viernes, 15 de diciembre de 2023

¿No hay plata?



NO--HAY--PLATA, decía el nuevo presidente de Argentina en su discurso de investidura, remarcando cada palabra, lo que provocaba el aplauso de los asistentes. ¿Qué aplaudían exactamente?, me pregunto.

¿No está claro, aunque no se diga, que para algunos sí habrá plata y que serán los de siempre los que no la tendrán? ¿No se entiende que el aviso es sobre un tremendo recorte social que empeorará aún más la situación del país?

Parece que no. Resulta admirable comprobar cómo los mecanismos psicológicos de la ideología dominante permiten que exista una capacidad de disciplinamiento tan poderosa, tan sutil a la vez, que es capaz de provocar que asumamos con absoluta docilidad mentiras tan grandes como que un país de la grandeza de Argentina carece de recursos para sostener a su pueblo. 

Y no, no nos riamos de nuestros hermanos argentinos, porque el cuento habla también de nosotros. Repasemos algunas de nuestras grandes mentiras europeas, todas ellas de rigurosa actualidad: la sostenibilidad requiere de ajustes de cinturón, no hay trabajo, la sanidad pública necesita el apoyo del sector privado, la riqueza la crean los empresarios...

Por poner otro curioso ejemplo, nos preguntábamos en una entrada anterior de esta columna qué pasaría si el dinero que se está dedicando a armamento se dedicara a sanidad o educación.

Es decir, el engaño está globalizado. Es un denominador común de los países que pertenecen al entorno de la Alianza Atlántica. En el caso de Argentina la gravedad se acusa por la dependencia -nivel de deuda- particular, pero como decimos es una cuestión generalizada en en Europa y América. La cuestión es tan evidente que incluso Putin, enemigo público número uno de Occidente, lo advierte con claridad.

En declaraciones recientes, Putin expresó: "pasar al dólar es una decisión soberana de cada país, pero Argentina tiene un elevado nivel de inflación; hay muchos problemas con la devolución de esos fondos, es comprensible, pero se trata de una pérdida significativa de soberanía para el país, pues la vinculación al dólar producirá que se pierda una herramienta nacional para equilibrar la situación, sin la cual estarán abocados a reducir los gastos presupuestarios, graves recortes en salarios, pensiones, prestaciones, gastos médicos, carreteras, no tendrán otro camino".

Si incluso tu "peor enemigo" te señala lo que estás haciendo mal, es que lo estás haciendo rematadamente mal y probablemente sin posibilidad de solución, y solamente le resta sentarse a esperar ver el paso de tu cadáver por el río. La pérdida de soberanía de los Estados dependientes de la OTAN es más palpable ahora -siempre la hubo- porque el imperialismo norteamericano tiende a su fin. Y en su caída arrastrará todo lo que sea preciso, dado que su lógica y su naturaleza es la rapiña y el expolio.

De todas esas grandes patrañas que hemos enumerado en lo que llevamos de artículo, destaco principalmente dos, porque están íntimamente encadenadas y hasta el propio Milei las menciona en aquel discurso de su nombramiento: los Estados son soberanos y la riqueza la crean los empresarios.

La soberanía de un país (esa que Argentina va a dar el tiro de gracia con la dolarización, la misma que en los países de la UE mantienen encadenada a los intereses bélicos y de rapiña de los Estados Unidos), no es sólo un concepto abstracto al que sólo podemos acercarnos desde el pensamiento, también es una realidad concreta que puede evaluarse desde los datos empíricos. Es, por ejemplo, la capacidad de un país para obtener los recursos necesarios para su propia producción.

Y ¿quiénes son los encargados de crear la producción de un país? Nos dicen que son los empresarios. Pero si así es, entonces, ¿por qué si las grandes empresas presentan cada año más beneficios, en cambio la riqueza del país disminuye, de manera que llega a perder su soberanía. ¿Tendrá por ejemplo, carestía de litio Argentina, uno de los recursos naturales más solicitados hoy día para la fabricación de baterías para los recursos, si es uno de los países que forman el triángulo geográfico de mayores yacimientos junto con Chile y Bolivia?

Por tanto, la cuestión de la soberanía se interpretará de modo muy distinto si tenemos en cuenta o no su aspecto social.

Un Estado dominado por el neoliberalismo se esforzará en hacer creer que su soberanía depende, principalmente, de su capacidad de endeudamiento, de esa "plata" abstracta, y de la estabilidad que pueda manejar en ese equilibrio. Obviamente, la materialidad le hará darse de bruces con la realidad antes o después: el dinero ficticio y la deuda no producen petróleo, no producen gas, no producen mascarillas cuando hay una pandemia, no producen litio para los modernos artefactos tecnológicos. Tampoco habrá soberanía si, bajo la excusa de la carencia de esos recursos imprescindibles, se eleva el precio de los productos básicos hasta el punto de que las personas no puedan adquirirlos, o el precio de la vivienda sea inaccesible para la mayoría.

Es decir, la soberanía de un pueblo se evapora cuando su realidad económica está atravesada por los intereses de las  empresas, cuya lógica responde al beneficio en las bolsas donde el dinero no conoce nacionalidades ni culturas. La verdadera soberanía tiene sus raíces en la realidad social. Sin la perspectiva de las clases sociales, el engaño capitalista puede perdurar hasta que nos expriman la última gota.

Sí hay plata, sí hay trabajo, sí hay riqueza, sí hay posibilidad de sanidad y educación universales. Lo que no hay es conciencia de clase.  


sábado, 9 de diciembre de 2023

¿Por qué un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre?




Querría abrigar la esperanza de que mi folleto ayudará a orientarse en el problema económico fundamental, sin cuyo estudio es imposible comprender nada cuando se trata de emitir un juicio sobre la guerra y la política: el problema del fondo económico del imperialismo.

Lenin, Imperialismo fase superior del capitalismo.


El aforismo "el pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre" no es sólo una frase hermosa, un simple recurso poético que alude a la solidaridad o a la hermandad. Contiene un significado más profundo y revolucionario.

Sin duda a los comunistas nos mueven motivaciones no sólo analíticas y prácticas, también sensibles, como la solidaridad o la empatía o el rechazo a las injusticias. Pero suele ocurrir que los izquierdistas desclasados y posmodernos manosean estas frases, a las que acuden para llenar de conmiseración su vacío de argumentos. En especial cuando los horrores son tan evidentes como el genocidio premeditado del pueblo palestino. O como en Ucrania desde 2014 o en la traición al Sáhara y tantas veces antes.

De esta manera, esa izquierda inocua y aceptable por el capital acaba eliminando el verdadero sentido de esos mensajes. Lo convierten en algo similar a las limosnas con que los católicos calman el remordimiento de sus pecados. 

Entonces, ¿qué significado tiene esto del pueblo que no es libre si oprime a otros? Intentemos razonarlo repasando el significado que adquiere en palabras de Marx y posteriormente de Lenin. 

De dónde procede

Se atribuye sin acierto a Engels o al propio Marx el origen de la expresión. Ambos la usaron, así como Lenin, aunque verdaderamente su procedencia se encuentra unas décadas antes y desde el Perú. El limeño Dionisio Inca Yupanqui la pronunció dentro de un emotivo discurso enunciado ante las Cortes de Cádiz en 1811.

Como delegado de los pueblos de Hispanoamérica, "como Inca, Indio y Americano", explicó a las Cortes de Fernando VII que "un pueblo que oprime a otro no puede ser libre". 

"Vuesa Merced -dijo a continuación Yupanqui- toca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tirano de Europa, apetece marcar como esclava a la generosa España, que resiste valerosamente, sin advertir que castiga con la misma pena, que por tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos".

Es decir, Dioniso Yupanqui denunció en las Cortes españolas que era incongruente y grotesco quejarse de ser sometidos por las tropas francesas y solicitar el apoyo del Perú, si desde siglos antes los mismos españoles estaban sometiendo a los pueblos indígenas americanos.

Marx y los nacionalismos

Yupanqui condensó en una frase la situación análoga de las clases populares, ya fuesen incas o españolas, en el contexto del colonialismo decadente hispano. Situación que se agudizaría décadas más tarde en las "guerras de rapiña" (como describió Lenin) del imperialismo propio de la fase del capitalismo durante la Primera Guerra Mundial, y que Marx observó en una etapa inicial del desarrollo capitalista.

Marx empleó la expresión en su correspondencia, en referencia principalmente a Irlanda y a Polonia, sometidas respectivamente por Inglaterra y Alemania. Marx entiende que la burguesía obtiene provecho de enfrentar a los trabajadores de una nacionalidad con respecto a otros y explica a sus camaradas de la Primera Internacional que es una tarea despertar en la clase obrera de un país dominante la conciencia de que para ella la emancipación nacional de el país sometido no es cuestión de justicia abstracta o de simpatía humana, sino la condición primera de su propia emancipación nacional (1), aunque esto implique apoyar puntualmente a ciertos movimientos burgueses, sin olvidar el objetivo prioritario de la emancipación obrera (2).

Puede parecer un contrasentido que, por un lado, se aluda a la liberación de los pueblos nacionales y, por otro, que en textos marxistas fundamentales como el propio Manifiesto parezca expresarse lo contrario en frases como: los obreros no tienen patria.

"Proletarios de todo el mundo, uníos" es la frase final del Manifiesto (por cierto, original también de una descendiente peruana, Flora Tristán, revolucionaria y precursora del Feminismo, cuya obra La unión obrera formaba parte de la biblioteca particular de Marx). ¿Cómo casan ambos argumentos aparentemente contradictorios?

No hay tal contradicción. Simplemente hay que entender la dialéctica de la lucha de clases en las diferentes situaciones de cada país, entre las que las relaciones no son homogéneas, hay naciones sometidas y otras que las someten con intereses principalmente económicos, desde los albores del capitalismo hasta el imperialismo actual. 

En palabras sencillas, no tiene sentido apelar a la unión internacional de las clases trabajadoras si las de un país oprime a las de otro.

Curiosamente, en mi opinión este razonamiento es fácilmente comprendido por los que somos trabajadores. Quizás sea porque los trabajadores hemos vivido en nuestras propias carnes, o la hemos visto sufrir en nuestro hogar y a nuestros mayores, la violencia de la explotación de la clase capitalista. Se aprecia también con más claridad en la lucha de las feministas, sería hipócrita reivindicar la emancipación de la clase obrera si dentro de ella una mitad sufre opresión por la otra.

Si observamos, el razonamiento dialéctico hunde sus premisas en el materialismo histórico: el objetivo principal de la libertad de la clase obrera pasa por entender, lógicamente, a las sociedades como un constante fluir de las contradicciones entre clases antagónicas. Pero ese internacionalismo proletario no se opone al capitalismo global del mismo modo en todas partes, por tanto atraviesa distintas etapas según las diversas particularidades nacionales o culturales, religiosas, etc.

La lógica capitalista, por su parte, tiene claro que no se respetan ni tradiciones ni honores patrióticos. Marx lo advierte, entre otros ejemplos, al comentar la primera edición de El Capital, cuando avisa a los lectores alemanes de que, aunque en la obra se hable de Inglaterra -en el capitalismo incipiente- no se crean salvados por la distancia (3).

Lenin y el análisis dialéctico

Lenin, como sabemos, desarrolla esos principios marxistas adaptados a los tiempos que le tocó vivir y describe las características de su fase superior, el imperialismo. Continuador del análisis económico de El Capital, Lenin observa en el medio siglo que transcurre desde la magna obra marxista la concentración monopolista, el papel principal de los bancos, la relación del capital financiero con las industrias y el reparto del mundo entre las grandes potencias.

En los conflictos que surgen por los conflictos de intereses imperialistas y dentro de ellas entre los países sometidos, Lenin señala, al modo de Marx, el azuzamiento de unas naciones contra otras a través del "envenenamiento" nacionalista, del chovinismo, aunque sin olvidar el derecho de las naciones a su determinación.

A esta contradicción la denomina planteamiento histórico concreto de la cuestión: "la teoría marxista exige de un modo absoluto que, para analizar cualquier problema social, se le encuadre en un marco histórico determinado, y después, si se trata de un solo país (por ejemplo de un programa nacional para un país determinado), que se tengan en cuenta las particularidades concretas que distinguen a este país de los otros en una misma época histórica". (4) 

Conclusiones

En la terrible experiencia que estamos presenciando en nuestros días, el genocidio premeditado del pueblo palestino, así como vimos recientemente en Siria o más cerca aún en el conflicto de Ucrania o en el abandono del pueblo saharaui, la expresión "el pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre" adquiere una dimensión especial para la clase trabajadora europea y la española en concreto.

La expresión popular incontenible de las multitudinarias manifestaciones en apoyo a la legítima defensa palestina, pese a la censura de las autoridades oficiales, sugiere que la clase obrera de estos países empieza a comprender el razonamiento dialéctico que se oculta tras la hermosa frase.

Desde los orígenes del socialismo científico podemos analizar las cuestiones sociales desde la perspectiva materialista y sabemos que el motor que mueve los conflictos, incluidas las guerras bajo aparentes motivaciones patrióticas o religiosas, es la lucha de clases.

Pero la lucha de clases no es homogénea en todo el mundo. A través del desarrollo de El Capital realizado por Lenin, sabemos también que es la rapiña el principal motivo de las guerras imperialistas. Si en época de Lenin era la pugna por las fuentes de recursos (hoy también lo sigue siendo en parte, en casos como los yacimientos de litio, metal necesario para las imprescindibles baterías de los modernos aparatos actuales), en nuestros días es la batalla comercial de los grandes fondos de inversión, verdaderos propietarios de las compañías multinacionales. Entre ellas, hay que señalar, las de la lucrativa fabricación de armas.

El poder de esos fondos de inversión ha llegado a ser tan enorme que alcanza una fuerza superior a la de muchos Estados, supuestamente soberanos. En el caso de España, su soberanía está supeditada a los mandatos de la Unión Europea, a su vez delegada, en el Viejo Continente, a los intereses de los Estados Unidos. O quizás sería más exacto, delegada de los intereses de las grandes compañías que cotizan en las bolsas del entorno atlántico.

Por tanto, para romper esa dinámica, la clase trabajadora europea y la española en concreto debe entender que sus respectivos Gobiernos trabajan en realidad para esos intereses económicos, y no por el interés de su propio pueblo, por muchos ropajes progresistas con que se disfracen.

En el caso de España, el PSOE y sus comparsas sumatorias o podemistas colaboran en ese interés imperialista, pese a que traten de calmar los remordimientos izquierdistas de sus engañados votantes con llamadas a la paz, exigencia del reconocimiento del Estado Palestino o las críticas a Netanyahu.

Por tanto, la lucha del pueblo palestino es también la lucha del pueblo trabajador español y europeo. En la libertad del opresor imperialista norteamericano está el futuro de la clase obrera europea. No seremos libres mientras seamos cómplices del genocidio.

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1- Carta de Marx a Meyer y Vogt 

2- Marx y la Nueva Gaceta Renana, F. Engels

3- De te fabula narratur (a ti se refiere el cuento), Prólogo a la primera edición alemana del primer tomo de El Capital

4- El derecho de las naciones a la autodeterminación, Lenin. 


lunes, 4 de diciembre de 2023

Andalucía, dormida y encadenada



Como un eco de la infancia suena en mi cabeza la letrilla de unas sevillanas, "Andalucía, despierta que eres libre de tus cadenas, ¡despierta!". Recuerdo imágenes de folletos rojos de mis hermanos mayores, entonces estudiantes, con fotos de manifestaciones masivas y la referencia a una Andalucía presa, alegoría que en mi imaginación de niño convertía en una mujer gigantesca encadenada en lo profundo de una cueva de Sierra Morena.

En verdad pocas cosas han cambiado desde aquel 4 de diciembre en que asesinaron cobardemente a Manuel José García Caparrós, criminales miserables que rabiaban porque les molestaba que millones de andaluces se echaran a las calles a reivindicar la autonomía y la libertad.

No ha cambiado para esos a quienes inquietaban las grandes manifestaciones. Incluso ahora descansan más tranquilos y hasta se atreven a salir a las calles también un 4D, contraprogramando la manifestación tradicional de la izquierda con una alternativa convocada por la confederación de empresarios.

Están tranquilos porque han vuelto a dormir a la giganta. La lucha del pueblo andaluz ha quedado para el folclore. La pantomima de unos cuantos que se aferran a las banderas y a los símbolos para mantener su pequeña taifa de votos.

Por la tierra andaluza sobrevuelan los aviones que llevan las bombas de la OTAN, en sus costas se reabastecen los barcos de guerra que apoyan los genocidios. En las milenarias ciudades andaluzas se vende hasta la última parcela al turismo, mientras los andaluces que allí vivían dedican la mayor parte de su sueldo a compartir un piso del extrarradio. Y son los andaluces los que viven en los barrios con más paro y peor calidad de vida.

Hace unos días, el Ayuntamiento de Sevilla se vanagloriaba de haber gastado 44 mil euros en "adecentar" el muro junto al Puente de Triana. No fuera que los turistas se molestasen y pensaran que los andaluces no siguen la dictadura de la UE y la OTAN.



Ni soberanía, ni autonomía ni libertad tiene el pueblo andaluz, ni ninguno de los pueblos de España. Todo está supeditado a los intereses de los fondos de inversión del entorno de la alianza atlántica. Y lo peor es que quienes deberían explicarlo, los que se dan golpes en el pecho de andalucismo izquierdista, no lo hacen, al contrario, echan más somnífero a la giganta encadenada.

¿Hasta cuándo vamos a esperar para que nuestras calles se vean de nuevo ocupadas por millones de andaluces?

Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos.
¡Andalucía, despierta! ¡andaluces levantaos!

 


       

viernes, 17 de noviembre de 2023

Pacifismo burgués, pacifismo socialista

 


Son ya más de 6.000 los niños muertos en el proceso de genocidio programado sobre el pueblo de Palestina, gracias a los bombardeos masivos del poderoso ejército israelí, financiado por EEUU y sostenido en su logística por países de la UE como España.

Quien no viva en la inopia informativa de los telediarios oficiales, conocerá ya de sobra la catadura moral de nuestros representantes de la izquierda parlamentaria, desde PSOE a Podemos-Sumar, y sabrá que no son más que unos vendeobreros, o usando su neolenguaje, personas vendeobreras.

Pero la realidad no deja de sorprendernos y nos ofrece nuevas muestras de más y mejor cinismo. La última ha sido en la sesión de investidura de Sánchez, donde sus señorías vistieron símbolos a favor del pueblo palestino. Pañuelos los de Belarra o pines de sandías los de Díaz. Curioso por cierto lo de los pines, tal vez el pañuelo de toda la vida estropeaba el estilismo elegido por Yolandísima para el nuevo besazo con Pedro.

"Esta investidura va también de parar a la barbarie", señalaba la cuenta oficial de Sumar. Bien, veamos de qué "va esto" en realidad.

Si en lo doméstico, en lo nacional, los liquidadores de la izquierda nos hablaron de erradicar los desahucios, derogar la reforma laboral, implantación del empleo indefinido o cambio de paradigma de la vivienda, es en el plano internacional donde sus fantasías alcanzan las mayores alucinaciones.

Hace apenas unos meses mencionaban la "invasión rusa" de Ucrania. Unos aplaudían directamente a Zelensky en su turné armamentística por los parlamentos europeos y otros ejercían el papelón de sufridos obligados a asistir, así como asisten, pobres morigerados, a los actos de los Borbones pero con simbolitos o regalos de videos, aunque siempre bien presentes todos ellos y sin recordar ese nombre ruso, Dimitir.

También hablaron de paz entonces. Todas las performances pacifistas y brindis al sol no impidieron que fueran dedicados decenas de miles de millones de dinero español a la guerra contra Rusia, que se enviaran tanques, se multiplicara -muy por encima del gasto dedicado, por ejemplo, a sanidad- el presupuesto militar o que se enviaran adiestradores de mercenarios.

Todo como ministros del Gobierno o en la antesala del reparto de carteras digital de Díaz, verdadero núcleo del asunto (porque aclararemos que cuando dicen que "han parado a la derecha" se refieren a que han parado a los candidatos de la derecha reconocida que pretendían desalojarles de sus puestos y carguitos).

Tanto en Ucrania como en Palestina, nunca señalan los verdaderos motivos, acuden a las expresiones comunes de buenas intenciones y deseos de legalidad internacional, pero jamás señalan ni señalarán al imperialismo norteamericano -no se muerde a la mano que te da de comer-, ni a las exigencias antiobreras de su sucursal europea, UE, ni al interés de los grandes fondos de inversión en la venta de armas o el aumento del precio de los recursos para la producción, nada de esto se señala.

Es el mismo mundo de fantasía interno llevado a lo externo, sus políticas utilísimas pararán mágicamente lo que pretenda atravesar los Pirineos. ¿Imperialismo? Eso son palabrerías de extremistas y comunistas totalitarios. Que estemos a las puertas de una tercera guerra mundial no nos afectará.

Fue precisamente quien describió la fase del capitalismo imperialista, Lenin, el que mejor retrató a estos pacifistas burgueses:

"Dejaríamos de ser socialistas, si nos contentáramos con la contemplación cristiana, por así decirlo, de la bondad de las bondadosas frases generales, sin poner al descubierto su significado político real. ¿Acaso no vemos continuamente que la diplomacia de todas las potencias imperialistas hace alarde de virtuosísimas frases "generales" y de sus declaraciones "democráticas" encubriendo con ellas el saqueo, la violación y el estrangulamiento de los pueblos?".

Y también: "La verdad de la situación actual, de la guerra actual, del momento actual en que se hacen tentativas para concluir la paz consiste en el reparto del botín imperialista. Allí está lo esencial, y comprender esa verdad, expresarla, "enunciar aquello que realmente es", tal es la tarea fundamental de la política socialista, a diferencia de la burguesa, para la cual lo principal está en ocultar, en esfumar esa verdad". (1)

La paz burguesa que nos proponen es la de la firma de documentos de intelectuales equidistantes o el ridículo boicot de algunos productos, o los símbolos de pañuelos y pines de sandía, mientras sus Gobiernos sostienen la logística del inmenso ejército imperialista y venden a su pueblo a los intereses económicos de las empresas que se lucran con todo ello.

La paz socialista, del socialismo auténtico, es la paz de la solidaridad entre los pueblos, del internacionalismo proletario, la de los millones de personas que salen a las calles a manifestarse con banderas palestinas, pese a que las autoridades lo prohíben.

Esta paz no se consigue con buenas palabras y deseos al niño Jesús. Si vis pacem, para bellum. Un auténtico defensor señalaría las verdaderas intenciones de los agresores belicistas, haría consciente a la clase trabajadora de su pueblo de la necesidad de organizarse ante ello. Explicaría la necesidad de frenar las pretensiones de los grandes intereses armamentísticos y su estrecha relación con el dominio de los recursos necesarios para la producción.

Esto "no va" de cinismo e hipocresía. Va de solidaridad internacional, va de armar de conciencia a la clase trabajadora de todos los países ante las intenciones del imperialismo de la OTAN, va de buscar alternativas a sus falsas políticas útiles dirigidas por la UE, va de honestidad. 


(1) Pacifismo burgués y pacifismo socialista, texto de Lenin escrito en 1917 para señalar el intento de reformistas como Kautsky para sustituir el impulso revolucionario, que crecía en las masas proletarias ante el hartazgo de la guerra, por una falsa paz manejada por los burgueses.


 



   

  



miércoles, 15 de noviembre de 2023

Huelga general cayetana



Deben ser hilarantes las películas que esté rodando Berlanga en el más allá, sin necesidad de que Rafael Azcona le retoque los guiones que España no deja de regalar. La perenne realidad borbónica, otánica y católica española está ofreciendo escenas políticas que no desmerecerían dentro de La escopeta nacional, mientras los españolitos nos desvivimos por pagar una letra como Plácido.

Y es que España se rompe. Saltan las alarmas porque la nación se quiebra y los más rancios españolistas no lo pueden consentir y salen a manifestarse a las calles, exigiendo la huelga general.

¡Éramos tan jóvenes cuando se celebraron las últimas! La más reciente la invasión de las avenidas por masas de mujeres durante la huelga feminista de 2018, que hizo temblar los cimientos más arcaicos de la sociedad. O la anterior de 2012, cuando aún los sindicatos mayoritarios tenían algo de vergüenza y reaccionaban a los recortes exigidos por la UE. ¡Qué tiempos!   

Hoy son televisadas y radiadas con profusión (curiosamente estas sí y no otras) las manifestaciones de los defensores de la patria. Las situaciones esperpénticas nos regalan momentos como las de niños de papá que descubren que la policía se molesta por putodefender España o señoras que abandonan una detención policial porque tienen cosas que hacer y se les hace tarde. 

Todo sería muy chistoso si no fuera porque, tras el escenario, se esconde una realidad muy triste.

Observen dos matices importantísimos. Primero, tanto unos como otros -partidarios o los detractores del acuerdo de investidura- se aferran a la Constitución como referente de justicia. Lo curioso aquí es que nuestra norma superior es invocada para cuestiones ideológicas o identitarias. Pero nunca se hace para reivindicar otras cuestiones también recogidas en ese marco legal superior, como el derecho al empleo digno, o el derecho a la vivienda.

Antes bien al contrario, en lo que se refiere a malbaratar el trabajo o en especular con un derecho fundamental como es tener un hueco donde vivir, la Constitución puede ser ninguneada sin ningún problema, olvidada, prostituida o vuelta del revés como un calcetín.

Dicho en términos marxistas (con perdón): lo intocable para unos y otros es el ordenamiento legal que otorga el poder al Estado que garantiza y perpetúa el orden social, un Estado que reacciona violentamente cuando se ataca a los intereses de una minoría, pero calla y consiente cuando lo que se violan son los intereses de la mayoría, la clase trabajadora.

Segundo matiz, causa repugnancia que sean sindicatos y organizaciones afines a la ultra derecha, con tintes falangistas y franquistas, quienes convoquen a una huelga general.

Entre tanto, quienes deberían haber convocado no ya una sino varias huelgas generales, se encuentran entretenidos en lo que más les importa: el reparto de sillones. Porque ya salió el premio gordo de la lotería de esta legislatura: los ministerios de Sumar. A menos de un mes, por cierto, de retomar el Pacto de Estabilidad europeo que recortará miles de millones del gasto público español, casus belli de anteriores huelgas generales en otros tiempos.

No sabemos cuándo la clase trabajadora tendrá algún referente medianamente honesto. La derecha y la "izquierda" parlamentarias conviven en perfecta armonía, una simbiosis muy beneficiosa para ambos, en la que la ideología de la clase dominante ya ocupa todo el espacio (incluso ahora el de las huelgas). 

Mientras, la ideología que defiende los intereses de la clase trabajadora permanece fuera de juego, pese a que las masas populares lo tienen claro cuando la realidad es tan evidente que duele, como está sucediendo con el genocidio del pueblo palestino.


martes, 7 de noviembre de 2023

Asalto al Palacio de Invierno



Una noche del 7 al 8 de noviembre como la de hoy, según el calendario juliano, pero del año 2017 tenía lugar uno de los episodios principales que marcaba el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre, el asalto al Palacio de Invierno.

En aquel palacio se situaba la sede del Gobierno Provisional de Kerenski, en la ciudad de Petrogrado, entonces capital de Rusia. Unos disparos de los cañones del crucero Aurora fueron la señal para el asalto. El resultado de la maniobra, tal como había previsto Lenin -quien había señalado la necesidad de no demorar la toma del poder bajo el riesgo de perder todo lo logrado-, fue un éxito.

El edificio del Instituto Smolny, antes academia de educación de doncellas nobles, era elegido por Lenin como sede del nuevo gobierno, esta vez revolucionario. Desde este instituto (representado en el cuadro de Vladimir Serov que ilustra esta entrada) se proclamaba el poder soviético.

La resolución tomada por Lenin no fue un arrebato aislado ni espontáneo, era el resultado de años de estudio teórico y de preparación de la conciencia a través de las asambleas obreras, soviets. 

Meses antes, la revolución burguesa de febrero derrocaba al Zar tras masivas protestas populares, reprimidas con extrema violencia, huelgas y levantamientos militares que acabaron en insurrección. En los inicios de 1917 Rusia seguía teniendo un papel activo en la guerra aunque era un país depauperado, arruinado y al borde de la crisis. La clase trabajadora de Rusia era diezmada por las bajas en la guerra y era una población en su mayoría analfabeta y de una pobreza extrema.

Dos meses después del levantamiento de febrero, el diario Pravda publicaba las Tesis de Abril. Estas tesis, contenidas y explicadas en el texto Las tareas del proletariado en nuestra revolución, trazaban el plan general de lucha para pasar de la revolución democrático burguesa a la revolución socialista.

"La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado" (1).

Esto es, observando las experiencias de la Comuna de París y de la revolución rusa de 1905, Lenin desarrolló las teorías marxistas para establecer una estrategia en la evolución de la organización obrera que permitiera valorar los momentos y las condiciones para llevar las insurrecciones de las masas hacia la revolución socialista, de manera que su resultado fuese exitoso.

La observación material de las circunstancias, desarrollo científico obtenido a través del estudio minucioso que Lenin había logrado desarrollando las teorías del materialismo histórico, le llevaron a determinar una serie de tareas fundamentales (fusión de todos los bancos en un único banco nacional, someter a los soviets la producción y distribución de los bienes, nacionalización de las tierras) con las cuales era posible vencer las desconfianzas de los obreros y desenmascarar el papel conciliador de los mencheviques.

Tras ser aplastada la sublevación de Kornilov, los bolcheviques eran ya mayoría en los soviets de las ciudades más importantes del país. Las masas ya contemplaban con total confianza a los partidarios de Lenin. En los albores de noviembre, las cartas enviadas a los comités de Petrogrado y Moscú, transmitían un mensaje sin tapujos: los bolcheviques deben tomar el poder (2).

Lenin advertía que la burguesía preparaba la entrega de Petrogrado a los alemanes, remedo grotesco de la Comuna, y se disponía a traicionar a su pueblo con tal de conservar el poder. "La historia no nos perdonará si no tomamos ahora el poder" (3).

Finalmente, el diario Rabochi y Soldat publicaba la mañana siguiente al asalto: "¡A los ciudadanos de Rusia! El Gobierno Provisional ha sido derribado (...) Los objetivos por los que ha luchado el pueblo -la propuesta de una paz democrática, la abolición de la propiedad agraria, el control obrero de la producción y un Gobierno soviético, están asegurados. ¡Viva la Revolución de los obreros, soldados y campesinos!".

A este respecto, es interesante acudir a los pensamientos de Grigory Lukacs sobre la figura de Lenin: 

"El materialismo histórico es la teoría de la revolución proletaria y su esencia constituye el resumen conceptual de ese ser social que produce al proletariado, que determina la existencia entera del proletariado; lo es porque el proletariado que lucha por su liberación encuentra en él una clara conciencia de sí mismo. La grandeza de un pensador proletario, de un representante del materialismo histórico, se mide en consecuencia por la profundidad y la envergadura de su visión de estos problemas."

"Lenin fue capaz de hacer de este conocimiento -exacto en la perspectiva de la historia mundial, pero tan solo en esta perspectiva- el hilo conductor, seguro para regular todas las cuestiones del día, tanto las cuestiones políticas como las económicas, tanto las teóricas como las tácticas, las de agitación y las de organización" (4).



(1) Las tareas del proletariado en la presente revolución, tesis número dos del texto leído por Lenin a los bolcheviques.

(2) Carta a los miembros del Comité Central, Lenin, 6 de noviembre de 1917: "Es necesario a todo trance detener al gobierno esta tarde, esta noche, desarmando previamente a los cadetes. ¡No se puede esperar! ¡Nos exponemos a perderlo todo!".

(3) Los bolcheviques deben tomar el poder, carta de Lenin al Comité Central del 25 de septiembre.

(4) Lukacs, Lenin, 1924.

 

domingo, 5 de noviembre de 2023

Telemanipulación masiva



De todas las miserias que se están destapando durante el genocidio del pueblo palestino, hay una particularmente despreciable que es la de los grandes medios informativos.

Dicen que el llanto de un bebé provoca una respuesta innata en los seres humanos adultos. Debe haber algún mecanismo neurobiológico que nos haga intolerable la contemplación del sufrimiento en los niños. Puede que en parte por ello la respuesta popular en rechazo a la masacre israelí se haya desbordado en todas grandes ciudades del mundo. Gracias a los avances en telecomunicación y a las redes sociales es posible difundir exponencialmente imágenes y videos de manera inmediata. De este modo, en los últimos años se han revelado injusticias que en otros tiempos hubiera sido imposible demostrar, como por ejemplo los abusos policiales cometidos en espacios públicos y que son grabados por testigos.

Un asesinato masivo tan horrible y brutal es imposible de ocultar hoy. En el caso del exterminio palestino todos tenemos alguna o varias imágenes de los crímenes provocados por los bombardeos indiscriminados de Israel que nunca podremos borrar de nuestra memoria. 

Es interesante analizar cómo responden los grandes medios informativos a esta nueva forma de comunicación popular. Observen cualquier informativo televisivo español en estos días. Como es obvio, la realidad no puede ocultarse cuando es manifiesta ante todos los ojos, así que se informa sobre ello. Pero adviertan el modo en que estos hechos son informados.

Por supuesto, se ofrecen algunas imágenes cruentas de los bombardeos, secuencias de las deplorables condiciones de los hospitales, los llantos de las víctimas que logran sobrevivir. También se admite la información de las clamorosas y masivas manifestaciones que se producen en los lugares más dispares del planeta, incluso en los propios Estados Unidos.

Acto seguido el relato informativo se enfoca en una serie de conceptos concretos: los movimientos de Hamas y las acciones que en todos los casos son adjetivadas con la misma categoría: terrorismo. Se hace referencia a los rehenes que posee Hamas, se muestran entrevistas a sus preocupados familiares y se recuerda una vez más el espanto de lo ocurrido el día 7 de octubre. Los ataques del ejército israelí, sin embargo, han pasado ahora a ser "incursiones selectivas" que "desactivan" células terroristas.

Luego se explican los movimientos de los responsables políticos occidentales para favorecer caminos para las ayudas humanitarias o establecer pausas para atender a los heridos.

Se diría, viendo este conjunto informativo, que se trata de una lucha sangrienta pero en la que ambos bandos tienen motivos para ser crueles y en la que los gobiernos occidentales son meros espectadores horrorizados que tratan de contener a los combatientes. Sin embargo, basta observar la simple estadística de asesinatos infantiles, como en la gráfica que ofrece la cuenta @03690jul, para sospechar que esta información es una farsa y se trata de una manipulación interesada.



Es imposible no hacerse una pregunta muy simple. Si nos mienten en estos horribles sucesos que no pueden ocultarse, ¿qué no habrán ocultado en anteriores crímenes cuando no existía esa facilidad popular de compartir información? ¿Qué serie de barbaridades nunca sabremos sobre lo ocurrido ya no en otras épocas sino en nuestra historia reciente, en Yugoslavia, en Irak, en Libia o en Siria? ¿Qué parte de lo ocultado sobre Ucrania desde el golpe de 2014 responde al vértigo de la actualidad o a la propaganda de guerra? 

Los informativos españoles de hoy siguen su curso, nos hablan de los avances en las negociaciones por la amnistía y la formación del imprescindible gobierno, de las subidas de precios al parecer causadas por sabe dios qué motivos.

La sociedad en que vivimos es un inmenso decorado, una realidad manipulada de manera que sea soportable por la mayoría, los que viven al día, los que pagan esos precios desorbitados y se les pide el voto de vez en cuando.

Una imagen invertida que la ideología dominante reproduce en nuestras mentes y que es una simple pátina, un recubrimiento dulcificado. Si rascáramos sobre esa superficie encontraríamos, no muy profunda, la horrible realidad.

La única manera de tumbar ese decorado fraudulento es que seamos conscientes de nuestra posición en la sociedad. Es imprescindible entender que lo que ocurre a nivel interno en nuestro país está íntimamente relacionado con lo que ocurre a nivel internacional. La solidaridad con el pueblo palestino no es sólo una cuestión humanitaria, es también una cuestión de clase. 

Y los gobiernos de los países aparentemente ajenos al genocidio palestino son también responsables, en cuanto son gestores de los grandes intereses económicos que miran hacia otro lado cuando se trata de unas violencias y en cambio actúan con mano dura cuando son otras.

viernes, 27 de octubre de 2023

Sevilla, capital universal del vandalismo



En la mañana de ayer los sevillanos encontraban que en uno de los muros del paseo del Guadalquivir, el que mira al Puente de Triana, se había realizado una pintada con la leyenda Palestina libre, la que puede verse en la imagen.

En cuestión de horas, el Ayuntamiento anunciaba un urgentísimo zafarrancho de limpieza, un comando de diligencia inusitada, contra lo que consideraba un "despreciable acto vandálico" que "destrozaba la imagen de Sevilla". Además, advertía de que "se van a endurecer las medidas" contra "ese tipo de actos".

A los lectores que no sean sevillanos les falta parte de la información para comprender el contexto. Para empezar, Sevilla no es solo ese maravilloso decorado en el que han convertido el centro histórico de la ciudad. Más allá de ese parque temático para turistas de intramuros, esa zona repleta de hoteles de lujo, gastrobares exquisitos y espectáculos enlatados de flamenco, existe toda una periferia en la que viven los sevillanos.

Porque vivir en el centro, lo que se dice vivir o pasar más tiempo de su vida, quienes en realidad lo hacen son los sevillanos camareros y camareras, o las kellys, las que limpian los incontables hoteles, que trabajan en jornadas maratonianas. 

Esos son los sevillanos que más tiempo pasan en el centro, a excepción claro está de los que tengan la suerte de vivir en ese entorno, bien porque son los privilegiados que se benefician de ese modelo de ciudad o bien porque han tenido la suerte de heredar una vivienda en esa zona, inasequible para mortales.

Sepan que más allá de ese entorno idílico de color especial, toros, duende y cofradías, existe una infinidad de barriadas donde las personas se apiñan compartiendo piso porque los "pequeños tenedores" (los poseedores de hasta 10 viviendas) pueden especular legalmente con el precio del alquiler hasta volverlo inaccesible hasta para una persona con empleo decente, como ocurre en todas las ciudades españolas. 

Barriadas enteras en las que se va la luz y se quedan a dos velas durante horas y horas, mientras los responsables les explican que no hay dinero para comprar generadores nuevos.

Plazoletas y grupos de viviendas en donde a los sevillanos les come la mierda, las pintadas son parte del paisaje, los árboles se caen cuando sopla viento fuerte o se inundan las calles en la lluvia por las alcantarillas mal conservadas. 

No en vano Sevilla destaca en las listas nacionales y europeas de los barrios más pobres y dejados de las manos de dios. Ahí sí que estamos en la champions y vamos como una moto.

Por tanto, si las pintadas son "vandalismo" y en la mayor parte de la ciudad cunde el destrozo de las paredes y la suciedad, ¿se podría decir que Sevilla posee el dudoso honor de ser capital universal del vandalismo?

Seamos sinceros. Lo que molesta tantísimo a nuestros señores y señoras gerentes del gobierno de la ciudad no es que esa pintada se haga en un sitio turístico, lo que molesta es que se haga en apoyo del pueblo palestino.

Y alguno dirá qué tiene que ver Palestina. Les explico. Esos gerentes del consistorio no son más que los administradores, a nivel local, de ese modelo de ciudad que beneficia a unos pocos privilegiados. Un modelo que fue adquirido al asociarnos económica y políticamente a la Unión Europea, organismo internacional que determinó que nosotros, los españoles, debíamos desmontar nuestras industrias y dedicarnos al turismo.

Esa Unión Europea es la sucursal en nuestro continente de los intereses de las grandes empresas de los Estados Unidos, así como de sus aliados, Reino Unido, Francia o Alemania. Esto es, todos esos países que andan enfrascados en santa cruzada contra Rusia y, por supuesto, alineada con los amigos de EEUU como Israel.

Sí, esas grandes empresas que están relacionadas con nuestras maravillosas compañías energéticas, nuestros cada vez más ricos bancos o nuestras ecosostenibilísimas empresas constructoras.

Así que a esos gestores de los intereses de unos pocos les parece intolerable y vandálico que un turista norteamericano, inglés, francés o alemán, se pasee por el parque temático del centro de Sevilla y vengan a fastidiarle con el recuerdo del genocidio de los palestinos.

Esa es la realidad. Cabría preguntarse si con los más de dieciséis mil millones de euros (16.000.000.000 €) que el Gobierno lleva empleados en gasto militar extra en el año 2023 no se habría podido dedicar una partida a adecentar los barrios populares, o a abrir las líneas cerradas de los colegios públicos, o ampliar los abarrotados centros de salud, e incluso comprar generadores eléctricos nuevos. 

Para nuestros gobernantes de los zafarranchos de la limpieza moral no es así. A nuestros gobernantes les encantaría que los ciudadanos no hiciésemos manifestaciones en solidaridad con Palestina, ni que se luciesen banderas de ese país en los estadios de fútbol, ni se pintasen las paredes. 

Pero no se puede tapar el sol con un dedo, señores gobernantes, ni ponerle puertas al campo. La inmensa mayoría de la sociedad y en especial las clases más populares están contra sus guerras, contra el despilfarro infame en armamento para echar leña al fuego de conflictos que los españoles no hemos buscado ni nos interesan.

Viva la lucha de la clase obrera.
Viva la solidaridad internacional.
Viva Palestina libre.

lunes, 23 de octubre de 2023

La trampa anticomunista de la diversidad


 

Vivimos tiempos muy oscuros, en los que el imperialismo norteamericano, en su declive, no va a dudar en arrastrar consigo todo lo que encuentre. En su disputa por la hegemonía, necesitan carne de cañón que acuda al "frente oriental" de la batalla por el relato desprovista de cualquier capacidad de razonar. 

Para ello, el pensamiento se reduce cada vez más a etiquetas o atribuciones, con una simpleza alarmante. Y esto, que se diría es más conveniente para la derecha, en cambio se ha homogeneizado de manera indistinta también a la supuesta izquierda.

De ese modo, desde posiciones teóricamente izquierdistas, encontramos a quienes no se posicionan con Palestina porque consideran que defenderse contra décadas de agresión imperialista es violencia y terrorismo, o que esa violencia es masculina y por tanto la hay en ambas partes, encontramos que la pregunta qué es una mujer puede convertir en transfóbico, discrepar de los independentismos lleva a ser un rojipardo, criticar la sumisión de la UE a la OTAN identifica como putinista, cuestionar las medidas para la ecosostenibilidad lleva a ser señalado como negacionista, y así podríamos seguir indefinidamente en multitud de ejemplos de esas etiquetas.

¿Por qué fomentamos esta simplificación del pensamiento? ¿Por qué caer desde la supuesta izquierda en ese reduccionismo? Creo tener una posible explicación.

La trampa de la trampa de la diversidad.

Podría pensarse que, en lo que se refiere a cuestiones políticas que afectan directamente a nuestras vidas, bastaría una sola experiencia para aprender. Nada de eso, los tropiezos en la misma piedra son por desgracia recurrentes.

Hace poco, el ensayo político más leído en España fue La trampa de la diversidad, de Daniel Bernabé (Akal, 2018). Recuerdo que entre los militantes y gentes de izquierdas fue frecuente su recomendación y el paso de mano en mano de ejemplares. Una lectura amena y repleta de sorprendentes ejemplos de la actualidad.

La tesis central del ensayo podría resumirse en unas palabras de su prologuista, Pascual Serrano: "el gran invento de la diversidad es convertir nuestra individualidad en aparente lucha política, activismo social y movilización. La bandera deja de ser colectiva para ser expresión de diversidad, diversidad hasta el límite, es decir, individualidad".

Esto es, en estas últimas décadas la ideología de la izquierda se había trivializado hasta difuminarla en luchas identitarias y activismos muy específicos que acaban diluyendo a la propia izquierda.

A la izquierda, progresistas españoles cuestionando el derecho a defenderse del pueblo palestino desde argumentos como la igualdad o la paz. A la derecha, el autor de La trampa de la diversidad elogia, una vez más, a Joe Maravilloso Biden.

Sin embargo, apenas unos años después de su publicación, la izquierda parece empeñada en tropezar una y otra vez en la misma trampa. Así, el Gobierno "más progresista de la historia" ha ejecutado -y ejecutará- todas las políticas de recortes exigidas por la UE, hasta empobrecer a la población a niveles de otras épocas, e incluso nos ha llevado a formar parte de la guerra de la OTAN contra Rusia y todo el aparato de sanciones y distanciamientos contra China o cualquier país no sometido a la alianza occidental.

Es más, hoy participa del genocidio en Gaza como parte alineada con EEUU mientras realiza declaraciones solidarias de cara a la galería.

Ese retroceso de la izquierda parlamentaria, ahora convertida en remedo moderno del PSOE, se produce además con todos los ingredientes descritos en el mencionado ensayo: priorizar la defensa de las libertades identitarias a la lucha de clases, alusión a lugares comunes y desclasados como "el diálogo" y "la esperanza", políticas personalistas y de espectáculo, la "amenaza de totalitarismos" que justifican el gasto en miles de millones en armamento, etc.

¿Cómo fue posible que los seguidores de las tesis de esa trampa de la diversidad cayeran de nuevo en la trampa? ¿Se trata de una trampa tan sutil o sofisticada que es imposible evitarla?

La trampa de la homogeneidad.

La aparente diversidad o atomización de las luchas identitarias, fragmentadas en miles de etiquetas, contiene en su núcleo una homogeneidad estructural, un denominador común igual para todas ellas: su profundo anticomunismo.

Todas estas visiones alternativas son diversas pero, casualmente, coinciden en un mismo punto, el desdén/ignorancia/tergiversación premeditada del materialismo dialéctico, del socialismo científico.

La única pero poderosísima arma que posee la clase trabajadora es la unidad. Con ella pudo transformar un país del tamaño de un continente, antes atrasado y analfabeto, en el más avanzado tecnológicamente, o llevar a una pequeña islita a ser un referente mundial en atención sanitaria pese a estar bloqueada por un enorme imperio.

Para lograr esa unidad necesita un análisis correcto, el materialismo, que ponga en evidencia a la clase oprimida y a la explotadora, y los mecanismos económicos que sustentan esa sociedad. Y necesita una lógica que observe la totalidad de cada situación, la dialéctica, que nos haga entender que esas clases sociales son antagónicas e irreconciliables, y plantear una estrategia firme, sólida, bajo el control de la clase llamada a ser el conductor de los procesos revolucionarios: las mujeres y hombres de la clase trabajadora.

Pero ocurre que esto que parece tan sencillo de describir en un par de parrafadas, es bastante complejo de llevar a la práctica, pues la fuerza de la ideología dominante es enorme. 

Esta ideología, la que defiende los intereses de la clase dominante, es tan poderosa que puede mantener a pueblos enteros obnubilados con debates aparentemente transgresores, MacGuffins, artimañas variadas, e incluso convencer a millones de personas para que defiendan hasta las últimas consecuencias intereses absolutamente adversos a los de su clase.

Pero entonces, ¿por qué esa insistencia en caer y difundir la trampa? 

Sospecho una sencilla razón. Esa lógica, la dialéctica, conduce a pensar que aquel cambio revolucionario no puede producirse de manera amistosa y dialogada, a través por ejemplo de "políticas útiles" financiadas por la UE; ni puede ser un proceso en cómodos plazos de cortesías y talantes, de manera que algunos puedan permanecer en su pequeña zona de confort burguesa.

Por eso, aunque se comprenda la incoherencia, su solución se demora o se disfraza con nuevos atuendos, cada vez más creativos, así como quien, obstinado en una costumbre dañina, se auto convence con las razones más peculiares.

Se esfuerzan en evitar, como en el juego del tabú, la infinidad de explicaciones en las que Marx, Lenin y todos sus seguidores desmontaron a los reformistas y socialistas moralizantes. Bien porque esto les parezca "totalitario" o de poca "utilidad política" o "gris" o cualquiera de las excusas que podemos encontrar en el entorno del mundillo progresista.

¿Hasta qué grado de miseria y opresión tendremos que soportar para comprender que lo totalitario, lo gris y lo autoritario es vivir en el capitalismo?

martes, 19 de septiembre de 2023

¿Sueñan los ecohipócritas con coches eléctricos chinos?

Ecohipócritas sin fronteras: Urtasun, portavoz de Sumar, apoyó como eurodiputado el bombardeo de Libia; ahora le echa la culpa al cambio climático y lo utiliza electoralmente. Mientras, el ecobelicismo alemán lo tiene claro: ¡más madera! ¡La dictadura de los planes quinquenales no puede vencer a la libertad de vender más caro


Las mentiras de la Unión Europea comienzan a no caber debajo de la alfombra y amenazan con aflorar sin necesidad de fracking. La última bola que pretenden hacernos tragar es sobre los coches eléctricos.

El pasado miércoles Von der Leyen anunció en el Parlamento Europeo que se iniciará una investigación sobre los coches eléctricos fabricados en China, que se venden a un precio más barato que los europeos y, lógicamente, son preferidos por los compradores en el mercado global.

Pero ¿qué taimada treta pergeñaron los chinos para abaratar su producto? ¿Acaso los fabricaron con chips de lavadoras?

No, algo mucho más retorcido. Abaratan su precio gracias a ¡subvenciones estatales! Semejante argucia ha dejado descolocados a los responsables del jardín europeo, que temen que sus grandes empresas automovilísticas queden desplazadas y abocadas a las pérdidas, así como ocurriera con las empresas europeas de la industria solar, incapaces de competir con las empresas orientales.

Observen que doña Úrsula lo dejó muy claro. En palabras literales: «Es una industria crucial para la economía limpia, pero los mercados globales ahora están inundados de coches eléctricos chinos más baratos. Y su precio se mantiene artificialmente bajo gracias a enormes subvenciones estatales».

Es decir, ayudar a las empresas mediante subvenciones del Estado -y no sobre cualquier producto sino sobre uno que tiene supuestos intereses ecológicos-, es una carrera a la baja y una distorsión del mercado (sic).

Recordemos que los fondos europeos del plan Next Generation derramaron cientos de millones de euros sobre las empresas del Ibex 35, como Telefónica, Arcelor, Repsol, los bancos como Caixa o Bankinter, además de las energéticas, Iberdrola o Endesa, con la condición de realizar planes muy ecosostenibles y digitales.

Así pues, las ayudas de los organismos públicos para las empresas privadas es una estrategia que también ejecuta la UE, y también lo hace, en apariencia, con el benemérito objetivo del respeto al medio ambiente.

Luego, entonces, ¿dónde está el perjuicio de los fabricantes chinos? ¿No era una cuestión vital sustituir a los desfasados vehículos diesel aunque el precio de los eléctricos fuera inaccesible para un trabajador normal?

Malicio que el problema está en dos sentidos. Primero, que la famosa libertad de mercado está bien siempre que favorezca a las empresas de uno. Cuando desfavorece, ocurre como a los ateos que se acuerdan de Santa Bárbara al tronar, y llega el afán por los aranceles y las medidas proteccionistas.

Y segundo, pero no menos importante, un leve detalle: que las ayudas públicas europeas sirvieron para que las grandes empresas occidentales multiplicaran sus beneficios, mediante la subida de precios a los trabajadores, de manera que los trabajadores pagan más y las empresas recibieran doble premio. Mientras que esas empresas chinas del automóvil pretenden ofrecer productos de igual calidad a menos precio para cualquier comprador.

Una gran deslealtad, como pueden ustedes comprobar, que merece ser investigada. Será de enorme interés conocer los resultados de sus pesquisas.

Esperemos que a las potencias emergentes no se les ocurra alguna iniciativa similar sobre el gas o la gasolina, no sea que los europeos comiencen a preguntarse por qué comprar esos recursos a un precio más alto debido a la guerra y las sanciones. En ese caso, los resilientísimos trabajadores europeos pueden explotar como una olla a presión que se quedó ya sin jugo.


domingo, 10 de septiembre de 2023

¿Qué pasaría si el gasto en armamento se dedicara a sanidad, educación y pensiones?

 




"Si este es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?".
Cándido, Voltaire.

Cándido tiene su origen en el latín, candidus, color blanco y brillante (de ahí candil o encandilar, incluso candidato por la toga blanca de los políticos) y también referido a la inocencia de quien es limpio y sincero. Voltaire llamó Cándido al protagonista de su cuento, un joven criado en un entorno ajeno al mundo exterior y bajo el optimismo filosófico.

Pues bien, el titular de esta entrada es sin ninguna duda, por su inocente optimismo, absolutamente cándido. Lo reconozco. Y surge de una frase que compartí en la red social antes conocida como Twitter, en principio con la pretensión de ser irónica.

Es obvio que semejante exigencia, que el gasto en armamento se dedique a esos asuntos, es como hacer un brindis al sol. Y mucho más si esa petición se dirige al Gobierno español, ya sea el más progresista del universo.

Recordemos que la autopercibida izquierda parlamentaria ha pasado de reivindicar la devolución del rescate de los bancos a ejecutar todas las exigencias demandadas por la Unión Europea. Así, Pablo Iglesias (vicepresidente) firmó el Fondo de Recuperación Next Generation, Yolanda Díaz (ministra) logró disfrazar como grandes avances las exigencias laborales alabadas hasta por la CEOE o Enrique Santiago (secretario de Estado) se vanaglorió del ejecutivo que más dinero público ha trasvasado a intereses privados.

Todo ello en un tiempo récord, una marca que es la envidia de otros inesperados giros otanistas y europeístas como el de Felipe González.

Permítanme que les aburra durante un párrafo con algunos datos, pueden saltarlo si quieren. El presupuesto de Defensa alcanzó los 12.825 millones de euros para 2023. Es una colosal apuesta en gasto militar que se dedica principalmente a inversiones en armas nuevas. Se estima que ese gasto sea mayor; el año pasado se duplicó de los 12.000 millones presupuestados a los 24.000 millones. Defensa no disimula que esta inversión tiene su base en el compromiso con la UE y con la OTAN. Es una orden directa de Estados Unidos a sus socios de la OTAN para que dediquen no menos del 2% del PIB en armas para Ucrania. Por otra parte, Bruselas advierte que el Ejecutivo deberá recortar 12.000 millones este año y otros tantos el que viene, para ajustar el déficit público y mantenerlo en los márgenes exigidos por el Pacto de Estabilidad.

Imaginemos una cosa. Supongamos que un líder carismático o un grupo político o activista logra que la pregunta de nuestro titular se vuelva viral y sea compartida por miles de españoles. ¡Dediquemos el presupuesto de las armas al gasto público! ¿Qué pasaría?

Sin acudir a la ficción, es decir empleando datos reales de la experiencia reciente e histórica, se me ocurren las siguientes respuestas.

Primero, los miembros del Gobierno tendrían que reforzar el mensaje de que vivimos tiempos en los que la democracia corre peligro frente al "totalitarismo", que es necesario ajustarse el cinturón y apoyar el "frente oriental".

Segundo, si la eficacia de ese mensaje falla, podrían aparecer en medios noticias sobre incubadoras desconectadas en los "territorios ocupados" por Rusia, informes de organizaciones sobre Derechos Humanos advirtiendo de ejecuciones masivas o movimientos libertarios y coloridos reprimidos con brutalidad.

Tercero, podrían proliferar atendados, en los que comandos autónomos y anónimos volarían nuevas infraestructuras de recursos estratégicos, saltarían otros puentes, se derribarían otras presas, o quizás las instalaciones nucleares se verían afectadas, o los laboratorios de armas biológicas ya existentes.

Noticia del viernes de un medio español, en el que se dice literalmente que "las balas (enviadas por USA) conservan algunas propiedades radiactivas, pero no pueden generar una reacción nuclear como lo haría un arma nuclear". El mal menor de las armas nucleares.

Tampoco descartemos, dentro de la experiencia real, que a ese líder o grupo político podrían surgirle denuncias de todo tipo, acusaciones de agresión o corrupción o cualquier escándalo, e incluso su encierro bajo acusación, por ejemplo, de espionaje o de revelación de secretos de Estado.

Esto es, por mucho que se exigiese la inversión de ese dineral en gasto público, esto sería imposible. No podría llevarlo a cabo ningún Gobierno, porque significaría el fin del propio sistema que sustenta a ese Gobierno.

Los Gobiernos sujetos a la disciplina de la OTAN carecen de soberanía, puesto que:

  • Un Gobierno soberano podría crear una oferta pública de vivienda a bajo precio, bien construyéndola o reformando la existente e inutilizada, dando de paso trabajo a cientos de miles de personas. Pero no lo hace porque eso sería un torpedo en la línea de flotación del conglomerado de rentistas españoles, de las empresas inmobiliarias así como de la Bancocracia poseedora de ese tipo de activos.
  • Un Gobierno soberano podría dedicar enormes partidas de presupuesto a la Sanidad Pública, a la Educación libre y laica, pero no lo hace porque supondría el fin del negocio más seguro, aquel que ofrece servicios que todo el mundo va a necesitar antes o después, si no quiere ver a sus hijos sin estudios o morirse sin atención sanitaria.
  • Un Gobierno soberano podría garantizar las pensiones de todos sus ciudadanos, sin recurrir a falacias como la "hucha de las pensiones", podría como ya hace emitir más deuda, pero ésta está fiscalizada y limitada por el Banco Central Europeo.
  • Un Gobierno soberano podría decidir no participar en una guerra en la que nadie quiere estar, podría exigir que las materias primas necesarias para el sistema productivo no sean las que les impone la OTAN, a precios más elevados o incluso revendiendo el mismo producto ruso a precios más caros, de modo que los precios se disparen hasta aumentar indefinidamente la inflación.

Por eso la pregunta del titular es tan cándida. Podríamos decir aquella estupidez que los tertulianos politólogos dicen cuando los partidos no se ponen de acuerdo para formar Gobierno: ¡les pagamos para que lleguen a acuerdos! Pues ¿por qué no llegan a un acuerdo diplomático y acaban con la guerra?

Antes o después, los trabajadores europeos abrirán los ojos como Cándido y comprenderán que este sistema capitalista, ese fin de los tiempos y mejor de los mundos posibles, es una gran farsa que no tiene remedio ni reforma, y que es necesario erradicar.