Buscando información sobre el concepto de "ejército industrial de reserva" encontré ayer un interesante video del pensador argentino Ernesto Laclau, que recoge un pasaje de una conferencia suya en la Universidad Católica de Perú, Lima.
Puedes ver el vídeo (es corto, de unos 5 minutos) haciendo haciendo click sobre estas letras.
En este pasaje de su conferencia, Laclau explica la noción de desempleo en Marx. En breves palabras, Laclau afirma que Marx "trata de introducir" al desempleado en la lógica del capital a través de la categoría de ejército industrial de reserva. Dentro de esa lógica, el desempleo viene a cumplir una funcionalidad durante los periodos de crisis, en los que se reduce la demanda de mano de obra, en forma de competencia entre los propios obreros parados, lo que hace aumentar la ganancia por la bajada de salarios.
Laclau ve algunas pegas en los argumentos marxistas. Considera que, dado que según el propio Marx los salarios no pueden bajar de un nivel mínimo de subsistencia -por debajo del cual el proletariado desespera o muere-, no se explica por tanto la saturación de parados producida por el desempleo estructural, que crece hasta producir una cifra de desempleados superior a la teóricamente necesaria para ser funcional para el sistema, de manera que se escapa de esa lógica, como un sector marginal fuera de ella.
Laclau recurre a una cita de Trotsky para proponer que si "el desempleo estructural continúa tendremos que repensar la teoría marxista de las clases sociales". Termina comentando que "cada vez más sectores pueden ser articulados por lógicas distintas tal y como Marx las pensó".
Bien. Creo que las objeciones de Laclau tienen varios puntos débiles evidentes. Voy a explicarlas y si por casualidad en el ciberespacio esta entrada encuentra un lector que considere que mis objeciones son a su vez incorrectas, su opinión será bienvenida en el recuadro para comentarios que está abierto al final.
La pregunta que me hago es ¿cabe poner en duda la existencia de las clases sociales y el antagonismo capital/trabajo debido a que el desempleo desmesurado crea un exceso de desempleados que supera el concepto marxista de ejército de reserva?
Para empezar, en mi modesta opinión, creo que Marx deja suficientemente desarrollado el concepto en el capítulo XXIII del primer tomo de El capital, donde al explicar la acumulación capitalista especifica que ese cambio en el capital no es sólo cuantitativo sino cualitativo, esto es, además de crecer aumentando en cantidad también cambia cualitativamente, variando la proporción entre capital constante y variable. Dicho en palabras llanas, es la parte del trabajador la que va aportando cada vez más a ese incremento, el capital crece a costa de exprimir progresivamente el trabajo.
Si esto sucedía en época de nuestro amigo Carlos Marx (que además él mismo se encarga de aclarar que no fue el único ni el primero que observó este proceso), creo que sería ridículo afirmar que en nuestros días ha dejado de suceder por muy heterogéneo y diverso que se haya vuelto el panorama. Si observamos el ejemplo de la economía actual española, llegaremos a concluir sin mucha dificultad que la mayor parte del gasto y del esfuerzo en "superar la crisis" está recayendo sobre las sufridas espaldas de lo que ahora se llama ciudadanía y que antes era proletariado o clase obrera. Ante la ausencia de nuevos mercados en los que medrar y bajo la alargada sombra de la explosión de una nueva burbuja ahora de tipo financiera, los empresarios están basando esa supuesta recuperación española en el recorte de derechos laborales, empleo precario y el aumento de un ejército de desempleados, cuyas filas engrosan soldados cada vez más veteranos, bajo la excusa de la austeridad y el cumplimiento del pago de las diversas deudas.
Prosigue el amigo Marx un poco más adelante del mismo capítulo y explica que, durante esas fluctuaciones, "al producir la acumulación del capital, la población obrera produce también, en proporciones cada vez mayores, los medios para su propio exceso relativo". Es una de las "condiciones de vida del régimen capitalista de producción". Nuevamente en palabras sencillas, el sistema es en sí mismo formado por un mecanismo de antagonismo u oposición entre capitalistas y trabajadores. Es inevitable. Únicamente será matizado o disfrazado bajo distintas máscaras en la actualidad, con las peculiaridades modernas, pero del mismo modo y mecanismo expuesto en El capital.
Esas fluctuaciones en el desempleo y en las sucesivas subidas y bajadas de salarios son, por tanto, provocadas de manera interesada por el propio sistema, tanto las que producen subidas como bajadas, según sea preciso para el mantenimiento del juego.
Aquí quizás cabría replicar que, sin embargo, hoy día el desempleo ha alcanzado cifras tan desmesuradas que, siguiendo el razonamiento señalado de Trotsky o Laclau, podríamos poner en duda la eficacia de esta explicación, en la duda que nos crea esa supuesta funcionalidad de tan exagerada cifra de parados.
En mi opinión, Laclau no tiene en cuenta en su debida forma que los conceptos empleados por Marx, tales como el tiempo de trabajo socialmente necesario o medios de subsistencia, deben ser entendidos bajo la perspectiva social e histórica. Ese nivel mínimo de subsistencia no es una cantidad estándar que se aplique por una convención entre las partes negociadoras. Su valor es relativo y depende de múltiples factores. En la época de Marx, por ejemplo, el trabajo fabril más sencillo era dedicado al trabajo infantil o era más propicio para emplear a trabajadoras mujeres que a hombres; hoy día, pese al avance social, el sistema busca las revueltas para continuar exprimiendo a la clase trabajadora de un modo semejante. Las peculiaridades históricas dependerán de las circunstancias políticas, legales o incluso morales, pero siempre enfocadas a sostener ese antagonismo. Antes más evidentes, ahora más veladas y complejas, pero semejantes. Estas peculiaridades son como sabemos producto no sólo de la dominación puramente económica, pues pueden intervenir factores ideológicos.
Las artimañas del sistema hoy se basan, entre otros factores, en normalizar ese pauperismo del trabajador y en homologar como natural las condiciones precarias de trabajo: becarios, promesas de contrato con un periodo de trabajo gratuito, creación de falsos autónomos, etc. De hecho hoy día el tener un empleo no garantiza vivir fuera de la pobreza. De este modo no es tan sencillo diferenciar el grupo de trabajadores con empleo del grupo de desempleados, e incluso dentro de ellos la proporción que es funcional para el sistema de la que queda marginada. El argumento de Laclau queda por tanto un poco en el aire, puesto que no es posible establecer comparaciones basándose sólo en registros de empleo.
Por último, esa supuesta heterogeneidad o diversidad de la sociedad actual no realiza un factor tan determinante en última instancia como para poner en duda el antagonismo capital y trabajo. Más bien podría decirse que pasado el tiempo ese enfrentamiento se agudiza. Y, por otra parte, resulta llamativo que la diversidad se quiere mostrar evidente siempre en el bando oprimido, pero no tanto así en el opresor. El capital, ya sea con la careta salvaje o la sensata o la responsable, continúa machacando con la misma precisión homogénea y compacta a la clase trabajadora, sea cual sea el ropaje con el que trate de cambiar su apariencia.
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