En la entrada anterior (aquí) intentaba rebatir la crítica posmarxista o posmoderna de Laclau sobre la idea de ejército industrial de reserva o sobrepoblación relativa. Dada la confusión que este tipo de mensajes provoca entre los trabajadores actuales, que les lleva a creer que la teoría económica de Marx está desfasada (y por tanto hay que repensarla, articularla en el ahora, explorar las nuevas sensibilidades y toda esta fraseología común hoy), me parece que cualquier aclaración y recordatorio de este concepto nunca viene mal. Porque, queramos o no, los desempleados siguen siendo legión y el rol que les endosa el sistema es incuestionable.
"Buscamos gente hambrienta", dicen estos simpáticos jóvenes emprendedores de un neobanco "millenial", que estén dispuestos a captar 200 clientes sin percibir un euro a cambio (noticia real y no manipulada de este mismo mes). El banco, para más burla, se llama Revolut, suponemos porque este engaño lo considerarán revolucionario, algo propio de nuestra modernidad y nunca visto antes.
Sobrepoblación relativa o Ejército Industrial de Reserva.
¿Qué es? En los capítulos finales del primer volumen de El capital, Marx expone el proceso de acumulación del capital y la "influencia del acrecentamiento del capital sobre la suerte de la clase obrera".
Como sabemos, este crecimiento, dado que la dualidad capital-trabajo tiene un carácter antagónico, de lucha de contrarios, se produce sólo en uno de los polos, en el del capitalista. En el otro polo, el de la clase trabajadora, el acrecentamiento es en número, en la cantidad de proletarios. El incremento dentro del capital se produce en su parte variable, la que corresponde a la fuerza de trabajo. Parte del plusvalor (el valor extra que el obrero crea por encima del valor de su propio trabajo) obtenido por el capitalista se emplear en comprar más fuerza de trabajo para seguir resultando beneficioso; por tanto, en su origen, la acumulación exige la compra de más obreros.
Como sabemos, este crecimiento, dado que la dualidad capital-trabajo tiene un carácter antagónico, de lucha de contrarios, se produce sólo en uno de los polos, en el del capitalista. En el otro polo, el de la clase trabajadora, el acrecentamiento es en número, en la cantidad de proletarios. El incremento dentro del capital se produce en su parte variable, la que corresponde a la fuerza de trabajo. Parte del plusvalor (el valor extra que el obrero crea por encima del valor de su propio trabajo) obtenido por el capitalista se emplear en comprar más fuerza de trabajo para seguir resultando beneficioso; por tanto, en su origen, la acumulación exige la compra de más obreros.
Dentro del proceso de producción hay momentos de condiciones favorables, bonanza, en las que la demanda de obreros supera a la oferta y los salarios pueden aumentar, de manera que las "cadenas de oro" que sujetan a los trabajadores resultan menos tirantes. Esto no supone que desaparezca la lucha de contrarios, como veremos. En esta situación la acumulación puede seguir creciendo o bien puede verse perjudicada por ese aumento de salarios. Ante esto el proceso reacciona haciendo descender los salarios y por tanto haciendo desaparecer el inconveniente.
Es decir, la acumulación capitalista nunca cesa en el grado de explotación que pueda poner en peligro el propio proceso, el trabajador está siempre atrapado en este ciclo. Simplemente sus condiciones, la magnitud del salario, pueden oscilar según los movimientos del proceso, dependen de él.
A su vez el capital va adquiriendo más medios de producción (se invierte en maquinaria, materias primas, etc), lo que acelera la acumulación y desarrolla el proceso de producción. Cada capital independiente crece, pero se encuentra con otros capitales que también se amplían. Ante este roce el capital tiende a centralizarse, las fuerzas se fusionan o son absorbidos unos por otros, los menos competitivos por los más competitivos, en una evolución inevitable dada la necesidad del sistema de generar beneficios sin descanso. En este proceso de concentración se produce el efecto contrario al de su comienzo, debido a que entran en juego nuevos factores empujados por esa concentración y agrandamiento del sistema (créditos, aumento y mejora de maquinarias, etc), el capital repele cada vez más obreros antes ocupados, de manera que se produce una sobrepoblación o "ejército de reserva".
Esta sobrepoblación, explica Marx en la misma obra, es una necesidad, una condición de existencia del propio sistema:
"esta superpoblación se convierte a su vez en palanca de la acumulación del capital, más aún, en una de las condiciones de vida del régimen capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva, un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y mantuviese a sus expensas. Le brinda el material humano, dispuesto siempre para ser explotado a medida que lo reclamen sus necesidades variables de explotación e independiente, además, de los limites que pueda oponer el aumento real de población. Con la acumulación y el consiguiente desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, crece la fuerza súbita de expansión del capital, no sólo porque crece la elasticidad del capital en funciones y la riqueza absoluta, de que el capital no es más que una parte elástica, no sólo porque el crédito, en cuanto se le ofrece un estímulo especial, pone al alcance de la producción, como capitales adicionales, en un abrir y cerrar de ojos, una parte extraordinaria de esta riqueza, sino porque, además, las condiciones técnicas del propio proceso de producción, la maquinaria, los medios de transporte, etc., permiten, aplicados en gran escala, transformar rapidísimamente el producto excedente en nuevos medios de producción. La masa de riqueza social que al progresar la acumulación desborda y es susceptible de convertirse en nuevo capital, se abalanza con frenesí a las viejas ramas de producción cuyo mercado se dilata de pronto, o a ramas de nueva explotación, como los ferrocarriles, etc., cuya necesidad brota del desarrollo de las antiguas. En todos estos casos, tiene que haber grandes masas de hombres disponibles, para poder lanzarlas de pronto a los puntos decisivos, sin que la escala de producción en las otras órbitas sufra quebranto. Es la superpoblación la que brinda a la industria esas masas humanas."
Tenemos como resultado entonces a los trabajadores diferenciados entre un grupo activo y otro de reserva. La proporción entre ambos será variable y dependerá del ciclo económico. A su vez esta población toma tres formas de existencia principales: fluctuante (la que entra y sale, propia de la industria), latente (propia del sector agrícola que siempre está a punto de convertirse, por necesidad, en proletariado urbano) y estancada (formada por el empleo irregular, lo que llamaríamos hoy economía sumergida, en condiciones de vida por debajo de la media). Bajo estas capas se encuentra un sedimento inferior, el pauperismo, formado por el resto de pobres que quedan fuera del sistema permanentemente.
Otra simpática oferta laboral que una visión posmoderna consideraría original y propia del mundo actual, que sólo puede denominarse con un neologismo como "uberizar". A nosotros los trabajadores se nos ocurren muchos nombres para mencionarlo, ya conocidos.
¿Qué objetivos logra esta sobrepoblación para el capital?
Por una parte supone un colchón de seguridad al que recurrir a la espera de un crecimiento demográfico o a la llegada de las nuevas generaciones a la edad laboral. Por otro, más importante, supone una oferta permanente de mano de obra dispuesta a tomar empleos a menor salario y por tanto una competencia constante para sus compañeros que se encuentran trabajando.
En otra de sus obras, Trabajo asalariado y capital (que he tratado en esta entrada y cuya lectura, muy cortita, te recomiendo), Marx escribe:
Más arriba, hemos descrito a grandes rasgos la guerra industrial de unos capitalistas con otros. Esta guerra presenta la particularidad de que en ella las batallas no se ganan tanto enrolando a ejércitos obreros, como licenciándolos. Los generales, los capitalistas rivalizan a ver quién licencia más soldados industriales. (...) A los señores capitalistas no les faltarán carne y sangre fresca explotables y dejarán que los muertos entierren a sus muertos. Pero esto servirá de consuelo más a los propios burgueses que a los obreros. Si la maquinaria destruyese íntegra la clase de los obreros asalariados, ¡que espantoso sería esto para el capital, que sin trabajo asalariado dejaría de ser capital! Pero, supongamos que los obreros directamente desalojados del trabajo por la maquinaria y toda la parte de la nueva generación que aguarda la posibilidad de colocarse en la misma rama encuentren nuevo empleo. ¿Se cree que por este nuevo trabajo se les habría de pagar tanto como por el que perdieron? Esto estaría en contradicción con todas las leyes de la economía.
En conclusión, el ejercito industrial de reserva o sobrepoblación relativa supone una importante palanca de la acumulación e incluso una condición de existencia , porque está a disposición de las variables del proceso de acumulación y porque regula los salarios a conveniencia de los capitalistas.
Fuente y lectura recomendada: La teoría económica de Marx, Francisco Erice, materiales del PCE.
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