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sábado, 25 de julio de 2020

Barton Fink



(Esta entrada puede contener espoilers). Vi ayer la película Barton Fink y la verdad es que me desilusionó un poco y quedé con la sensación de que podía ser una de esas películas que se apuntan a casi perfectas pero que al final algo les falta. Después, dando vueltas mentalmente a lo visto, encuentro otros matices que me llevan a una segunda opinión. Sin duda es una película desconcertante y que logra impresionar. Intentaré explicar ese primer desencanto.

Me disponía anoche a ver alguna peli, en una de esas plataformas de streaming que ahora tenemos todos dado que la TV se ha vuelto definitivamente una puta basura, y recordé que de los Cohen me quedaban por ver algunas y especialmente ésta. Me declaro fan de los hermanos gracias a otras cintas que se encuentran entre mis favoritas, como Fargo o Lebowski, así que no dudé en dar al play y disponerme a disfrutar, sin saber nada de lo que iba a ver excepto el elenco y los autores.

La verdad es que lo mejor que me pudo pasar fue no haber leído nada antes sobre Barton Fink ni tener la menor noticia sobre ella, porque supongo que de ese modo me habría perdido la principal intención que -supongo- procuraban los Cohen, que es la de dejar pegado de asombro a su asiento al espectador. 

Incluso para alguien no experto en cine como yo, es evidente la técnica admirable de los directores, la ambientación, los planos, y por supuesto las actuaciones espectaculares de Turturro y Goodman (este último para mi gusto se sale de la pantalla). También destaco a secundarios memorables como la pareja de policías y su hilarante interrogatorio chusquero (¿acaso ha visto que mi compañero anote su comentario en la libreta?).

Al grano. Lo que me fastidia en el fondo es que quien se haya dedicado alguna vez a redactar textos por encargo o se haya visto en la tesitura de crear alguna obra que no le interesaba inmediatamente se sentirá identificado con Barton, ese escritor con una clara vocación literaria y que se ve conminado a aceptar el encargo de una panda de patanes adinerados, ignorantes y psicópatas del uso de la cultura como bien comercial. Es imposible no sentir empatía con el personaje de Turturro. Esta trama enseguida le atrapa a uno, y el fervor con el que Fink defiende sus ideales te lleva a pensar que en esta película va a haber un mensaje rompedor y libertador, más teniendo en cuenta que el escritor busca el teatro "del hombre de la calle" por encima del mero espectáculo comercial.

Más aún viniendo de los Cohen, creadores de Marge, la tenaz y profesional agente de policía de Fargo, en mi opinión un personaje popular que representa al trabajador medio que con su labor sostiene a un mundo corrupto y cínico. Para mí un personaje a la altura del Atticus Finch de Matar a un ruiseñor o el sheriff Kane de Sólo ante el peligro.

Incluso se comprende el desdén con el que Fink trata a su compañero de hotel, Charlie, a quien no le escucha. Fink me recuerda a los estupendos intelectuales de comité central que aseguran anhelar al sujeto revolucionario pero no lo ven delante de sus narices.

Pero en definitiva, todo se dispara en una solución onírica que sí, es impactante, con escenas de gran fuerza como el incendio y la posterior en la playa. No es que menosprecie el surrealismo. Entre mis películas favoritas también están Mullholand o El discreto encanto de la burguesía. Pero ¿dónde queda la solución de la cultura de lo social frente al espectáculo barato?

Me consuelo pensando que tal vez el personaje de Fink es devorado por la propia realidad que pretende mostrar en sus obras teatrales, quizás entorpecido por un excesivo intelectualismo, y es esa oscura realidad de vivienda sucia y maloliente, de calor asfixiante tan diferente a la vida lujosa de los estúpidos dueños de Hollywood, la que engulle a Fink. Es Charlie gritando a Barton "tú estás de paso pero yo vivo aquí", en un mundo que se cae a pedazos


sábado, 2 de mayo de 2020

El infiltrado que vivió dos años en el cártel de Pablo Escobar y destapó la corrupción del banco BCCI


Les traigo un tema apolítico que no es de izquierdas ni de derechas, una peli, en una entrada breve que reserva para el final una bonita sorpresa a los lectores. 

Vi hace unos días la película Infiltrado (The infiltrator, 2016, dirigida por Brad Furman) durante el confinamiento gracias a una de esas plataformas de streaming.

Como película resulta bastante entretenida y te engancha durante toda la trama. Cuenta como atractivo principal con la actuación -magnífica- de Bryan Cranston (en la imagen), en este caso en el papel de agente de la DEA, en el bando contrario de su personaje mítico. 

No pude evitar la comparación con el peliculón de Scorsese Infiltrados y en cierta forma creo que emplea un estilo similar, con escenas de plano largo acompañadas de música con mucho ritmo, muy bien llevada y que logra poner en vilo al espectador en las escenas donde somos cómplices del doble juego de los personajes. Menos violenta en el caso de la de Furman aunque también tiene escenas impactantes.

Se basa en una historia real, la del policía americano Robert Mazur, quien en los 80 logró penetrar en la organización del mismísimo Pablo Escobar durante dos años y ganarse la confianza de su mano derecha, Gerardo Moncada, para acabar logrando el mayor éxito hasta la época de una operación policial contra la droga.

La cinta, aparte de conseguir imbuirnos en los entresijos y situaciones de máximo riesgo en la creación policial de un personaje infiltrado, muestra sin ambages un aspecto que me parece necesario resaltar, de ahí la entrada: la relación de doble moral que mantienen los gobiernos capitalistas, en especial el de EEUU, con el tráfico de drogas y el blanqueo de capitales

Durante la trama, los agentes comentan con naturalidad los vínculos de EEUU con gobiernos corruptos sostenidos en el narcotráfico, como el caso de Colombia o Panamá, movidos por el interés económico o geoestratégico y la búsqueda de la primacía imperialista en el mundo.

Además, parte de la trama está centrada en la participación de los bancos en el blanqueo de capitales. Mazur, en la historia real, tuvo una brillante idea y decidió colarse en las mafias colombianas no como traficante sino como experto en disimular operaciones de dinero. El agente logró convencer a los capos de la droga de su habilidad para pasar grandes cantidades ocultas a Hacienda entre las contabilidades de las empresas que manejaba.

Pero eso sólo era una parte de la jugada. Faltaba poder blanquear las cantidades. Para ello era necesaria la colaboración de entidades bancarias con pocos escrúpulos. Aquí aparece el Banco Internacional de Crédito y de Comercio. 

El Bank of Credit and Commerce International, BCCI, era en ese momento el séptimo banco privado más importante del mundo. Mazur, durante dos años de contactos como infiltrado, consiguió la confianza de dos de sus directivos y les convenció para introducir grandes cantidades de dinero en su institución para terminar de ese modo blanqueadas, amparados en las leyes poco exigentes de Luxemburgo o las Islas Caimán. 

El gobierno americano de Ronald Reagan manifestó, una vez desvelada la operación y detenidos los narcotraficantes y los banqueros blanqueadores, su alegría y el propósito de servir de advertencia a las demás instituciones bancarias que colaborase en semejantes operaciones.

Sin embargo, la película reserva una sorpresa para quienes esperen a los créditos finales en los que se nos muestra cómo terminaron los personajes implicados. En la imagen podemos verlo:



El Banco BCCI continuó su actividad un par de años tras el escándalo, que finalmente originó su quiebra. La CIA mantuvo cuentas secretas en este banco para financiar nada más y nada menos que a.....los FREEDOM FIGHTERS afganos, nuestros amigos talibanes que colaboraron en la "liberación" de Afganistán y en sus conflictos con Rusia.


En fin, una historia entretenida que además da bastante que pensar, incluso para nosotros españolitos, en tiempos de bancos rescatados y personajes que viajan a paraísos fiscales con maletines. ¡Buen confinamiento y salud!





martes, 28 de enero de 2020

Instrucciones para la unidad popular

1. Instrucciones para la unidad popular *


Akira Kurosawa es autor de una gran cantidad de películas inolvidables. Entre ellas, de una de mis películas preferidas de todos los tiempos, Los siete samuráis. Dicen los expertos que fue referente para muchos otros grandes directores tras Kurosawa. Se hizo un conocido remake con Yul Brynner, Los siete magníficos, con aquella estupenda melodía de Elmer Bernstein. Incluso para el espectador no experto, se aprecia al ver la cinta del genial Kurosawa que se trata de una de esas películas que son universales, trascienden el lugar y el momento y se desarrollan en un lenguaje que es puramente humano. 


El actor Toshiro Mifune en un momento de la película, que se usó para hacer el cartel original (foto Toho Co.Ltd)


Los siete samuráis cuenta una historia bastante peculiar. Un poblado de campesinos en el Japón medieval vive una existencia miserable, a su pobreza se une el pavor de estar permanentemente expuestos a los bandidos. Cuando es época de siembra, una horda de ladrones armados saquea el pueblo, quitándoles lo único que poseen, que es el fruto del trabajo que pueden realizar con sus manos.

Agotados y al límite del suicidio, los campesinos deciden organizarse y contratar a un grupo de samuráis que les defienda de los bandidos. Sin embargo, sólo cuentan para ello con el pago de tres comidas de arroz al día.

El carismático Kanbei, representado por el actor Takashi Shimura, el líder del grupo, simboliza la figura del guerrero viejo y sabio que, aún vencido siempre, se levanta y vuelve a la batalla con dignidad.

Pese a las dificultades, logran reclutar a siete samuráis, cuya motivación para defender a los campesinos supera el interés económico y se extiende a los ideales de las causas justas, el honor o la solidaridad.

En cierta forma, una lectura de Los siete samuráis nos presenta una metáfora del pueblo abandonado (en la primera escena los campesinos se plantean pedir ayuda a las autoridades, pero lo rechazan porque saben que es inútil) y del valor que se necesita para organizarse y defender sus intereses. Los siete representan a una especie de vanguardia de los miserables que, por poseer una cualificación de estrategia y una dosis superior de valor (en el fondo los samuráis no dejan de ser espadachines al servicio de un señor, esto es, sólo cuentan para vivir con el trabajo que puedan desempeñar, -en este caso ronin desempleados- al igual que los campesinos), toman el papel de indicar el camino al resto.

La táctica del frente unido
Cuántas veces hemos tenido con los amigos la típica conversación que, tras sulfurarnos por las condiciones lamentables en que vivimos los trabajadores, no acabamos exclamando "no entiendo por qué la gente no sale a la calle a quemarlo todo". Evidenciamos en esos momentos la poderosa fuerza de la ideología dominante, que nos mantiene adormecidos en una especie de mátrix que exprime a los humildes como ganado. 

Una de las maniobras que los reaccionarios utilizan históricamente para hacer perdurar su dominación es la argucia de mantenernos divididos. Conscientes de la fuerza que posee el pueblo cuando está unido (recordemos la máxima con la que finaliza el Manifiesto, proletarios de todos los países, uníos), la clase dominante difunde el individualismo como forma de vida. Ese pensamiento se incrusta en la mente de los trabajadores y estos caen en un conformismo mezcla de incredulidad y egoísmo.

Como reacción al individualismo capitalista (y a la división en innumerables corrientes a la que es proclive la izquierda), surgen las tácticas del Frente Unido en el marco de la III Internacional, la Internacional Comunista. En ella toman relevancia muchos de los términos que aún hoy escuchamos en nuestras asambleas: la distinción entre luchas transitorias (tácticas) y el objetivo a largo plazo (estrategia), la creación de hegemonía dentro de un bloque diverso, la correlación de fuerzas, etc. 

Georgi Dimitrov, secretario general de la Internacional Comunista y teórico del Frente Único y de la lucha contra el fascismo

Merece una entrada más seria y profunda en este blog (que se hará en una segunda parte) analizar la estrategia leninista del frente único y sus manifestaciones históricas, en especial algunas tan cercanas a nosotros como el Frente Popular de España de Pepe Díaz o el Frente Popular Chileno en los años 30 y su posterior versión ganadora electoral en los 70 con Salvador Allende.

Ingredientes de la unidad popular hoy día

Suena un poco obvio (son por desgracia tiempos de señalar lo obvio), pero el propósito de la unidad popular supone, entre otros, la participación de ciertos ingredientes necesarios. Uno de ellos, evidentemente, es la voluntad de crear alianzas. 

1. Formar alianzas o coaliciones, sabemos por experiencia, es más sencillo de decir que de hacer, en la práctica implica una penosa tarea. No obstante, como se suele decir, no hay nada que una más que la presencia de un enemigo común. El avance de la extrema derecha en España (siendo más concretos, del fascismo) debería servir como eje cohesionador de todas las sensibilidades que mantengan al menos un denominador común en, por ejemplo, la defensa de los derechos mínimos de los trabajadores, la defensa de lo público o el rechazo a las políticas austericidas y basadas en el control del gasto social por parte de los poderes económicos con intereses en España. 

Este repunte del fascismo (que no olvidemos no deja de ser la cara más desencarnada del capitalismo) puede estar motivado por la llegada de una próxima agudización de la crisis capitalista, que necesitará de la violencia en sus diversas manifestaciones para permitir el paso a la nueva vuelta de tuerca que requiere el capital -nuevas presiones a la clase trabajadora- y seguir así obteniendo beneficio.

La identificación del fascismo debería actuar, por tanto, como pegamento de esa unidad. Sin embargo (insisto en la obviedad) para ello es necesario que el fascismo sea identificado. En la actualidad, el centro del espectro  o abanico ideológico se encuentra tan desplazado a la derecha que hasta popularmente las posiciones moderadas o centristas son coincidentes con posiciones de extrema derecha. 

Recientemente, en un programa de TV, la popular presentadora Mariló Montero se escandalizaba de que existiera una lucha antifascista. 

¿Y por qué cuesta a cierto sector de la población reconocer al fascismo? Pues porque para ello es preciso cierto nivel de información que provenga de su ideología opuesta, la que defiende los intereses de la clase trabajadora (e insistiendo en la obviedad, a su vez eso requiere el reconocimiento de la existencia de la clase trabajadora y el antagonismo entre clases). En ausencia de una ideología clara y rotunda, o bien sustituida por una especie de buenismo con fe en la posibilidad de reformar el sistema desde dentro o, en el mejor de los casos, sustituida por un socialismo no científico sino utópico, la ideología dominante carece de competidor

2. Aparece aquí el segundo ingrediente necesario de la unidad popular. El desarrollo de un programa mínimo, de combate, que una a las distintas fuerzas en un proyecto concreto frente a ese avance de los sectores más reaccionarios. 

La creación de ese programa plantea una táctica clara, basada en el análisis concreto de la realidad concreta, de unión en ese propósito transitorio, que a la vez permite la autonomía de los diferentes actores que formen parte de esa unidad.  

Está claro que pese a la buena fe de los participantes en la coalición, todos querrán resultar vencedores en la hegemonía dentro de ella. Mediante el pacto a través de unas cuantas propuestas en un programa, se mantiene el acuerdo de realizar algunos avances concretos. De ese modo se reduce la posibilidad de que, como suele suceder en las coaliciones puramente electorales actuales, los partidos más cercanos ideológicamente a la clase dominante acaben utilizando a los otros partidos. 

Pepe Díaz, histórico dirigente del PCE: "Y yo os pregunto, ¿hay alguien que titulándose antifascista pueda estar en contra de este programa tan sencillo?" 

3. Faltaría un ingrediente muy concreto. Conociendo la enorme influencia y el extraordinario aparato con el que los capitalistas sostienen su maquinaria ideológica, ¿es posible confiar el futuro de la unidad popular a la espontaneidad de las masas? Si de algo nos ha servido la enseñanza de Lenin es para saber que no existe práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria. Inevitablemente es precisa la participación de una vanguardia que oriente el camino de la unidad popular. 

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros --recordemos el Manifiesto--, se distinguen en que saben diferenciar los intereses de la clase trabajadora. Ese papel de faro sólo puede ser representado por las “fracciones más resueltas de los partidos obreros”, que supongan una guía firme e imperturbable ante los ataques que recibirá por parte de los reaccionarios ese frente popular. 

Volvemos a lo obvio. Para que haya vanguardia es necesario que exista una voluntad de desarrollar toda una cultura de clase, que analice la realidad desde la praxis y sepa avanzar en las contradicciones. Una vanguardia materialista y dialéctica, en definitiva. Es el único modo de que fuese vanguardia en su cualidad de revolucionaria, esto es, con intención de transformar y no de hacer meras reformas.

En palabras de Gramsci, por concluir: Centralización quiere decir especialmente que en cualquier situación, (...) todos los miembros del Partido, se hallen en situación de orientarse, de saber extraer de la realidad los elementos para establecer una orientación, a fin de que la clase obrera no se desmoralice sino que sienta que es guiada y que puede aún luchar. La preparación ideológica de la masa es, por consiguiente, una necesidad de la lucha revolucionaria, es una de las condiciones indispensables para la victoria.




* Obviamente es un título muy pretencioso para la capacidad de este blog, es un título ideado con la intención de llamar la atención y con referencias cortazarianas,  pero si con ello se logra captar el interés de algún lector con sensibilidad de izquierdas y hacerle pensar sobre el sentido de la unidad popular, pues esa es la intención. 


Añado enlaces de interés sobre el tema:





domingo, 7 de agosto de 2016

Los comunistas comparten el bocadillo

No soy un experto en cine y si tuviese que redactar una crítica sobre la película "Trumbo" (Trumbo. La lista negra de Hollywood.  Jay Roach, Estados Unidos, 2015), mi impresión sería positiva y coincidiría con las buenas impresiones que pueden leerse en la prensa española (excepto en el ejercicio rocambolesco que realizan algunos medios, incluso de los considerados de izquierdas, emulando a un juego del tabú en el que las palabras prohibidas son comunista, macarthismo o lista negra y sobre todo en la trivialidad con que se trata a los ideales comunistas, como se comentará al final de esta misma entrada: ¿comunistas en el cine? Sólo si son buenos o arrepentidos como Ninotchka; el comunista malo, al igual que en la política de nuestros días, no tiene cabida en el cine).

Cartel de la película

La película es muy entretenida y conmovedora en algunos momentos. Destaca el magnífico trabajo de Bryan Cranston (el inolvidable Walter White de Breaking Bad) y el de excelentes actores como Hellen Mirren o John Goodman y el cómico Louis C.K.).



Dalton Trumbo fue un guionista de cine perseguido por el macarthismo (uno de los Diez de Hollywood). Se vio obligado a testificar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, dentro de la cruzada americana contra lo que consideraban elementos comunistas en la industria del cine. Trumbo, tras pasar una temporada en la cárcel por negarse a dar el nombre de sus compañeros y ser considerado una amenaza para el sistema americano, se vio obligado a usar seudónimos en sus trabajos. Entre sus películas destacan Johnny cogió su fusil, Vacaciones en Roma y la maravillosa Espartaco.


Ciudadano indignado participando en un acto del Comité de Actividades Antiamericanas.
"El único comunista bueno es el comunista muerto", se lee en su pancarta de la época.



¿Podríamos decir que Trumbo y los Diez de Hollywwod, así como las personas anónimas que sufrieron la persecución, la censura, la marginación y la ira de los norteamericanos eran comunistas y por tanto representaban una amenaza para el capitalismo?  
Trumbo seguramente fue un hombre culto, con una mente sensible, una personalidad creativa y observadora a quien no le pudiesen pasar desapercibidas las injusticias que contemplaba a su alrededor. Posiblemente esa sensibilidad y ese sentido de la justicia le llevasen a participar de manera activa en las acciones sindicales que se produjesen en el ámbito de la industria cinematográfica. Cabe destacar que fue uno de los intelectuales norteamericanos que defendieron públicamente la legítima causa republicana durante la Guerra Civil Española. Como personaje destacado en su momento (siempre fue muy valorado como gran guionista por sus compañeros) la estupidez y la barbarie capitalista del macarthismo le escogieron como diana de sus iras, junto a otros intelectuales y artistas de la talla de Arthur Miller, Charles Chaplin o Dashiell Hammet. Trumbo tuvo la valentía y la honestidad de mantener firmes sus ideales durante toda su vida, consiguiendo incluso el reconocimiento de la Academia de Hollywood en sus últimos años.

Dalton Trumbo testificando ante el Comité de Actividades Antiamericanas



El espectador que se precie de ser comunista (o aprendiz como el que suscribe) experimentará la alternancia de sentimientos encontrados durante la contemplación de este interesante filme. 
La identificación con los perseguidos por la censura habitual del capitalismo o las emotivas situaciones que se producen al encajar la vida familiar con las complicaciones de la militancia, ceden su sitio a un leve desencanto cuando nos damos cuenta de que la cinta no deja de tratar al comunismo con la trivialidad habitual en el cine desde Ninotchka hasta nuestros días.

Pongo como ejemplo una escena, en los inicios de la película, en la que Trumbo, ya señalado por el Comité de Actividades Antiamericanas como traidor, es asaltado delante de sus hijos por un espectador iracundo, que le arroja un vaso de coca-cola. 
Ya en casa, la hija de Trumbo, de unos diez años, mantiene con su padre esta significativa conversación:






Justo tras este diálogo, la pequeña continúa preguntando al padre sobre el significado de ser comunista. Trumbo le contesta que para averiguarlo la someterá a la "prueba oficial". La escena, que no deja de ser emotiva (qué comunista que sea padre no puede caer en la sensiblería y conmoverse un poco en este pasaje) , es reveladora en este aspecto que queremos señalar:







¿Es esta imagen dulcificada del comunismo lo máximo que puede permitir la industria del cine norteamericano -ya ajena, se supone, a los días del macarthismo- para una cinta que pretenda tener éxito en las salas? 

¿O quizás en aquellos años, con la tensión de la guerra fría y la "amenaza" de la Unión Soviética, la persecución abierta y despiadada era necesaria, pero ya no en nuestra época en la que el sistema se esfuerza a diario en identificar socialismo con la actitud de un buen samaritano?


Decía Lenin en el inicio de El Estado y la Revolución que las fuerzas opresoras persiguen con saña a los revolucionarios ilustres hasta que ya fallecidos los reconvierten en iconos inofensivos, con la intención de que su mensaje pierda el filo revolucionario.
Quizás la cruzada anticomunista de nuestros días sea una actividad mucho más sutil, más sibilina. Controlados todos los medios por el capital, así como los distribuidores de todas las actividades artísticas y recreativas, cine, teatro, literatura, televisión, ya no es necesaria la persecución con antorchas. El propio sistema se encarga de marginar al artista que ose sacar los pies del plato. Y si la suerte le acompaña y goza de cierto reconocimiento, lo hará porque -de manera consciente o no- participe de esa caricaturización de los ideales comunistas, mermando su capacidad de amenaza contra el sistema. 

Observemos el ridículo juego que mantiene la prensa de nuestros días, en la que se refleja la pugna que sostienen nuestros representantes de izquierdas -la supuesta izquierda- por desprenderse de los molestos tópicos comunistas (comenzando por el desdén por la necesidad de señalar la dualidad izquierda-derecha o la mismísima lucha de clases), contra los representantes de la parte cavernaria y de ultraderecha, quienes no pierden ocasión de señalarles como rojos y marxistas. ¿Quién obtiene beneficio de este teatrillo? Desde luego quienes trabajan con seriedad y capacidad por el socialismo, no. Se beneficia en todo caso el juego socialdemócrata de las soluciones menos malas y el reformismo, quien pretenda rebajar al nivel más profundo a la política hasta convertirlo en una disputa electoral de votos útiles y posibilismo, sin duda. 

Es una cuestión que merecería un estudio mucho más profundo, que excede la capacidad del gestor de este blog. Aún así, siendo padre, espero saber contestar a mi hija cuando, llegado un momento como el señalado en la escena de la película, sepa hacerle comprender que si el niño no tiene bocadillo y pasa hambre es por culpa de la opresión capitalista y que la única manera de paliar esa injusticia es haciendo que las fábricas de pan y fiambres se encuentren en manos de trabajadores libres.
Salud.

Dalton Trumbo y su esposa, Cleo.