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martes, 23 de abril de 2019

Nociones básicas de economía (3)

Volvemos a ponernos las gafas de ver como un capitalista y seguimos intentando entender de manera sencilla conceptos de economía como en la primera (aquí) y segunda (aquí) entradas de esta serie.
En esta tercera parte pasaremos del catalejo de la macroeconomía a la lupa microeconómica, iremos a saludar a David Ricardo y sacaremos algunas conclusiones interesantes para entender cómo piensan estos locos capitalistas. 

La microeconomía estudia el comportamiento de las empresas y de los hogares y de su interacción en los mercados. En contraposición a la macroeconomía, que estudiaba el conjunto en una visión general, aquí se tratan a los agentes individuales, como los consumidores, empresarios, los trabajadores o los inversores.

Como podemos suponer, el interés fundamental está centrado en el consumo (demanda) y en los precios de los productores (oferta). A las empresas les conviene hacer muchos números y gráficas para intentar encontrar las palabras mágicas que les abran las puertas de los mercados, en ese mundo enigmático que hemos visto en las entradas anteriores, tan cambiante e imprevisible como el movimiento de un tornado. 

Para que una empresa no acabe en aterrizaje forzoso sobre la tierra de Oz, debe poder formular ciertas predicciones sobre los precios y el consumo, teniendo en cuenta además la enorme competencia. Por ello la relación entre oferta y demanda toma un valor tan importante que adquiere rango de ley. La ley de la oferta y la demanda es la norma suprema que rige la economía de mercado. 

Es frecuente que en los textos encontremos una expresión en latín, ceteris paribus, que significa "todo lo demás constante". Pues bien, esta ley dice que, permaneciendo todos los demás factores constantes, la cantidad demandada de un bien disminuye cuando el precio de ese bien aumenta. Es decir, demanda y oferta siguen tendencias inversas, una sube cuando la otra baja. 

Esto puede parecer una obviedad pero, como decimos, para las empresas es algo fundamental. Según el precio de mercado los productores estarán dispuestos a fabricar un bien o no, o determinarán el número de unidades que se harán. A su vez los consumidores tendrán una disposición mayor o menor según el precio. El punto intermedio en que se cruzan ambos caminos es el llamado equilibrio de mercado

Si ponemos los datos sobre precios y unidades vendidas en un plano cartesiano sencillo de ejes X e Y, obtendremos gráficas en las que observar el comportamiento de estos factores. De ellas salen las curvas de la demanda y la oferta. En el caso de la demanda, la curva es negativa (desciende porque la demanda disminuye al aumentar los precios). Puede desplazarse a los lados, como en la imagen, cuando la demanda aumenta, por ejemplo porque un producto se ponga de moda, aunque el precio se mantenga fijo. 

La oferta presenta en la gráfica otra curva que, dado que es opuesta a la demanda, tiene una imagen inversa, ascendiente o positiva (a mayor cantidad comprada, más precio). Entendamos que esta gráfica está hecha desde el punto de vista del productor, es decir, al empresario o fabricante le costará más producir cuantas más cantidades le sean demandadas.
Si superponemos ambas curvas, éstas se cruzan en algún punto. El valor donde se cruzan las curvas, que será x cantidad a y precio, marca el precio de mercado de un cierto producto, o precio de equilibrio. Es la situación en que, a un determinado precio, coinciden la cantidad que los productores  están dispuestos a producir con la cantidad que los consumidores están dispuestos a consumir.
Independientemente de dónde empiecen la oferta o la demanda, se tiende a ese equilibrio. Los expertos dan por supuesto que los mercados se corrigen por sí mismos, por la acción entre comprador y vendedor, sin intervención externa. Se supone que el equilibrio es estable. Podrá haber un exceso de oferta (excedentes) o un exceso de demanda (escasez), pero esas tendencias al alza o la baja permanecerá hasta que vuelvan a ponerse de acuerdo oferentes y demandantes en el precio y cantidad. Esas "fuerzas de mercado", en apariencia no dirigidas conscientemente sino por el interés propio de los distintos agentes, nos sugieren aquella mano invisible de Adam Smith que vimos en la primera parte.

El capitalista que se precie tiene por principal objetivo conseguir siempre el máximo beneficio. El éxito de un proyecto o una iniciativa (una empresa) se mide por el resultado de su balance. Es por esto que el pilar fundamental sobre el que se asienta nuestro sistema económico es la maximización del beneficio

Repasemos por encima algunas palabras clave. Ganancia es el beneficio positivo de una empresa, el incremento de su riqueza o patrimonio. Es la diferencia entre los ingresos, la cifra de negocios o cantidad obtenida de la venta de productos o servicios, y el costo o valor del consumo de los factores que emplea para producir. 

Beneficio = Ingreso Total - Coste Total 

Al competir con las demás empresas, pueden producirse situaciones como una competencia imperfecta (con el monopolio de una sola empresa o el oligopolio de varias) hasta la competencia perfecta, en la que muchas empresas se reparten una pequeña parte del mercado y todas producen bienes similares. En estas condiciones las empresas no controlan los precios, sólo pueden elegir cuánto pueden producir, que será lo que en definitiva marcará su beneficio.

El ingreso total viene determinado por la cantidad de productos vendida multiplicada por su precio. Los costes, por su parte, pueden separarse entre costes fijos (como alquileres o préstamos) y costes variables (los que dependen de la cantidad de productos que se realicen). 

Se habla de ingresos o costes marginales cuando nos referimos al incremento en esos conceptos cuando se produce una unidad más, es decir la variación en ingresos o gastos como consecuencia de realizar más actividad. 

La apreciación que una empresa tenga de ese margen de ingresos supone poder anticiparse al  momento es que puede maximizar el beneficio o incluso al momento en el que parar la producción.

La ley de los rendimientos decrecientes explica que, manteniendo los demás factores constantes, ese incremento marginal va disminuyendo con el tiempo a medida que se van añadiendo factores productivos. Se entiende mejor si vemos la explicación de uno de sus iniciadores, el economista francés Turgot; este pensador consideraba que el trabajo de una tierra de labor, que produce una cierta cantidad de cultivo trabajada con un determinado número de labradores y recursos, no aumentará su rendimiento si aumentamos progresivamente el número de labradores o de recursos, incluso tenderá a producir menos rendimiento al aumentar los costes inútilmente. 

Esta ley se refiere al ritmo cada vez más débil de producción que se produce al incrementar los factores de producción. Aquí debemos mencionar a otro autor importante como es David Ricardo. Economista británico del XIX, uno de los más influyentes junto a Smith, a quien siguió y mejoró en sus estudios.  Como Smith, sus estudios sirvieron de base teórica para lanzar al capitalismo en la época incipiente en que vivieron y en la que se extendió por todo el mundo. Acabó de derrotar a las teorías mercantilistas (que proponían el control de la moneda y la protección de la producción de un país frente a la competencia extranjera) demostrando que el comercio internacional beneficiaba a todos los países involucrados. 
Encontraremos frecuentes menciones a este pensador en el mismo Capital de Marx, debido al peso de sus descubrimientos. Entre otros, Ricardo continuó la idea iniciada en Smith sobre la teoría del valor-trabajo. Para Smith el valor de una mercancía estaba medido por la cantidad de trabajo efectuado en ella, de una manera en cierto modo estable. Ricardo consideró que esa cantidad de trabajo era variable y que depende del esfuerzo dedicado en las distintas formas de tareas. La oposición entre Marx y estos economistas clásicos se centra en el carácter social del trabajo. La teoría del valor de Marx añade el concepto de trabajo socialmente necesario, directamente relacionado con las relaciones de producción de una determinada sociedad.




martes, 16 de abril de 2019

Nociones básicas de Economía

En esta entrada y posteriores (segunda y tercera) se hace un repaso  sobre conceptos básicos de la economía, con el objetivo de entender cómo funciona la sociedad capitalista y poder así analizarla mejor. Intentaré explicar de manera sencilla ideas como factores de producción, producto interior bruto, inflación, oferta y demanda, laissez faire y otras. Hablaré también un poco sobre autores fundamentales para el capitalismo como Adam Smith, Ricardo o Keynes y su influencia.

El objetivo es ponerse en la piel del capitalista bienintencionado que cree en la bondad del libre mercado para comprender cómo son sus razonamientos.

Este blog no lo lee nadie pero me gusta escribir estas entradas por si el mensaje encerrado en una botella llega a alguna playa. Me sirve a mí para repasar conceptos y, como soy un tipo del montón (por tanto soy uno de muchos), quizás haya más militantes comunistas o curiosos que se encuentren en mi misma situación. 

Vamos pues con ello.


Sucede que a los trabajadores (al menos los de mi edad, hoy día los estudios básicos incluyen asignaturas sobre economía) la jerga de los economistas nos suena enrevesada pero a la vez cercana. Enrevesada porque tiene matices matemáticos y abstractos que no son fáciles de manejar, pero cercana porque forman parte del menú diario de radios y televisiones, de tal modo que todos nos hemos formado una idea más o menos acertada de esos conceptos económicos.

En una entrada anterior hablaba sobre la dificultad de leer El capital (aquí enlace). Puede ser que una de las dificultades al leer este texto esté motivada por ese desconocimiento o esa idea formada de manera no del todo correcta. Recordemos que el subtítulo que Marx le puso fue "Crítica de la economía política". Por tanto, la mejor manera de entender esa crítica es manejar con alguna soltura el objeto criticado. 

Y para eso estamos. Si a uno le da por buscar un poco, llama la atención la gran facilidad con la que puede encontrarse lecturas sobre economía básica por todas partes. Basta hacer una búsqueda en internet y surgen montones de manuales y diccionarios. En la biblioteca de mi pueblo encontré al menos diez de este tipo. Hay también muchos libros que enfocan este tema como si fuesen libros de consejos para personas emprendedoras que quieren conocer los entresijos del mercado y montar un negocio; su valor equivale al de los libros de autoayuda.

En todos ellos encontraremos referencias a Marx y al socialismo. Aunque quisieran evitarlas, no pueden, dada la influencia de nuestro amigo Carlos. Unos textos serán al menos amables y lo explicarán pero dirán que el socialismo no funciona y que la historia se ha encargado de demostrarlo. Otros directamente agreden al lector con tremendas falacias. Es lógico. Esos manuales están escritos con la intención de aparecer en los estantes principales de los grandes almacenes; si se dedicaran a explicar la teoría que demuestra que el capitalismo es criminal probablemente no aspirarían a entrar en la lista de los 40 libros más vendidos.

Poco tiempo antes de ser asesinada, Rosa Luxemburgo se encargó de dar clases sobre economía política para la formación de cuadros. Las notas que la autora redactó para esas clases se editaron en un libro con el nombre Introducción a la economía política. En este libro podemos encontrar reflexiones muy interesantes sobre este aspecto, la represión que la sociedad -incluida la formación universitaria- hace a las visiones sobre la economía desde el materialismo dialéctico y la manera en que los economistas capitalistas eluden explicar en sus estudios cuestiones que vayan más allá de la perspectiva idealista. Es muy interesante y podremos disfrutar en su lectura de la ironía mordaz de la autora.

En esas lecciones, Rosa Luxemburgo decía:


La economía es una ciencia muy particular. Los problemas y las controversias aparecen apenas se da el primer paso en esta rama del conocimiento, apenas se plantea la pregunta fundamental: de qué trata esta ciencia. El obrero común, que tiene sólo una idea muy vaga de qué es la economía, atribuirá su falta de conocimiento a una deficiencia en su educación general. Pero en cierto sentido comparte su perplejidad con muchos estudiosos y profesores eruditos.

Según nuestra compañera Rosa, mucha parte de culpa de la dificultad con la que se expresan los economistas procede de ese interés oculto en no revelar de manera descarnada los vericuetos del capitalismo. De hecho, sería más correcto que se hablase de economía política, teniendo en cuenta que se trata de la ciencia que estudia los mecanismos mediante los cuales un pueblo crea su riqueza, administra el trabajo, lo distribuye, etc. 

Para empezar, en muchos de esos manuales que comentaba más arriba, encontraremos definiciones que nos hablan de una ciencia que trata la limitación de los recursos y su administración y del trabajo para satisfacer las necesidades humanas, con el objetivo de lograr la felicidad de las personas.

Con esta definición podríamos afirmar que se trata por tanto de la ciencia más fallida o menos elaborada, puesto que la economía hasta el momento no ha logrado distribuir precisamente mucha felicidad ni satisfacer las necesidades más que de una pequeña parte de los seres humanos.

Pero bueno, no empecemos con exigencias. Sea como sea es cierto que los recursos son limitados, que el trabajo humano desarrolla unos medios de producción mediante los cuales obtiene de la naturaleza una forma de subsistir y que cada sociedad tiene un sistema por el que los administra. Esto es así tanto si miramos con microscopio la economía de una familia cualquiera como si alargamos la vista en un catalejo y miramos a todo un país o un continente. 

Por ello los economistas distinguen entre macro y microeconomía. Aquí van algunas definiciones.

La Microeconomía se encarga de las personas y las empresas, los negocios, los mercados y demás en una zona determinada. 

La Macroeconomía estudia zonas amplias como un país o un conjunto de países y usa magnitudes amplias como la renta nacional, el paro o las importaciones y exportaciones.

En la actividad de producción y distribución intervienen los llamados agentes económicos, que pueden ser de tres tipos: las empresas, como agentes dedicados únicamente a la producción, las familias, que aportan el recurso productivo humano y a la vez realizan el consumo de los productos, y el Estado como un agente intermedio que puede hacer funciones como oferente o demandante, puede destinar ingresos a empresas de interés social o a las familias en forma de subsidios o pensiones. 

El punto de encuentro donde se desarrolla el intercambio entre esos agentes es el mercado, entendido como un concepto difuso que comprende desde el lugar físico donde se realiza una compra-venta hasta las conexiones informáticas por las que circula la información de una operación bancaria. La relación entre esos agentes en el mercado produce un flujo circular de la actividad económica. Por poner un ejemplo, una familia ofrece medios productivos al mercado donde son adquiridos por una empresa, que a su vez fabrica un producto que es consumido por las familias. Ese flujo da vueltas, es circular, y representa el motivo de estudio de los economistas.

Los expertos hablan de mercado de competencia perfecta como un mercado ideal que tendría unas características concretas como la libertad de concurrencia (hay libertad para crear empresas y esto lleva a que haya muchas que se reparten su parte de mercado), la ausencia de monopolios (cuando hay un solo productor de un bien o servicio) o de oligopolios (unos pocos productores).

El flujo de ingresos supone para los trabajadores el salario, para los propietarios de edificios o tierras las rentas, para las empresas el beneficio y para el capital el interés.

Los mercados pueden ser a su vez de factores de producción (compran para producir), financieros (sobre préstamos) o de bienes y servicios (se compran los productos). 

La curva de la demanda es una gráfica que relaciona el precio de los productos y la cantidad comprada.
Se trata de la cantidad total que están dispuestos a gastar los consumidores en un momento dado, esto es, la cantidad demandada de bienes o servicios por los agentes económicos para cada nivel de precio. Presenta una pendiente negativa: el gasto de los compradores asciende cuando bajan los precios. Si bajan los precios, la demanda agregada será mayor. 
Para las empresas esta gráfica tiene una importancia grande pues de ella pueden obtenerse ciertas predicciones sobre el comportamiento del mercado ante las variaciones de los precios.

Ese comportamiento del mercado es uno de los pilares sobre los que se fundamenta la ideología capitalista. Es evidente que en cualquier sociedad, de cualquier tipo, es imprescindible que exista un comercio entre pueblos o zonas geográficas, una compra y venta de productos o servicios. De hecho el comercio es una de las claves en la historia de la humanidad. Comienza a finales del Neolítico y es pieza fundamental en el desarrollo de las primeras civilizaciones (fenicios, griegos, romanos), desarrolla las líneas por las que transcurre la evolución humana (creación del dinero, bancos, rutas comerciales, los descubrimientos, innovaciones en el transporte, conflictos entre países, el colonialismo, la globalización, etc).


Esta importancia del comercio fue observada
por numerosos autores desde antiguo, pero fue el británico Adam Smith quien en 1776 publica el que se considera el primer tratado de economía política, Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, conocido como La riqueza de las naciones. Smith es el primero de los pensadores que forman la Escuela Clásica (compuesta por autores como Ricardo, Malthus, Mill, Say y otros, incluido el propio Marx, cuyos nombres nos resultarán familiares a poco que frecuentemos la lectura del Capital o de cualquier texto económico). De la obra de Smith nos interesa, por resumir con mucha brevedad, este aspecto sobre la importancia de los mercados que, como digo, es el pilar del capitalismo.
En La riqueza de las naciones, Smith explica que dentro de los factores de producción (conjunto de recursos que se emplean para producir todas las cosas que necesitamos para vivir, como los recursos naturales, el trabajo, el capital , la organización de los medios) el trabajo humano tiene una relevancia especial, pues de su división surge el incremento en la productividad.
En la época de Smith, finales del XVIII, se produce la Revolución Industrial, especialmente en la tierra del autor, Gran Bretaña, en la que los tiempos de la manufactura dejan paso a la aparición de las máquinas que permiten la producción en el modo fabril (producción a nivel industrial en las fábricas).
Es esa innovación en la forma de producción la que eleva el número de productos y bienes y, por tanto, es lo que aumenta la riqueza de las naciones. Según Smith, ese afán por especializar y dividir el trabajo no es algo planeado por las personas sino que nace de una tendencia natural del ser humano en hacer intercambios y comerciar. Esta tendencia no es benevolente sino que es fruto del interés individual:

El hombre, en cambio, está casi permanentemente necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultará inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia. Es más probable que la consiga si puede dirigir en su favor el propio interés de los demás, y mostrarles que el actuar según él demanda redundará en beneficio de ellos. Esto es lo que propone cualquiera que ofrece a otro un trato. Todo trato es: dame esto que deseo y obtendrás esto otro que deseas tú; y de esta manera conseguimos mutuamente la mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos. Y ni siquiera un mendigo depende de ella por completo.

 Esto es, Smith señala que los mercados son relaciones voluntarias de particulares que participan del intercambio en beneficio propio, pero ese interés individual acaba redundando en un bien común. Para que ese mercado fluya es una condición necesaria, además, que exista alguna acumulación de capital. Es esa acumulación de capital la que origina la división del trabajo y su volumen depende del volumen del mercado. (Puede que en algún momento oigas una especie de eco dentro de tu cabeza, es la risa de Marx, pero recordemos que estamos intentando comprender el pensamiento capitalista).

Ese aparente desorden de la suma de los egoísmos particulares acaba desarrollando un orden en el conjunto que finalmente beneficia a toda la sociedad de una manera equilibrada o armónica, en una manera semejante a la arena disuelta en el agua cuando reposa y se precipita en el fondo. Smith utiliza como una metáfora la imagen de una mano invisible, que equivale a la idea de una fuerza natural o superior que armoniza el desorden de los enfrentamientos particulares en el mercado.
En definitiva, Smith propone la idea del laissez faire (en francés, dejar hacer, dejar pasar), o sea la ausencia de control por parte de los Estados o de autoridades superiores, como gobiernos o monarcas. Esta manera de entender la economía supone una ruptura con la visión anterior a Smith, que defendía la protección de los gobiernos -mercantilismo- en forma de aranceles e impuestos, ruptura que viene marcada por la aparición de una nueva clase social burguesa que se abre paso en la sociedad con la fuerza de las máquinas fabriles de la Revolución Industrial.
La ausencia de control en los mercados es la característica que determina el llamado liberalismo clásico


Otro concepto que nos sonará bastante de las noticias y de los artículos económicos es el de economía de mercado. Es aquella en la que no intervienen los gobiernos, la del laissez faire. Su contraria sería la economía planificada, en la que todo está dirigido desde el gobierno. En la realidad ninguna economía es puramente de uno de ambos tipos, ni siquiera la economía de mercado del país más liberal, todas ellas acuden a la intervención estatal cuando les resulta conveniente.

Más conceptos útiles. Una de las gráficas que manejan los economistas y que permite analizar el comportamiento de los mercados es la de la frontera de posibilidades de producción. En ésta se representan
las cantidades máximas de producción que puede obtener una economía en un periodo determinado haciendo uso de todos los recursos que tiene disponibles. Dentro de las diferentes posibilidades de producción de una economía, las alternativas para producir un producto u otro y qué cantidad de cada uno son muy grandes. Si se elige una alternativa, se están descartando otras posibilidades. La relación entre lo que se elige y lo que se descarta es el coste de oportunidad.
Esta gráfica relaciona, de modo un poco irreal, la cantidad de productos que se pueden realizar en un eje y la cantidad de otro producto en el otro eje, usando todos los medios disponibles (en el dibujo por ejemplo X podrían ser cantidades de zapatos y Xa 100 zapatos y Xb 200, o Y cantidades de vestidos). De ese modo los puntos dentro de la curva, A o B, indican la relación entre el número de vestidos o zapatos que se podrían fabricar con todos los medios de producción. El punto C indica una producción relacionada por debajo de ese tope, por tanto una producción ineficiente o con recursos ociosos; el punto D, por encima, sería una posibilidad inalcanzable, a la que sólo se podría llegar realizando una innovación en los medios.

Todos habremos oído hablar del PIB, el Producto Interior Bruto, pero veamos qué es exactamente. En la economía, en especial en la macroeconomía, como en todas las ciencias sociales, los expertos deben recurrir a las estadísticas para que sus estudios tengan rigor. Es imposible usar términos absolutos como en las ciencias exactas, sus métodos recurren entonces a estudios estadísticos. Pues bien, el PIB es una de esas estadísticas y en ella se estima el valor de todos los bienes y servicios producidos en un país en un tiempo determinado.
El PIB sólo tiene en cuenta las transacciones que implican dinero. Podría contabilizar tanto las ventas como los gastos (en Economía los ingresos tienen que ser iguales a los gastos, dado que toda transacción es un intercambio entre dos agentes por el mismo valor). Se usan los ingresos porque ya existen normas de los gobiernos que obligan a declararlos. Forma parte de la contabilidad nacional, que es un registro del sistema económico de un país y permite hacerse una idea de su situación y planear actuaciones a nivel estatal.

Estas estadísticas sirven para tener un modo de medir la macroeconomía. Según Keynes (otro autor importante que tenemos que ver y lo haremos en la siguiente entrada de esta serie), el PIB puede contabilizarse siguiendo una ecuación que suma los gastos de un país del siguiente modo:


Y = C + I + G + EN

En la ecuación Y (el PIB) es la suma de los cuatro gastos tradicionales: el consumo (C) hecho por los hogares en bienes y servicios, que suman el 70 % del total, la inversión (I) de empresas en capital, como equipos o edificios, el Gobierno (G) representado como los gastos en compras de bienes y servicios estatales, y las exportaciones netas (EN) o diferencia entre las compras de productos extranjeros (importaciones) y ventas al exterior (exportaciones).

Más adelante como digo veremos un poco de Keynes pero adelantemos que su visión del PIB viene a partir de la Gran Depresión o Crisis del 29, una crisis de nivel global que se originó en EE.UU. y que tuvo su salida en la Segunda Guerra Mundial. En ella el comercio del planeta descendió hasta más de la mitad. Keynes pensaba que la política del gobierno tenía que estar centrada en que las personas aumentasen el gasto en bienes y servicios, con el fin de incentivar el comercio internacional.

Como vemos, apenas hemos visto una primera entrada y ya nos encontramos con una gran crisis. En la siguiente veremos también que esa definición de la economía que nos planteaba la felicidad de la población y el reparto de los recursos incluye necesariamente una parte importante de periodos de crisis y conceptos que la explican.

¿Cómo entienden los economistas tradicionales las crisis? Es un tema interesante, pero con esto es bastante para una primera entrada, continúa en la siguiente si la fuerza nos acompaña.