martes, 19 de septiembre de 2023

¿Sueñan los ecohipócritas con coches eléctricos chinos?

Ecohipócritas sin fronteras: Urtasun, portavoz de Sumar, apoyó como eurodiputado el bombardeo de Libia; ahora le echa la culpa al cambio climático y lo utiliza electoralmente. Mientras, el ecobelicismo alemán lo tiene claro: ¡más madera! ¡La dictadura de los planes quinquenales no puede vencer a la libertad de vender más caro


Las mentiras de la Unión Europea comienzan a no caber debajo de la alfombra y amenazan con aflorar sin necesidad de fracking. La última bola que pretenden hacernos tragar es sobre los coches eléctricos.

El pasado miércoles Von der Leyen anunció en el Parlamento Europeo que se iniciará una investigación sobre los coches eléctricos fabricados en China, que se venden a un precio más barato que los europeos y, lógicamente, son preferidos por los compradores en el mercado global.

Pero ¿qué taimada treta pergeñaron los chinos para abaratar su producto? ¿Acaso los fabricaron con chips de lavadoras?

No, algo mucho más retorcido. Abaratan su precio gracias a ¡subvenciones estatales! Semejante argucia ha dejado descolocados a los responsables del jardín europeo, que temen que sus grandes empresas automovilísticas queden desplazadas y abocadas a las pérdidas, así como ocurriera con las empresas europeas de la industria solar, incapaces de competir con las empresas orientales.

Observen que doña Úrsula lo dejó muy claro. En palabras literales: «Es una industria crucial para la economía limpia, pero los mercados globales ahora están inundados de coches eléctricos chinos más baratos. Y su precio se mantiene artificialmente bajo gracias a enormes subvenciones estatales».

Es decir, ayudar a las empresas mediante subvenciones del Estado -y no sobre cualquier producto sino sobre uno que tiene supuestos intereses ecológicos-, es una carrera a la baja y una distorsión del mercado (sic).

Recordemos que los fondos europeos del plan Next Generation derramaron cientos de millones de euros sobre las empresas del Ibex 35, como Telefónica, Arcelor, Repsol, los bancos como Caixa o Bankinter, además de las energéticas, Iberdrola o Endesa, con la condición de realizar planes muy ecosostenibles y digitales.

Así pues, las ayudas de los organismos públicos para las empresas privadas es una estrategia que también ejecuta la UE, y también lo hace, en apariencia, con el benemérito objetivo del respeto al medio ambiente.

Luego, entonces, ¿dónde está el perjuicio de los fabricantes chinos? ¿No era una cuestión vital sustituir a los desfasados vehículos diesel aunque el precio de los eléctricos fuera inaccesible para un trabajador normal?

Malicio que el problema está en dos sentidos. Primero, que la famosa libertad de mercado está bien siempre que favorezca a las empresas de uno. Cuando desfavorece, ocurre como a los ateos que se acuerdan de Santa Bárbara al tronar, y llega el afán por los aranceles y las medidas proteccionistas.

Y segundo, pero no menos importante, un leve detalle: que las ayudas públicas europeas sirvieron para que las grandes empresas occidentales multiplicaran sus beneficios, mediante la subida de precios a los trabajadores, de manera que los trabajadores pagan más y las empresas recibieran doble premio. Mientras que esas empresas chinas del automóvil pretenden ofrecer productos de igual calidad a menos precio para cualquier comprador.

Una gran deslealtad, como pueden ustedes comprobar, que merece ser investigada. Será de enorme interés conocer los resultados de sus pesquisas.

Esperemos que a las potencias emergentes no se les ocurra alguna iniciativa similar sobre el gas o la gasolina, no sea que los europeos comiencen a preguntarse por qué comprar esos recursos a un precio más alto debido a la guerra y las sanciones. En ese caso, los resilientísimos trabajadores europeos pueden explotar como una olla a presión que se quedó ya sin jugo.


domingo, 10 de septiembre de 2023

¿Qué pasaría si el gasto en armamento se dedicara a sanidad, educación y pensiones?

 




"Si este es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?".
Cándido, Voltaire.

Cándido tiene su origen en el latín, candidus, color blanco y brillante (de ahí candil o encandilar, incluso candidato por la toga blanca de los políticos) y también referido a la inocencia de quien es limpio y sincero. Voltaire llamó Cándido al protagonista de su cuento, un joven criado en un entorno ajeno al mundo exterior y bajo el optimismo filosófico.

Pues bien, el titular de esta entrada es sin ninguna duda, por su inocente optimismo, absolutamente cándido. Lo reconozco. Y surge de una frase que compartí en la red social antes conocida como Twitter, en principio con la pretensión de ser irónica.

Es obvio que semejante exigencia, que el gasto en armamento se dedique a esos asuntos, es como hacer un brindis al sol. Y mucho más si esa petición se dirige al Gobierno español, ya sea el más progresista del universo.

Recordemos que la autopercibida izquierda parlamentaria ha pasado de reivindicar la devolución del rescate de los bancos a ejecutar todas las exigencias demandadas por la Unión Europea. Así, Pablo Iglesias (vicepresidente) firmó el Fondo de Recuperación Next Generation, Yolanda Díaz (ministra) logró disfrazar como grandes avances las exigencias laborales alabadas hasta por la CEOE o Enrique Santiago (secretario de Estado) se vanaglorió del ejecutivo que más dinero público ha trasvasado a intereses privados.

Todo ello en un tiempo récord, una marca que es la envidia de otros inesperados giros otanistas y europeístas como el de Felipe González.

Permítanme que les aburra durante un párrafo con algunos datos, pueden saltarlo si quieren. El presupuesto de Defensa alcanzó los 12.825 millones de euros para 2023. Es una colosal apuesta en gasto militar que se dedica principalmente a inversiones en armas nuevas. Se estima que ese gasto sea mayor; el año pasado se duplicó de los 12.000 millones presupuestados a los 24.000 millones. Defensa no disimula que esta inversión tiene su base en el compromiso con la UE y con la OTAN. Es una orden directa de Estados Unidos a sus socios de la OTAN para que dediquen no menos del 2% del PIB en armas para Ucrania. Por otra parte, Bruselas advierte que el Ejecutivo deberá recortar 12.000 millones este año y otros tantos el que viene, para ajustar el déficit público y mantenerlo en los márgenes exigidos por el Pacto de Estabilidad.

Imaginemos una cosa. Supongamos que un líder carismático o un grupo político o activista logra que la pregunta de nuestro titular se vuelva viral y sea compartida por miles de españoles. ¡Dediquemos el presupuesto de las armas al gasto público! ¿Qué pasaría?

Sin acudir a la ficción, es decir empleando datos reales de la experiencia reciente e histórica, se me ocurren las siguientes respuestas.

Primero, los miembros del Gobierno tendrían que reforzar el mensaje de que vivimos tiempos en los que la democracia corre peligro frente al "totalitarismo", que es necesario ajustarse el cinturón y apoyar el "frente oriental".

Segundo, si la eficacia de ese mensaje falla, podrían aparecer en medios noticias sobre incubadoras desconectadas en los "territorios ocupados" por Rusia, informes de organizaciones sobre Derechos Humanos advirtiendo de ejecuciones masivas o movimientos libertarios y coloridos reprimidos con brutalidad.

Tercero, podrían proliferar atendados, en los que comandos autónomos y anónimos volarían nuevas infraestructuras de recursos estratégicos, saltarían otros puentes, se derribarían otras presas, o quizás las instalaciones nucleares se verían afectadas, o los laboratorios de armas biológicas ya existentes.

Noticia del viernes de un medio español, en el que se dice literalmente que "las balas (enviadas por USA) conservan algunas propiedades radiactivas, pero no pueden generar una reacción nuclear como lo haría un arma nuclear". El mal menor de las armas nucleares.

Tampoco descartemos, dentro de la experiencia real, que a ese líder o grupo político podrían surgirle denuncias de todo tipo, acusaciones de agresión o corrupción o cualquier escándalo, e incluso su encierro bajo acusación, por ejemplo, de espionaje o de revelación de secretos de Estado.

Esto es, por mucho que se exigiese la inversión de ese dineral en gasto público, esto sería imposible. No podría llevarlo a cabo ningún Gobierno, porque significaría el fin del propio sistema que sustenta a ese Gobierno.

Los Gobiernos sujetos a la disciplina de la OTAN carecen de soberanía, puesto que:

  • Un Gobierno soberano podría crear una oferta pública de vivienda a bajo precio, bien construyéndola o reformando la existente e inutilizada, dando de paso trabajo a cientos de miles de personas. Pero no lo hace porque eso sería un torpedo en la línea de flotación del conglomerado de rentistas españoles, de las empresas inmobiliarias así como de la Bancocracia poseedora de ese tipo de activos.
  • Un Gobierno soberano podría dedicar enormes partidas de presupuesto a la Sanidad Pública, a la Educación libre y laica, pero no lo hace porque supondría el fin del negocio más seguro, aquel que ofrece servicios que todo el mundo va a necesitar antes o después, si no quiere ver a sus hijos sin estudios o morirse sin atención sanitaria.
  • Un Gobierno soberano podría garantizar las pensiones de todos sus ciudadanos, sin recurrir a falacias como la "hucha de las pensiones", podría como ya hace emitir más deuda, pero ésta está fiscalizada y limitada por el Banco Central Europeo.
  • Un Gobierno soberano podría decidir no participar en una guerra en la que nadie quiere estar, podría exigir que las materias primas necesarias para el sistema productivo no sean las que les impone la OTAN, a precios más elevados o incluso revendiendo el mismo producto ruso a precios más caros, de modo que los precios se disparen hasta aumentar indefinidamente la inflación.

Por eso la pregunta del titular es tan cándida. Podríamos decir aquella estupidez que los tertulianos politólogos dicen cuando los partidos no se ponen de acuerdo para formar Gobierno: ¡les pagamos para que lleguen a acuerdos! Pues ¿por qué no llegan a un acuerdo diplomático y acaban con la guerra?

Antes o después, los trabajadores europeos abrirán los ojos como Cándido y comprenderán que este sistema capitalista, ese fin de los tiempos y mejor de los mundos posibles, es una gran farsa que no tiene remedio ni reforma, y que es necesario erradicar.