viernes, 15 de diciembre de 2023

¿No hay plata?



NO--HAY--PLATA, decía el nuevo presidente de Argentina en su discurso de investidura, remarcando cada palabra, lo que provocaba el aplauso de los asistentes. ¿Qué aplaudían exactamente?, me pregunto.

¿No está claro, aunque no se diga, que para algunos sí habrá plata y que serán los de siempre los que no la tendrán? ¿No se entiende que el aviso es sobre un tremendo recorte social que empeorará aún más la situación del país?

Parece que no. Resulta admirable comprobar cómo los mecanismos psicológicos de la ideología dominante permiten que exista una capacidad de disciplinamiento tan poderosa, tan sutil a la vez, que es capaz de provocar que asumamos con absoluta docilidad mentiras tan grandes como que un país de la grandeza de Argentina carece de recursos para sostener a su pueblo. 

Y no, no nos riamos de nuestros hermanos argentinos, porque el cuento habla también de nosotros. Repasemos algunas de nuestras grandes mentiras europeas, todas ellas de rigurosa actualidad: la sostenibilidad requiere de ajustes de cinturón, no hay trabajo, la sanidad pública necesita el apoyo del sector privado, la riqueza la crean los empresarios...

Por poner otro curioso ejemplo, nos preguntábamos en una entrada anterior de esta columna qué pasaría si el dinero que se está dedicando a armamento se dedicara a sanidad o educación.

Es decir, el engaño está globalizado. Es un denominador común de los países que pertenecen al entorno de la Alianza Atlántica. En el caso de Argentina la gravedad se acusa por la dependencia -nivel de deuda- particular, pero como decimos es una cuestión generalizada en en Europa y América. La cuestión es tan evidente que incluso Putin, enemigo público número uno de Occidente, lo advierte con claridad.

En declaraciones recientes, Putin expresó: "pasar al dólar es una decisión soberana de cada país, pero Argentina tiene un elevado nivel de inflación; hay muchos problemas con la devolución de esos fondos, es comprensible, pero se trata de una pérdida significativa de soberanía para el país, pues la vinculación al dólar producirá que se pierda una herramienta nacional para equilibrar la situación, sin la cual estarán abocados a reducir los gastos presupuestarios, graves recortes en salarios, pensiones, prestaciones, gastos médicos, carreteras, no tendrán otro camino".

Si incluso tu "peor enemigo" te señala lo que estás haciendo mal, es que lo estás haciendo rematadamente mal y probablemente sin posibilidad de solución, y solamente le resta sentarse a esperar ver el paso de tu cadáver por el río. La pérdida de soberanía de los Estados dependientes de la OTAN es más palpable ahora -siempre la hubo- porque el imperialismo norteamericano tiende a su fin. Y en su caída arrastrará todo lo que sea preciso, dado que su lógica y su naturaleza es la rapiña y el expolio.

De todas esas grandes patrañas que hemos enumerado en lo que llevamos de artículo, destaco principalmente dos, porque están íntimamente encadenadas y hasta el propio Milei las menciona en aquel discurso de su nombramiento: los Estados son soberanos y la riqueza la crean los empresarios.

La soberanía de un país (esa que Argentina va a dar el tiro de gracia con la dolarización, la misma que en los países de la UE mantienen encadenada a los intereses bélicos y de rapiña de los Estados Unidos), no es sólo un concepto abstracto al que sólo podemos acercarnos desde el pensamiento, también es una realidad concreta que puede evaluarse desde los datos empíricos. Es, por ejemplo, la capacidad de un país para obtener los recursos necesarios para su propia producción.

Y ¿quiénes son los encargados de crear la producción de un país? Nos dicen que son los empresarios. Pero si así es, entonces, ¿por qué si las grandes empresas presentan cada año más beneficios, en cambio la riqueza del país disminuye, de manera que llega a perder su soberanía. ¿Tendrá por ejemplo, carestía de litio Argentina, uno de los recursos naturales más solicitados hoy día para la fabricación de baterías para los recursos, si es uno de los países que forman el triángulo geográfico de mayores yacimientos junto con Chile y Bolivia?

Por tanto, la cuestión de la soberanía se interpretará de modo muy distinto si tenemos en cuenta o no su aspecto social.

Un Estado dominado por el neoliberalismo se esforzará en hacer creer que su soberanía depende, principalmente, de su capacidad de endeudamiento, de esa "plata" abstracta, y de la estabilidad que pueda manejar en ese equilibrio. Obviamente, la materialidad le hará darse de bruces con la realidad antes o después: el dinero ficticio y la deuda no producen petróleo, no producen gas, no producen mascarillas cuando hay una pandemia, no producen litio para los modernos artefactos tecnológicos. Tampoco habrá soberanía si, bajo la excusa de la carencia de esos recursos imprescindibles, se eleva el precio de los productos básicos hasta el punto de que las personas no puedan adquirirlos, o el precio de la vivienda sea inaccesible para la mayoría.

Es decir, la soberanía de un pueblo se evapora cuando su realidad económica está atravesada por los intereses de las  empresas, cuya lógica responde al beneficio en las bolsas donde el dinero no conoce nacionalidades ni culturas. La verdadera soberanía tiene sus raíces en la realidad social. Sin la perspectiva de las clases sociales, el engaño capitalista puede perdurar hasta que nos expriman la última gota.

Sí hay plata, sí hay trabajo, sí hay riqueza, sí hay posibilidad de sanidad y educación universales. Lo que no hay es conciencia de clase.  


sábado, 9 de diciembre de 2023

¿Por qué un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre?




Querría abrigar la esperanza de que mi folleto ayudará a orientarse en el problema económico fundamental, sin cuyo estudio es imposible comprender nada cuando se trata de emitir un juicio sobre la guerra y la política: el problema del fondo económico del imperialismo.

Lenin, Imperialismo fase superior del capitalismo.


El aforismo "el pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre" no es sólo una frase hermosa, un simple recurso poético que alude a la solidaridad o a la hermandad. Contiene un significado más profundo y revolucionario.

Sin duda a los comunistas nos mueven motivaciones no sólo analíticas y prácticas, también sensibles, como la solidaridad o la empatía o el rechazo a las injusticias. Pero suele ocurrir que los izquierdistas desclasados y posmodernos manosean estas frases, a las que acuden para llenar de conmiseración su vacío de argumentos. En especial cuando los horrores son tan evidentes como el genocidio premeditado del pueblo palestino. O como en Ucrania desde 2014 o en la traición al Sáhara y tantas veces antes.

De esta manera, esa izquierda inocua y aceptable por el capital acaba eliminando el verdadero sentido de esos mensajes. Lo convierten en algo similar a las limosnas con que los católicos calman el remordimiento de sus pecados. 

Entonces, ¿qué significado tiene esto del pueblo que no es libre si oprime a otros? Intentemos razonarlo repasando el significado que adquiere en palabras de Marx y posteriormente de Lenin. 

De dónde procede

Se atribuye sin acierto a Engels o al propio Marx el origen de la expresión. Ambos la usaron, así como Lenin, aunque verdaderamente su procedencia se encuentra unas décadas antes y desde el Perú. El limeño Dionisio Inca Yupanqui la pronunció dentro de un emotivo discurso enunciado ante las Cortes de Cádiz en 1811.

Como delegado de los pueblos de Hispanoamérica, "como Inca, Indio y Americano", explicó a las Cortes de Fernando VII que "un pueblo que oprime a otro no puede ser libre". 

"Vuesa Merced -dijo a continuación Yupanqui- toca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tirano de Europa, apetece marcar como esclava a la generosa España, que resiste valerosamente, sin advertir que castiga con la misma pena, que por tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos".

Es decir, Dioniso Yupanqui denunció en las Cortes españolas que era incongruente y grotesco quejarse de ser sometidos por las tropas francesas y solicitar el apoyo del Perú, si desde siglos antes los mismos españoles estaban sometiendo a los pueblos indígenas americanos.

Marx y los nacionalismos

Yupanqui condensó en una frase la situación análoga de las clases populares, ya fuesen incas o españolas, en el contexto del colonialismo decadente hispano. Situación que se agudizaría décadas más tarde en las "guerras de rapiña" (como describió Lenin) del imperialismo propio de la fase del capitalismo durante la Primera Guerra Mundial, y que Marx observó en una etapa inicial del desarrollo capitalista.

Marx empleó la expresión en su correspondencia, en referencia principalmente a Irlanda y a Polonia, sometidas respectivamente por Inglaterra y Alemania. Marx entiende que la burguesía obtiene provecho de enfrentar a los trabajadores de una nacionalidad con respecto a otros y explica a sus camaradas de la Primera Internacional que es una tarea despertar en la clase obrera de un país dominante la conciencia de que para ella la emancipación nacional de el país sometido no es cuestión de justicia abstracta o de simpatía humana, sino la condición primera de su propia emancipación nacional (1), aunque esto implique apoyar puntualmente a ciertos movimientos burgueses, sin olvidar el objetivo prioritario de la emancipación obrera (2).

Puede parecer un contrasentido que, por un lado, se aluda a la liberación de los pueblos nacionales y, por otro, que en textos marxistas fundamentales como el propio Manifiesto parezca expresarse lo contrario en frases como: los obreros no tienen patria.

"Proletarios de todo el mundo, uníos" es la frase final del Manifiesto (por cierto, original también de una descendiente peruana, Flora Tristán, revolucionaria y precursora del Feminismo, cuya obra La unión obrera formaba parte de la biblioteca particular de Marx). ¿Cómo casan ambos argumentos aparentemente contradictorios?

No hay tal contradicción. Simplemente hay que entender la dialéctica de la lucha de clases en las diferentes situaciones de cada país, entre las que las relaciones no son homogéneas, hay naciones sometidas y otras que las someten con intereses principalmente económicos, desde los albores del capitalismo hasta el imperialismo actual. 

En palabras sencillas, no tiene sentido apelar a la unión internacional de las clases trabajadoras si las de un país oprime a las de otro.

Curiosamente, en mi opinión este razonamiento es fácilmente comprendido por los que somos trabajadores. Quizás sea porque los trabajadores hemos vivido en nuestras propias carnes, o la hemos visto sufrir en nuestro hogar y a nuestros mayores, la violencia de la explotación de la clase capitalista. Se aprecia también con más claridad en la lucha de las feministas, sería hipócrita reivindicar la emancipación de la clase obrera si dentro de ella una mitad sufre opresión por la otra.

Si observamos, el razonamiento dialéctico hunde sus premisas en el materialismo histórico: el objetivo principal de la libertad de la clase obrera pasa por entender, lógicamente, a las sociedades como un constante fluir de las contradicciones entre clases antagónicas. Pero ese internacionalismo proletario no se opone al capitalismo global del mismo modo en todas partes, por tanto atraviesa distintas etapas según las diversas particularidades nacionales o culturales, religiosas, etc.

La lógica capitalista, por su parte, tiene claro que no se respetan ni tradiciones ni honores patrióticos. Marx lo advierte, entre otros ejemplos, al comentar la primera edición de El Capital, cuando avisa a los lectores alemanes de que, aunque en la obra se hable de Inglaterra -en el capitalismo incipiente- no se crean salvados por la distancia (3).

Lenin y el análisis dialéctico

Lenin, como sabemos, desarrolla esos principios marxistas adaptados a los tiempos que le tocó vivir y describe las características de su fase superior, el imperialismo. Continuador del análisis económico de El Capital, Lenin observa en el medio siglo que transcurre desde la magna obra marxista la concentración monopolista, el papel principal de los bancos, la relación del capital financiero con las industrias y el reparto del mundo entre las grandes potencias.

En los conflictos que surgen por los conflictos de intereses imperialistas y dentro de ellas entre los países sometidos, Lenin señala, al modo de Marx, el azuzamiento de unas naciones contra otras a través del "envenenamiento" nacionalista, del chovinismo, aunque sin olvidar el derecho de las naciones a su determinación.

A esta contradicción la denomina planteamiento histórico concreto de la cuestión: "la teoría marxista exige de un modo absoluto que, para analizar cualquier problema social, se le encuadre en un marco histórico determinado, y después, si se trata de un solo país (por ejemplo de un programa nacional para un país determinado), que se tengan en cuenta las particularidades concretas que distinguen a este país de los otros en una misma época histórica". (4) 

Conclusiones

En la terrible experiencia que estamos presenciando en nuestros días, el genocidio premeditado del pueblo palestino, así como vimos recientemente en Siria o más cerca aún en el conflicto de Ucrania o en el abandono del pueblo saharaui, la expresión "el pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre" adquiere una dimensión especial para la clase trabajadora europea y la española en concreto.

La expresión popular incontenible de las multitudinarias manifestaciones en apoyo a la legítima defensa palestina, pese a la censura de las autoridades oficiales, sugiere que la clase obrera de estos países empieza a comprender el razonamiento dialéctico que se oculta tras la hermosa frase.

Desde los orígenes del socialismo científico podemos analizar las cuestiones sociales desde la perspectiva materialista y sabemos que el motor que mueve los conflictos, incluidas las guerras bajo aparentes motivaciones patrióticas o religiosas, es la lucha de clases.

Pero la lucha de clases no es homogénea en todo el mundo. A través del desarrollo de El Capital realizado por Lenin, sabemos también que es la rapiña el principal motivo de las guerras imperialistas. Si en época de Lenin era la pugna por las fuentes de recursos (hoy también lo sigue siendo en parte, en casos como los yacimientos de litio, metal necesario para las imprescindibles baterías de los modernos aparatos actuales), en nuestros días es la batalla comercial de los grandes fondos de inversión, verdaderos propietarios de las compañías multinacionales. Entre ellas, hay que señalar, las de la lucrativa fabricación de armas.

El poder de esos fondos de inversión ha llegado a ser tan enorme que alcanza una fuerza superior a la de muchos Estados, supuestamente soberanos. En el caso de España, su soberanía está supeditada a los mandatos de la Unión Europea, a su vez delegada, en el Viejo Continente, a los intereses de los Estados Unidos. O quizás sería más exacto, delegada de los intereses de las grandes compañías que cotizan en las bolsas del entorno atlántico.

Por tanto, para romper esa dinámica, la clase trabajadora europea y la española en concreto debe entender que sus respectivos Gobiernos trabajan en realidad para esos intereses económicos, y no por el interés de su propio pueblo, por muchos ropajes progresistas con que se disfracen.

En el caso de España, el PSOE y sus comparsas sumatorias o podemistas colaboran en ese interés imperialista, pese a que traten de calmar los remordimientos izquierdistas de sus engañados votantes con llamadas a la paz, exigencia del reconocimiento del Estado Palestino o las críticas a Netanyahu.

Por tanto, la lucha del pueblo palestino es también la lucha del pueblo trabajador español y europeo. En la libertad del opresor imperialista norteamericano está el futuro de la clase obrera europea. No seremos libres mientras seamos cómplices del genocidio.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

1- Carta de Marx a Meyer y Vogt 

2- Marx y la Nueva Gaceta Renana, F. Engels

3- De te fabula narratur (a ti se refiere el cuento), Prólogo a la primera edición alemana del primer tomo de El Capital

4- El derecho de las naciones a la autodeterminación, Lenin. 


lunes, 4 de diciembre de 2023

Andalucía, dormida y encadenada



Como un eco de la infancia suena en mi cabeza la letrilla de unas sevillanas, "Andalucía, despierta que eres libre de tus cadenas, ¡despierta!". Recuerdo imágenes de folletos rojos de mis hermanos mayores, entonces estudiantes, con fotos de manifestaciones masivas y la referencia a una Andalucía presa, alegoría que en mi imaginación de niño convertía en una mujer gigantesca encadenada en lo profundo de una cueva de Sierra Morena.

En verdad pocas cosas han cambiado desde aquel 4 de diciembre en que asesinaron cobardemente a Manuel José García Caparrós, criminales miserables que rabiaban porque les molestaba que millones de andaluces se echaran a las calles a reivindicar la autonomía y la libertad.

No ha cambiado para esos a quienes inquietaban las grandes manifestaciones. Incluso ahora descansan más tranquilos y hasta se atreven a salir a las calles también un 4D, contraprogramando la manifestación tradicional de la izquierda con una alternativa convocada por la confederación de empresarios.

Están tranquilos porque han vuelto a dormir a la giganta. La lucha del pueblo andaluz ha quedado para el folclore. La pantomima de unos cuantos que se aferran a las banderas y a los símbolos para mantener su pequeña taifa de votos.

Por la tierra andaluza sobrevuelan los aviones que llevan las bombas de la OTAN, en sus costas se reabastecen los barcos de guerra que apoyan los genocidios. En las milenarias ciudades andaluzas se vende hasta la última parcela al turismo, mientras los andaluces que allí vivían dedican la mayor parte de su sueldo a compartir un piso del extrarradio. Y son los andaluces los que viven en los barrios con más paro y peor calidad de vida.

Hace unos días, el Ayuntamiento de Sevilla se vanagloriaba de haber gastado 44 mil euros en "adecentar" el muro junto al Puente de Triana. No fuera que los turistas se molestasen y pensaran que los andaluces no siguen la dictadura de la UE y la OTAN.



Ni soberanía, ni autonomía ni libertad tiene el pueblo andaluz, ni ninguno de los pueblos de España. Todo está supeditado a los intereses de los fondos de inversión del entorno de la alianza atlántica. Y lo peor es que quienes deberían explicarlo, los que se dan golpes en el pecho de andalucismo izquierdista, no lo hacen, al contrario, echan más somnífero a la giganta encadenada.

¿Hasta cuándo vamos a esperar para que nuestras calles se vean de nuevo ocupadas por millones de andaluces?

Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos.
¡Andalucía, despierta! ¡andaluces levantaos!