sábado, 9 de marzo de 2024

¿Quién piensa abstractamente?




"Un asesino es conducido al patíbulo. Para el común de la gente él no es más que un asesino. Algunas damas quizás hagan notar que es un hombre fuerte, bello e interesante. El pueblo, sin embargo, considerará terrible esta observación: ¿qué belleza puede tener un asesino? ¿Cómo se puede pensar tan perversamente y llamar bello a un asesino? ¡No sois sin duda mucho mejores! Ésta es la corrupción moral que prevalece en las clases altas, añadirá quizás el sacerdote, quien conoce el fondo de las cosas y los corazones".
G.F.W. Hegel, Quién piensa abstractamente.

Resulta muy desesperante para el militante marxista, que está familiarizado con el materialismo dialéctico, observar cómo cualquier asunto de actualidad es tratado por los medios con una simpleza de análisis casi infantil. Telediarios e informativos de radio reproducen insistentemente la misma forma tramposa, generalizar. Generalizan por sistema al tratar los asuntos políticos, que son sociales y por tanto complejos. De esa forma simplifican, reducen el pensamiento, liman sus filos hasta volverlo plano.

Que esto lo hagan los medios de masas occidentales, que se deben al patrocinio capitalista, es esperable: el capitalismo se sostiene sobre la alienación de la clase social mayoritaria, la trabajadora. Pero que lo hagan también personas teóricamente de izquierdas y de movimientos progresistas, produce desesperación.

Una de las cuestiones dialécticas necesarias para comprender en su totalidad los asuntos sociales es el ascenso de lo abstracto a lo concreto. Son conceptos de vital importancia en los que la obra de Hegel es fundamental, asumidos con ciertas variaciones por Marx aunque nunca fue estrictamente un neohegeliano. Según Lenin era imposible entender El capital sin manejar la dialéctica hegeliana.

No caigamos en desaliento. Es cierto que la lectura de Hegel es una tarea ardua, en la que hasta los expertos no se ponen de acuerdo. Pero podríamos decir que los lectores no expertos podemos al menos acercarnos a las nociones fundamentales, como la que nos ocupa en esta entrada de lo abstracto y lo concreto, que además podemos intuir sin mucho esfuerzo en las lecturas marxistas relativas a la concepción materialista de la historia y los primeros capítulos de El Capital.

Una forma de aproximarse a estos conceptos puede ser la lectura del texto ¿Quién piensa abstractamente?, artículo escrito por Hegel, se cree en torno a 1808 y dirigido a la publicación en prensa, esto es, en un tono más accesible al gran público. El texto es muy irónico y lleno de dobles sentidos, y abundante en ejemplos como la peculiar cita que abre esta entrada, cosa excepcional en la obra de Hegel y que quizás no sea la mejor manera de teorizar sobre dialéctica, pero que nos sirve como decimos para al menos plantear un debate interno en el lector que le acercará a la complejidad dialéctica.

El artículo es una crítica a la sociedad de su momento, en un estilo satírico para hacer burla de la élite aristocrática alemana, según Hegel personas petulantes y creídos de sí mismos que en el fondo no poseían gran idea de nada. La respuesta que el autor da a la pregunta con la que titula el artículo es que "los que piensan abstractamente son los incultos, no los educados", y añade con sarcasmo que "la buena sociedad no piensa abstractamente porque es demasiado fácil, demasiado bajo".

Hay que aclarar que, al contrario de la terminología popular (en la que se entiende que el pensamiento abstracto es propio de filósofos y en cambio lo concreto es lo común al pensamiento mundano), los conceptos aparecen invertidos y en la filosofía desarrollada por Hegel pensar abstractamente es equivalente a juzgar un hecho separando un aspecto de su totalidad, es tomar las cosas tal como aparecen a nuestro entendimiento y sin considerar el conjunto de matices que llevan a que ese hecho se experimente tal como es. En cambio, lo concreto en Hegel es el pensamiento que sobre ese hecho experimentado comprende todo su conjunto, es integral, y aprecia tanto el hecho en sí como sus conexiones, sus relaciones y sus complejidades.

Según el diccionario marxista de filosofía, lo abstracto es un estado no desarrollado del objeto, un estado en que todavía no se han puesto de relieve por completo todas sus propiedades, todas sus particularidades; en tanto, lo concreto es el objeto en su integridad orgánica, en toda la multilateralidad de sus aspectos y conexiones.

Como decimos para ello este breve artículo de Hegel puede ser muy útil en la aproximación a ese debate interno. En el ejemplo de la cita que he usado para abrir la entrada, sobre el criminal que al ser conducido a la horca es adulado por unas damas -lo que provoca el escándalo de otros espectadores-, Hegel continúa: "un conocedor de los hombres busca el camino que tomó la formación del criminal. Encuentra en su historia una mala educación, malas relaciones familiares entre el padre y la madre, alguna excesiva severidad ante una pequeña falta de este hombre que lo enconó contra el orden social, una primera reacción en contra que lo condujo a marginarse y a no poder mantenerse más que por medio del delito".

Es decir, el ejemplo del asesino nos sirve para pensar que en ocasiones nuestras apreciaciones sobre los fenómenos (¡hasta los más elevados juicios morales, los que se cargan de razón con la visceralidad!) se tiende a tomar lo abstracto, lo particular, y a sostenerlo como medida absoluta y completa de nuestro juicio, cuando en realidad el juicio más acertado, o el más cercano a la verdad, es el que va más allá de ese particular, de ese aspecto aislado, y comprende la totalidad, lo concreto.

La ironía de Hegel es maravillosa e hilarante, cuando termina este pasaje con las palabras: "podrá haber sin duda personas que cuando escuchen tales cosas digan: ¡éste quiere exculpar al asesino! Recuerdo muy bien haber escuchado en mi juventud a un alcalde quejarse de que los escritores estaban yendo demasiado lejos, buscando acabar por completo con el Cristianismo y la honradez: alguien había escrito una defensa del suicidio; terrible, realmente terrible. –Cuando se investigó un poco más, resultó que se trataba de Los sufrimientos del joven Werther".

El paso de lo abstracto a lo concreto en Marx.

Esta nueva perspectiva en la filosofía, que Hegel desarrolla siguiendo los grandes avances logrados por Kant y su revolución copernicana del pensamiento de la humanidad (así como Copérnico mostró que nuestro planeta no es el centro del Universo, Kant demostró que era posible una revolución filosófica semejante, en la que el ser humano no es pasivo sino que posee conocimiento a priori), la filosofía da un gran paso más allá. Y sus logros al enriquecer la dialéctica y en cuanto a al hitoricismo de los fenómenos sociales son a su vez desarrollados por Marx para abrir el campo de las ciencias sociales, permitiendo trasladar un método científico a los estudios que explican y se refieren a las sociedades.

Así puede leerse en un fragmento de los Grundrisse, El método de la economía política, en el que Marx se pregunta por la manera en que debemos acometer el estudio de una sociedad (un país, dice concretamente). Explica Marx que los estudios suelen tender a empezar por observar su población, su territorio, mares, ciudades, tal vez por su producción, mercancías, las diferentes clases... "Sin embargo -continúa Marx-, ante un examen más detenido, esto se manifiesta como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone. Estas clases son a su vez una palabra vacía, si no conozco los elementos sobre las que descansan". Más adelante prosigue: "tan ronto como estos momentos aislados fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos, que se elevaban de lo simple, como el trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio, hasta el Estado, cambio entre las naciones y el mercado mundial. Este último es evidentemente el método científicamente correcto. Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de muchas determinaciones, porque es, por lo tanto, unidad de lo múltiple".

Aquí tenemos uno de los ejemplos en los que Marx aplica ese concepto del ascenso de lo abstracto a lo concreto, que para el lector nuevo puede parecer dificultoso de comprender, pero que puede intuir si es observador y en su vida diaria ha presenciado o vivido fenómenos que aparentemente se explican con razonamientos simples pero que contienen, si se observan mejor, razones complejas.

¿Desdeñamos entonces el pensamiento abstracto?

La distinción de los conceptos abstracto y completo no debemos entenderla como un antagonismo. Aunque algunos manuales de la tradición comunista como el texto de Henri Lefebvre, Lógica formal, lógica dialéctica, son muy aclaratorios, no debe tomarse como una oposición por su título. No hay un dilema entre el uso de ambas categorías, sino que cada una es más conveniente o más acertada dependiendo del asunto o fenómeno al que pretendamos acercanos mediante el razonamiento.

Kant demostró que la lógica general, o lógica formal, era inadecuada para aplicarse al conocimietno real, incompleta para explicar los fenómenos del conocimiento, y que sin embargo era muy válida para los juicios análiticos. Con Hegel esto se prolonga y avanza hasta hacer ver que la lógica formal es la de la contruccion verdadera del concimiento, es el instrumento que nos permite movernos en la comprensión de totalidades organicas complejas.

La lógica formal y el pensamiento abstracto nos sirven para nuestra vida cotidiana, en la que (quizás por una simple razón de economía de pensamiento) nos vemos obligados a realizar valoraciones inmediatas y a ejecutar atribuciones a todo lo que nos rodea. Pensemos por ejemplo en la concentración necesaria para conducir un automóvil y respetar las señales de tráfico. Pero lógicamente no tanto así cuando nos acercamos a cuestiones muchísimo más complejas. Tan complejas como son las sociedades humanas en la actualidad.

Como decía al inicio, el error es aplicar ese pensamiento abstracto a los fenómenos sociales, error que es moneda común en los medios informativos capitalistas y, lamentablemente, en ciertos movimientos aparentemente progresistas que tienden a hacer de la generalización la excusa para estigmatizar y difamar lo que le parezca inconveniente a sus intereses.

Para aquellos que generalizan por sistema, resuena perfectamente actual las palabras con las que Hegel iniciaba su artículo: ¿Pensar? ¿Abstractamente? ¡Sálvese quien pueda!

miércoles, 7 de febrero de 2024

El oportunismo de ultraderecha e "izquierda" en las protestas de los agricultores


La materialidad tiene la tozuda costumbre de presentarse en la vida real, a pesar de los buenos deseos y las fantasías posmodernas, y así se aprecia en el seguimiento de la actualidad. Agricultores españoles colapsan las ciudades de todo el país a través de sus autovías y también las infraestructuras clave para la distribución mayorista, que proveen de alimentos a los supermercados. Expresan su desacuerdo con las políticas "verdes" de la UE (subida de precios de carburantes y de productos fitosanitarios, competencia de los productos de otras zonas, todo en medio de la gran inflación).

Esta realidad, que nuestros paladines del jardín europeo desearían plana como un encefalograma hipoactivo, para justificar sus útiles políticas, es en verdad poliédrica, y plantea contradicciones, que podrían resumirse en tres partes: el oportunismo de la ultraderecha, el oportunismo de la "izquierda" y la realidad de la economía de guerra de la Unión Europea. Veamos por partes. 

El oportunismo de la ultraderecha

Las manifestaciones no sólo se están produciendo en España. Se producen también en otros países europeos como Francia, Alemania, Italia o Grecia. Las diferentes peculiaridades fiscales y de ayudas de cada país, así como la política global europea sobre el campo, el Pacto Verde, pueden repasarse en el artículo Proliferación de huelgas agrarias en la UE.

El European Green Deal plantea la transición medioambiental, en especial disminuir los gases de efecto invernadero y un sistema alimentario respetuoso con el medio ambiente.

Sin embargo, estas bellas intenciones se manifiestan en la realidad en inconvenientes para los agricultores: altos impuestos al combustible para tractores, las importaciones baratas de productos de fuera de la UE, el encarecimiento de la energía en el contexto inflacionario actual y la excesiva burocracia.

En España los informativos como el Telediario de RTVE se esforzaban ayer en relacionar las protestas con los partidos de ultraderecha y enlazaban las imágenes de los tractores con banderas españolas a imágenes de portavoces de VOX. No es la primera ocasión en que la ultraderecha con nostalgias fascistoides trata de acaparar un descontento contra el Gobierno.

No es así en todas las situaciones de las protestas. En el siguiente video compartido en redes sociales se ve a un portavoz de VOX increpado por manifestantes, al tratar de "hacerse la foto".

https://x.com/josevico4/status/1754980118391374302?s=20

Esto debe entenderse enmarcado en la falaz bipolaridad del sistema parlamentario burgués, que plantea como únicas alternativas a una ultraderecha y a una falsa izquierda como polos opuestos. A la ultraderecha solo le preocupa ganar terreno electoral, cosa que a la supuesta izquierda le favorece pues presenta un archienemigo necesario para su existencia, sin que el sistema -que patrocina a ambos- se vea afectado.

Ocurrió de un modo semejante con Meloni en Italia, cuando su partido medró electoralmente señalando las vergüenzas de la UE, pero al tocar poder pasó por el aro y se sometió al poder económico de los fondos europeos.

El oportunismo de la "izquierda"

A su vez, la parte izquierda del parlamento presenta otras dos curiosas caras, la de Podemos, que una vez ya no posee carteras ministeriales ha vuelto a echarse al monte de la rebeldía, y recuerda que se propusieron leyes para no inflar los precios en el transcurso de los productos agrícolas desde el campo a las góndolas de los supermercados.

Pero la de Podemos es una rebeldía ma non troppo, y especifica que se pretende "demonizar" la Agenda 2030. Es lógico que hagan esto, pues su líder, Pablo Iglesias, fue firmante junto con Pedro Sánchez, del Pacto Next Generation EU, y sus políticas, ya sean desde ministerios o no, dependen igualmente de los fondos europeos.


Mientras tanto, la cara gubernamental de esa izquierda y sus brazos sindicales recuerdan que gracias a ellos se producen las subvenciones europeas que sostienen al campo y se llevan a cabo las subidas de salarios que ponen en ira a los grandes propietarios de tierras. Y tildan de "fachas" las manifestaciones y se aferran a las explicaciones de los gases de las explotaciones intensivas o el perjuicio medioambiental de los productos que se emplean en el campo.

Esa izquierda parlamentaria y sus prolongaciones sindicales olvidan algunas cosas. Recordémoslas.

La realidad económica de la UE y su guerra estructural

Afortunadamente para nuestros ministros y líderes sindicales, doña Úrsula Von der Leyen vino ayer al rescate y anunció que la UE reculaba. La presidenta de la comisión europea elogió a los agricultores y anunció la retirada de la ley sobre el uso de pesticidas.

El desarrollo sostenible de la agenda 2030 tendrá que esperar un poco, así como hace cuando señala el gasto excesivo de agua pero permite la proliferación de campos de golf y piscinas turísticas. Al menos hasta que los tractoristas se cansen, que de momento no lo parece.

De paso, doña Ursula aprovecha para señalar a los grandes enemigos: Rusia y el conflicto en Oriente Medio.

Nuestros queridos representantes de la famosa Agenda manifestaron desde Bruselas que la UE tiene la fervorosa determinación de ayudar a Ucrania, que no se "dejará intimidar por Rusia" y que "cada euro movilizado para Ucrania es una inversión en seguridad", así como en Oriente Medio, donde instó a la UE a trabajar activamente para evitar una escalada del conflicto.

Por ello, la UE anuncia un recorte de 1.100 millones de euros a las ayudas de la PAC para financiar el plan de 50.000 millones de euros para Ucrania aprobado en Bruselas. Porque las armas de las guerras no se van a pagar solas, ni las van a pagar las empresas que los producen, ni las empresas energéticas o los fondos de inversión entre cuyo accionariado se encuentran esas mismas empresas de fabricación armamento. Son violentos pero no tontos.

Sería razonable preguntarse por qué el inusitado interés ecologista de la Unión Europea es tan estricto con las granjas intensivas o los productos fitosanitarios de los agricultores, pero en cambio no otras circunstancias mucho más contaminantes, como las siguientes:

El gasto de miles de millones en armas para la guerra de Ucrania, en lugar de una salida diplomática, y el fin del genocidio del pueblo Palestino y su prolongación bélica en el Mar Rojo.

El riesgo de la escalada bélica y la posibilidad cada vez más cercana del uso de armas nucleares.

El gasto indirecto en ayudas agrícolas (e inmobiliarias) que se solucionaría con la expropiación de las grandes posesiones particulares y su disposición como bien público para el interés común.

El boicot a los gasoductos que proveían de gas a Europa y que vertieron al mar toneladas de gases.

La existencia de laboratorios biológicos en Ucrania o el ataque a plantas nucleares y presas.

¿Necesitan más ejemplos?

domingo, 4 de febrero de 2024

Actualidad de la contribución marxista al problema de la vivienda


 

When the road’s washed out, they pass the bottle around, and wait in the arms of the cold cold ground.
Tom Waits, Cold cold ground.

La pavorosa situación de la vivienda presenta en países como España el lado más brutal del sistema. Mientras bancos y grandes empresas anuncian beneficios de récord, trabajadores y trabajadoras son incapaces de sostener con los sueldos actuales los requisitos exigidos para un alquiler o una hipoteca. Vemos datos de jóvenes que necesitarían gastar el 90% de su sueldo para afrontar una renta. Muchas personas se ven abocadas a compartir pisos o realquilar habitaciones, si quieren evitar la pesadilla de los desahucios. Unos desahucios que se siguen produciendo pese a que aseguraron haberlos desterrado (mientras se escribe este artículo, una señora de 78 años fue desahuciada de su hogar por una deuda de 88 euros).

Para el militante sería interesante poder encontrar una referencia sobre el asunto en los clásicos marxistas. Inmediatamente nos viene a la cabeza el texto de Federico Engels Contribución al problema de la vivienda, pero ¿es actual un texto escrito para la Alemania del año 1872?

Por supuesto que la situación ha cambiado enormemente. Ni las ciudades son las mismas, ni el capitalismo tampoco. Pero si se aprecian las soluciones que los políticos de hoy aportan sobre el problema (véase la Ley por el derecho a la vivienda de 2023), la respuesta es que análisis como el de Engels no sólo se antoja actual sino necesario.

Podremos observar en la lectura bastantes analogías con la actualidad. Y, además, encontraremos una interesante manera de entender cómo aplicar -de la mano de un revolucionario de la talla de Engels- el método marxista a un asunto concreto.

Veremos cómo la burguesía de entonces atribuía la causa del problema a la especulación, así como hoy se hace, y las posiciones en teoría más a la izquierda proponían soluciones aparentemente prácticas pero que, en el fondo, no aportaban una verdadera salida, por no saber entender en su totalidad, ni en su origen, la fuente del problema.

Podríamos ver en este texto una ramificación, dirigida a un tema concreto, de la disputa teórica con la que Marx y Engels oponían a las tesis utópicas el socialismo científico. De hecho, su redacción responde a la publicación, en el órgano de prensa de la socialdemocracia de entonces, por un seguidor de Proudhon de un artículo en el que explicaba su solución al problema, que Engels considera necesario responder porque encuentra perjudicial que exista aún mucha teoría proudhoniana por Europa («no había mucho alimento intelectual aparte de Proudhon») en detrimento de las nuevas tesis aportadas por Marx y él mismo, y ante las tensiones en la Primera Internacional entre socialistas y anarquistas.

Resulta llamativo leer en palabras de Engels a finales del siglo XIX una referencia a lo que él llama «socialismo práctico» que recuerda bastante a las gestiones actuales conocidas como política útil: «El desarrollo del capitalismo ha enseñado a la clase obrera misma que no hay nada menos práctico que estas cavilosas “soluciones prácticas” aplicables a todos los casos, y que, por el contrario, el socialismo práctico reside en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos«.

Una breve reseña de Contribución al problema de la vivienda

El texto comprende la reimpresión de tres artículos escritos en 1872 para Der Volksstaat, órgano central del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán, en respuesta a un artículo publicado en el mismo medio por el doctor A. Mülberger, seguidor de las teorías de Proudhon, con ideas sobre el género. En la segunda parte de esos artículos Engels responde también a otro texto relacionado con el tema, del doctor Emil Sax, por entender que en ese otro texto se recogen las tesis burguesas en cuanto al mismo problema.

Se redactan estos artículos en un contexto histórico en el que Alemania demuestra ser ya «un país industrial ya maduro para participar en el mercado mundial», en el que realiza la transición de la manufactura y de la pequeña producción a la gran industria. Sucede sin embargo que es también una época de “penuria de la vivienda”. En ese contexto «masas de obreros rurales son atraídas de repente a las grandes ciudades, que se convierten en centros industriales», y el trazado de aquellas viejas ciudades se ensancha.

Esa «penuria aguda de la vivienda» es síntoma de la revolución industrial, que se desarrollaba en Alemania y que en palabras del autor «llenó los periódicos de discusiones sobre el problema de la vivienda y dio lugar a toda clase de charlatanerías sociales».

La teoría de Proudhon.

Puesto que la obra de Engels, en esta como en otras obras y también en Marx, parte de una crítica sobre otras teorías, es conveniente tener al menos alguna referencia. El autor de Qué es la propiedad -según Marx la mejor de sus obras-, removió la conciencia revolucionaria de miles de personas y suscitó el desarrollo del pensamiento de muchos seguidores, como la figura de Bakunin, con su estilo rompedor y directo. La agresividad y brutal honestidad propia del anarquismo se manifiesta en Proudhon en frases de la contundencia de «la propiedad es un robo». Con un estilo que apasiona al lector, desmonta los más sacrosantos pilares de la sociedad burguesa, los vuelve boca abajo y los expone en su crudeza, contrastados con los elevados ideales que el autor considera referentes de la humanidad.

La solución del articulista proudhoniano, señala Engels, enfoca la cuestión en la propiedad de la vivienda. Como veremos, es una perspectiva insuficiente.

La llamada «penuria de la vivienda» (en palabras citadas por Engels, que por cierto hoy recuerdan a las terminologías del estilo «precariedad habitacional«), y que tanto «llama la atención en la prensa» no consiste en que la clase obrera viva en condiciones insalubres porque eso «no es peculiar del momento presente ni es propio del proletariado moderno», pues «ha afectado de manera casi igual a todas las clases oprimidas del pasado».

«Para acabar con esta penuria de la vivienda -expone el autor- no hay más que un remedio, abolir la explotación de las clases laboriosas por la clase dominante. Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la repentina afluencia a las grandes ciudades», lo que deriva en una subida «formidable» de los alquileres, una mayor aglomeración de vecinos en cada casa y para algunos «la imposibilidad de encontrar albergue».

Se produce en este punto del texto una curiosa explicación que Engels se esfuerza en explicar: en la relación inquilino/propietario no se produce la misma relación que entre capitalista/asalariado. Es interesante detenerse en esto porque determina la crítica a las tesis anarquistas, veámoslo:

La relación capitalista/asalariado se produce una compra del primero de la fuerza de trabajo del obrero por su valor, pero también extrae de ella mucho más de ese valor haciendo dedicar más tiempo a la tarea de lo necesario para la reproducción del precio de la fuerza de trabajo, extrayendo de esta manera la plusvalía. Tal como se explicó por primera vez en El Capital. En la cuestión de la vivienda, en cambio, tenemos dos partes, inquilino/arrendador, que se ponen de acuerdo, se trata de una sencilla venta de mercancía y no de una transacción entre un proletario y un burgués, entre un obrero y un capitalista. Totalmente distinto es lo que ocurre con el alquiler de una vivienda, cualquiera que sea el importe de la estafa sufrida por el inquilino, no puede tratarse sino de la transferencia de un valor que ya existe previamente producido.

El arrendatario solo resultará estafado cuando se vea obligado a pagar su vivienda por encima de su valor y este intercambio se efectúa según las leyes económicas que regulan la venta de las mercancías en general y en particular la venta de la mercancía propiedad del suelo. Proudhon olvida que el alquiler ha de cubrir no solamente los intereses de los gastos de construcción de la casa, sino también las reparaciones las deudas de amortización, etcétera. ¿Qué pensaríamos -se pregunta Engels- de un químico que en vez de estudiar las verdaderas leyes de la asimilación de la materia pretendiese modelar la asimilación de la materia sobre las ideas eternas de la justicia eterna y otras verdades eternas?

La solución proudhoniana encuentra que el tema se resuelve con la reivindicación de que cada obrero posea una vivienda que le pertenezca en propiedad, «a fin de que no sigamos estando por debajo de los salvajes». Esta medida -aclara Engels- estaba siendo ya aplicada en su tiempo y no surgía de la idea revolucionaria sino de la propia gran burguesía.

Destacable la mención de Engels a un periódico español, La Emancipación, de Madrid, (órgano de las secciones marxistas de la Primera Internacional en España), que en su número de 16 de marzo de 1872 describe: «Proudhon proponía que los inquilinos se convirtiesen en censatarios, es decir, que el precio del alquiler anual sirviese como parte del pago del valor de la habitación, viniendo cada inquilino a ser propietario de su vivienda al cabo de cierto tiempo; esta medida, que Proudhon creía muy revolucionaria, se halla practicada en todos los países por compañías de especuladores que de este modo, aumentando el precio de los alquileres, hacen pagar dos y tres veces el valor de la casa; hoy los jefes más inteligentes de las clases imperantes han dirigido siempre sus esfuerzos a aumentar el número de pequeños propietarios a fin de crearse un Ejército contra el proletariado Así pues el proyecto de Proudhon no solo era impotente para liderar a clase trabajadora, sino que se volvía contra ella«.

El problema de la vivienda en la sociedad actual se acomete de esta forma -critica Engels- exactamente lo mismo que otro problema social cualquiera, por la nivelación económica gradual de la oferta y la demanda, pero esta solución reproduce constantemente el problema. La forma en que una revolución social resolvería esta cuestión no depende solamente de las circunstancias de tiempo y lugar, sino que además se relaciona con cuestiones de mucho mayor alcance, entre las cuales figura como una de las más esenciales la supresión del contraste entre la ciudad y el campo. Pero como no nos interesa construir ningún sistema utópico, no nos detenemos en esto. Lo cierto es que ya existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar, si se les diese a un empleo racional, toda esa penuria de la vivienda. Esto solo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados en las suyas, y tan pronto como el proletariado conquista el poder político, esta medida impuesta por los intereses del bien público será de fácil ejecución, tal y como son hoy fácil las expropiaciones y requisas de vivienda que lleva a cabo el estado actual.

La teoría burguesa.

En la primera parte se demuestra lo directamente interesada que está la pequeña burguesía en esa cuestión, pero la gran burguesía también está muy interesada en ella. Las enfermedades como el tifus o la viruela -aclara Engels- que esparcen sus gérmenes en los barrios obreros, pueden formar epidemias que acabarían afectando de igual modo a ricos y a pobres (en este aspecto puede parecer desfasado el texto, dado que enfermedades como la viruela están erradicadas y las demás al menos controladas, pero como veremos tiene su actualidad: recordemos sin ir más lejos el periodo de confinamiento en la pandemia, o pensemos en la baja natalidad de países como España relacionada con la imposibilidad de los jóvenes a acceder a una vivienda).

Así pues la burguesía crea una gran literatura sobre la sanidad pública y sobre la cuestión de la vivienda, entre las que Engels escoge un libro del doctor Emil Sax. Este doctor Sax exige que «las férreas leyes de la economía burguesa, el marco del orden social que hoy predomina, o en otras palabras que el modo de producción capitalista, permanezca invariable, y que, sin embargo, las pretendidas clases desposeídas sean elevadas al nivel de las clases poseyente».

De hecho una premisa absolutamente indispensable -reproducimos literalmente las irónicas palabras del autor- del modo de producción capitalista es la existencia de una verdadera y no pretendida clase desposeída, una clase que no tenga otra cosa que vender sino su fuerza de trabajo y que por consecuencia esté obligada a vender esta fuerza de trabajo a los capitalistas. La tarea asignada a la economía social de esa nueva ciencia inventada por el doctor Sax consiste pues en hallar los caminos para que los obreros asalariados, que no poseen más que su fuerza de trabajo, puedan ser transformados en capitalistas sin dejar de ser asalariados.

La característica esencial del socialismo burgués -resume Engels- es que pretende conservar la base fundamental de todos los males de la sociedad presente queriendo al mismo tiempo poner fin a estos males. Los socialistas burgueses quieren como ya dice el manifiesto comunista remediar los males sociales con el fin de consolidar la sociedad burguesa, quieren la burguesía sin el proletariado.

Pero de dónde procede la penuria de la vivienda, es algo que los autores burgueses ignoran, desconocen que es un producto necesario del régimen social burgués, «derivado de una sociedad en la cual la gran masa trabajadora no puede más que contar con un salario y por tanto exclusivamente con la suma de medios indispensables para su existencia y para la reproducción de su especie». «Una sociedad donde el retorno regular de violentas frustraciones industriales condiciona por un lado la existencia de un gran Ejército de reserva de obreros desocupados y por otro lado echa a la calle periódicamente a grandes masas de obreros sin trabajo donde los trabajadores se amontonan en las grandes ciudades». «Una sociedad en la cual el propietario de una casa tiene en su calidad de capitalista no solamente el derecho sino también en cierta medida y a causa de la concurrencia hasta el deber de exigir sin consideración los alquileres más elevados. Hoy en semejante sociedad la penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar es una institución necesaria que no podrá desaparecer más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer se ha transformado de raíz«.

Las expresiones de buenos sentimientos y sus sermones acaban todos en una reflexión: «las viejas peroraciones sobre la armonía entre los intereses del capital y el trabajo». Es decir, si los capitalistas fueran sensatos ofrecerían a los obreros buenas viviendas y mejorarían en general su situación, y si los obreros fueran también sensatos no harían huelgas, no se mezclarían en política sino que seguirían obedientemente a sus superiores los capitalistas.

El lector encontrará aquí sin duda una remembranza de los discursos políticos actuales que pretenden solucionar el conflico capital/trabajo con diálogo y buen talante.

Sin embargo -describe Engels-, «toda revolución social deberá comenzar tomando las cosas tal como son y tratando de remediar los males más destacados con los medios existentes. Hoy hemos visto ya a este propósito que se puede remediar inmediatamente la penuria de la vivienda mediante la expropiación de una parte de las casas de lujo que pertenecen a las clases poseedoras y obligando a poblar la otra parte».

El paralelismo con la actualidad.

La vivienda como bien de mercado.

Una vez repasado de forma muy somera el texto (en el que el lector ha podido seguramente ya encontrar bastantes similitudes con la situación de nuestros días), veamos cuánto de actual existe en él.

De derecho fundamental a objeto de mercado, la vivienda se convierte en nuestra sociedad capitalista en una de esas cuestiones abstractas que los progresistas elevan como globos para sus soflamas populistas y que los intereses económicos pinchan y bajan de golpe al frío suelo. El mismo frío suelo que sirve de inhóspito colchón al desahuciado y como fuente de acumulación al capitalista.

Durante la lectura de Contribución al problema de la vivienda, nos encontramos un pasaje en el que Engels se refiere a la building societies, citadas como una de las soluciones que aporta la pequeña burguesía, que ya se daban por tanto en la década de los 70 del siglo XIX en Inglaterra. Podríamos imaginarlas como las actuales y no muy lejanas cooperativas de crédito en las que un grupo de interesados adquiría un terreno y costeaba la edificación de un edificio con fines residenciales, pero llevadas al interés comercial. «No son sociedades obreras -explica- sino que tienen un carácter esencialmente especulativo, pues se crean con un pretexto filantrópico pero su finalidad es ofrecer a la pequeña burguesía una mejor inversión de sus ahorrros en hipotecas y con la perspectiva de dividendos gracias a la especulación en bienes raíces«.

«En realidad -continúa Engels- son muy pocos los obreros que pueden excepcionalmente participar en tales sociedades, pues por una parte sus ingresos son demasiado bajos y por otra parte son de naturaleza demasiado incierta para poder tomar compromisos por una duración de 12 años y medio; las pocas excepciones en que esto no es válido son los obreros mejor pagados o los capataces«.

Podríamos hallar aquí una raíz de la situación actual. Si buscamos en internet, esas building societies (como bien preveía Engels aunque en su tiempo calculó que una de cada diez eran especuladoras) en la Inglaterra actual y en otros países suponen hoy sociedades con activos valorados en miles de libras y con cientos de asalariados.

Actualmente, las propiedades inmobiliarias son uno de los objetivos más atractivos para inversores. Así, grandes capitalistas de otros sectores deciden «diversificar» su cartera en entidades de este tipo, o fondos de inversión variados acometen operaciones de este tipo con interés en el aspecto turístico.

La Ley española Por el derecho a la vivienda de 2023, que según sus promotores venía a «cambiar el paradigma de la vivienda» y a «acabar con la vivienda como especulación», fue en realidad un paradigma de que la situación vivida y descrita por Engels se ha prolongado en el tiempo hasta hoy, y un paradigma de que sus creadores son los herederos de aquellos burgueses como el doctor Sax.

Esta reciente ley de vivienda, que ya se analizó en este medio, promueve algunas mejoras como una subida de los impuestos para los propietarios, por ejemplo en las viviendas vacías (también hay beneficios fiscales para estos cuando cumplen unos requisitos), ciertos límites en el incremento precios de los alquileres, traslado de algunos costes de alquiler -primas para inmobiliarias- a los caseros. Medidas de interés general, aunque ya organizaciones de consumidores señalaron que se estaban produciendo trampas, del mismo modo que -según parece- ocurre con los desahucios, teóricamente prohibidos.

Lo curioso de esta Ley es que diferencia entre pequeños y grandes tenedores. Un pequeño tenedor puede ser un propietario de hasta 10 viviendas en una zona «no tensionada» (zonas de mayor valor por oferta insuficiente y cuyo precio puede ser excesivo para una familia media), o de 5 en una no tensionada.

Llama la atención que un pequeño tenedor pueda poseer hasta 10 viviendas, con lo cual dispondría de 9 viviendas para alquilar, si vive en una de las que posee a su nombre, y seguir siendo considerado un propietario pequeño. Existen hoy empresas cuya finalidad es la de gestionar todos los trámites del alquiler (todos, desde la gestión del cobro a la búsqueda de «buenos inquilinos», el seguro en caso de impago, la adecuación y mantenimiento de las viviendas, todo) y su precio es un pequeño porcentaje de lo obtenido por los alquileres. De manera que ese pequeño tenedor podría perfectamente dormir a pierna suelta y vivir cómodamente sin preocuparse siquiera del origen de sus ingresos, pues ya subcontrata a otros esta inquietud.

En cuanto a los grandes tenedores, son un conjunto de entidades muy diverso y amplio, de las cuales destacan el fondo de inversión norteamericano BlackRock, uno de los bancos de nuestro Ibex, Caixabank, y la Sareb o banco malo, que asumió con deuda pública casi la mitad de activos tóxicos (hipotecas infumables) de bancos que tuvieron que ser rescatados.

Las soluciones progresistas, como las burguesas en tiempo de Engels, sólo sirven para reproducir el problema.

Resulta evidente que estas soluciones progresistas no son más que un nuevo pacto de no agresión contra los grandes poderes económicos, un parche que trata de limitar la excesiva especulación y que perpetúa el problema.

El artículo de Juan López, publicado en Elcomun.es, llamado La vivienda y la construcción espacial capitalista, explica de manera brillante la manera en que el capitalismo moderno ha evolucionado desde aquella cuestión originaria en los tiempos del capitalismo incipiente en que vivió Engels.

Juan López, en su artículo, pone el foco en la verdadera clave: «algunos piensan que la sociedad falla cuando se desahucia a una anciana por una deuda ridícula (88€), pero no se ponen a pesar que el sistema (capitalista) sí funciona a pleno rendimiento». El parque público de las ciudades es insuficiente y el capitalista trata de revalorizar lo más posible su inmueble aumentando desmesuradamente su correcto valor.

Además de esta evidente treta, López señala otro aspecto intrínseco y fundamental: la organización del espacio social diseñada por el neoliberalismo. Recalificaciones de terrenos, el aprovechamiento de los intereses inmobiliarios por la liberalización del suelo, y todas las transformaciones que permitieron hacer de España el país del ladrillo y del milagro económico, que obviamente estaba construido sobre una burbuja.

Resulta interesante además otro artículo, aunque del año 2010, de Rolando Astarita, que analiza igualmente la cuestión de la vivienda desde el marxismo, citando también a David Harvey. En este caso referido a la Argentina, Astarita considera una suerte de acumulación originaria la revalorización del suelo. El suelo es una propiedad que en sí misma no tiene valor, aunque sí precio, que es dado por la necesidad de situar en una localización espacial cualquier actividad humana. Ese valor surge a partir de la capitalización de la renta que produce. Por ejemplo, un terreno comprado a un cierto precio adquiere más valor si se encuentra cerca de un mercado, un centro de trabajo, etc. Esto es, en la renta urbana influyen en grado sumo los procesos de valorización de los espacios que son producidos por el capital.

Si tratamos de explicarlo en palabras sencillas, el capitalismo no sólo reparte las cartas del juego a su conveniencia, sino que además decide cómo son las reglas con las que se va a jugar.

La disposición espacial, la característica de esas viviendas, su precio, la forma en que serán alquiladas y/o compradas, la manera en que se asegurará el cobro, las normas legales a nivel estatal que establecen la forma en que se trata al no pagador, el uso de las fuerzas legales y policiales… todo lo que tenga que ver con el asunto de la vivienda estará controlado por el sistema capitalista. Y este sistema sigue una lógica muy concreta: la concentración del capital y la necesidad permanente de valorización del capital, a toda costa.

Una solución que no sea engañosa

Así pues, como podemos ver, las palabras de Engels, aunque han visto pasar 152 años, son absolutamente necesarias hoy. Y no lo son porque dicten tal o cual fórmula magistral, sino porque señalan la manera en que debemos analizar y acometer el problema.

Probablemente, si a Engels se le explicaran las soluciones progresistas de hoy, contestaría: el paradigma (conjunto de ideas y valores que determinan la forma en que se percibe la realidad) que deben derribar y transformar es el sistema social en el que ustedes viven.

El método usado por Engels nos lleva a analizar la situación actual de una manera muy concreta. En el caso de España, un trabajador o trabajadora debería ser consciente, en primer lugar, de que su país carece de la soberanía necesaria para decidir cómo es su modelo productivo. España fue relegada a un papel turístico y hostelero a cambio de participar de las bondades de la entonces Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea. Además, por supuesto, de alinearse políticamente en la posición internacional que sigue los pasos -por fuerza- de la Alianza Atlántica. La disposición espacial de nuestras ciudades responde a la llamada de ese plan económico determinado para España: abandono de las industrias tradicionales y traspaso a las zonas turísticas.

La evolución del sistema capitalista y sus implicaciones en el imperialismo en el que vivimos, tejen una inmensa red de intereses comerciales, un entramado globalizado y de interminables ramificaciones, que finalmente permiten que un supuesto derecho fundamental, incluso bendecido por la Constitución, pase a ser un asiento mercantil más dentro de la estructura contable de inmensas empresas, como BlackRock, que son además fondos de inversión en los que participan otras empresas de importancia estructural como bancos (Caixa, Santander, BBVA) o energéticas (Naturgy, Repsol, Iberdrola). Estas grandes empresas pueden permitirse incluso el lujo de poseer miles de viviendas e hipotecas consideradas «activos tóxicos» sin que ello les suponga ningún perjuicio, antes bien serán «rescatadas» y solventados sus problemas con inyeccciones de capital público, en caso de caída.

Este es el panorama observado desde arriba, pero tiene también su reflejo si descendemos a mirar con lupa su composición interna. Las cúspide de la pirámide tiene su siguiente peldaño en las empresas inmobiliarias y turísticas.

Hace unos días vimos cómo el BCE anunciaba que no se plantea bajar los tipos de interés, las personas que necesiten solicitar créditos deberán seguir pagando más por ese dinero, según nos dicen, para combatir la inflación. Esto supone ralentizar el mercado para bajar la demanda y provocar así, con el tiempo, un descenso en los precios que teóricamente pondría de nuevo en marcha el ciclo. Pero la pregunta obvia es ¿qué tipo de usuario puede permitirse demorar en el tiempo la petición de un crédito? ¿Demorará más quien posee una serie de viviendas inhabitadas o quien necesita encontrar un lugar donde sus hijos duerman bajo un techo?

Veamos una curiosa noticia vista estos días. Seis de cada diez viviendas se compran en España al contado. Parece ser que esos compradores se tomaron muy en serio las recomendaciones del BCE, así que se dijeron a sí mismos ¡nada de créditos, que están muy caros, compraremos al contado!

Pero la priámide no se trunca ahí, tiene otro escalón más abajo. Como migajas que caen desde arriba, más allá de los grandes fondos de inversión, más abajo de las inmobiliarias y las grandes empresas turísticas y hoteleras, se encuentra una cohorte de pequeños propietarios (recordemos, de hasta 10 viviendas según la normativa española).

Según datos del INE, las viviendas de uso turístico se dispararon en España en 2023, por poner un ejemplo sólo en Madrid el número de pisos turísticos aumentó en 4.500 en el último año. De ese modo resulta inaccesible para una persona normal poder acceder a una vivienda ya no sólo en las zonas estrictamente turísticas, sino en cualquier otra que posea algúna forma de movilidad que permita cierta cercanía. El que no corre vuela y si ustedes tienen la paciencia de seguir las páginas de anuncios inmobiliarios, podrán observar que los anuncios más destacados -y los que menos duran- son los de viviendas con permiso turístico, verdaderas gangas para esos compradores que pueden permitirse seguir la estricta recomendación del BCE.

Y si no se puede comprar a tocateja para el lucro turístico, la pirámide reserva un último peldaño para los que poseen también hasta 10 viviendas, aunque no se encuentren ni siquiera cerca de un punto de interés para los viajeros, en las «zonas tensionadas» (las zonas donde el precio sube porque hay más necesidad de vivir en ellas) o 5 en las «zonas no tensionadas» (hasta que la escasa oferta las convierta en interesantes y pasen a estresarse y a tensionarse). Según estudios, los «pequeños propietarios» con viviendas alquiladas tenían de media 4,2 propiedades, y os hogares que alquilaron propiedades en 2022 ingresaron, de media, 15.600 euros anuales más que aquellos que no realizaron esta actividad.

Es decir, las familias rentistas son más ricas que el resto y esa diferencia tiende acentuarse cada vez más. La consecuencia es clara. Todas estas políticas no son más que defensas y garantías para rentistasEs la institucionalización con garantía de seguridad estatal del rentismo.

La pirámide queda así solidificada en su grandeza para que la contemplen las generaciones futuras. Una base de pequeños rentistas, que duermen a pierna suelta mientras se sostenga sobre su cabeza la cúspide empresarial que legitima -por la fuerza del aparato del Estado- la consideración de mercancía de lo que debería ser un bien común.

La solución (esbozada por Engels en el propio texto y que consistiría en "el mismo mecanismo que el Estado utiliza para de un plumazo requisar viviendas cuando quiere", pero invirtiendo el objetivo para expropiar los inmuebles dedicados a la especulación) pasa necesariamente por un primer paso: que la inmensa mayoría de esclavos que acarrean los bloques de esa pirámide se den cuenta de que son un número superior a la minoría que les fustiga. Eso sucedería, en palabras de Engels, "tan pronto como el proletariado conquiste el poder político".

En el párrafo final de Contribución al problema de la vivienda, Engels nos abre los ojos: «si esta polémica no ha de servir para otra cosa tiene de bueno por lo menos haber proporcionado la demostración de lo que vale la práctica de estos socialistas que se llaman prácticos. Estas proposiciones prácticas para acabar con todos los males sociales fueron siempre producto de fundadores de sectas (…) El desarrollo del proletariado ha enseñado a la clase obrera misma que no hay nada menos práctico que estas cavilosa soluciones prácticas preparadas de antemano y aplicables a todos los casos y que por el contrario el socialismo práctico reside en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos. Una clase obrera preparada en este orden de cosas no tendrá jamás dificultades para saber en cada caso dado de qué modo en contra qué instituciones sociales debe dirigir sus principales ataques«.

martes, 30 de enero de 2024

Por qué no cambiaron el «paradigma de la vivienda» ni lo van a hacer




El desarrollo del capitalismo ha enseñado a la clase obrera misma que no hay nada menos práctico que estas cavilosas “soluciones prácticas” aplicables a todos los casos, y que, por el contrario, el socialismo práctico reside en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos.
Federico Engels, Contribución al problema de la vivienda.

¿Por qué el Gobierno de Progreso no ha cambiado ningún «paradigma de la vivienda» ni se espera que vaya a hacerlo?

¿Por qué sus «políticas útiles» no son útiles para los trabajadores y sí lo son para los especuladores y rentistas?

Leer los anuncios de alquiler hoy es asomarse al abismo de la penuria española: «piso en sótano ideal para una persona» (zulo sin ventanas con cama junto a la lavadora, 800€); «coqueta habitación bien comunicada con el centro» (cuarto con dos camas en piso compartido del extrarradio cerca de una parada de bus, 350€).

La cuestión de la vivienda, como todas las cuestiones sociales, puede tratarse de dos maneras: teniendo en cuenta el problema de clase o no. O lo que es lo mismo, teniendo los pies en el suelo de la materialidad o aludiendo a fantasías. (Para el lector que se espante o se incomode con términos marxistas, añado al final una explicación).

Ni los llamados partidos progresistas, ni los medios afines dicen la verdad. Se achaca el problema a la especulación, observada como si fuera una cuestión ética y coyuntural, y que puede aplacarse con ciertas reformas. Pero como veremos es algo más profundo. Puede intuirse siguiendo por partes un sencillo razonamiento.

1 El contexto económico.

Durante la pasada legislatura del Gobierno teóricamente más progresista (esto es, la opción menos reaccionaria de las dos elegibles) las empresas incrementaron su beneficio 7 veces más que los salarios, en concreto las de IBEX aumentaron sus beneficios más de un 40%, y el negocio de la sanidad privada aumentó en un 53% continuando el expolio de la sanidad pública de la última década.

Este panorama, unido a la pérdida de poder adquisitivo de los españoles, tiene su guinda en otra de las cuestiones imprescindibles para la vida, una de esas que la Constitución (la norma por la que para otros asuntos muchos se golpean el pecho) considera un derecho fundamental: la vivienda.

Es necesario entender que las llamadas «políticas útiles» -ya sean de uno u otro bando político- en España son absolutamente dependientes de la Unión Europea. Nuestro modelo productivo, nuestro proyecto económico como país, nuestra legislación laboral, todo está supeditado a las decisiones de los organismos europeos. Organismos que, no olvidemos, exigen dedicar miles de millones a armamento militar y que subordinan el apoyo económico al recorte de gasto público.

2 Hay grandes y pequeños tenedores.

La Ley por el derecho a la vivienda, que ya analizamos aquí y fue vendida como un «cambio de paradigma», en verdad fue un nuevo pacto de no agresión contra los grandes poderes económicos, otro mal menor a comulgar con resignación religiosa. Incluso asociaciones contra los desahucios denunciaron su ineficiencia y defensores del consumidor como Facua advirtieron de sus posibles trampas.

Uno de los aspectos de la ley, verdaderamente asombroso, es que distingue entre grandes y pequeños tenedores. Para quien no lo sepa aún, un pequeño tenedor de vivienda no es una familia que tiene un garaje y lo alquila, o un pisito en la playa y saca algo de dinero rentándolo unos meses. Nada de eso. Según esta ley, un pequeño tenedor puede ser un señor con 10 viviendas dispuestas para alquiler (o negocio turístico dependiendo de la legislación regional), o 5 en zonas consideradas tensionadas (zonas de mayor valor por oferta insuficiente y cuyo precio puede ser excesivo para una familia media).

En lo que se refiere a los grandes tenedores, son un conjunto de entidades muy diverso y amplio, de las cuales destacan el fondo de inversión norteamericano BlackRock, uno de los bancos de nuestro Ibex, Caixabank, y la Sareb o banco malo (como si hubiera algún banco privado bueno), que asumió con deuda pública casi la mitad de activos tóxicos (hipotecas infumables) de bancos que tuvieron que ser rescatados (porque para eso el Estado sí tiene dinero, como con las armas).

3 El paradigma del rentista ni se toca.

Si, como vemos, nuestro Estado no es más que un agente que media entre los intereses de los especuladores y la necesidad básica de los trabajadores de vivir en algún sitio, y como hemos dicho no posee soberanía propia sino está a lo que ordene la Unión Europea, la pregunta está servida: ¿pueden los inquilinos esperar algo positivo del Gobierno?

Si por positivo entendemos que el precio del alquiler de un piso en un barrio obrero no subirá, de momento, más de las tres cuartas partes de uno de los salarios más bajos de Europa, la respuesta es sí.

¿Y esto va a ser así en el futuro o hay posibilidad de cambio? Les invito a observar en un breve razonamiento cómo funciona la UE.

Esta semana precisamente se decidió en uno de los organismos europeos si se bajaban o no los tipos de interés. Los tipos de interés son el coste de un préstamo (también se llama «precio del dinero»). Pues bien, el Banco Central Europeo lleva subiendo este «precio del dinero» desde hace tiempo, actualmente al 4.5%, y advierte de que ese listón no se va a bajar en mucho tiempo, según informó la señora Lagarde. Hablando en plata, los créditos seguirán siendo más caros hasta sabe dios.

Resulta muy asombrosa, casi tanto como lo del pequeño tenedor, la explicación que da el BCE para aumentar los tipos de interés. Observen la jugada. La lógica neoliberal nos vende que es una manera de combatir la inflación: si se aumentan los tipos, se aumenta el endeudamiento y en consecuencia se deja de comprar, al bajar la demanda bajan los precios y así se estimularía nuevamente el ciclo. Es decir, detener la inflación afectando aún más al poder adquisitivo, lo que lógicamente afectará más a las personas que necesitan créditos (a los que se suele recurrir para vivienda); si se trata de empresas, el aumento de los créditos obligará a subir los precios, lo que de nuevo viene a redundar en cargar el coste al consumidor. Si no lo creen pueden comprobarlo en la muy didáctica página del propio BCE.

Sin embargo, los expertos nos dicen que este dogma, subir tipos de interés igual a disminución de la inflación, no tiene ninguna justificación en la práctica ni en la historia, tal como se explica en este recomendable artículo. De hecho, un país nada sospechoso de ser socialista, Japón, lleva años con un tipo cercano al 0% y ha obtenido buenos resultados tanto de oferta de vivienda como de empleo.

4 Las políticas útiles tienen truco

Así pues, es evidente para quien tenga ojos en la cara que con la vivienda ocurre como con otros aspectos esenciales de la vida de las personas: en capitalismo es una herramienta para la explotación, una necesidad universal que para los grandes y pequeños tenedores se convierte en una suculenta posibilidad de especular. Lo mismo que la sanidad o la educación.

La peculiaridad de la vivienda es que además puede estancarse indefinidamente pues siempre estará disponible, así como ocurre con los recursos naturales que acumulan las lucrativas empresas energéticas, líderes de nuestro Ibex. El poseedor de vivienda o de acciones de energéticas duerme a pierna suelta, así como el banquero vendedor de crédito, sabedores de que nosotros, pobres mortales, acudiremos antes o después a comprarles su mercancía.

Y como mercancía es el fetiche máximo, el referente absoluto, intocable como la propiedad privada. Ningún partido político, por muy de izquierdas que se estime en el estrecho espectro parlamentario, tocará jamás esos fundamentos. Porque son los pilares sobre los que se sostiene el edificio económico de la UE, sucursal europea de los intereses de la OTAN. Esto a nivel continental, pero también a nivel nacional. ¿Alguien cree que un Gobierno metería mano a los «pequeños rentistas» si con ello perjudica a los grandes?

Todas estas políticas no son más que defensas y garantías para rentistas, dinero fácil para especuladores. Les está ocurriendo así a nuestros hermanos en Argentina, país en el que han recurrido a un payaso ultraliberal para colar que el 10% del PIB se destine al pago de intereses. Es la institucionalización con garantía de seguridad estatal del rentismo.

5 ¿Solución?

La primera medida que deberían abordar los teóricos partidos de izquierdas es no mentir. Explicar la verdad. Sería posiblemente incluso más efectivo para obtener votos, explicar que lo único que pueden hacer es gestionar dentro del estrecho margen entre el capitalismo salvaje y el moderado, porque les da miedo cualquier movimiento de masas y ni siquiera están dispuestos a hacer huelgas generales.

El siguiente paso sería proponerse que existe vida más allá del capitalismo y de las sucursales del imperialismo norteamericano que somete la soberanía de nuestros progresistas Estados. No hay un abismo con monstruos, no, de hecho, la alternativa al sometimiento de las empresas que enriquecen a una minoría es mucho mayor, es un extenso terreno donde conviven la inmensa mayoría de la población mundial, su clase trabajadora, que son los que realmente producen.

No es lo mismo vida la de una persona que depende de cobrar su salario el siguiente mes para poder pagar la hipoteca o al alquiler, que gestionar la posesión de 5 o 10 viviendas y poder especular con ellas, que incluso permite subcontratar las tareas a un empleado y despreocuparse. Muchísimo menos quien puede permitirse vivir de los beneficios de acciones en fondos de inversión como BlackRock. No son la misma clase social. Los socialdemócratas se esforzarán en disimular esta diferencia social. Es por eso que en sus discursos políticos jamás aluden a la lucha de clases, o incluso afirman que esas clases ya no existen en la sociedad actual.

La solución de la vivienda, así como del expolio de la sanidad pública o el deterioro de la educación también pública o nuestra vergonzosa implicación en guerras imperialistas como la de Ucrania o el genocidio del pueblo de Palestina, pasa por entender que nuestro Estado es un mero gestor de los intereses económicos de una minoría social. Sólo saliendo de los organismos continentales que avasallan la soberanía popular, será posible una verdadera alternativa fiable y eficaz para la clase trabajadora.


  1. En Contribución al problema de la vivienda, Federico Engels acomete la cuestión que nos ocupa en esta entrada. Es cierto que lo hace con una diferencia de 150 años, pero su análisis sigue siendo útil para entender la actualidad.
    En el texto, que es una reunión de tres artículos, Engels desmenuza las propuestas anarcosindicalistas de Proudhon y las de autores pequeño burgueses, explicando que ambas son ilusorias e ineficaces porque desatienden la cuestión de fondo, que es el sistema capitalista y su disposición social en clases antagónicamente enfrentadas.

    Vendría a ser un reflejo en campo de la vivienda de la discusión entre el socialismo utópico y el científico. Resulta curioso, haciendo un paralelismo con nuestras «políticas útiles», que Engels llega a usar la expresión «socialistas prácticos» en referencia a los pequeñoburgueses.

    Al final del texto, Engels realiza una contundente crítica de ese socialismo práctico: «Si esta polémica no ha de servir para otra cosa, tiene de bueno, por lo menos, el haber proporcionado la demostración de lo que vale la práctica de estos socialistas que se llaman prácticos. Estas proposiciones prácticas para acabar con todos los males sociales, estas panaceas sociales, fueron siempre y en todas partes producto de fundadores de sectas que aparecieron en el momento en que el movimiento proletario estaba aún en la infancia».

    Las soluciones anarquizantes y de ese socialismo «práctico» apelan a ideales como la justicia o la igualdad. Del mismo modo que nuestros paladines actuales de la democracia capitalista apelan a la ética de los grandes empresarios. En otro pasaje del texto, expone: «Los socialistas burgueses quieren, como ya dice El Manifiesto Comunista “remediar los males sociales con el fin de consolidar la sociedad burguesa”, quieren la “burguesía sin el proletariado”.

    La miseria reflejada por Engels en esta u otras obras, correspondiente a la sociedad de su siglo, permanece en nuestro siglo con diferente aspecto, pero no deja de ser el mismo perro con distinto collar. Los suburbios donde entonces se propagaban las enfermedades como el tifus son hoy los pisos donde todas sus habitaciones están realquiladas (recordemos el confinamiento en la pandemia). Y la alternativa de la hipoteca para ser propietario, es como entonces una manera de amarrar al trabajador o trabajadora a la cadena que le unirá con el banco durante toda su vida, hasta la muerte.

    El problema de la vivienda es, por tanto, inherente a la propia naturaleza capitalista. Si el empresario estima la cantidad mínima de salario que puede pagar para que el obrero necesite volver al mes siguiente, lo mismo hace con las condiciones de la vivienda, procurará las reformas y alivios temporales que no impida al usuario un mínimo necesario para tener donde descansar en sus escasos momentos libres. Romper esa lógica sería modificar el ADN que el sistema emplea para reproducirse y permanecer; una mutación en esas condiciones sociales incurriría en el riesgo de transformar el propio sistema, que lógicamente sería el pavor de quienes se benefician con él y pueden permitirse una vida relajada como beneméritos rentistas.