Tal vez les ocurra como a mí cuando ven una comedia de situación y no puedan dejar de pensar que los personajes se hacen laberinto por cuestiones que son problemillas de primer mundo.
Últimamente esto mismo me ocurre con la izquierda parlamentaria española. Recuerdan a una sitcom (situation comedy, teleserie que se desarrolla en un mismo decorado y con los mismos actores).
¿Les parece malpensado encontrar estos parecidos?:
- La actividad parlamentaria es hoy un producto de consumo rápido. Algo que ver en el sofá al terminar las tareas de casa. No es preciso un gran esfuerzo, uno se engancha al primer episodio. De hecho, algunos presumen de ser «los más perseguidos de la historia», porque todo es un presente continuo donde no hay pasado.
- Es un show exitoso, que conecta con multitud de fans a pesar de su sencillez. Su localización es habitualmente la misma y siempre en interiores, y sus actores son los mismos, a los que vemos crecer, separarse, reencontrarse, cambiar de look…
- Si algún personaje tiene tirón, puede dar el salto a su propia serie y montarse su partido spin-off.
- Los episodios son cortos y autoconclusivos, proponen debates que generan una aparente polémica, pero no son trascendentales, generalmente sobre afinidades o sentimientos. Un tema se agota en apenas unas horas y surge otro más polémico que cierra el anterior.
- Los actores parecen vivir ensimismados en un mundo tan irreal como su decorado. Más allá del escenario no existen las guerras, ni los conflictos económicos internacionales, y si los hay no afectan en nada a sus utilísimas políticas. No hay presiones económicas, penurias o necesidades: se establecen prohibidas por decreto, como los desahucios o la precariedad laboral (sin embargo, hay un aspecto que sí es muy realista en las sitcoms: sus actores no viven en chalets, suelen compartir piso).
- El interés se crea a partir de las situaciones. Deseamos ver qué ocurre cuando nuestro personaje favorito se enfrente con su archienemigo. Ansiamos saber qué brillante respuesta le tendrá preparada, que después compartiremos en memes o usaremos para charlar en la máquina del café.
Claro que esto pasa con todo el espectro, también en la derecha. Pero esto no debería importarnos, sabemos que la derecha votaría sin dudar a una inanimada barra de carbono, los privilegios de su clase nunca están en riesgo. En cambio, que la izquierda caiga en este juego es alarmante, pues se le supone la necesidad de reflexionar y estar informados.
¿Y tú qué has hecho para criticar tanto?, preguntará algún fan, molesto. Para ellos, propongo algunas conclusiones:
- Quien ignora la lucha de clases vive en una mentira que sólo interesa a los que están ganando esa lucha. Si tratas a los demás con burla, mereces la burla como respuesta.
- La primera exigencia que debe pedirse a un representante de izquierdas es informar de la verdad, nunca maquillarla con engaños.
- No participar de esta pantomima tragicómica significa un gran avance para la clase trabajadora. Cuanto más se fomente, más lejos estará la posibilidad de crear una alternativa de clase, materialista y dialéctica.