Disciplinadamente ilusionados, retomamos el blog para entusiasmo de los fans tras un breve periodo de letargo, motivado en parte por estar enfrascados en la lectura definitiva del primer tomo del Capital y en parte por el desaliento que provoca este tiempo de nuevas políticas que nos ha tocado vivir. Pero ya sabemos, aquí no se rinde nadie.
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Un Trump figurado firma en defensa de la aceituna negra en la multitudinaria protesta realizada en Sevilla el pasado día 5.
La semana pasada los organismos encargados del comercio de EE.UU. confirmaban la imposición de aranceles sobre la aceituna negra española, la peor noticia para los trabajadores del sector, pues se calcula que deja en el aire unos 8.000 puestos de trabajo, entre agricultores y empleados de las industrias y servicios anexos.
Esta confirmación es además una condena casi definitiva, los aranceles se imponen durante un periodo de cinco años. Esto supone la pérdida del sector y origina un precedente muy peligroso para la agricultura española, sustentada principalmente en ayudas de la PAC (Política Agrícola Común que garantiza a los agricultores un mínimo de calidad de vida).
En el caso de EE.UU. la situación es deficitaria con respecto a China, es decir, las importaciones provenientes de China fueron superiores a las exportaciones que los estadounidenses realizaron hacia aquel país. De hecho el déficit es el más grande de la historia comercial entre ambos, estimado en casi 400 mil millones de dólares. La promesa de reducir ese déficit fue precisamente uno de los argumentos de campaña que llevó a Trump a la presidencia.
La manera en que EE.UU. afronta este problema de desequilibrio comercial es fundamental para sus intereses. El gobierno Trump encarna la actitud más drástica y protectora, frente a la postura de su antecesor, Obama, y sucesora que es aparentemente más diplomática y conciliadora y partidaria del respeto riguroso al mercado libre.
El talante proteccionista en los mercados tiene un inconveniente y es que puede recibir la misma respuesta de los rivales, produciendo una espiral de tarifas aduaneras que acabe perjudicando seriamente a las relaciones comerciales a nivel internacional. Es lógico pensar, por tanto que Trump está siendo temerario e imprudente, teniendo en cuenta además que la economía mundial se encuentra en una situación muy delicada.
La crisis económica mundial.
Expertos advierten que en breve puede producirse la explosión de otra burbuja económica, producida por el desmesurado endeudamiento al que están sometidas las naciones. Se cree que el crédito fue la salida natural de la anterior crisis financiera y los préstamos han permitido tomar algo de aire a las cuentas públicas. Pero ese endeudamiento puede llegar a un límite en un momento dado y producirse una crisis aún mayor que la vivida hace unos años.
Esta crisis se plantea como una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento y afectar especialmente a la economía de EE.UU. dada su delicada situación desfavorable frente a potencias actualmente en posición más poderosa. Dada esta situación, ¿cómo se explica entonces la política de Trump?
La explicación personalista.
Los medios tienden a hacernos pensar que los movimientos políticos a nivel mundial son causa de las decisiones particulares e individuales de los personajes más influyentes en el panorama internacional. Que la Historia la escriben los grandes hombres es una idea comúnmente aceptada por todos, en un mundo idealista que prefiere creer en decisiones libres de grandes líderes antes de complicarse en el estudio detallado de las circunstancias materiales. Recordemos también que gran parte del pensamiento capitalista es aún asumido como una verdad que los mercados son equilibrados naturalmente por una mano invisible que regula el sistema. No es por tanto la única idea cuestionable que se acepta como válida sin someterla a mayor razonamiento.
Quienes tenemos algún conocimiento marxista sabemos que esto se aleja mucho de la verdad. Los cambios en las sociedades se producen no por obra de las decisiones de grandes líderes sino por las alteraciones en las condiciones materiales que sostienen los sistemas económicos y las disputas entre las clases sociales enfrentadas por el control de esos sistemas.
Los comunistas sabemos además (desde hace este año un siglo y medio exacto, con la publicación del Manifiesto) que los parlamentos capitalistas no son más que las juntas de los administradores que gestionan los intereses de los poderosos. Por tanto, más que pensar que la situación actual está en manos de un personaje despótico e imprevisible como Donald Trump, sería más cercano a la verdad pensar que a Trump le toca representar un papel (o se le permite hacerlo) porque ello beneficia a los intereses que representa o sirve de contención ante los posibles perjuicios.
No es casual, ni arbitrario. Debe responder a un plan determinado. ¿Cuál? Intentemos buscar una respuesta.
Las consecuencias de la crisis económica.
En la red pueden leerse innumerables análisis y pronósticos sobre la explosión o no de la burbuja financiera y sus terribles consecuencias. Todos estos informes requieren un elevado conocimiento de conceptos económicos.
Sin embargo, no hace falta ser un experto para intuir sobre qué espaldas recaerían las consecuencias de una guerra comercial o de una crisis económica.
Los expertos coinciden en que esa catástrofe financiera y comercial perjudicaría (sorpresa) principalmente a las economías emergentes y a las más débiles. Y en general, a nivel mundial, a las deudas públicas de los estados. Esto es, la crisis que se produzca, sea más o menos catastrófica, servirá de justificación para una nueva vuelta de tuerca en las llamadas medidas de sostenibilidad (recortes, reducción de gasto, disminución en inversión pública, etc).
La reducción de gastos a través de la persistencia en el abaratamiento de salarios, facilidades para facilitar el despido o el desmantelamiento de empresas públicas estarían más toleradas en este escenario. Asimismo los sistemas públicos de pensiones recibirían su fecha de liquidación dado que en el capitalismo el envejecimiento de la población (debido al aumento de la esperanza de vida) es un grave problema y no un motivo de felicidad.
En definitiva, aumentar el estado de shock en un sistema incapaz de encontrar fórmulas para ser productivo ante la voracidad insaciable de las grandes empresas para obtener beneficios a cualquier coste, aunque sea inflando la burbuja financiera sin temer las consecuencias.
Aquí se evidencia el papel de la administración Trump. Papel en el sentido interpretativo, su rol. Seremos mal pensados, seguramente, pero algo nos hace pensar que en el teatro de la economía mundial existe un guión escrito, más que una actuación improvisada de grandes hombres a su libre albedrío.
El capitalismo se enfrenta a una nueva crisis, que en este caso afecta a uno de sus pilares fundamentales. El capital ficticio, el crédito, las capacidad para endeudarse. Para seguir sobreviviendo, el mercado libre necesita devorar lo que encuentre a su alcance. Y este mal trago, este trance, necesita un gran líder que tome la responsabilidad de llevarlo a cabo, o en todo caso un gran villano. Puede que sea éste el papel de Trump, representar al antihéroe que deberá ejecutar las operaciones o, tal vez, asumir la peor parte del trance hasta que sea momento de que regrese el sucesor de Obama en los demócratas.
Mientras tanto, la izquierda continúa reinventándose y superándose. Los primeros afectados, más allá de los perjuicios que llevamos sufriendo por los recortes y el expolio del sector público, han sido los agricultores y trabajadores de la aceituna de mesa española. Veremos.
Tras las tragedias familiares se esconde un enredo económico y político que deberíamos conocer para vislumbrar el motivo de estas maniobras. ¿Por qué el gobierno yanqui toma ahora medidas proteccionistas como los aranceles? ¿Cómo puede afectarnos una guerra comercial? La prensa atribuye las causas a las intenciones particulares del malvado Trump y sus homólogos en el otro extremo del mapamundi, Xi Jinping y Putin. Si somos capaces de observar el detalle, veremos que este argumento es bastante discutible.
Donald y Felipe VI en el reciente encuentro en la visita del monarca a EE.UU., con Letizia y Melania en sus correspondientes posiciones decorativas. Si hubo aceitunas sobre la mesa sólo fueron como aperitivo.
¿Qué son las medidas proteccionistas?
El proteccionismo es una tendencia económica que se centra en proteger la producción de un país mediante impuestos a los productos extranjeros. Los aranceles son uno de esos impuestos, tributos que se aplican a los bienes en importación cuando llegan a la aduana.
Se opone a la tendencia librecambista, que tiene en el comercio libre su objetivo y considera que las medidas proteccionistas perjudican al crecimiento económico. Apoyan la desregulación y la reducción de las barreras comerciales.
Las medidas proteccionistas se consideran algo muy desfasado. La intervención del Estado en cualquier materia, más en lo económico, es el gran horror del capitalismo. Se critica a Trump que emplee estos métodos arcaicos, pero no es lo único que la opinión pública le censura. Se teme que con sus medidas y con su carácter despótico inicie una guerra comercial con China. Debemos entender para ello cuál es la situación comercial entre estos dos gigantes y el mercado internacional.
La balanza comercial.
Se llama balanza comercial al equilibrio de importaciones y exportaciones en un país. El saldo o resultado de ese balance es la diferencia entre ambos conceptos y por tanto puede dar un resultado negativo o positivo, esto es, ser un déficit o un superávit.En el caso de EE.UU. la situación es deficitaria con respecto a China, es decir, las importaciones provenientes de China fueron superiores a las exportaciones que los estadounidenses realizaron hacia aquel país. De hecho el déficit es el más grande de la historia comercial entre ambos, estimado en casi 400 mil millones de dólares. La promesa de reducir ese déficit fue precisamente uno de los argumentos de campaña que llevó a Trump a la presidencia.
La manera en que EE.UU. afronta este problema de desequilibrio comercial es fundamental para sus intereses. El gobierno Trump encarna la actitud más drástica y protectora, frente a la postura de su antecesor, Obama, y sucesora que es aparentemente más diplomática y conciliadora y partidaria del respeto riguroso al mercado libre.
El talante proteccionista en los mercados tiene un inconveniente y es que puede recibir la misma respuesta de los rivales, produciendo una espiral de tarifas aduaneras que acabe perjudicando seriamente a las relaciones comerciales a nivel internacional. Es lógico pensar, por tanto que Trump está siendo temerario e imprudente, teniendo en cuenta además que la economía mundial se encuentra en una situación muy delicada.
La crisis económica mundial.
Expertos advierten que en breve puede producirse la explosión de otra burbuja económica, producida por el desmesurado endeudamiento al que están sometidas las naciones. Se cree que el crédito fue la salida natural de la anterior crisis financiera y los préstamos han permitido tomar algo de aire a las cuentas públicas. Pero ese endeudamiento puede llegar a un límite en un momento dado y producirse una crisis aún mayor que la vivida hace unos años.
Esta crisis se plantea como una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento y afectar especialmente a la economía de EE.UU. dada su delicada situación desfavorable frente a potencias actualmente en posición más poderosa. Dada esta situación, ¿cómo se explica entonces la política de Trump?
La explicación personalista.
Los medios tienden a hacernos pensar que los movimientos políticos a nivel mundial son causa de las decisiones particulares e individuales de los personajes más influyentes en el panorama internacional. Que la Historia la escriben los grandes hombres es una idea comúnmente aceptada por todos, en un mundo idealista que prefiere creer en decisiones libres de grandes líderes antes de complicarse en el estudio detallado de las circunstancias materiales. Recordemos también que gran parte del pensamiento capitalista es aún asumido como una verdad que los mercados son equilibrados naturalmente por una mano invisible que regula el sistema. No es por tanto la única idea cuestionable que se acepta como válida sin someterla a mayor razonamiento.
Los medios más progresistas y nostálgicos de Obama suelen presentar a Trump enfatizando su carácter tosco y grosero, cuando no torpe.
Quienes tenemos algún conocimiento marxista sabemos que esto se aleja mucho de la verdad. Los cambios en las sociedades se producen no por obra de las decisiones de grandes líderes sino por las alteraciones en las condiciones materiales que sostienen los sistemas económicos y las disputas entre las clases sociales enfrentadas por el control de esos sistemas.
Los comunistas sabemos además (desde hace este año un siglo y medio exacto, con la publicación del Manifiesto) que los parlamentos capitalistas no son más que las juntas de los administradores que gestionan los intereses de los poderosos. Por tanto, más que pensar que la situación actual está en manos de un personaje despótico e imprevisible como Donald Trump, sería más cercano a la verdad pensar que a Trump le toca representar un papel (o se le permite hacerlo) porque ello beneficia a los intereses que representa o sirve de contención ante los posibles perjuicios.
No es casual, ni arbitrario. Debe responder a un plan determinado. ¿Cuál? Intentemos buscar una respuesta.
Las consecuencias de la crisis económica.
En la red pueden leerse innumerables análisis y pronósticos sobre la explosión o no de la burbuja financiera y sus terribles consecuencias. Todos estos informes requieren un elevado conocimiento de conceptos económicos.
Sin embargo, no hace falta ser un experto para intuir sobre qué espaldas recaerían las consecuencias de una guerra comercial o de una crisis económica.
Los expertos coinciden en que esa catástrofe financiera y comercial perjudicaría (sorpresa) principalmente a las economías emergentes y a las más débiles. Y en general, a nivel mundial, a las deudas públicas de los estados. Esto es, la crisis que se produzca, sea más o menos catastrófica, servirá de justificación para una nueva vuelta de tuerca en las llamadas medidas de sostenibilidad (recortes, reducción de gasto, disminución en inversión pública, etc).
La reducción de gastos a través de la persistencia en el abaratamiento de salarios, facilidades para facilitar el despido o el desmantelamiento de empresas públicas estarían más toleradas en este escenario. Asimismo los sistemas públicos de pensiones recibirían su fecha de liquidación dado que en el capitalismo el envejecimiento de la población (debido al aumento de la esperanza de vida) es un grave problema y no un motivo de felicidad.
En definitiva, aumentar el estado de shock en un sistema incapaz de encontrar fórmulas para ser productivo ante la voracidad insaciable de las grandes empresas para obtener beneficios a cualquier coste, aunque sea inflando la burbuja financiera sin temer las consecuencias.
Aquí se evidencia el papel de la administración Trump. Papel en el sentido interpretativo, su rol. Seremos mal pensados, seguramente, pero algo nos hace pensar que en el teatro de la economía mundial existe un guión escrito, más que una actuación improvisada de grandes hombres a su libre albedrío.
El capitalismo se enfrenta a una nueva crisis, que en este caso afecta a uno de sus pilares fundamentales. El capital ficticio, el crédito, las capacidad para endeudarse. Para seguir sobreviviendo, el mercado libre necesita devorar lo que encuentre a su alcance. Y este mal trago, este trance, necesita un gran líder que tome la responsabilidad de llevarlo a cabo, o en todo caso un gran villano. Puede que sea éste el papel de Trump, representar al antihéroe que deberá ejecutar las operaciones o, tal vez, asumir la peor parte del trance hasta que sea momento de que regrese el sucesor de Obama en los demócratas.
Mientras tanto, la izquierda continúa reinventándose y superándose. Los primeros afectados, más allá de los perjuicios que llevamos sufriendo por los recortes y el expolio del sector público, han sido los agricultores y trabajadores de la aceituna de mesa española. Veremos.
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