lunes, 29 de abril de 2019

El ascensor social del capitalismo


Stevie Wonder ha compuesto canciones fantásticas. Incluso a mí que soy de rock duro me gustan muchas de ellas, en especial una que se llama Sir Duke. Seguro que la has escuchado más de una vez. En la primera estrofa de este famoso tema, Stevie, con su voz increíble, canta:

La música es un mundo en sí misma,
Con un lenguaje que todos entienden, 

Con igualdad de oportunidades 

Para que todos canten, bailen y aplaudan.


Es seguro que el autor quiere hacer una metáfora sobre la universalidad de la música, pero me parece muy llamativa esa referencia a la igualdad de oportunidades.

Al parecer Stevie Wonder ha sido un comprometido activista político durante su carrera. Otra de sus conocidas canciones (Happy birthday) sirvió para establecer en los USA el día nacional de Martin Luther King, como lucha contra el racismo. Al recoger el Óscar a la mejor canción en 1984 (I Just Called to Say I Love You) dedicó el premio a Nelson Mandela. También se ha comprometido con los derechos de las personas con discapacidad. Es declarado seguidor, asimismo, del ex presidente Obama. 

El detalle que me escama es el siguiente. La música, incluso en el mundo ideal y ajeno a lo político, está determinada por las circunstancias: no todos tenemos la misma voz, por ejemplo, ni la misma gracia para bailar, ni tampoco los oyentes se encuentran en las mismas situaciones de ánimo cuando escuchan una canción, por muy mágica que sea. 

El caso de Stevie Wonder es especialmente significativo. Nació privado del sentido de la vista por complicaciones a causa de su nacimiento prematuro. Separada del marido y cargada con su bebé ciego de nacimiento y los hermanos, la madre se trasladó a Detroit donde pudo llevar al pequeño Stevie a una iglesia para que participase en el coro. Allí el niño tuvo ocasión de demostrar que poseía un don natural para la música tocando instrumentos como el piano, la batería o la armónica y de este modo fue descubierto por agentes musicales con sólo once años. 

Además, que su madre escogiese Detroit y no otra ciudad fue algo decisivo. En esta ciudad, una de las más populosas y prósperas de los USA (conocida como la ciudad del motor -Motor Town- por su industria automovilística, con empresas como General Motors o Ford), tenía su sede el sello discográfico Motown. La Motown fue la discográfica principal de la música negra norteamericana, cuna de artistas como Marvin Gaye, Diana Ross, los Jackson Five o Lionel Richie.

Así pues, la pregunta es ¿habría pensado igual el bueno de Stevie sobre la igualdad de oportunidades si no hubiese tenido acceso a un coro cerca de casa y en la ciudad con la mayor discográfica en el momento en que estallaba la moda de la música negra? 

¿Qué habría sido de aquel niño, a pesar de todo su talento, siendo negro y ciego en los USA? 

Si se supone que todos nacemos en igualdad de oportunidades, libres de encauzar nuestra vida, ¿de qué depende entonces la diferente fortuna de cada individuo?

Por increíble que nos parezca, en pleno siglo XXI encontraremos respuestas a estas preguntas que no están muy alejadas del mundo imaginario de videoclip musical que ha servido de introducción en esta nota. Esas respuestas hacen referencia al esfuerzo personal, al trabajo duro, al emprendimiento individual, al carácter positivo, a ascensores sociales, etc.

Pero, como repito a menudo en este blog, la realidad es tozuda y se empeña en desmentir esas creencias. Observa este titular que salió en los medios hace unas semanas:


¿Qué ha ocurrido con el ascensor social en Florencia? ¿Era un ascensor mágico y sólo funcionaba para los Médici? ¿Son los trabajadores florentinos especialmente vagos e indolentes y nunca quisieron tener la cultura emprendedora y positiva?

La enojosa realidad nos trae estos otros dos titulares recientes:

Un observador medianamente razonable entendería que tras estas diferencias se esconden otro tipo de motivos más terrenales que los principios del esfuerzo y la superación personal.

Tampoco basta una explicación basada en "ascensores sociales", que se limite a interpretar la situación social de una persona en la mera exposición de sus circunstancias, sin relacionarlas entre sí. No se trata solo de errores en la educación y fracaso escolar, ni tampoco de crear planes contra el paro. Los expertos llegan a hablar de "suelo pegajoso" en referencia a la dificultad de algunas personas para "ascender" a un nivel de vida superior.

Existe una manera de entender este proceso más desarrollada. Frente a la manera de explicar el mundo que antepone la importancia de las ideas (los ideales, las motivaciones religiosas o políticas) o la actuación de determinados personajes (los personajes protagonistas de su propia historia), la razón y la simple observación de la realidad nos hace sugerir que existe un modo de organizar las sociedades en las que vivimos y que este modo de organizarse viene condicionado por las circunstancias materiales.

En el famoso prólogo de uno de sus textos anteriores y preparatorios de El Capital, Contribución a la Crítica de la Economía Política, Marx escribió:


"en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia."

Esto es, son los medios materiales los que sientan la base sobre las que se crea la coyuntura en la que vivimos. También nuestra manera de ver el mundo, nuestra ideología, nuestras ideas religiosas e incluso el arte está mediado por esa materialidad, no al revés. No es nuestra actitud ante la vida la que hará que seamos prósperos viajeros del ascensor que sube, ni la fe por sí misma nos despegará del pegajoso suelo de la pobreza.

No es posible entender una sociedad sin tener en cuenta sus circunstancias económicas y políticas. El materialismo histórico muestra que la estructura económica de la sociedad está siempre presente en la vida de cada individuo. La sociedad, vista desde una perspectiva dialéctica y más correcta que el enfoque capitalista, debe observarse como un conjunto, una inmensa trama de influencias que componen un tejido amplio en el que cada hilo está relacionado con el resto. Los individuos no son entes aislados, todos pertenecen a un sector social y las fuerzas económicas y políticas actúan haciendo que ese sector se desarrolle o bien frene y quede estancado. 

Por mucho que moleste a nuestros amigos de los ascensores sociales, la libertad en la que supuestamente vivimos no es tanta como para pretender que todos nacemos iguales y que todos disponemos de igualdad de oportunidades, ni la economía se mueve de manera independiente y libre sin condicionamientos.

Visto así, la igualdad de oportunidades del bueno de Stevie ya se aprecia de otro modo, al igual que encontramos explicaciones más válidas para la situación de los vecinos sevillanos del Polígono Sur y los florentinos que no decidieron nacer de la estirpe de los Médici. ¿Verdad?


martes, 23 de abril de 2019

Nociones básicas de economía (3)

Volvemos a ponernos las gafas de ver como un capitalista y seguimos intentando entender de manera sencilla conceptos de economía como en la primera (aquí) y segunda (aquí) entradas de esta serie.
En esta tercera parte pasaremos del catalejo de la macroeconomía a la lupa microeconómica, iremos a saludar a David Ricardo y sacaremos algunas conclusiones interesantes para entender cómo piensan estos locos capitalistas. 

La microeconomía estudia el comportamiento de las empresas y de los hogares y de su interacción en los mercados. En contraposición a la macroeconomía, que estudiaba el conjunto en una visión general, aquí se tratan a los agentes individuales, como los consumidores, empresarios, los trabajadores o los inversores.

Como podemos suponer, el interés fundamental está centrado en el consumo (demanda) y en los precios de los productores (oferta). A las empresas les conviene hacer muchos números y gráficas para intentar encontrar las palabras mágicas que les abran las puertas de los mercados, en ese mundo enigmático que hemos visto en las entradas anteriores, tan cambiante e imprevisible como el movimiento de un tornado. 

Para que una empresa no acabe en aterrizaje forzoso sobre la tierra de Oz, debe poder formular ciertas predicciones sobre los precios y el consumo, teniendo en cuenta además la enorme competencia. Por ello la relación entre oferta y demanda toma un valor tan importante que adquiere rango de ley. La ley de la oferta y la demanda es la norma suprema que rige la economía de mercado. 

Es frecuente que en los textos encontremos una expresión en latín, ceteris paribus, que significa "todo lo demás constante". Pues bien, esta ley dice que, permaneciendo todos los demás factores constantes, la cantidad demandada de un bien disminuye cuando el precio de ese bien aumenta. Es decir, demanda y oferta siguen tendencias inversas, una sube cuando la otra baja. 

Esto puede parecer una obviedad pero, como decimos, para las empresas es algo fundamental. Según el precio de mercado los productores estarán dispuestos a fabricar un bien o no, o determinarán el número de unidades que se harán. A su vez los consumidores tendrán una disposición mayor o menor según el precio. El punto intermedio en que se cruzan ambos caminos es el llamado equilibrio de mercado

Si ponemos los datos sobre precios y unidades vendidas en un plano cartesiano sencillo de ejes X e Y, obtendremos gráficas en las que observar el comportamiento de estos factores. De ellas salen las curvas de la demanda y la oferta. En el caso de la demanda, la curva es negativa (desciende porque la demanda disminuye al aumentar los precios). Puede desplazarse a los lados, como en la imagen, cuando la demanda aumenta, por ejemplo porque un producto se ponga de moda, aunque el precio se mantenga fijo. 

La oferta presenta en la gráfica otra curva que, dado que es opuesta a la demanda, tiene una imagen inversa, ascendiente o positiva (a mayor cantidad comprada, más precio). Entendamos que esta gráfica está hecha desde el punto de vista del productor, es decir, al empresario o fabricante le costará más producir cuantas más cantidades le sean demandadas.
Si superponemos ambas curvas, éstas se cruzan en algún punto. El valor donde se cruzan las curvas, que será x cantidad a y precio, marca el precio de mercado de un cierto producto, o precio de equilibrio. Es la situación en que, a un determinado precio, coinciden la cantidad que los productores  están dispuestos a producir con la cantidad que los consumidores están dispuestos a consumir.
Independientemente de dónde empiecen la oferta o la demanda, se tiende a ese equilibrio. Los expertos dan por supuesto que los mercados se corrigen por sí mismos, por la acción entre comprador y vendedor, sin intervención externa. Se supone que el equilibrio es estable. Podrá haber un exceso de oferta (excedentes) o un exceso de demanda (escasez), pero esas tendencias al alza o la baja permanecerá hasta que vuelvan a ponerse de acuerdo oferentes y demandantes en el precio y cantidad. Esas "fuerzas de mercado", en apariencia no dirigidas conscientemente sino por el interés propio de los distintos agentes, nos sugieren aquella mano invisible de Adam Smith que vimos en la primera parte.

El capitalista que se precie tiene por principal objetivo conseguir siempre el máximo beneficio. El éxito de un proyecto o una iniciativa (una empresa) se mide por el resultado de su balance. Es por esto que el pilar fundamental sobre el que se asienta nuestro sistema económico es la maximización del beneficio

Repasemos por encima algunas palabras clave. Ganancia es el beneficio positivo de una empresa, el incremento de su riqueza o patrimonio. Es la diferencia entre los ingresos, la cifra de negocios o cantidad obtenida de la venta de productos o servicios, y el costo o valor del consumo de los factores que emplea para producir. 

Beneficio = Ingreso Total - Coste Total 

Al competir con las demás empresas, pueden producirse situaciones como una competencia imperfecta (con el monopolio de una sola empresa o el oligopolio de varias) hasta la competencia perfecta, en la que muchas empresas se reparten una pequeña parte del mercado y todas producen bienes similares. En estas condiciones las empresas no controlan los precios, sólo pueden elegir cuánto pueden producir, que será lo que en definitiva marcará su beneficio.

El ingreso total viene determinado por la cantidad de productos vendida multiplicada por su precio. Los costes, por su parte, pueden separarse entre costes fijos (como alquileres o préstamos) y costes variables (los que dependen de la cantidad de productos que se realicen). 

Se habla de ingresos o costes marginales cuando nos referimos al incremento en esos conceptos cuando se produce una unidad más, es decir la variación en ingresos o gastos como consecuencia de realizar más actividad. 

La apreciación que una empresa tenga de ese margen de ingresos supone poder anticiparse al  momento es que puede maximizar el beneficio o incluso al momento en el que parar la producción.

La ley de los rendimientos decrecientes explica que, manteniendo los demás factores constantes, ese incremento marginal va disminuyendo con el tiempo a medida que se van añadiendo factores productivos. Se entiende mejor si vemos la explicación de uno de sus iniciadores, el economista francés Turgot; este pensador consideraba que el trabajo de una tierra de labor, que produce una cierta cantidad de cultivo trabajada con un determinado número de labradores y recursos, no aumentará su rendimiento si aumentamos progresivamente el número de labradores o de recursos, incluso tenderá a producir menos rendimiento al aumentar los costes inútilmente. 

Esta ley se refiere al ritmo cada vez más débil de producción que se produce al incrementar los factores de producción. Aquí debemos mencionar a otro autor importante como es David Ricardo. Economista británico del XIX, uno de los más influyentes junto a Smith, a quien siguió y mejoró en sus estudios.  Como Smith, sus estudios sirvieron de base teórica para lanzar al capitalismo en la época incipiente en que vivieron y en la que se extendió por todo el mundo. Acabó de derrotar a las teorías mercantilistas (que proponían el control de la moneda y la protección de la producción de un país frente a la competencia extranjera) demostrando que el comercio internacional beneficiaba a todos los países involucrados. 
Encontraremos frecuentes menciones a este pensador en el mismo Capital de Marx, debido al peso de sus descubrimientos. Entre otros, Ricardo continuó la idea iniciada en Smith sobre la teoría del valor-trabajo. Para Smith el valor de una mercancía estaba medido por la cantidad de trabajo efectuado en ella, de una manera en cierto modo estable. Ricardo consideró que esa cantidad de trabajo era variable y que depende del esfuerzo dedicado en las distintas formas de tareas. La oposición entre Marx y estos economistas clásicos se centra en el carácter social del trabajo. La teoría del valor de Marx añade el concepto de trabajo socialmente necesario, directamente relacionado con las relaciones de producción de una determinada sociedad.




lunes, 22 de abril de 2019

Nociones básicas de Economía (2)

En la entrada anterior (aquí enlace) y en la siguiente (aquí) nos planteamos repasar nociones fundamentales de la economía, con el objetivo de entender en palabras sencillas cómo funciona la sociedad capitalista en que vivimos y poder así analizarla mejor.

Intentamos ver la economía desde los ojos del capitalismo. Por aquello de pensar como el enemigo para saber rebatirle. Sigamos. 



Nos quedamos en la primera parte hablando del PIB, de los mercados, de Adam Smith y la mano invisible. Vimos que los economistas nos presentaban su ciencia como el estudio de los recursos para lograr el bienestar de los ciudadanos, pero que el capitalismo a veces, bastantes veces, no puede lograr sus objetivos y tiene que afrontar periodos de crisis muy graves. Así que sigamos con esos conceptos críticos

Muchas veces leeremos en los medios la palabra inflación, mencionada con cierto horror, en especial relacionada con países no alineados con el imperialismo occidental. ¿Qué es la inflación? Es el término que usan los economistas cuando el nivel general de precios aumenta de una forma sostenida en un periodo de tiempo. 

La inflación supone una disminución del poder adquisitivo, o sea de la capacidad para comprar bienes o servicios, o dicho de otro modo, la cantidad de productos que podemos adquirir con una cantidad de dinero. 

Para medir este importante dato, se recurre de nuevo a otro estudio estadístico, en este caso el IPC, índice de precios al consumidor. El IPC es un índice, un valor numérico, que se obtiene observando los precios de diversos productos, bienes o servicios, que sean comunes en el gasto de una familia media (la "canasta familiar"). Se expresa en un porcentaje, que puede ser positivo cuando los precios aumentan o negativo si disminuyen. En la fecha de esta entrada, por ejemplo, la página del INE dice que el IPC actual es del 1,3%, dos décimas más que el mes pasado. 

Dado que mide el poder adquisitivo frente a las variaciones de los precios, el IPC da una medida de la inflación de un país en un cierto momento. Para eso se realiza. Los economistas saben que la inflación depende de la relación entre la oferta y la demanda monetaria.

Este es un concepto peliagudo que a los profanos nos cuesta un poco entender, así que vamos a explicarlo despacito. 

La oferta de dinero o demanda monetaria es la cantidad de dinero de un país en un momento concreto. Tengamos en cuenta que incluye los pagarés, los depósitos bancarios o cheques, pero principalmente hace referencia al dinero en efectivo, esto es, los billetes y las monedas. 

Si un gobierno imprime mucho dinero, se produce inflación: el dinero pierde valor y aumentan los precios. Si se imprime poco es al revés, bajan los precios y se produce deflación

Para comprenderlo tengamos en cuenta que los expertos estiman que el valor del dinero lo determinan la oferta y la demanda. Si el dinero es abundante, se imprime mucho, cada unidad bajará su valor, dado que al haber muchas personas con más dinero los precios tenderán a subir, tanto más cuanto más dinero haya (los vendedores subirán los precios ante compradores bien surtidos de efectivo, que se disputarán la compra). Si el dinero, por contra, es escaso, las unidades subirán su valor, con cada moneda o billete podremos comprar más cosas, porque los compradores tendrán más complicado colocar la venta (hay menos posibilidades de hacer el trato comercial).

Así pues, los precios y el valor del dinero están relacionados de manera inversa. Esa oferta de dinero está controlada por los gobiernos. Suele crecer lentamente en el tiempo. Si la economía crece se producen más bienes y los consumidores demandan más efectivo.

Si hasta aquí hemos pillado más o menos el asunto, podemos resumir que esa relación entre oferta y demanda se presenta de tres maneras:

- oferta monetaria > demanda  → inflación.
- oferta monetaria < demanda  → deflación.
- oferta monetaria = demanda → los precios no cambian, el valor relativo del dinero se mantiene. 

Si alguien tiene curiosidad en este tema o quiere un ejemplo real para mayor claridad, recomiendo leer acerca de la hiperinflación durante la República de Weimar (aquí la entrada en Wikipedia) Durante los años de entreguerras en Alemania, por la bajada del poder adquisitivo alemán tras la Primera Guerra Mundial debida a los apremiantes pagos a las potencias vencedoras, el gobierno tomó la decisión de imprimir dinero en grandes cantidades y sin respaldo para pagar sus deudas. Como consecuencia, los precios llegaron a alcanzar niveles escandalosos (se pagaron cientos de miles de marcos por una pieza de pan) y los precios ascendían tan rápido que los asalariados se veían obligados a pedir su sueldo cada día para poder adquirir los productos básicos antes de que el valor de su dinero se depreciara y no pudiesen adquirirlos. 

He comentado antes la expresión "dinero sin respaldo". ¿De dónde viene el valor del dinero de cada país? Hasta hace poco, los años 70, se usaba el patrón oro. Cada billete o moneda equivalía a una cantidad de oro, uno podía acudir al banco y cambiar cierto dinero por una pieza de oro. De ese modo un gobierno para imprimir más billetes necesitaba conseguir oro, si no quería verse contando los billetes al peso como en el ejemplo anterior. El presidente norteamericano Nixon estableció en los 70 el sistema de curso legal, durante los llamados Acuerdos de Bretton Woods, otro interesante y siniestro momento histórico del capitalismo. En este sistema la moneda no tiene un respaldo físico, su valor se establece por ley, por decreto, de ahí el apelativo "legal". 

Las recesiones son los periodos en los que la producción  de bienes y servicios disminuye. Los economistas vigilan con recelo estos periodos porque si la recesión se alarga, se produce cada vez menos y al necesitar menos trabajadores las empresas recurren a los despidos. Recordemos que los expertos están muy interesados en el bienestar de todos y por tanto aspiran al pleno empleo. (Aquí de nuevo nos llega el eco lejano de unas voces, son las risas de Carlos, Federico, Rosa o Vladimir; es obvio que el capitalismo valoriza o desvaloriza el dinero dando un papel secundario al valor de la producción y del trabajo de sus productores, los obreros, pero recordemos que estamos intentando ponernos en el pellejo de un capitalista convencido). 

Pese a que nos dicen que es el mejor sistema posible (y de todos modos el último sistema posible, nos aseguran), el capitalismo tiene sus momentos. Hay momentos malos, como las recesiones, que comienzan con lo que llaman un impacto. Ese impacto puede ser por ejemplo un desastre natural, una escasez de recursos importantes como el petróleo o -por poner otro ejemplo inocente- un ataque terrorista. 

Las economías de los países siguen ciclos económicos, un patrón de subidas y bajadas de la economía con descensos (recesiones) y subidas (recuperaciones). Los expertos en macroeconomía por tanto tienen la intención de hacer que la gráfica que representaría esos ciclos fuese lo más elevada posible (haya más producción) y reducir los ciclos, las distancias entre recuperaciones y contracciones con la bienintencionada finalidad de reducir el paro. Un modelo estándar de economía vendría a ser una gráfica ascendente con una gran producción y un pleno empleo, con todo el mercado laboral en activo.

Se supone que tras un impacto económico son los precios los que tienden a hacer regresar la economía al pleno empleo. Las empresas disminuyen los precios para asegurar la venta y con el tiempo los precios disminuyen en toda la economía y ésta llega de nuevo al nivel de producción anterior. Para llevar a cabo esto conviene que los precios puedan cambiar muy rápido. Si son lentos, más se alarga el periodo por debajo del nivel ideal. Por ello se habla de esos periodos tras los impactos como corto o largo plazo.

Si los precios permanecen rígidos, la recesión se alargará, se produce el paro y disminuyen los salarios (las empresas contratan personal más barato). 


Aquí no puedo evitar hacer un paréntesis y quitarme por un momento las gafas de ver en modo capitalista. En el libro que mencioné en la anterior entrada, Introducción a la economía política, Rosa Luxemburgo tiene unas cuantas palabras dedicadas a estos ciclos económicos y la aparente imposibilidad de predecirlos. Señalo algunas de ellas: 


En la entidad que abarca océanos y continentes no existe planificación, conciencia ni reglamento, solamente el choque ciego de desconocidas fuerzas incontroladas que juegan caprichosamente con el destino económico del hombre. Desde luego que aún hoy un soberano todopoderoso domina a obreros y obreras: el capital. Pero la soberanía del capital no se manifiesta a través del despotismo sino de la anarquía.
Y es precisamente la anarquía la responsable de que la economía de la sociedad humana produzca resultados que constituyen un misterio imposible de predecir para todos los afectados. La anarquía hace de la vida económica humana algo desconocido, ajeno, incontrolable, cuyas leyes debemos descubrir de la misma forma que descubrimos las de la naturaleza(...)
Ya deben de tener claro por qué a los economistas burgueses les resulta imposible explicar la esencia de su ciencia. Reconocer y afirmar que la anarquía es la fuerza motriz vital del dominio del capital es pronunciar su sentencia de muerte, afirmar que sus días están contados. Resulta claro por qué los científicos defensores oficiales del dominio del capital tratan de oscurecer el problema mediante toda clase de artificios semánticos.

Bueno. Respiramos hondo y nos ponemos de nuevo las gafas capitalistas. 

Volvemos a un autor citado en la primera entrada, otro referente en la economía como es John Maynard Keynes. Seguramente nos topemos con él apenas veamos cualquier artículo económico, así que más vale saber un poco de su vida. Se habla de keynesianismo cuando nos referimos a su teoría. Fue el primer autor en observar la relación entre los precios y las recesiones, tras la Gran Depresión de los años 30. En esa recesión el PIB llegó a bajar a un nivel muy bajo y el desempleo llegó a altas cotas.

Su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicada en 1936, es un referente en este aspecto. El keynesianismo relaciona las variaciones de la demanda agredada (la suma de bienes y servicios que una economía está dispuesta a comprar a un nivel de precios) con el nivel de empleo y de ingresos.

Se trata de un enfoque económico partidario de las intervenciones estatales frente al dejar hacer propio del liberalismo puro. Habíamos mencionado antes que son los precios y sus ajustes los causantes de las oscilaciones económicas, según la escuela clásica (Smith, Say, Ricardo). Keynes da la vuelta a esta perspectiva clásica y propone que es la demanda la que determina la producción. Las temidas oscilaciones de las economías llegan por la baja demanda, por las bajas expectativas de los consumidores. Por tanto es conveniente que en esas situaciones el Estado intervenga en aumentar el gasto público para estimular la demanda agregada y así aumentar la producción y el empleo.

Dijimos al principio que la mayoría de los economistas se fijan en la escasez de recursos. Keynes propone concentrar la atención en los recursos acumulados, como los inventarios. En cierta forma, las crisis son paralizaciones en las ventas, lo que genera un círculo vicioso: precios a la baja, trabajadores demasiado caros para las empresas, que no obtienen beneficio con la bajada de precios, aparecen los despidos, el paro hace que el consumo descienda, más bajadas de precios y vuelta al inicio. Keynes pensó que era un contrasentido que habiendo recursos se produjesen las crisis. ¿De qué modo evitar el exceso de recursos?, estimulando la demanda para que se consuman esos recursos sobrantes.

Es una manera simplista de explicarlo pero más o menos nos sirve para tener una idea aproximada. El keynesianismo supone, en resumen, utilizar las políticas fiscales para incentivar el consumo y el empleo. 

Este enfoque tiene lógicamente su repercusión política. Nos lleva al concepto de Estado del bienestar o sociedad del bienestar. Supone una manera de entender la política económica que acepta el cumplimiento de los derechos sociales de todos los habitantes de los países, lo que se manifiesta en forma de servicios a cargo de los gobiernos, o un cierto control estatal de la vida de los ciudadanos.

Los capitalistas neoliberales, digamos los descendientes actuales del liberalismo clásico, se oponen al keynesianismo porque consideran que el Estado actúa como un guarda que de manera injusta se entromete en ese mercado libre y perfecto y ataca a los emprendedores y creadores de la riqueza con el pretexto de la igualdad social y la justicia. 

Y más o menos esta disputa sigue hoy día. Ahora, para terminar esta segunda entrada, metemos ya las gafas capitalistas en la funda y, como buenos aprendices de comunistas, nos preguntamos ¿de qué lado nos ponemos nosotros, de los keynesianistas o de los neoliberales?

Pues de ninguno. Si el neoliberalismo es el heredero del mercado libre y el laissez faire, el keynesianismo no es su opuesto, no es un modelo de producción planificada de cara al interés social. El keynesianismo supone la tabla de salvación de un capitalismo que, en su momento de mayor crisis, estaba bastante tocado. Frente a las muestras de auge de los sistemas socialistas (pensemos en la URSS que pasó de ser un imperio feudal al mayor grado social y de desarrollo alcanzado hasta la fecha), el capitalismo toma así nuevas fuerzas y revive hasta hoy.


Alguien levantará la mano y dirá, oiga, entre susto y muerte me quedo con susto. Me parece bien. Pero nuestra obligación como aspirantes a vanguardia de la clase obrera es explicarlo todo.


Nos queda una tercera entrada en la que remataremos, viendo la parte micro, nuestra lección de andar por casa sobre economía. Ya con ella podremos salir a la calle y diferenciarnos orgullosos del apocalipsis zombi en el que se encuentra la clase trabajadora.


martes, 16 de abril de 2019

Nociones básicas de Economía

En esta entrada y posteriores (segunda y tercera) se hace un repaso  sobre conceptos básicos de la economía, con el objetivo de entender cómo funciona la sociedad capitalista y poder así analizarla mejor. Intentaré explicar de manera sencilla ideas como factores de producción, producto interior bruto, inflación, oferta y demanda, laissez faire y otras. Hablaré también un poco sobre autores fundamentales para el capitalismo como Adam Smith, Ricardo o Keynes y su influencia.

El objetivo es ponerse en la piel del capitalista bienintencionado que cree en la bondad del libre mercado para comprender cómo son sus razonamientos.

Este blog no lo lee nadie pero me gusta escribir estas entradas por si el mensaje encerrado en una botella llega a alguna playa. Me sirve a mí para repasar conceptos y, como soy un tipo del montón (por tanto soy uno de muchos), quizás haya más militantes comunistas o curiosos que se encuentren en mi misma situación. 

Vamos pues con ello.


Sucede que a los trabajadores (al menos los de mi edad, hoy día los estudios básicos incluyen asignaturas sobre economía) la jerga de los economistas nos suena enrevesada pero a la vez cercana. Enrevesada porque tiene matices matemáticos y abstractos que no son fáciles de manejar, pero cercana porque forman parte del menú diario de radios y televisiones, de tal modo que todos nos hemos formado una idea más o menos acertada de esos conceptos económicos.

En una entrada anterior hablaba sobre la dificultad de leer El capital (aquí enlace). Puede ser que una de las dificultades al leer este texto esté motivada por ese desconocimiento o esa idea formada de manera no del todo correcta. Recordemos que el subtítulo que Marx le puso fue "Crítica de la economía política". Por tanto, la mejor manera de entender esa crítica es manejar con alguna soltura el objeto criticado. 

Y para eso estamos. Si a uno le da por buscar un poco, llama la atención la gran facilidad con la que puede encontrarse lecturas sobre economía básica por todas partes. Basta hacer una búsqueda en internet y surgen montones de manuales y diccionarios. En la biblioteca de mi pueblo encontré al menos diez de este tipo. Hay también muchos libros que enfocan este tema como si fuesen libros de consejos para personas emprendedoras que quieren conocer los entresijos del mercado y montar un negocio; su valor equivale al de los libros de autoayuda.

En todos ellos encontraremos referencias a Marx y al socialismo. Aunque quisieran evitarlas, no pueden, dada la influencia de nuestro amigo Carlos. Unos textos serán al menos amables y lo explicarán pero dirán que el socialismo no funciona y que la historia se ha encargado de demostrarlo. Otros directamente agreden al lector con tremendas falacias. Es lógico. Esos manuales están escritos con la intención de aparecer en los estantes principales de los grandes almacenes; si se dedicaran a explicar la teoría que demuestra que el capitalismo es criminal probablemente no aspirarían a entrar en la lista de los 40 libros más vendidos.

Poco tiempo antes de ser asesinada, Rosa Luxemburgo se encargó de dar clases sobre economía política para la formación de cuadros. Las notas que la autora redactó para esas clases se editaron en un libro con el nombre Introducción a la economía política. En este libro podemos encontrar reflexiones muy interesantes sobre este aspecto, la represión que la sociedad -incluida la formación universitaria- hace a las visiones sobre la economía desde el materialismo dialéctico y la manera en que los economistas capitalistas eluden explicar en sus estudios cuestiones que vayan más allá de la perspectiva idealista. Es muy interesante y podremos disfrutar en su lectura de la ironía mordaz de la autora.

En esas lecciones, Rosa Luxemburgo decía:


La economía es una ciencia muy particular. Los problemas y las controversias aparecen apenas se da el primer paso en esta rama del conocimiento, apenas se plantea la pregunta fundamental: de qué trata esta ciencia. El obrero común, que tiene sólo una idea muy vaga de qué es la economía, atribuirá su falta de conocimiento a una deficiencia en su educación general. Pero en cierto sentido comparte su perplejidad con muchos estudiosos y profesores eruditos.

Según nuestra compañera Rosa, mucha parte de culpa de la dificultad con la que se expresan los economistas procede de ese interés oculto en no revelar de manera descarnada los vericuetos del capitalismo. De hecho, sería más correcto que se hablase de economía política, teniendo en cuenta que se trata de la ciencia que estudia los mecanismos mediante los cuales un pueblo crea su riqueza, administra el trabajo, lo distribuye, etc. 

Para empezar, en muchos de esos manuales que comentaba más arriba, encontraremos definiciones que nos hablan de una ciencia que trata la limitación de los recursos y su administración y del trabajo para satisfacer las necesidades humanas, con el objetivo de lograr la felicidad de las personas.

Con esta definición podríamos afirmar que se trata por tanto de la ciencia más fallida o menos elaborada, puesto que la economía hasta el momento no ha logrado distribuir precisamente mucha felicidad ni satisfacer las necesidades más que de una pequeña parte de los seres humanos.

Pero bueno, no empecemos con exigencias. Sea como sea es cierto que los recursos son limitados, que el trabajo humano desarrolla unos medios de producción mediante los cuales obtiene de la naturaleza una forma de subsistir y que cada sociedad tiene un sistema por el que los administra. Esto es así tanto si miramos con microscopio la economía de una familia cualquiera como si alargamos la vista en un catalejo y miramos a todo un país o un continente. 

Por ello los economistas distinguen entre macro y microeconomía. Aquí van algunas definiciones.

La Microeconomía se encarga de las personas y las empresas, los negocios, los mercados y demás en una zona determinada. 

La Macroeconomía estudia zonas amplias como un país o un conjunto de países y usa magnitudes amplias como la renta nacional, el paro o las importaciones y exportaciones.

En la actividad de producción y distribución intervienen los llamados agentes económicos, que pueden ser de tres tipos: las empresas, como agentes dedicados únicamente a la producción, las familias, que aportan el recurso productivo humano y a la vez realizan el consumo de los productos, y el Estado como un agente intermedio que puede hacer funciones como oferente o demandante, puede destinar ingresos a empresas de interés social o a las familias en forma de subsidios o pensiones. 

El punto de encuentro donde se desarrolla el intercambio entre esos agentes es el mercado, entendido como un concepto difuso que comprende desde el lugar físico donde se realiza una compra-venta hasta las conexiones informáticas por las que circula la información de una operación bancaria. La relación entre esos agentes en el mercado produce un flujo circular de la actividad económica. Por poner un ejemplo, una familia ofrece medios productivos al mercado donde son adquiridos por una empresa, que a su vez fabrica un producto que es consumido por las familias. Ese flujo da vueltas, es circular, y representa el motivo de estudio de los economistas.

Los expertos hablan de mercado de competencia perfecta como un mercado ideal que tendría unas características concretas como la libertad de concurrencia (hay libertad para crear empresas y esto lleva a que haya muchas que se reparten su parte de mercado), la ausencia de monopolios (cuando hay un solo productor de un bien o servicio) o de oligopolios (unos pocos productores).

El flujo de ingresos supone para los trabajadores el salario, para los propietarios de edificios o tierras las rentas, para las empresas el beneficio y para el capital el interés.

Los mercados pueden ser a su vez de factores de producción (compran para producir), financieros (sobre préstamos) o de bienes y servicios (se compran los productos). 

La curva de la demanda es una gráfica que relaciona el precio de los productos y la cantidad comprada.
Se trata de la cantidad total que están dispuestos a gastar los consumidores en un momento dado, esto es, la cantidad demandada de bienes o servicios por los agentes económicos para cada nivel de precio. Presenta una pendiente negativa: el gasto de los compradores asciende cuando bajan los precios. Si bajan los precios, la demanda agregada será mayor. 
Para las empresas esta gráfica tiene una importancia grande pues de ella pueden obtenerse ciertas predicciones sobre el comportamiento del mercado ante las variaciones de los precios.

Ese comportamiento del mercado es uno de los pilares sobre los que se fundamenta la ideología capitalista. Es evidente que en cualquier sociedad, de cualquier tipo, es imprescindible que exista un comercio entre pueblos o zonas geográficas, una compra y venta de productos o servicios. De hecho el comercio es una de las claves en la historia de la humanidad. Comienza a finales del Neolítico y es pieza fundamental en el desarrollo de las primeras civilizaciones (fenicios, griegos, romanos), desarrolla las líneas por las que transcurre la evolución humana (creación del dinero, bancos, rutas comerciales, los descubrimientos, innovaciones en el transporte, conflictos entre países, el colonialismo, la globalización, etc).


Esta importancia del comercio fue observada
por numerosos autores desde antiguo, pero fue el británico Adam Smith quien en 1776 publica el que se considera el primer tratado de economía política, Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, conocido como La riqueza de las naciones. Smith es el primero de los pensadores que forman la Escuela Clásica (compuesta por autores como Ricardo, Malthus, Mill, Say y otros, incluido el propio Marx, cuyos nombres nos resultarán familiares a poco que frecuentemos la lectura del Capital o de cualquier texto económico). De la obra de Smith nos interesa, por resumir con mucha brevedad, este aspecto sobre la importancia de los mercados que, como digo, es el pilar del capitalismo.
En La riqueza de las naciones, Smith explica que dentro de los factores de producción (conjunto de recursos que se emplean para producir todas las cosas que necesitamos para vivir, como los recursos naturales, el trabajo, el capital , la organización de los medios) el trabajo humano tiene una relevancia especial, pues de su división surge el incremento en la productividad.
En la época de Smith, finales del XVIII, se produce la Revolución Industrial, especialmente en la tierra del autor, Gran Bretaña, en la que los tiempos de la manufactura dejan paso a la aparición de las máquinas que permiten la producción en el modo fabril (producción a nivel industrial en las fábricas).
Es esa innovación en la forma de producción la que eleva el número de productos y bienes y, por tanto, es lo que aumenta la riqueza de las naciones. Según Smith, ese afán por especializar y dividir el trabajo no es algo planeado por las personas sino que nace de una tendencia natural del ser humano en hacer intercambios y comerciar. Esta tendencia no es benevolente sino que es fruto del interés individual:

El hombre, en cambio, está casi permanentemente necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultará inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia. Es más probable que la consiga si puede dirigir en su favor el propio interés de los demás, y mostrarles que el actuar según él demanda redundará en beneficio de ellos. Esto es lo que propone cualquiera que ofrece a otro un trato. Todo trato es: dame esto que deseo y obtendrás esto otro que deseas tú; y de esta manera conseguimos mutuamente la mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos. Y ni siquiera un mendigo depende de ella por completo.

 Esto es, Smith señala que los mercados son relaciones voluntarias de particulares que participan del intercambio en beneficio propio, pero ese interés individual acaba redundando en un bien común. Para que ese mercado fluya es una condición necesaria, además, que exista alguna acumulación de capital. Es esa acumulación de capital la que origina la división del trabajo y su volumen depende del volumen del mercado. (Puede que en algún momento oigas una especie de eco dentro de tu cabeza, es la risa de Marx, pero recordemos que estamos intentando comprender el pensamiento capitalista).

Ese aparente desorden de la suma de los egoísmos particulares acaba desarrollando un orden en el conjunto que finalmente beneficia a toda la sociedad de una manera equilibrada o armónica, en una manera semejante a la arena disuelta en el agua cuando reposa y se precipita en el fondo. Smith utiliza como una metáfora la imagen de una mano invisible, que equivale a la idea de una fuerza natural o superior que armoniza el desorden de los enfrentamientos particulares en el mercado.
En definitiva, Smith propone la idea del laissez faire (en francés, dejar hacer, dejar pasar), o sea la ausencia de control por parte de los Estados o de autoridades superiores, como gobiernos o monarcas. Esta manera de entender la economía supone una ruptura con la visión anterior a Smith, que defendía la protección de los gobiernos -mercantilismo- en forma de aranceles e impuestos, ruptura que viene marcada por la aparición de una nueva clase social burguesa que se abre paso en la sociedad con la fuerza de las máquinas fabriles de la Revolución Industrial.
La ausencia de control en los mercados es la característica que determina el llamado liberalismo clásico


Otro concepto que nos sonará bastante de las noticias y de los artículos económicos es el de economía de mercado. Es aquella en la que no intervienen los gobiernos, la del laissez faire. Su contraria sería la economía planificada, en la que todo está dirigido desde el gobierno. En la realidad ninguna economía es puramente de uno de ambos tipos, ni siquiera la economía de mercado del país más liberal, todas ellas acuden a la intervención estatal cuando les resulta conveniente.

Más conceptos útiles. Una de las gráficas que manejan los economistas y que permite analizar el comportamiento de los mercados es la de la frontera de posibilidades de producción. En ésta se representan
las cantidades máximas de producción que puede obtener una economía en un periodo determinado haciendo uso de todos los recursos que tiene disponibles. Dentro de las diferentes posibilidades de producción de una economía, las alternativas para producir un producto u otro y qué cantidad de cada uno son muy grandes. Si se elige una alternativa, se están descartando otras posibilidades. La relación entre lo que se elige y lo que se descarta es el coste de oportunidad.
Esta gráfica relaciona, de modo un poco irreal, la cantidad de productos que se pueden realizar en un eje y la cantidad de otro producto en el otro eje, usando todos los medios disponibles (en el dibujo por ejemplo X podrían ser cantidades de zapatos y Xa 100 zapatos y Xb 200, o Y cantidades de vestidos). De ese modo los puntos dentro de la curva, A o B, indican la relación entre el número de vestidos o zapatos que se podrían fabricar con todos los medios de producción. El punto C indica una producción relacionada por debajo de ese tope, por tanto una producción ineficiente o con recursos ociosos; el punto D, por encima, sería una posibilidad inalcanzable, a la que sólo se podría llegar realizando una innovación en los medios.

Todos habremos oído hablar del PIB, el Producto Interior Bruto, pero veamos qué es exactamente. En la economía, en especial en la macroeconomía, como en todas las ciencias sociales, los expertos deben recurrir a las estadísticas para que sus estudios tengan rigor. Es imposible usar términos absolutos como en las ciencias exactas, sus métodos recurren entonces a estudios estadísticos. Pues bien, el PIB es una de esas estadísticas y en ella se estima el valor de todos los bienes y servicios producidos en un país en un tiempo determinado.
El PIB sólo tiene en cuenta las transacciones que implican dinero. Podría contabilizar tanto las ventas como los gastos (en Economía los ingresos tienen que ser iguales a los gastos, dado que toda transacción es un intercambio entre dos agentes por el mismo valor). Se usan los ingresos porque ya existen normas de los gobiernos que obligan a declararlos. Forma parte de la contabilidad nacional, que es un registro del sistema económico de un país y permite hacerse una idea de su situación y planear actuaciones a nivel estatal.

Estas estadísticas sirven para tener un modo de medir la macroeconomía. Según Keynes (otro autor importante que tenemos que ver y lo haremos en la siguiente entrada de esta serie), el PIB puede contabilizarse siguiendo una ecuación que suma los gastos de un país del siguiente modo:


Y = C + I + G + EN

En la ecuación Y (el PIB) es la suma de los cuatro gastos tradicionales: el consumo (C) hecho por los hogares en bienes y servicios, que suman el 70 % del total, la inversión (I) de empresas en capital, como equipos o edificios, el Gobierno (G) representado como los gastos en compras de bienes y servicios estatales, y las exportaciones netas (EN) o diferencia entre las compras de productos extranjeros (importaciones) y ventas al exterior (exportaciones).

Más adelante como digo veremos un poco de Keynes pero adelantemos que su visión del PIB viene a partir de la Gran Depresión o Crisis del 29, una crisis de nivel global que se originó en EE.UU. y que tuvo su salida en la Segunda Guerra Mundial. En ella el comercio del planeta descendió hasta más de la mitad. Keynes pensaba que la política del gobierno tenía que estar centrada en que las personas aumentasen el gasto en bienes y servicios, con el fin de incentivar el comercio internacional.

Como vemos, apenas hemos visto una primera entrada y ya nos encontramos con una gran crisis. En la siguiente veremos también que esa definición de la economía que nos planteaba la felicidad de la población y el reparto de los recursos incluye necesariamente una parte importante de periodos de crisis y conceptos que la explican.

¿Cómo entienden los economistas tradicionales las crisis? Es un tema interesante, pero con esto es bastante para una primera entrada, continúa en la siguiente si la fuerza nos acompaña.