viernes, 16 de noviembre de 2018

Oposición entre las concepciones materialista e idealista. (La ideología alemana).


Todos nosotros nos habremos planteado alguna vez alguna duda de este tipo: ¿qué es más determinante en el comportamiento del ser humano, la experiencia particular o la carga genética heredada?; ¿en el conocimiento de la realidad, qué es más importante, las características de nuestro pensamiento o las propiedades de los objetos en los que pensamos?


La cuestión del conocimiento puede hacernos oscilar entre posiciones subjetivistas, que anteponen la importancia del individuo y su pensamiento, las ideas, y posiciones objetivistas, en las que prima la realidad de manera independiente del pensamiento humano. ¿Es más importante el modo en que interpretamos el mundo, nuestras ideas, o el pensamiento viene de algún modo determinado por las circunstancias?

Este debate, aparentemente superfluo y trivial en lo referente a nuestra vida diaria, adquiere una relevancia fundamental en cuanto el punto de vista pasa de lo particular a lo social. 

Los valores (la justicia, la igualdad, la libertad) pueden existir por sí mismos para algunos y para otros depender de la percepción particular. La sociedad puede estar fundamentada en valores que sean universales y permanentes a lo largo del tiempo o bien ser producto de las circunstancias materiales. 

Marx y Engels enfocaron desde este debate la polémica que los filósofos de su época mantuvieron para criticar los posicionamientos de las figuras contemporáneas de la socialdemocracia. Entendieron que las tesis de la izquierda socialista de sus coetáneos pecaban de idealismo y propusieron una perspectiva materialista.

En prólogos de obras de ambos autores encontramos referencias a este debate. 
En su trabajo "Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas", dice Federico Engels: "En Mánchester, me había dado yo de bruces contra el hecho de que los fenómenos económicos forman la base sobre la que surgen las actuales contradicciones de clase; y de que estas contradicciones de clase sirven, a su vez, de fundamento a la formación de los partidos políticos,a las luchas entre los partidos y, por consiguiente, a toda la historia política. Marx no sólo había llegado a la misma concepción, sino que ya para entonces ... (en 1844) la había generalizado en el sentido de que, en términos generales, no es el Estado el que condiciona y regula la sociedad civil, sino ésta la que condiciona y regula el Estado."

Desde encuentro de ambos pensadores en París en 1844 (y las posteriores deportaciones sufridas por la familia de Marx) surge la necesidad de plantear por escrito las tesis que ambos compartían. Fruto de ello es una serie de manuscritos que no llegaron a publicar, dada la actividad revolucionaria en la que ambos desarrollaron sus vidas. Posteriormente fueron publicadas en antologías de sus obras completas. "Confiamos el manuscrito", dice Marx, "a la crítica roedora de los ratones, de tanto mejor grado cuanto que habíamos conseguido ya nuestro propósito fundamental, el cual no era otro que esclarecer las cosas ante nosotros mismos".

Estos manuscritos, recogidos bajo el título de La ideología alemana (Crítica de la novísima filosofía alemana), son el objetivo de esta entrada, en concreto sus primeras páginas (parte I, Feuerbach). Procuraré usar el texto para hacer una especie de resumen, pues en sí es bastante explícito, señalando en verde el texto literal



El objetivo de La ideología alemana queda claro en otro prólogo, en el de la Crítica de la Economía política"desentrañar conjuntamente el antagonismo entre nuestra concepción y la concepción ideológica de la filosofía alemana en realidad, ajustar cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior. Y el propósito se llevó a cabo bajo la forma de una crítica de la filosofía posthegeliana"

En el prólogo ambos autores nos revelan con claridad sus intenciones, con ácida ironía hacia sus rivales filosóficos: 
Hasta ahora, los hombres se han formado siempre ideas falsas acerca de sí mismos, acerca de lo que son o debieran ser. Han ajustado sus relaciones a sus ideas acerca de Dios, del hombre normal, etc. Los frutos de su cabeza han acabado por imponerse a su cabeza. Ellos, los creadores, se han rendido ante sus criaturas. Enseñémoslos a sustituir estas quimeras por pensamientos que correspondan a la esencia del hombre, dice uno, a adoptar ante ellos una actitud crítica, dice otro, a quitárselos de la cabeza, dice el tercero, y la realidad existente se derrumbará. 
Estas inocentes y pueriles fantasías forman el meollo de la filosofía neohegeliana en boga(...) El primer volumen de la presente publicación se propone desenmascarar a estas ovejas que se hacen pasar por lobos y son tenidas por tales.

En esta parte primera, centrada en Feuerbach, Marx y Engels crítican a anteriores filósofos alemanes por su dependencia de Hegel. Consideran que en sus textos hay permanentes alusiones a la religión, que emplean como una explicación para todo: A ninguno de estos filósofos se le ha ocurrido siquiera preguntar por el entronque de la filosofía alemana con la realidad de Alemania, por el entronque de su crítica con el propio mundo material que la rodea.

¿Cuáles son las premisas de las que arranca la concepción materialista de la historia? 

Las premisas de que partimos no son arbitrarias, no son dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica.

Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida, paso este que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.


El modo de producir los medios de vida de los hombres depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que hay que reproducir.

Encontramos aquí una explicación o definición del concepto de medios de producción que luego será fundamental en el desarrollo de El Capital:  Este modo de producción no debe considerarse solamente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo de cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.


Destaca aquí el aspecto social del concepto, su amplitud en el conglomerado de situaciones y circunstancias que suponen la estructura de una sociedad, observado de manera dialéctica como un todo en el que todos los matices no están aislados sino que influyen unos en otros: Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un trato entre los individuos. La forma de esté intercambio se halla condicionada, a su vez, por la producción.

Toda nueva fuerza productiva, cuando no se trata de una simple extensión cuantitativa de fuerzas productivas ya conocidas con anterioridad (como ocurre, por ejemplo, con la roturación de tierras) trae como consecuencia un nuevo desarrollo de la división del trabajo.


Marx hace aquí una explicación histórica de las diferentes fases de la producción: tribal, época antigua y feudal, señalando en cada una de ellas las peculiaridades de los medios de producción y la evolución de estos en el tiempo de manera que condicionan el paso de unas etapas a otras y transforman la vida de los seres humanos.


A partir de aquí entran en el meollo de la concepción materialista, el ser social y la conciencia social:


Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos que se dedican de un determinado modo a la producción, contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas determinadas. La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de embaucamiento y especulación, la relación existente entre la estructura social y política y la producción. La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad.


La producción de las ideas, las representaciones y la conciencia aparece, al principio, directamente entrelazada con la actividad material y el trato material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. La formación de las ideas, el pensamiento, el trato espiritual de los hombres se presentan aquí todavía como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero se trata de hombres reales y activos tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el trato que a él corresponde, hasta llegar a sus formas más lejanas. La conciencia jamás puede ser otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología, los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina proviene de su proceso de vida directamente físico.


Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellos correspondan pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su trato material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. 


En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Tranquilos, no estamos en un régimen comunista

Desde aquel "tranquilos no soy comunista" no veíamos unas declaraciones dignas del premio anticomunista del año como las de la Ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, quien en referencia al caso Alcoa espetó ayer lo siguiente:


Las declaraciones (literalmente "no estamos en una economía estatalizada, cómo intervenir la empresa, no estamos en un régimen comunista"), que puedes consultar pinchando este enlace, son en mi opinión tan alucinantes que merecen ser analizadas punto por punto:

1. La multinacional americana productora de aluminio Alcoa anunció el mes pasado el cierre de sus plantas de La Coruña y Avilés, tras haber triplicado las pérdidas con respecto al año anterior.

2. El cierre de las plantas gallega y asturiana supone el despido de 700 trabajadores.

3. La empresa era antes de participación pública, se llamaba Inespal (Industria Española del Aluminio) y fue vendida a Alcoa en 1998 bajo el mandato de Aznar, en unas condiciones muy ventajosas, sus plantas habían sido modernizadas poco antes y sus cuentas anuales daban beneficios (comprobar aquí).

4. La empresa ya privatizada ha sido la mayor beneficiaria de las ayudas llamadas subastas de interrumpibilidad, una especie de rebajas en la factura eléctrica que suponen el descuento de cientos de millones de euros.

5. Pese a esos evidentes favores a la privatización, y pese a significar el despido de cientos de personas, la ministra considera que intervenir una empresa es propio de "regímenes comunistas".

6. La ministra pertenece, para más inri, a un partido que dice ser "socialista y obrero". Y su cartera es de...trabajo!

7. La Constitución de 1978, esa que se reforma o se aplica según convenga, dice en su artículo 128: "Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general."

8. Incluso durante gobiernos socialdemócratas anteriores se han nacionalizado empresas y no había tanto escándalo neoliberal.

Por tanto, un trabajador que observe la jugada vista por el VAR, puede llegar sin mucho esfuerzo a las siguientes conclusiones, que la ministra "socialista" sirve en bandeja:

-- El comunismo es una ideología terrible que tiene el pernicioso fin de proteger a los trabajadores por encima de intereses privados.

-- El comunismo, incluso el verdadero socialismo, ese régimen nefasto, supone lo contrario a privatizar empresas, lo contrario a beneficiar con dinero de todos a intereses privados (recordemos que en España se ha dedicado dinero de las pensiones a rescatar autopistas privadas), supone dedicar la riqueza común a mantener la vida y los derechos de la clase trabajadora.

-- Por tanto, lo opuesto al terror comunista, la libertad de poder comprar empresas, la alegría de ser despedido, el audaz emprendimiento de beneficiar a empresas privadas con ayudas estatales, es lo opuesto al comunismo, y esa ideología tiene un nombre:
 C  A  P  I  T  A  L  I  S  M  O

miércoles, 31 de octubre de 2018

¿Por dónde empezar a leer? Tres fuentes del marxismo.


Vi ayer una encuesta de un tuitero comunista en la que preguntaba opiniones sobre el texto más apropiado para iniciar a un amigo en el descubrimiento del marxismo. 

Las opciones de respuesta variaban entre el Manifiesto, El Estado y la Revolución, los cuadernos de Marta Harnecker o Politzer. Yo voté por el Manifiesto por su simbolismo como declaración o proclama para todos los comunistas del mundo y por su significado histórico (que por cierto puedes repasar en este blog en algunas entradas como ésta o también en esta otra). Pero la verdad es que para alguien que se inicie en este tema -pienso sobre todo en una persona joven o con no muchos conocimientos de Historia- el Manifiesto puede resultar algo pesado (¿quiénes son Metternich o Guizot?, ¿qué es eso de un fantasma?, ¿a santo de qué hablar de Roma o el Medievo?). Necesita sin duda unas indicaciones previas o una decidida voluntad del lector en informarse. 
El Estado y la Revolución (disponible aquí para todos los públicos) es bastante denso también y tiene las habituales zurras de Lenin hacia los oportunistas de su tiempo, que pueden echar para atrás a un lector principiante.
Los textos de filosofía adaptados sobre las enseñanzas de Politzer (también gratis en este blog) me parecen más didácticos y más asequibles para iniciarse.

Luego recordé aquel texto breve de Lenin que se llama Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. Este pequeño folleto, de apenas tres paginitas en octavo, creo que puede cumplir perfectamente esa función de texto iniciatorio. Por breve, por su claridad y porque cumple perfectamente la intención que -supongo- pretendía Lenin, reforzar el sentido revolucionario de las tesis marxistas.
Apenas empezamos a leer el folleto y nos encontramos en la primera página, en una especie de pequeño prólogo antes de enumerar las famosas tres fuentes, una de esas frases contundentes de nuestro amigo Vladimir:

"La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta."

Aquí es donde un lector posmoderno se hace cruces y clama ¡dogmatismo!. Tranquilos. Está claro que, sacada de contexto, no parece la frase más acertada desde el punto de vista dialéctico para ofrecer a un iniciado. Tengamos en cuenta que Lenin escribe para el lector de 1913, cuando aún se prepara el nivel de conciencia alcanzado años más tarde en la Revolución de Octubre. Si leemos el párrafo que la precede, el autor se preocupa en exponer con claridad que: "En el marxismo nada hay que se parezca al sectarismo".

¿A qué se refiere Lenin entonces al calificar al marxismo de "todopoderoso"?

En mi opinión, la referencia es al carácter irrebatible del marxismo como herramienta eficaz para interpretar la realidad y a la vez para ser el método adecuado de acción en la práctica. En los siguientes aspectos:

-- el marxismo no es una mera teoría económica, como a veces pretenden sus detractores; comprende conceptos de filosofía política que abarcan aspectos de la Sociología, la Historia, Filosofía y otros saberes. Es un todo "completo y ordenado, que da a las personas una idea del mundo completa y armónica, intransigente con toda superstición". 

-- a pesar de haber sido "superado" por constantes intérpretes y traductores, a pesar de haber  "revivido" tras innumerables muertes y crisis (también las hubo en época de Lenin), ni siquiera estos detractores que anuncian las diversas muertes del marxismo pueden negar que se trata de el método más correcto de explicar el mundo en que vivimos, la sociedad capitalista. El método más correcto por no decir simplemente el método. En definitiva, sin el análisis marxista no tendríamos hoy una visión correcta de la sociedad desde el siglo y medio de vida del Manifiesto y El capital hasta nuestros días.

-- este análisis desvela, descubre, la división de clases que encubre la democracia capitalista, y pone en evidencia también que esa falsedad democrática, que genera una tremenda desigualdad, es estructural en el capitalismo. Es decir, es propio del sistema y por tanto no se sostienen las teorías que pretenden una reforma en el capitalismo. Además, el marxismo expone la necesidad de un ente de dominación, el Estado, que sostenga de cualquier manera, a veces tolerada y a veces violenta, esa división de clases. 

Es por ello que afirma Lenin en el inicio de las Tres fuentes: "el marxismo suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social "imparcial". De uno u otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los beneficios del capital."

Tras esta entrada, enumera las fuentes, que son la filosofía clásica alemana, el socialismo francés y la economía política inglesa. 

Es interesante la lectura por el atractivo del propio texto y aparte porque Lenin aconseja al lector a su vez la lectura de otros textos de Marx y Engels. Así, para el asunto de la filosofía alemana recomienda leer el Anti-Dühring y la parte de La ideología alemana referida a Feuerbach, para conocer la diferencia entre una perspectiva dialéctica de la idealista. 

Sobre la economía política menciona a Smith y Ricardo, ambos ingleses (también lo eran Malthus o Stuart Mill, dado que Inglaterra era el país donde más se desarrolló el capitalismo) y explica en breves palabras la importancia de la teoría de la plusvalía y el papel protagonista de la clase trabajadora.

En cuanto al socialismo francés subraya el carácter revolucionario del marxismo frente a las visiones bienintencionadas pero utópicas de los contemporáneos de Marx (y posteriores hasta la fecha), la importancia de revelar la lucha de clases y termina con otra frase de las antológicas, que pongo en forma de meme y que ojalá sirviera para hacerse viral en las redes sociales: 

Salud.



viernes, 26 de octubre de 2018

El concepto de Ejército Industrial de Reserva

En la entrada anterior (aquí) intentaba rebatir la crítica posmarxista o posmoderna de Laclau sobre la idea de ejército industrial de reserva o sobrepoblación relativa. Dada la confusión que este tipo de mensajes provoca entre los trabajadores actuales, que les lleva a creer que la teoría económica de Marx está desfasada (y por tanto hay que repensarla, articularla en el ahora, explorar las nuevas sensibilidades y toda esta fraseología común hoy), me parece que cualquier aclaración y recordatorio de este concepto nunca viene mal. Porque, queramos o no, los desempleados siguen siendo legión y el rol que les endosa el sistema es incuestionable.


"Buscamos gente hambrienta", dicen estos simpáticos jóvenes emprendedores de un neobanco "millenial", que estén dispuestos a captar 200 clientes sin percibir un euro a cambio (noticia real y no manipulada de este mismo mes). El banco, para más burla, se llama Revolut, suponemos porque este engaño lo considerarán revolucionario, algo propio de nuestra modernidad y nunca visto antes.


Sobrepoblación relativa o Ejército Industrial de Reserva.

¿Qué es? En los capítulos finales del primer volumen de El capital, Marx expone el proceso de acumulación del capital y la "influencia del acrecentamiento del capital sobre la suerte de la clase obrera". 
Como sabemos, este crecimiento, dado que la dualidad capital-trabajo tiene un carácter antagónico, de lucha de contrarios, se produce sólo en uno de los polos, en el del capitalista. En el otro polo, el de la clase trabajadora, el acrecentamiento es en número, en la cantidad de proletarios. El incremento dentro del capital se produce en su parte variable, la que corresponde a la fuerza de trabajo. Parte del plusvalor (el valor extra que el obrero crea por encima del valor de su propio trabajo) obtenido por el capitalista se emplear en comprar más fuerza de trabajo para seguir resultando beneficioso; por tanto, en su origen, la acumulación exige la compra de más obreros.

Dentro del proceso de producción hay momentos de condiciones favorables, bonanza, en las que la demanda de obreros supera a la oferta y los salarios pueden aumentar, de manera que las "cadenas de oro" que sujetan a los trabajadores resultan menos tirantes. Esto no supone que desaparezca la lucha de contrarios, como veremos. En esta situación la acumulación puede seguir creciendo o bien puede verse perjudicada por ese aumento de salarios. Ante esto el proceso reacciona haciendo descender los salarios y por tanto haciendo desaparecer el inconveniente.

Es decir, la acumulación capitalista nunca cesa en el grado de explotación que pueda poner en peligro el propio proceso, el trabajador está siempre atrapado en este ciclo. Simplemente sus condiciones, la magnitud del salario, pueden oscilar según los movimientos del proceso, dependen de él.

A su vez el capital va adquiriendo más medios de producción (se invierte en maquinaria, materias primas, etc), lo que acelera la acumulación y desarrolla el proceso de producción. Cada capital independiente crece, pero se encuentra con otros capitales que también se amplían. Ante este roce el capital tiende a centralizarse, las fuerzas se fusionan o son absorbidos unos por otros, los menos competitivos por los más competitivos, en una evolución inevitable dada la necesidad del sistema de generar beneficios sin descanso. En este proceso de concentración se produce el efecto contrario al de su comienzo, debido a que entran en juego nuevos factores empujados por esa concentración y agrandamiento del sistema (créditos, aumento y mejora de maquinarias, etc), el capital repele cada vez más obreros antes ocupados, de manera que se produce una sobrepoblación o "ejército de reserva".


Esta sobrepoblación, explica Marx en la misma obra, es una necesidad, una condición de existencia del propio sistema

"esta superpoblación se convierte a su vez en palanca de la acumulación del capital, más aún, en una de las condiciones de vida del régimen capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva, un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y mantuviese a sus expensas. Le brinda el material humano, dispuesto siempre para ser explotado a medida que lo reclamen sus necesidades variables de explotación e independiente, además, de los limites que pueda oponer el aumento real de población. Con la acumulación y el consiguiente desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, crece la fuerza súbita de expansión del capital, no sólo porque crece la elasticidad del capital en funciones y la riqueza absoluta, de que el capital no es más que una parte elástica, no sólo porque el crédito, en cuanto se le ofrece un estímulo especial, pone al alcance de la producción, como capitales adicionales, en un abrir y cerrar de ojos, una parte extraordinaria de esta riqueza, sino porque, además, las condiciones técnicas del propio proceso de producción, la maquinaria, los medios de transporte, etc., permiten, aplicados en gran escala, transformar rapidísimamente el producto excedente en nuevos medios de producción. La masa de riqueza social que al progresar la acumulación desborda y es susceptible de convertirse en nuevo capital, se abalanza con frenesí a las viejas ramas de producción cuyo mercado se dilata de pronto, o a ramas de nueva explotación, como los ferrocarriles, etc., cuya necesidad brota del desarrollo de las antiguas. En todos estos casos, tiene que haber grandes masas de hombres disponibles, para poder lanzarlas de pronto a los puntos decisivos, sin que la escala de producción en las otras órbitas sufra quebranto. Es la superpoblación la que brinda a la industria esas masas humanas." 

Tenemos como resultado entonces a los trabajadores diferenciados entre un grupo activo y otro de reserva. La proporción entre ambos será variable y dependerá del ciclo económico. A su vez esta población toma tres formas de existencia principales: fluctuante (la que entra y sale, propia de la industria), latente (propia del sector agrícola que siempre está a punto de convertirse, por necesidad, en proletariado urbano) y estancada (formada por el empleo irregular, lo que llamaríamos hoy economía sumergida, en condiciones de vida por debajo de la media). Bajo estas capas se encuentra un sedimento inferior, el pauperismo, formado por el resto de pobres que quedan fuera del sistema permanentemente.

Otra simpática oferta laboral que una visión posmoderna consideraría original y propia del mundo actual, que sólo puede denominarse con un neologismo como "uberizar". A nosotros los trabajadores se nos ocurren muchos nombres para mencionarlo, ya conocidos.

¿Qué objetivos logra esta sobrepoblación para el capital? 
Por una parte supone un colchón de seguridad al que recurrir a la espera de un crecimiento demográfico o a la llegada de las nuevas generaciones a la edad laboral. Por otro, más importante, supone una oferta permanente de mano de obra dispuesta a tomar empleos a menor salario y por tanto una competencia constante para sus compañeros que se encuentran trabajando.

En otra de sus obras, Trabajo asalariado y capital (que he tratado en esta entrada y cuya lectura, muy cortita, te recomiendo), Marx escribe:

Más arriba, hemos descrito a grandes rasgos la guerra industrial de unos capitalistas con otros. Esta guerra presenta la particularidad de que en ella las batallas no se ganan tanto enrolando a ejércitos obreros, como licenciándolos. Los generales, los capitalistas rivalizan a ver quién licencia más soldados industriales. (...) A los señores capitalistas no les faltarán carne y sangre fresca explotables y dejarán que los muertos entierren a sus muertos. Pero esto servirá de consuelo más a los propios burgueses que a los obreros. Si la maquinaria destruyese íntegra la clase de los obreros asalariados, ¡que espantoso sería esto para el capital, que sin trabajo asalariado dejaría de ser capital! Pero, supongamos que los obreros directamente desalojados del trabajo por la maquinaria y toda la parte de la nueva generación que aguarda la posibilidad de colocarse en la misma rama encuentren nuevo empleo. ¿Se cree que por este nuevo trabajo se les habría de pagar tanto como por el que perdieron? Esto estaría en contradicción con todas las leyes de la economía.

En conclusión, el ejercito industrial de reserva o sobrepoblación relativa supone una importante palanca de la acumulación e incluso una condición de existencia , porque está a disposición de las variables del proceso de acumulación y porque regula los salarios a conveniencia de los capitalistas.


Fuente y lectura recomendada: La teoría económica de Marx, Francisco Erice, materiales del PCE.

Otras entradas relacionadas en este blog: 




martes, 23 de octubre de 2018

Objeciones a las objeciones de Laclau sobre el concepto de ejército industrial de reserva


Buscando información sobre el concepto de "ejército industrial de reserva" encontré ayer un interesante video del pensador argentino Ernesto Laclau, que recoge un pasaje de una conferencia suya en la Universidad Católica de Perú, Lima. 
Puedes ver el vídeo (es corto, de unos 5 minutos) haciendo haciendo click sobre estas letras.




En este pasaje de su conferencia, Laclau explica la noción de desempleo en Marx. En breves palabras, Laclau afirma que Marx "trata de introducir" al desempleado en la lógica del capital a través de la categoría de ejército industrial de reserva. Dentro de esa lógica, el desempleo viene a cumplir una funcionalidad durante los periodos de crisis, en los que se reduce la demanda de mano de obra, en forma de competencia entre los propios obreros parados, lo que hace aumentar la ganancia por la bajada de salarios.

Laclau ve algunas pegas en los argumentos marxistas. Considera que, dado que según el propio Marx los salarios no pueden bajar de un nivel mínimo de subsistencia -por debajo del cual el proletariado desespera o muere-, no se explica por tanto la saturación  de parados producida por el desempleo estructural, que crece hasta producir una cifra de desempleados superior a la teóricamente necesaria para ser funcional para el sistema, de manera que se escapa de esa lógica, como un sector marginal fuera de ella.

Laclau recurre a una cita de Trotsky para proponer que si "el desempleo estructural continúa tendremos que repensar la teoría marxista de las clases sociales". Termina comentando que "cada vez más sectores pueden ser articulados por lógicas distintas tal y como Marx las pensó".

Bien. Creo que las objeciones de Laclau tienen varios puntos débiles evidentes. Voy a explicarlas y si por casualidad en el ciberespacio esta entrada encuentra un lector que considere que mis objeciones son a su vez incorrectas, su opinión será bienvenida en el recuadro para comentarios que está abierto al final.

La pregunta que me hago es  ¿cabe poner en duda la existencia de las clases sociales y el antagonismo capital/trabajo debido a que el desempleo desmesurado crea un exceso de desempleados que supera el concepto marxista de ejército de reserva?

Para empezar, en mi modesta opinión, creo que Marx deja suficientemente desarrollado el concepto en el capítulo XXIII del primer tomo de El capital, donde al explicar la acumulación capitalista especifica que ese cambio en el capital no es sólo cuantitativo sino cualitativo, esto es, además de crecer aumentando en cantidad también cambia cualitativamente, variando la proporción entre capital constante y variable. Dicho en palabras llanas, es la parte del trabajador la que va aportando cada vez más a ese incremento, el capital crece a costa de exprimir progresivamente el trabajo.

Si esto sucedía en época de nuestro amigo Carlos Marx (que además él mismo se encarga de aclarar que no fue el único ni el primero que observó este proceso), creo que sería ridículo afirmar que en nuestros días ha dejado de suceder por muy heterogéneo y diverso que se haya vuelto el panorama. Si observamos el ejemplo de la economía actual española, llegaremos a concluir sin mucha dificultad que la mayor parte del gasto y del esfuerzo en "superar la crisis" está recayendo sobre las sufridas espaldas de lo que ahora se llama ciudadanía y que antes era proletariado o clase obrera. Ante la ausencia de nuevos mercados en los que medrar y bajo la alargada sombra de la explosión de una nueva burbuja ahora de tipo financiera, los empresarios están basando esa supuesta recuperación española en el recorte de derechos laborales, empleo precario y el aumento de un ejército de desempleados, cuyas filas engrosan soldados cada vez más veteranos, bajo la excusa de la austeridad y el cumplimiento del pago de las diversas deudas.

Prosigue el amigo Marx un poco más adelante del mismo capítulo y explica que, durante esas fluctuaciones,  "al producir la acumulación del capital, la población obrera produce también, en proporciones cada vez mayores, los medios para su propio exceso relativo". Es una de las "condiciones de vida del régimen capitalista de producción". Nuevamente en palabras sencillas, el sistema es en sí mismo formado por un mecanismo de antagonismo u oposición entre capitalistas y trabajadores. Es inevitable. Únicamente será matizado o disfrazado bajo distintas máscaras en la actualidad, con las peculiaridades modernas, pero del mismo modo y mecanismo expuesto en El capital. 

Esas fluctuaciones en el desempleo y en las sucesivas subidas y bajadas de salarios son, por tanto, provocadas de manera interesada por el propio sistema, tanto las que producen subidas como bajadas, según sea preciso para el mantenimiento del juego.

Aquí quizás cabría replicar que, sin embargo, hoy día el desempleo ha alcanzado cifras tan desmesuradas que, siguiendo el razonamiento señalado de Trotsky o Laclau, podríamos poner en duda la eficacia de esta explicación, en la duda que nos crea esa supuesta funcionalidad de tan exagerada cifra de parados.

En mi opinión, Laclau no tiene en cuenta en su debida forma que los conceptos empleados por Marx, tales como el tiempo de trabajo socialmente necesario o medios de subsistencia, deben ser entendidos bajo la perspectiva social e histórica. Ese nivel mínimo de subsistencia no es una cantidad estándar que se aplique por una convención entre las partes negociadoras. Su valor es relativo y depende de múltiples factores. En la época de Marx, por ejemplo, el trabajo fabril más sencillo era dedicado al trabajo infantil o era más propicio para emplear a  trabajadoras mujeres que a hombres; hoy día, pese al avance social, el sistema busca las revueltas para continuar exprimiendo a la clase trabajadora de un modo semejante. Las peculiaridades históricas dependerán de las circunstancias políticas, legales o incluso morales, pero siempre enfocadas a sostener ese antagonismo. Antes más evidentes, ahora más veladas y complejas, pero semejantes. Estas peculiaridades son como sabemos producto no sólo de la dominación puramente económica, pues pueden intervenir factores ideológicos.


Las artimañas del sistema hoy se basan, entre otros factores, en normalizar ese pauperismo  del trabajador y en homologar como natural las condiciones precarias de trabajo: becarios, promesas de contrato con un periodo de trabajo gratuito, creación de falsos autónomos, etc. De hecho hoy día el tener un empleo no garantiza vivir fuera de la pobreza. De este modo no es tan sencillo diferenciar el grupo de trabajadores con empleo del grupo de desempleados, e incluso dentro de ellos la proporción que es funcional para el sistema de la que queda marginada. El argumento de Laclau queda por tanto un poco en el aire, puesto que no es posible establecer comparaciones basándose sólo en registros de empleo. 

Por último, esa supuesta heterogeneidad o diversidad de la sociedad actual no realiza un factor tan determinante en última instancia como para poner en duda el antagonismo capital y trabajo. Más bien podría decirse que pasado el tiempo ese enfrentamiento se agudiza. Y, por otra parte, resulta llamativo que la diversidad se quiere mostrar evidente siempre en el bando oprimido, pero no tanto así en el opresor. El capital, ya sea con la careta salvaje o la sensata o la responsable, continúa machacando con la misma precisión homogénea y compacta a la clase trabajadora, sea cual sea el ropaje con el que trate de cambiar su apariencia.