la luz como para la subida de los precios de cualquier producto, para los alquileres de las viviendas, etc). Nos dicen que lo ideal sería nacionalizar esas empresas tan importantes, que si fueran públicas sería mucho mejor, pero que esto es muy complejo (este argumento también es usado con las pensiones, la educación o la sanidad, que sería deseable que fuera todo público, pero es muy difícil). Por último, si esto no convence, se explica que con 35 diputados no se puede hacer mucho, que con eso sólo se puede empujar para lograr algunas mejoras, como por ejemplo pedir horarios con tarifas más asequibles o eliminar ciertos impuestos a las empresas -con ayuda estatal- que a su vez nos rebaje el precio. 

El Ministro de Consumo nos asegura que empuja con todas sus fuerzas para bajar la factura.



¿Se puede dar una explicación diferente y que no acabe en resignación? Sí, se puede. Algunas personas (insidiosos amargados como el que suscribe) hasta creen que, teniendo en la mano el altavoz de los ministerios, no solo no se puede sino que se debe.

Para llegar a una explicación más didáctica y más completa (que no oculte algunos matices importantes) necesitaremos repasar dos cuestiones:

- primero, ¿cómo funcionan esos mercados?
- segundo, ¿de qué forma nos enfrentamos a esos mercados?

Vayamos por partes: ¿cómo funciona el sistema? Si recuerdas, al principio de la pandemia, cuando empezaba a ser evidente que, en efecto, la mascarilla era un producto necesario (y que los chinos no eran tan exagerados al salir a la calle con sus mascarillas sino que sabían lo que hacían), hubo una serie de avispados emprendedores, muy patriotas, que enseguida trataron de hacer negocio vendiendo por su cuenta las existencias de mascarillas que había, a un precio por supuesto bastante elevado.  

Enseguida se comprendió que era necesario regular esos precios y buscar la forma de asegurar desde el Estado una manera de acceder a las mascarillas para todas las personas del país. Esto no era una cuestión de solidaridad o de empatía. Se trataba de una cuestión de frenar una pandemia, un interés común, algo que estaba por encima del interés privado, pues ni el más rico de entre los ricos quedaba libre de morir asfixiado si el virus se continuaba propagando. 

Es un ejemplo entre muchos del funcionamiento del sistema en que vivimos, el capitalismo. La sociedad queda en último término determinada por los vaivenes de los mercados. Algunos países son más liberales y creen en la permisividad total del comercio entre las empresas, otros tratan de intervenir esos mercados con normas desde los Estados, pero a fin de cuentas es el Mercado (como sujeto en mayúsculas, una especie de equilibrio global entre oferta y demanda) quien decide.



Pero ¿no íbamos a hablar de la luz? Un poco de paciencia. Si recuerdas, no hace mucho se coreaba en las manifestaciones "¡no hay democracia si gobiernan los mercados!". ¿Qué se hizo de aquel eslogan? ¿Ya no vale? ¿Estando en el Gobierno es diferente? ¿Cómo funcionan esos mercados que incluso los gobiernos no pueden con ellos?

Para entenderlo tenemos que comprender aunque sea a grandes rasgos cómo funciona ese sistema, el capitalismo. Es un asunto tan importante que incluso el propio Marx dedicó la mayor parte de su vida y su trabajo a desentrañar su funcionamiento y en ello enfocó su obra principal, El capital.

Otro ejemplo más perverso del funcionamiento del sistema lo tenemos en la propia pandemia. Las grandes empresas farmacéuticas hicieron su agosto el pasado año cuando comenzaron a anunciar que lograban avances en las vacunas. Las acciones en las grandes bolsas mundiales se dispararon, hasta tal punto que directivos de esas grandes empresas vendieron las acciones que poseían por cantidades indecentes de dinero. A estas alturas deben estar en las Bahamas tomando daikiris. 

¿Por qué subieron las acciones de las farmacéuticas en bolsa? Porque sabían que era un valor seguro, en un doble sentido: porque es un producto con comprador seguro, puesto que todo el mundo va a necesitar una vacuna, pero además porque sabían que los Estados miembros de la UE y todos los países alineados con EEUU acordarían mediante contrato la compra de SUS vacunas (las de las farmacéuticas afines a EEUU) y no las vacunas rusas o chinas o cubanas, igualmente efectivas y aprobadas por la OMS, aunque estas fuesen más baratas, se almacenasen en condiciones más favorables o estuviesen listas antes. Esos contratos además eran opacos y sólo hemos conocido detalles a través de filtraciones de la prensa.


Seguramente estarás pensando, o eso espero, ¿y eso se hizo a pesar de que dependían de ello miles de vidas? Sí, en efecto, así es. Al sistema en que vivimos, el capitalismo, le importa bien poco si vives o mueres, en todo caso le interesarás si puedes ofrecer tu fuerza de trabajo, como una mercancía, y cuando no tengas fuerzas para trabajar pasarás a estar viviendo por encima de tus posibilidades.

Esto es así tanto en el capitalismo más salvaje como en el de rostro amable, tanto si gobierna el malaje de Trump como si lo hace la racializada y feminista Kamala. Variará poco de unas opciones a otras.

En el caso concreto de las energéticas también se puede distinguir esta forma de actuación por parte del sistema: en España son tres las grandes empresas que controlan el sector energético, Endesa, Iberdrola y Naturgy. Es un oligopolio (entre unos pocos controlan todo).

Las tres vienen de organismos que fueron propiedad del Estado o se beneficiaron y siguen beneficiándose del dinero público (ese dinero que no hay para las pensiones o mejorar la sanidad pública pero sí lo hay en cantidades enormes para rescatar bancos o empresas quebradas), pero luego se liberalizaron, vendiéndose al mejor postor con la excusa de que ello mejoraría la calidad del servicio.

💥Endesa, por ejemplo, pertenece en un 70% a una empresa italiana. 
💥Iberdrola tiene como accionistas, entre otros, a Qatar (ese ejemplar país) o a Black Rock (una poderosísima empresa de gestión de activos radicada en Nueva York).
💥Naturgy, antes Gas Natural, sí, la de nuestro querido Felipe González, está dividida en diversos dueños y próximamente será comprada en un 20% por un fondo de inversión australiano, con el beneplácito del Gobierno (y si no es vendida será porque se opone otro de sus accionistas, La Caixa, banco que próximamente despedirá a 7.000 empleados para tener dinero con el que afrontar este tipo de inversiones).

Por si no lo sabes, un fondo de inversión es un conjunto de identidades -puede ser un particular, una empresa u otro conjunto de asociados anónimos- que se unen para realizar inversiones de manera diversificada. Esto es, para especular con acciones de empresas poniendo un poco allí y un poco allá, de manera que obtenga beneficio con esas inversiones.

Los fondos de inversión por tanto son muy interesantes para quien pueda permitirse apostar una suma elevada de dinero y sacar rendimiento con ello. A los componentes de esas sociedades les importa bien poco cómo se obtenga el beneficio o a través de quién. Su único afán es el lucro, cuanto más dinero y más rápido, mejor. Algunos fondos de inversión son tan poderosos que con su influencia pueden hacer tambalear la bolsa de un país entero. 

Pero para las personas trabajadoras su efecto es devastador. Las personas trabajadoras, que supuestamente seríamos beneficiadas con una oferta empresarial más diversa, quedamos perjudicadas ante especuladores a quienes no les importa nada si ofrecen buen servicio o no. Preguntemos a las familias de quienes perdieron a familiares que vivían en residencias de ancianos privadas, cuyos propietarios son precisamente fondos de inversión con capital en Jersey o Luxemburgo.  

¿Recuerdas el caso de una señora mayor que murió en un incendio provocado por las velas que usaba para iluminarse tras haberle cortado la luz por impago? La empresa que le cortó la luz, Naturgy, fue sancionada con una fuerte multa porque a la anciana se le cortó el suministro sin hacer un informe previo tal como exige la normativa. Sin embargo, Naturgy prolongó la demanda con recursos hasta lograr que finalmente fuera anulada la sanción

En su  momento también Marx y Engels terminaron con la boca dolorida de repetir que el aparato ideológico de una sociedad (los organismos políticos y judiciales entre ellos) son como son porque están sustentados sobre la infraestructura económica. Pero eso ya es apartarse mucho del tema, sigamos. 


Pero si esto es así, ¿qué hacen los partidos de izquierdas al respecto?, ¿qué podemos hacer?, te preguntarás. 

Llegamos a la segunda cuestión importante: ¿cuál es la actitud de la izquierda frente al capitalismo?

Para verlo antes necesitaremos profundizar un poco más (uf, sí, es pesado esto pero no hay más remedio si queremos entender) en el funcionamiento del capitalismo.

Si tienes la curiosidad de buscar ahora mismo en Google una definición de economía, verás que casi todas las entradas hablan de una "ciencia que trata la administración de los recursos disponibles, de manera que se satisfagan las necesidades de las personas" (no reírse por favor).

En esas definiciones se hace referencia además a una especie de ciclo de la economía, separado en partes o etapas, que pueden resumirse en tres:

PRODUCCIÓN-DISTRIBUCIÓN-CONSUMO

Básicamente, una mercancía es producida, después distribuida y por último consumida, en un ciclo que se encarga de cumplir esas necesidades y cuya dinámica es la fuente (eso nos dicen) de la riqueza de un país o de una empresa o un particular. 

Poner el centro de atención en una u otra etapa de este ciclo no es una cuestión sin importancia. Al contrario, ello determina la actitud política.

Si te fijas, en nuestros días los gobiernos y las empresas ponen el énfasis en la distribución y el consumo. Tanto los representantes políticos como la propaganda de las grandes marcas se esfuerzan en decirnos que "hay que tener un consumo responsable". En la imagen que está debajo de estas palabras tienes un ejemplo entre miles de ese consumo responsable, que en este caso está patrocinado por Iberdrola, una de las tres patas del oligopolio español.

 
Otra forma de poner el énfasis en la distribución y el consumo es decirnos que el capitalismo provoca injusticias porque está mal distribuido, que hay un mal reparto de la riqueza, por avaricia o por irresponsabilidad o por lo que sea. Esta manera de entenderlo es muy extendida en los partidos de izquierda de todo el mundo, y en sus programas nos ofrecen una especie de control del mercado que, por ejemplo, propone que la economía sea circular, en especial referencia a su sostenibilidad. Siendo más ecológicos, nos dicen, más responsables, se detendrá la acumulación de la riqueza en pocas manos, se distribuirá mejor y de paso salvamos el Planeta. En la imagen siguiente tienes un ejemplo de otra de las tres patas, en este caso nuestra querida Endesa.

Esta forma de entender el modo de enfrentarse al capitalismo es la tendencia de moda hoy en la mayor parte del mundo. No es un invento nuevo, al contrario, es bastante viejo, pero ahora se reviste con ideales ecológicos, igualitarios o tecnológicos.  Nosotros, como europeos, estamos alineados con esta estrategia y nuestros gobernantes nos aseguran que están empeñados en ser más equitativos en el reparto de la riqueza y en la sostenibilidad de los recursos naturales. Mirad una imagen de estos días de la Ministra de Trabajo, quien en su cuenta oficial nos explica que la Europa que merecemos (la de la Recuperación y Resiliencia con miles millones de euros de los Fondos Europeos, la de la Troika) se construirá con trabajo decente y que se hará con respeto a la Tierra y que eso garantizará el futuro de todas:


Marx y Engels se pasaron toda su vida luchando contra este tipo de interpretaciones. No es exagerado, toda su vida. Desde su juventud hasta los últimos días intentaron hacer entender que era utópico -en el mejor de los casos- pensar que sólo con buenas intenciones o elevados ideales era posible atacar al capitalismo.

Su método, que empleaba el materialismo histórico, llegaba a la conclusión de que la única manera de vencer al capitalismo era atacar donde le hace daño, donde la lucha es efectiva: en el proceso de producción.

Sólo mediante el control de los medios de producción es posible transformar el modo en que una sociedad produce su riqueza, la distribuye o la consume. Hay que atacar de raíz. Los trabajadores somos la inmensa mayoría de la sociedad. Si todos nos paramos, el sistema colapsa (se ha comprobado en esta pandemia, en la que sin trabajadores funcionando no había producción, por mucho que los abnegados emprendedores acudieran a sus puestos en las oficinas).

Esta visión del mundo fue inaugurada por Marx y Engels y tras ellos muchos autores lo corroboraron. En ello se basa la ideología de los comunistas, en el materialismo histórico y en la lógica dialéctica. Miles de autores de derechas (e izquierda también) han tratado de refutarlo y no han podido. El CAPITAL sigue siendo vigente hoy día, por muy modernos y visibilizados y ecosostenibles que seamos.

 Pero entonces, ¿eso quiere decir que los políticos actuales nos engañan? Si te interesa mi opinión personal, yo diría que sí, nos mienten. Pero eso es porque soy un amargado antisocial. Vamos a dar por hecho que no, que sus intenciones son honestas y que su interés en mejorar la sociedad es sincero.

Partiendo de esta suposición, ¿qué diferencias hay entre una y otra manera de acometer o -como dicen ahora nuestros representantes- de abordar las desigualdades sociales? Veamos cuáles son los pros y contras de ambas perspectivas y con esto acabamos ya esta entrada (si has llegado aquí pídeme en observaciones algún obsequio). Es decir, poner en una especie de balanza ambas estrategias.


La perspectiva del reparto de la riqueza y del consumo responsable.
El capitalismo tiende a generar intervalos de crisis, como supo ver mi tocayo Carlos Marx, en los que la producción llega a un punto que excede la capacidad de los mercados y la economía se estanca, produciendo periodos de miseria en las masas. Esto lo vieron inteligentes economistas del sistema posteriores a Marx, entre ellos un señor llamado John Maynard Keynes

Keynes es el autor preferido de muchos políticos conservadores y también de muchos políticos de izquierdas, entre ellos los ilustres ministros de nuestro Gobierno. Aparte de otros avances en el conocimiento económico, Keynes básicamente observó que Marx era bastante peligroso porque ponía en evidencia (visibilizaba para los modernos) que el capitalismo en estado salvaje y sin control podía destruirse a sí mismo a base de reproducir crisis sin fin. Keynes recomendó entonces que -si los capitalistas querían ser inteligentes y conservar el poder- tenían que aflojar la soga de vez en cuando y recurrir a la intervención de los Estados, mediante la aceptación del gasto público. Esto es, haciendo que el Estado pueda endeudarse, crear infraestructuras que mejoren las posibilidades de incentivar la economía, o mediante planes de empleo e incentivos al consumo.

El famoso Plan Marshall, que se refleja en la famosa película de Berlanga con la venida de los americanos, es una medida de estimulación de la economía mediante la inyección de deuda y de incentivos al consumo. El famoso PLAN DE RECUPERACIÓN Y RESILIENCIA de los FONDOS EUROPEOS, celebrados como históricos por el Gobierno de Progreso, no deja de ser otro Plan Marshall en el que la Unión Europea salva la papeleta de superar la crisis de la pandemia sin que descubran -visibilicen- demasiado las miserias del sistema.

Hay capitalistas neoliberales que son acérrimos defensores de la libertad absoluta del mercado, pero la realidad ha dado la razón a los keynesianos que entendieron bien que a veces hay que ceder para no poner en riesgo todo. Los políticos y autores de izquierdas ven en estos capitalistas keynesianos una especie de aliados potenciales en los que apoyarse para conseguir algunos logros.

En pocas palabras, esta perspectiva apuesta por un enfrentamiento al sistema que acomete reformas sociales y mejoras para las clases populares a partir de un enfrentamiento al capitalismo sobre el terreno democrático. Irónicamente es una propuesta que sobre la base de que no se puede (no es posible luchar contra los mercados y las multinacionales, es una tarea de titanes) nos asegura que sí se puede, es decir, nos promete logros probables, posibilistas, no una transformación total del sistema sino su reforma, su redistribución.

Esta tendencia tiene una ventaja sustancial y es que no es violenta, no acude a métodos radicales ni al enfrentamiento directo. Aunque en el escenario parlamentario los actores políticos parezca que se van a sacar los ojos unos a otros, todo es un teatro. Los izquierdistas que defienden una salida democrática y dialogada son perfectamente admitidos entre nosotros y su propuesta es vista por la derecha como amigable, permisible, equivocada pero no peligrosa. Las batucadas y los nuevos hippies no son vistos como una amenaza para los conservadores, sino como excéntricos idealistas que creen demasiado en postulados buenistas y utópicos.

De este modo, si prospera una alternativa reformista, puede llegar a lograr cambios y mejoras para los ciudadanos de una manera pacífica. Por contra, en cuanto la derecha reaccione y vuelva a hacerse con el mando, deshará como una ola todo el castillo de arena que sus adversarios políticos hayan levantado.

La perspectiva de la transformación del modo de producción de la sociedad.

Siguiendo la perspectiva del materialismo dialéctico, esto es, del marxismo o el comunismo, la única transformación posible y con capacidad de establecerse y perdurar es aquella que cambie el modo de producción de manera que los medios queden en posesión de la clase trabajadora.

De modo opuesto a la perspectiva reformista, obviamente la clase dominante no va a permitir que se le arrebate la propiedad de sus medios por las buenas. Si realizar una simple reforma laboral cuesta sudor y lágrimas, imaginemos cuánto debe costar arrebatar los medios por los que los poderosos se enriquecen. Es inevitable el uso de la violencia, bien en forma de enfrentamiento directo, bien a través de costosas luchas, huelgas, manifestaciones, disputas, etc.

Por poner un ejemplo actual, en las recientes elecciones peruanas, tras conocerse la victoria del candidato de izquierdas se produjo una violenta caída de las bolsas, y los personajes más conservadores del país intentaron impugnar las elecciones bajo la excusa de fraudes. Y eso que aún está por saber si el nuevo presidente será o no un verdadero político de izquierdas.

Nuestros hermanos de Cuba, por ejemplo, llevan 50 años viviendo la insufrible pesadilla del bloqueo económico del gigante yanqui porque Fidel ayudó a su pueblo a gritar ¡se acabó la diversión!

La vía socialista es la más odiada y la más temida por el capitalismo. Un pueblo decidido y consciente es su peor pesadilla. Por ello su respuesta es más enérgica y no dudan en asesinar o provocar guerras si es necesario.

¿Seríamos nosotros valientes, aunque estuviésemos convencidos de nuestros ideales, de perder la poca comodidad que tenemos por plantarle cara al capitalismo por la vía radical? Este es uno de los inconvenientes de la perspectiva comunista.

Por otra parte, estamos viendo que el capitalismo, incluso en su versión más amable, también se cobra vidas. Pregunta a los ancianos de las residencias privadas, pregunta a los que tuvieron que salir a trabajar en plena pandemia, pregunta a los sanitarios, pregunta a los que se juegan la vida cruzando el estrecho o los que prefieren suicidarse a ser desahuciados.

Esta es la verdadera factura progresista. El pago que hacemos por preferir una vida pacífica dentro del sistema. Pon tu lavadora de noche y nosotros intentaremos rebajar tu factura. Cualquier intento de darle la vuelta al sistema puede acabar contigo lavando en el río o en la lavandería del penal. 

¿No somos todos los trabajadores en el fondo como la compañía de Ulises, encerrados en la cueva de Polifemo, rezando por no ser el siguiente en ser devorado? ¿Es preferible vivir en una soportable esclavitud mientras nos mantengan con vida? ¿O es mejor arriesgar a perderla pero con la dignidad de haber luchado? Es elección tuya. 



martes, 27 de abril de 2021

Anulan multa por la muerte de anciana en incendio con velas tras cortarle la luz

 


Ajenos a la batalla por la democracia de Madrid, los capitalistas prosiguen su lógica de constante beneficio sin detenerse a lamentar las muertes ni las carencias de lo que ahora es conocido como "precariedad energética".

La sanción impuesta a la empresa Naturgy -entonces Gas Natural- por la muerte en un incendio a finales del 2016 de una anciana de Reus, a la que se le cortó el suministro de electricidad por un impago de 200 euros y que se vio obligada a alumbrarse con velas, ha sido anulada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. El tribunal ha declarado la anulación de la sentencia tras admitir el recurso de la compañía, aunque resta el recurso de casación que consecuentemente ha cursado la Generalitat.

La multa ascendía a 500.000 euros pues fue considerada como una infracción de carácter muy grave. No en vano el caso sumaba una serie de considerables agravantes: se trataba de una mujer mayor a la que le fue cortada la luz sin haber sido solicitado un informe de los servicios sociales para comprobar si la persona se encontraba en situación de riesgo residencial, tal y como establece la ley 24/2015 sobre "pobreza energética". 

El Ayuntamiento de Reus era conocedor de la situación de vulnerabilidad de la señora desde unos años antes de que se produjera el estado de impago. El corte de luz se prolongó durante dos meses en los cuales la empresa no alertó a los servicios sociales. Se da la circunstancia además de que la mujer percibía una ayuda por el mismo motivo para el suministro del agua. 

Durante los meses en que la anciana, de 81 años, permaneció sin luz, empleaba velas para iluminarse. En la madrugada del 14 de noviembre de 2016 una de esas velas prendió el colchón donde dormía y se produjo un incendio del que no pudo salir con vida. Con ella residía una nieta que no se encontraba en casa en el momento del suceso. El piso incendiado se encontraba en el bloque de una calle céntrica del municipio de Reus, cerca de la zona comercial y rodeado de tiendas y cafeterías.

Pese a que la sentencia no es firme y ha sido recurrida al Tribunal Supremo, sorprende que el tribunal equivalente en Cataluña haya aceptado el recurso y se haya alineado de este modo con la compañía. Ni la supuesta concienciación social adquirida frente a lo que hoy se denomina "pobreza energética" ni la puesta en marcha de normativas legales al respecto parecen haber afectado al tribunal catalán, cuya anulación mueve a pensar que existen conexiones más que probables entre las garantías protegidas por los poderes judiciales y los oligopolios energéticos. 

La excusa que argumenta el tribunal regional es que el principio de precaución no está suficientemente desarrollado en el reglamento en cuanto a su aplicación, como esgrimían los abogados de Naturgy, aunque sí avala la constitucionalidad de esa norma. Asociaciones como la Alianza contra la pobreza energética (1) consideran que la ley es clara y que las excusas del desarrollo reglamentario son empleadas por estas compañías para no aplicarla.


La situación de Naturgy es muy significativa en la tesitura actual de la economía española. 

Naturgy proviene de la anterior Gas Natural Fenosa y es una empresa española que opera en los sectores eléctrico y gasístico, con sede operativa en Barcelona aunque su sede social está en Madrid. Es una de las tres grandes compañías del sector eléctrico en España, junto a Endesa e Iberdrola. 

Estas tres grandes empresas poseen la práctica totalidad del mercado eléctrico español. Naturgy derivó de Gas Natural a partir del cambio de denominación en el 2018 para abarcar las líneas de negocio de aprovisionamiento de gas natural y la generación y distribución de electricidad tanto en territorio nacional como internacional. Opera en los cinco continentes y sus acciones cotizan en las bolsas españolas. Como es obvio, forma parte importante del índice IBEX 35. 

Destacados personajes nacionales, tales como el propio Felipe González, la ex ministra Garmendia o Narcís Serra, sintieron la necesidad de colaborar como asesores con esta gran empresa una vez terminada su labor política

En plena pandemia y pese a los movimientos vecinales que protestan por la escandalosa subida de la factura eléctrica durante los meses de mayor frío, además de por los cortes de luz producidos por el deterioro de las infraestructuras en los barrios obreros, Naturgy está pendiente de aprobar la oferta de un fondo de inversión, el fondo IFM con origen australiano, que pretende hacerse con un 22% del capital social, lo que supondría un movimiento de 5.000 millones de euros.

Pese a que en un principio miembros del Gobierno como el propio Sánchez se mostraron reticentes a esta maniobra (dado que la operación necesitaría el visto bueno del Ejecutivo, pues una compra de capitales de un 10% de estas empresas estratégicas debía estar autorizada por la CNMV y por el Consejo de Ministros), son crecientes los indicios de que esta compra se hará efectiva y cuenta con el apoyo de la ministra económica Calviño, quien ha llegado a expresar que esta venta pone en evidencia la buena salud de las empresas nacionales, y cuenta también con la inhibición de la ministra del ramo, Reyes Maroto (3), que ha manifestado su intención de no valorar el expediente dado que su marido es trabajador de la propia empresa.

Los accionistas de este gigante energético español son el propio Estado en un 22%, el fondo de inversión Global Infrastructure Partners, Rioja Bidco y una de las filiales de la Caixa, que posee la cantidad mayoritaria de acciones, casi el 25%. Es la Caixa precisamente la parte más interesada en esta venta, pues se muestra públicamente partidaria y anuncia un suculento ingreso de capital de llegar a producirse la operación. Este aumento de capital permitiría a la Caixa consolidarse en el primer puesto de las entidades bancarias españolas, tras la fusión con Bankia, el banco que se fue a pique tras el escándalo de las acusaciones de falsedad contable y estafa mercantil que involucraron al ex ministro Rodrigo Rato. 

Sin embargo, Rato ha sido recientemente absuelto de estos cargos y ya no se cuestiona el enorme gasto del rescate de Bankia. De este intrincado modo, propio de una telenovela de enredos y que recuerda a la habilidad prestidigitadora de los tahúres, la economía española sigue su curso, a través del salto de unas empresas a otras, del movimiento de capitales de unas compañías mediante la absorción de otras, entre cuya circulación se diluye el dinero público, que tanta falta hace para otras necesidades como las sanitarias, tal y como estamos experimentando en propia carne en esta pandemia, sin inmutarse por las muertes de ahora ni por las de hace años, pues para el capital las personas no son más que meras mercancías mientras son activas laboralmente, luego ya incómodos lastres que quedan a dos velas. 


Fuentes:

lunes, 11 de enero de 2021

Sobre la correlación de fuerzas

Imagen de un video difundido por Podemos en el que se explica el motivo por el cual no se ha podido evitar la subida en la factura de la luz pese a ser parte del Gobierno y ostentar carteras ministeriales.


Leemos estos días en las redes y artículos la expresión correlación de fuerzas en referencia a la escandalosa subida del precio de la luz y la capacidad del Gobierno para gestionar este asunto.

El uso actual de esta expresión ha desvalorizado su sentido de tal modo que se evidencia el grado de fetichización de la participación en los parlamentos e instituciones democráticas dentro del sistema en que vivimos. 

Es llamativo que en España hemos pasado de un estado de desinterés político tras la crisis económica de 2008, en la que eran frecuentes las llamadas a no votar y a considerar igual de ineficientes a todos los partidos y a todos los políticos, a un estado de hiperinterés mediático en el que la política se ha convertido en tema de conversación e incluso objetivo de rating televisivo en las horas de más audiencia. Pero siempre limitando la política al aspecto electoral, a los diferentes parlamentos, en especial como es lógico al Congreso de los Diputados, y todo ello en forma de un relato de personajes, de actores, a quienes entregamos todo el peso político.

Es decir, el fetiche consistiría en la política vaciada de su contenido social y rellenado con la abundancia mediática de referencias a los actores parlamentarios y sus vicisitudes dentro de los procesos electorales y las diferentes instituciones representativas.

El grado de fetichismo es tan elevado que hoy día, más que nunca, tener un mayor o menor número de votos supone la medida de eficacia y de éxito, tanto a nivel nacional en los comicios generales como a nivel local, en ayuntamientos, partidos o asociaciones. Tener representación en los diferentes parlamentos y consistorios supone la diferencia entre existir o no existir, tener recursos económicos y mediáticos o no tenerlos, ser alguien o ser un don nadie.

Se dice, por ejemplo, "la correlación de fuerzas de tal o cual personaje político (no sólo en España) es desfavorable, por tanto pocas eran sus posibilidades", en referencia al número de escaños o representantes que posee en la cámara correspondiente. Se trata de un uso limitado y mermado del concepto que en mi opinión favorece más a las posiciones reaccionarias que a las de la izquierda.

La referencia al concepto de correlación de fuerzas es común en los análisis políticos de coyuntura. Dentro del marxismo el concepto adquiere una dimensión superior y que abarca todos los aspectos sociales en su conjunto, en especial en Lenin y en Gramsci.


Correlación de fuerzas en el marxismo.

"Para comprender una situación política y conducir correctamente al movimiento revolucionario se debe comenzar por pasar revista, con la mayor exactitud y tan serenamente como sea posible, a las fuerzas que se enfrentan. ¿Cuáles son esas fuerzas? ¿Cómo están agrupadas unas contra otras? ¿Qué posiciones ocupan en el presente? ¿Cómo actúan?". Este razonamiento hace Lenin y así lo refleja la divulgadora marxista Marta Harnecker en el texto Estrategia y Táctica, cuya lectura puede consultarse aquí

La visión marxista supone de entrada una perspectiva de clase. La correlación de fuerzas políticas es el reflejo de la situación en la que se encuentren las fuerzas sociales, es decir, el contexto político y de relaciones mutuas en el que están inmersas las diferentes clases sociales. 

Para ello, aunque parezca de Perogrullo decirlo (no tanto hoy día) es condición indispensable entender el mundo en que vivimos como un conjunto de clases sociales, y que estas clases sociales son antagónicas, es decir, sus intereses son opuestos y están enfrentados en una suerte de vasos comunicantes: para acrecentar el interés de una clase social es necesario disminuir el de la otra. Como digo esto es mucho suponer en las izquierdas actuales, pero desde la visión marxista es una cuestión insoslayable.

Desde la visión leninista, la difícil tarea de evaluar la correlación de fuerzas sociales le correspondería a una vanguardia política, de cuya capacidad para analizar la situación depende el éxito de la táctica que se emplee. Esta tarea de análisis, tan compleja como decimos, es la que determinaría en la práctica el posicionamiento del conservador que no ve la oportunidad de avanzar y se queda estancado y, en el lado opuesto, la del izquierdista osado que se apresura a dar pasos en el aire y se la pega.

La noción que tratamos por tanto comprende el aspecto social: de la correlación de clases se infiere cuál será la correlación de fuerzas, que en definitiva es la proporción de fuerzas existente entre los enemigos de clase y las fuerzas que posean los revolucionarios en una determinada coyuntura para lograr algún avance social.

Observemos que el modo de afrontar el asunto es similar a un planteamiento bélico. La exposición no es exagerada: en el tema, por ejemplo, con el que se inicia esta entrada, el del precio de la luz, la cuestión puede suponer la diferencia entre poner o no la calefacción en una ola de frío para una familia, o sufrir cortes de luz en un centro médico en el que los pacientes realizan un tratamiento. Es decir, no es desmesurado tratarlo como una guerra cuando están en juego vidas humanas.

Gramsci no se queda corto en el planteamiento agresivo y lo considera una cuestión maquiavélica (de Notas sobre Maquiavelo se extrae el estudio Análisis de las situaciones, relaciones de fuerzas, que puedes consultar aquí). Antonio Gramsci observa que en la cuestión de la hegemonía política hay que tener en cuenta el problema de las relaciones entre estructura y superestructura para hacer un análisis correcto de las fuerzas que operan en un determinado momento.

"Los fenómenos de coyuntura -comenta el pensador italiano- dependen también de movimientos orgánicos, que se pueden llamar de coyuntura, pero su significado no es de gran importancia histórica; dan lugar a una crítica política mezquina, cotidiana, que se dirige a los pequeños grupos dirigentes y a las personalidades que tienen la responsabilidad inmediata del poder".

Más adelante, también Gramsci: "se lee con frecuencia la expresión ´relaciones de fuerza favorables o desfavorables a tal o cual tendencia´. Planteada así, en abstracto, esta fórmula no explica nada o casi nada, porque no se hace más que repetir el hecho que debe explicarse presentándolo una vez como hecho y otra como ley abstracta o como explicación".


En definitiva, la excesiva importancia que se concede a la participación parlamentaria (si nos parece demasiado tildarlo de fetichismo) hace que veamos la cuestión de la correlación de fuerzas de manera limitada y circunscrita al plano parlamentario y electoral. 

Pero ¿cuál es el grado de conciencia de los trabajadores? ¿Cuál es su grado de organización en sindicatos, partidos o asociaciones? ¿Qué referentes políticos tienen a su alcance para tomar conciencia?¿Emplean esos referentes políticos su cargo electoral como altavoz para difundir la ideología que defiende los intereses de clase?

La realidad observada desde la perspectiva materialista y dialéctica,  desde la perspectiva correcta, nos lleva a aumentar la lupa hasta el plano social. Aumentamos el diafragma e incluimos también en la imagen la cuestión de las fuerzas sociales, no sólo la cuestión política o económica, también la ideológica. No olvidemos que la panorámica social que toman los comicios electorales, aunque es un buen termómetro, no deja de ser la visión del sentido común, esto es, de la ideología dominante en ese determinado momento.





miércoles, 21 de octubre de 2020

El Plan de Resiliencia europeo y la acumulación de capital

"La violencia es la partera de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es ella misma una potencia económica." Marx, capítulo XXIV de El Capital, apartado 6, Génesis del capital industrial.



En esta entrada trataremos la relación entre deuda pública y acumulación de capital. Comprobaremos su importancia al establecer a comparación las conclusiones que obtengamos con la realidad misma de la actualidad española, analizando el considerado como "acuerdo histórico" del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. La cuestión no es insignificante, pues afectará a la sociedad española, al trabajo, a las infraestructuras o a los servicios públicos, en general a la vida de todos en las próximas décadas, ante la influencia de la pandemia.


La deuda pública como parte necesaria en el origen del proceso de acumulación.

Si ustedes recuerdan, allá por el mes de marzo (cuando ya era evidente que debíamos confinarnos y ya no se veían tan ridículos a los chinos con sus mascarillas), se produjo una cruenta polémica entre los Estados miembros de la UE, que enfrentaba a un grupo de países del sur con los denominados "países frugales". 

En ella el primer ministro de Portugal llegó a tildar de "repugnante y mezquino" a su homólogo holandés (aquí un enlace a noticia de aquellos días por si quieren refrescar la memoria). Aquel enfrentamiento ponía cara a cara a estos países llamados frugales, capitaneados por Holanda y su beligerante primer ministro Mark Rutte, y que vendrían a agrupar a Países Bajos, Austria, Suecia o Dinamarca, frente a otros como Portugal, Italia o España. Si recordamos, las noticias nos llevaron la buena nueva de que Francia o Alemania, en una posición mediadora, lograron forzar una postura equitativa y la resolución del famoso acuerdo. En aquel suceso la elección del término frugal para referirse a estos países nórdicos parece cualquier cosa menos casual. 

La calificación de frugal sugiere en el imaginario popular la idea de que estos países nórdicos son ahorradores, austeros y eficientes, en oposición a los meridionales, despilfarradores, manirrotos y dispersos. El fondo económico de este calificativo estaría en el déficit de cada Estado, esto es, la relación entre el gasto y los ingresos. Los países sureños habrían desaprovechado la época de las vacas gordas para equilibrar su déficit, cosa que sí hicieron los nórdicos. Es decir, dentro de la habitual lógica idealista del capitalismo, ajena al análisis materialista tan frecuentemente, la cuestión de la frugalidad vendría a ser una versión moderna de la fábula de Esopo sobre la cigarra y la hormiga. 


Podríamos preguntarnos una cosa. ¿Han sido esos Estados frugales desde siempre? ¿Cuándo aprendieron frugalidad y cómo así, que nosotros nos perdimos la clase?

En el famoso capítulo XXIV del que se extrae la cita que encabeza esta entrada, Marx describe el proceso de acumulación originaria. Esta acumulación primaria, dice nuestro amigo Carlos, hace las veces de la manzana de Adán en la Biblia, es el pecado original del capitalismo, un no se culpe a nadie del reparto de papeles que le ha tocado vivir a cada nación. Recomendable repasar este fundamental capítulo para entender cómo se produce la acumulación a través de las etapas históricas del capitalismo.

Casualmente, Holanda es citada unas veinte ocasiones en él. Podemos leer, por ejemplo: "Bajo el sistema colonial, prosperaban como planta de estufa el comercio y la navegación. Las colonias brindaban a las nuevas manufacturas, que brotaban por todas partes, mercado para sus productos y una acumulación de capital intensificada gracias al régimen de monopolio. El botín conquistado fuera de Europa mediante el saqueo descarado, la esclavización y la matanza refluían a la metrópoli para convertirse aquí en capital. Holanda, primer país en que se desarrolló plenamente el sistema colonial, había llegado ya en 1648 al apogeo de su grandeza mercantil."

Durante el siglo XVII, la supremacía comercial establece las bases de la supremacía industrial. Es por esto la relevancia que las naciones poderosas daban a la posesión de colonias. El comercio entre puntos distantes del globo lleva a la creación de los créditos y los primeros bancos. La propia palabra banco tiene su origen en Italia, donde sobre bancos (escritorios) los primeros banqueros realizaban sus préstamos. En ciudades como Génova o Ámsterdam se cocinaban las grandes operaciones económicas coloniales. Familias como los Fugger o los Médicis fueron los precursores de la deuda entre Estados: "La deuda pública se convierte en una de las palancas más potentes de la acumulación originaria. Es como una varita mágica que infunde virtud procreadora al dinero improductivo y lo convierte en capital (...). La deuda pública ha venido a dar impulso a las sociedades anónimas, al tráfico de efectos negociables de todo género, al agio (especulación sobre el cambio de moneda); en una palabra, a la lotería de la bolsa y a la moderna bancocracia".

Esa bancocracia, o excesivo poder de los bancos en los distintos gobiernos, son desde su origen muy similares a lo que son ahora, sociedades de intereses económicos: "los grandes bancos no fueron nunca más que sociedades de especuladores privados que cooperaban con los gobiernos y que, gracias a los privilegios que éstos les otorgaban, estaban en condiciones de adelantarles dinero. Por eso, la acumulación de la deuda pública no tiene barómetro más infalible que el alza progresiva de las acciones de estos bancos".

Para los que somos ajenos a los conceptos económicos, podría parecer que hipotecarse es un mal negocio. Endeudarse, incluso al nivel de Estado, no es negativo en capitalismo, al contrario: "La deuda pública, o sea, la enajenación del Estado —absoluto, constitucional o republicano—, imprime su sello a la era capitalista. La única parte de la llamada riqueza nacional que entra real y verdaderamente en posesión colectiva de los pueblos modernos es la deuda pública. Por eso es perfectamente consecuente esa teoría moderna, según la cual un pueblo es tanto más rico cuanto más se carga de deudas". De hecho, en la actualidad, por delante de España se encuentran entre los países que más deuda pública poseen significativas economías como EEUU o Japón. 

La clave de esa permisividad del endeudamiento, que en la lógica simple debería considerarse un proceso poco recomendable, está en la manera en que esos capitales prestados son cubiertos, a través del sistema tributario, que tiende a encarecer principalmente los productos de primera necesidad: "Como la deuda pública tiene que ser respaldada por los ingresos del Estado, que han de cubrir los intereses y demás pagos anuales, el sistema de los empréstitos públicos tenía que ser forzosamente el complemento del moderno sistema tributario. Los empréstitos permiten a los gobiernos hacer frente a gastos extraordinarios sin que el contribuyente se dé cuenta de momento, pero provocan, a la larga, un recargo en los tributos. A su vez, el recargo de impuestos que trae consigo la acumulación de las deudas contraídas sucesivamente obliga al Gobierno a emitir nuevos empréstitos, en cuanto se presentan nuevos gastos extraordinarios. El sistema fiscal moderno, que gira todo él en torno a los impuestos sobre los artículos de primera necesidad (y por tanto a su encarecimiento) lleva en sí mismo, como se ve, el resorte propulsor de su progresión automática. El excesivo gravamen impositivo no es un episodio pasajero, sino más bien un principio".




Acumulación y endeudamiento en la actualidad.

Llegados a este punto, nosotros que somos de natural curiosos, nos hacemos otra pregunta. Esto fue publicado por Marx en el año 1867. ¿Estará ya obsoleto o puede verse un reflejo en la sociedad actual? ¿Estamos seguros de que esto no es algo desfasado, dado que hoy día todo es muy complejo?

Marx termina este interesante capítulo XXIV con una referencia a la tendencia histórica de la acumulación capitalista. Lenin toma el relevo y aplica el método materialista y dialéctico marxiano para demostrar que el capitalismo pasa a una fase diferente, el imperialismo, en la que los grandes capitales se concentran y dan lugar a monopolios a partir de finales del siglo XIX. Unas cuantas empresas monopolizan los sectores económicos más importantes. Los bancos manejan cantidades tan enormes de capital financiero que se vuelven imprescindibles para la economía de los gobiernos. Ya no quedan colonias por descubrir, el mundo está repartido, así que las grandes potencias disputan entre ellas por el control de los recursos.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos adquieren el papel dominante y se decide el nuevo orden económico mundial en los acuerdos de Bretton Woods, que establece la creación del Fondo Monetario Internacional, y del dólar estadounidense como moneda de referencia internacional.

Este proceso de expansión y acumulación capitalista llevó a que los grandes bancos mundiales lograran colocar en los países en desarrollo grandes capitales a bajo tipos de interés. Pero los tipos de interés eran varia­bles y la deuda crecía tras los ciclos de crisis, como la del petróleo. Tal y como indica Marx, la deuda genera más deuda.

En las décadas de los 80 y 90 las deudas de los países se multiplica por 10. La tendencia es creciente hasta la fecha.  El incremento del desempleo y la incapacidad de las medidas keynesianas para enfrentar la crisis condujeron a que las clases dominantes se decidieran a recuperar el terreno perdido, mediante el neoliberalismo: privatizaciones, aumento de la globalización, liberalización de los mercados de bienes y servicios o  flexibilización de los mercados de trabajo son las consecuencias neoliberales.

El endeudamiento sigue creciendo. La clave en los últimos años está en el trasvase de los llamados "activos tóxicos" a la deuda pública. Las ayudas a la banca endosan a las administraciones públicas los costes asociados a los activos tóxicos. Así, son las clases populares quienes pagan la factura mediante recortes en salarios, en servicios públicos o en las pensiones. 


La deuda y la acumulación en la Unión Europea.

Llegados a este punto, nuestra perspicacia nos puede hacer pensar que, bueno, esto es porque el sistema en el que vivimos es el menos malo y que las peores consecuencias se las llevan los pobres cubanos o venezolanos, que osaron sacar los pies del plato, o los bolivianos que se empeñan en no votar como quiere EEUU, no nosotros que somos europeos y tenemos una moneda común y libertad de circulación y fondos para repartir entre los países miembros. ¡Esto es Europa, no una colonia del siglo XVII!  

Me temo que la realidad nos puede dar un disgusto. En los años 80, la adhesión a la UE de los miembros de Europa del sur estuvo acompañada de una considerable desindustrialización. La industria de España se redujo significativamente por su incorporación a la UE. Esta forma de reordenar el sistema productivo español respondía a los intereses de los países industriales exportadores más poderosos, como Alemania. La economía en España se destinó al sector inmobiliario y al turismo. Esta tendencia se incrementó además por la sobrevaloración de la peseta que, debido al descenso de los precios de las importaciones, debilitó el mercado doméstico.

Por tanto, es correcto afirmar que la incorporación de los países del sur a la UE trajo consigo un modelo de desarrollo desigual. Entidades como la famosa Troika obligaron a los gobiernos de los países más endeudados a cumplir estrictas medidas de austeridad. Ni siquiera importantes movimientos políticos como Syriza en Grecia, que acabó siendo vendida a trozos, pudieron oponerse a las restricciones o los recortes, en un vano intento por salir de la situación actuando desde dentro de las instituciones ya existentes.



Características macroeconómicas de la deuda.

Como hemos visto (y hemos observado que Marx describió hace siglo y medio), el proceso de deuda externa forma parte del paisaje natural del capitalismo; el hecho de que una nación se endeude con otra y obtenga créditos está dentro de las prácticas económicas habituales. 

El problema llega cuando el país deudor ya no está en situación de pagar los intereses en los plazos prefijados, es decir, cuando un país ha agotado sus existencias de reservas externas y no recibe ningún tipo de importación de capital. Para los países acreedores, es imprescindible que los créditos obtenidos deban producir intereses, lo que significa que el país deudor otorga a los acreedores extranjeros el derecho sobre unos beneficios futuros, obtenida en el proceso productivo interno, que como es lógico satisfaga los intereses pactados.

Es decir, a los países acreedores les interesa mucho que se produzca un crecimiento económico suficiente para poder superar la satisfacción de las deudas externas sin pérdidas de bienestar material (al menos el mínimo que le permita producir) en el país deudor.

En esto consiste lo que los expertos consideran las condiciones de éxito de un proceso de endeudamiento. Para que un proceso de endeudamiento externo no acabe en una crisis, se consideran una serie de criterios.

El criterio de transformación hace referencia a que los créditos no deben emplearse para aumentar el consumo interno, sino que deben transformarse en inversiones nacionales productoras de ingresos, de manera que la balanza aumente por la parte de ingresos a través del PIB y se reduzca en el consumo, especialmente el público.

Otros criterios como el criterio de eficiencia indica que las inversiones financiadas con recursos ajenos deben reflejar una rentabilidad superior al tipo de interés real internacional, para que se autofinancie el servicio de la deuda (pueda seguir la tendencia en un ciclo continuo de endeudamiento) y el criterio de transferencia que obedece a que el capital importado se debe invertir de tal forma que se obtengan productos competitivos en el mercado mundial. 

Como vemos, un proceso de endeudamiento es considerado exitoso, en palabras llanas, si no termina asfixiando al país endeudado sino que le permite mantenerse activo de modo que la rueda del capital financiero siga circulando, si permite perpetuar el modelo y, en especial, si transforma el modelo productivo de modo que sea beneficioso para los países que prestan el capital, esto es, reduciendo el gasto de los países impulsados con los préstamos y aumentando su capacidad productora en género que sea comercialmente atractivo para los inversores. 

Este aparente contrasentido explicaría las actuaciones a veces sorprendentes de los organismos internacionales, como el reciente anuncio del Fondo Monetario Internacional que pedía a los gobiernos el aumento de los impuestos a las grandes empresas para ayudar el gasto público, o la condescendencia por parte de los sectores neoliberales a las medidas de ayuda social como los ERTES o los ingresos mínimos. 



El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. España puede.

En el escenario que ha planteado la pandemia producida por el covid-19  (cuya aparición ha desnudado todas las vergüenzas del sistema capitalista, como son su incapacidad de plantear una respuesta a corto o medio plazo a una crisis sanitaria sobrevenida dado su carácter caótico y dependiente de la respuesta de los mercados, y ha puesto en evidencia la superioridad de los sistemas que posean cierta planificación económica, así como la necesidad de sistemas públicos sanitarios), la Unión Europea debía responder con prontitud, puesto que el enfrentamiento mencionado al inicio de esta entrada entre los países miembros dejaba a la luz su carácter puramente comercial y nula empatía social.

Tras unos meses de negociaciones, finalmente se llegaba al acuerdo, que responde al rimbombante nombre de Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, nombre que no deja de ser bastante significativo como veremos al fin.

El presidente Sánchez, que unas semanas antes ya había hecho referencia a la necesidad de un nuevo "plan Marshall", en palabras literales, anunciaba con sus socios de gobierno el plan con la promesa de la creación de miles de empleos (800 mil) y la modernización de la economía española

El acuerdo es considerado tan memorable que fue lanzado con el sobrenombre Next Generation UE, (a nivel local, España puede) y moviliza una inyección de 140.000 millones en fondos europeos para España (de un total de 750.000 millones para todos los países miembros), lo que supone un buen pellizco del pastel para nuestro país. La novedad del plan está en su volumen y en que el dinero procede de una masiva emisión de deuda conjunta por parte de la Comisión Europea. Los Estados miembros se endeudarán de forma conjunta y a un alto nivel.

Las líneas generales del plan serían la modernización del tejido productivo, la transformación tecnológica y digital y el desarrollo de una serie de medidas o palancas que deben proyectar la economía (fundamentalmente desarrollo de infraestructuras, impulso del turismo, ayudas al empleo y despliegue del Ingreso Mínimo Vital, modernización del sistema fiscal), todo ello cruzado por cuatro ejes transversales: la transición ecológica, la transformación digital, la igualdad de género y la cohesión social y territorial.

En general, un plan que parece muy atractivo. La pregunta capciosa de rigor sería  ¿de dónde saldrá el dinero? 

La respuesta que nos ofrecen es que saldrá de todos. Es decir, el dinero que llegue a España no será dinero prestado por los frugales. Será dinero europeo obtenido con la emisión conjunta de deuda

Los gobiernos deberán enviar a Bruselas un Plan Nacional de Reformas en las que se detallen las inversiones y reformas a realizar. Esos planes están condicionados, deben seguir las recomendaciones específicas por país (CSR, por sus siglas en inglés) a instancias de la Comisión Europea. 

Además, existe el llamado ‘freno de emergencia‘, medida incluida para frenar las inquietudes de los países frugales. Ese freno de emergencia se activa cuando un Estado miembro considera que algún país no está cumpliendo los objetivos. Con este mecanismo la Comisión Europea puede analizar el destino de las inversiones realizadas y la forma en que se recuperarán las cantidades prestadas (en otras palabras, que se cumplan los criterios de transformación y eficiencia antes explicados, para que resulte beneficioso a los acreedores).



Conclusiones, análisis del plan desde la perspectiva de la acumulación.

Antes de entrar en las características particulares del plan, el acuerdo tiene dos matices en lo general que no dejan de ser muy llamativos:

a) la UE como institución ya había quedado al desnudo antes de la pandemia y el virus sólo ha constatado la necesidad de superar un organismo cuya misión es la de sostener como sea un sistema económico caótico y profundamente desigual, que está alineado con el imperialismo norteamericano y tras su supuesta labor social esconde las bases militares que prolongan la supremacía americana, muy tocada por el auge de China. La UE no es reformable ni hay indicios que justifiquen ahora las maniobras de reanimación de una institución colapsada, por mucho temor que se tenga a la pandemia.

b)  la economía política pone de nuevo de manifiesto que el capitalismo considera a las sociedades, al ser humano y a la naturaleza, un puro negocio para el beneficio de unos pocos elegidos. Así como se analizan los sistemas sanitarios como si se tratase de empresas (cuando obviamente la salud no es un producto que permita obtener beneficios, ni es mensurable la salud de un pueblo), del mismo modo se valoran los procesos económicos en función del beneficio que produzcan y del movimiento favorable a los intereses de una oligarquía en los mercados; en absoluto se tiene en cuenta que tras esos procesos se encuentran seres humanos, si no es para que produzcan y sean rentables.


En cuanto a las características particulares del plan, como hemos dicho el propio nombre, plan de recuperación, transformación y resiliencia, nos da pistas de su naturaleza:


1. Recuperación: Si observamos la situación desde la perspectiva neoliberal, el sistema ha estado a punto de derrumbarse tras la primera oleada de la pandemia. En principio se comprobó que el confinamiento era una medida acertada para frenar los contagios. Pero esto dificultaba la economía, en especial en un país como el nuestro, dependiente de la hostelería y el turismo, así que la "nueva normalidad" nos llevó a una realidad similar a la anterior pero con mascarillas, distancia social y el riesgo permanente de engrosar los ingresos en las unidades de cuidados intensivos.

Una segunda oleada acabaría tumbando el sistema. De ahí la necesidad de imponer un plan de choque, que respondería al primer término del plan, la recuperación. 

Los países frugales probablemente nunca habrán estado en contra de un nuevo endeudamiento, aunque sea conjunto. Sus objeciones posiblemente se hayan producido por las cantidades destinadas a la deuda pública o al interés en que devolverán las cantidades. Pero ni a Holanda ni a Alemania ni a ninguno de los países desarrollados les incomoda el plan. Al contrario, como hemos visto, les interesa prolongar el proceso de deuda, mucho más en un contexto de moneda única en el que no tendrán el problema de exportadores más competitivos.  La economía holandesa podrá seguir siendo frugal (consumirá menos de lo producido) a costa del esfuerzo de los países del sur. 

Por su parte, la Alemania de Merkel ha comprendido, como cualquier neoliberal que tenga dos dedos de frente, que ante una crisis como la que se presenta, es conveniente que el aparato de la UE no se desmorone y que, por tanto, era preciso sostener a los países del sur. Eso explica su papel de intermediario amistoso junto con Macron. La comunidad -económica- europea necesitaba de los consumidores sureños para seguir viviendo.

2. Transformación: la teórica transformación del sistema productivo no ha tardado en manifestar una curiosa noticia en esta misma semana. Inditex, la empresa del destacado multimillonario Amancio Ortega (a quien al parecer Amazon rendirá pleitesía con una serie dedicada a su vida) solicitará 100 millones de los fondos europeos para crear una nueva sede en Galicia. Eso sí, la sede será ecoeficiente, sostenible, tecnológica y todos los aditamentos requeridos para ser admisible por los tiempos modernos.

No es la única empresa con ingresos millonarios que solicita acogerse a los fondos. El pasado día 15 de octubre era la fecha en que se abría la posibilidad para que España presentara su borrador del plan de recuperación acordado con la UE y las empresas han presentado ya un millar de proyectos, entre los cuales figuran planes de la propia Inditex, de Endesa, Iberdrola o Ferrovial.

Sólo Inditex registró un beneficio neto de 3.639 millones de euros en su año fiscal 2019-2020, con un incremento del 6% respecto al ejercicio anterior. 

Por su parte, Adif, la empresa de infraestructuras ferroviarias que permanece en sospecha por la participación en los contratos investigados en Suiza por parte del rey emérito, comunicó que la compañía tiene proyectos en cartera ya avanzados que suponen un total de 14.000 millones de euros. Eso sí, enfocados en la reducción de las emisiones y a la digitalización.

Endesa, conocida puerta giratoria de personalidades como Aznar, Elena Salgado o Luis de Guindos, ha planteado hasta 19.000 millones de euros de gasto para el uso de los fondos de la UE con un total de hasta 110 proyectos.

Con esta carta de presentación, que esperemos se encuentre la objeción del gobierno actual, que se precia de progresista, se antoja complicado que se cumplan las metas planteadas de transformación y renovación del tejido productivo. 

La promesa del Ejecutivo incluye los mencionados 800.000 empleos en su legislatura. La cuestión será saber: ¿Qué tipo de empleos? ¿Estarán encuadrados dentro de la legislación actual o no se derogarán las reformas laborales? ¿Permitirán los países frugales que España trate de escapar de su papel colonial de sede turística y hostelera con mano de obra barata? ¿Mejorarán las condiciones del sector agrícola tan castigado en los últimos años? ¿Permitirá la bancocracia nacional que el conjunto de inmuebles que ostenta como posesiones tóxicas rebaje el precio del alquiler y de la venta de viviendas?

3. Resiliencia: este término, que tiene visos de ser la palabra de moda en esta temporada, hace referencia a la capacidad para adaptarse con resultados positivos a una situación traumática. 

Llámenme mal pensado pero me resulta inevitable pensar que es un eufemismo que esconde la intención de averiguar hasta qué punto es capaz la clase trabajadora española de soportar la sobreexplotación. ¿O debemos pensar que la capacidad de resistencia que se ponga a prueba será la de los propietarios de grandes empresas y las grandes fortunas?

Las ayudas europeas a las empresas españolas serán en su mayoría en forma de préstamos (las transferencias a fondo perdido no pasarán de los 33.000 millones de euros) lo que supondrá una carga sobre la hacienda española. El Gobierno había planteado la posibilidad de una reforma fiscal que aumentara los impuestos a las rentas más altas, pero esta reforma ha quedado aparcada para más adelante, bajo la excusa del presidente Sánchez en que este momento es para invertir y sostener las empresas competitivas

En cambio, sí se han presentado ya propuestas sobre servicios digitales,  conocido como tasas ‘Google’ y otros relacionados con la fiscalidad medioambiental, en línea con las recomendaciones de la Comisión Europea, como la creación del impuesto sobre envases de plástico de un solo uso, y el incremento del IVA de las bebidas azucaradas y edulcoradas del 10% al 21%. 

Otro aspecto que el FMI ha pedido a España es un paquete de reformas de las pensiones y el ajuste de variables para que se produzca el deseado incremento de las pensiones con el IPC. El asunto de las pensiones es un deseo recurrente de los organismos europeos con respecto a España, país que ostenta una de las poblaciones más envejecidas del mundo.

Una reciente polémica sobre el precio de las mascarillas en España, superior al de otros países, desveló que una directiva europea de 2006 impide a España bajar el IVA unilateralmente a las mascarillas, pues el Tribunal Europeo en una sentencia de 2013 prohibió a España bajar al 10% el IVA del material sanitario.

España es uno de los países europeos más afectados por la pandemia. Hasta la fecha, la UE no ha tenido inconveniente en que se haya reiniciado la actividad turística y hostelera en nuestro país, se han producido viajes comunitarios, pese a que nuestro sistema sanitario acarrea ya años de recortes y privatizaciones. La población vive en muchos casos hacinada en viviendas en las que no se dispone de espacio para realizar aislamientos cuando son necesarios.

Nada se habla ya en España sobre la cuestión de la deuda, ni sobre el rescate a la banca. Hace unas semanas, la Audiencia Nacional absolvía a Rodrigo Rato y a los demás acusados por la estafa en bolsa de Bankia. 

¿Debemos suponer que también la UE será sometida a la prueba de resiliencia de permitir el cambio de los países del sur hacia un modelo productivo que rompa su papel de colonias turísticas y agrícolas de los países nórdicos y más desarrollados?

Si la violencia en los periodos descritos por Marx en los que se acumulaba el capital de manera originaria o por Lenin en el origen del imperialismo eran visibles por el ruido de espadas y mosquetones, hoy en día la violencia necesaria para crear la acumulación de capital no se aprecia ni produce aparentemente ríos de sangre. La violencia es más sutil. O quizás nosotros estamos adormecidos por el exceso informativo de la época en que vivimos. La violencia está en los trabajadores obligados a usar el transporte público y a enfrentarse al virus sin las medidas necesarias, en los sanitarios explotados con la excusa del heroísmo, en los ancianos abandonados en las residencias, en los colegios con aulas saturadas y sin medios de prevención, en el desamparo de los usuarios a los que las recortadas plantillas de los centros de salud no puede atender.

Entonces como ahora, la violencia trae al mundo las reformas que son necesarias. "Si el dinero «nace con manchas naturales de sangre en un carrillo», el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza"