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sábado, 18 de enero de 2020

¡Los comunistas quieren la abolición de la familia!

Con la polémica del llamado "pin parental", la ultra derecha retoma su lado fascistoide para avivar una vieja propaganda digna de la mejor escuela goebbeliana: ¡los comunistas quieren robarnos los niños y destruir las familias!

Imagen del twitter oficial del PP, que no desentonaría entre las portadas más delirantes de ABC


Este tipo de campañas son tan antiguas como el propio comunismo. Desde sus inicios, Marx y Engels y sus partidarios tuvieron que hacer frente a campañas de ese grosero dislate.

La mejor manera de comprobar algo -hay que insistir siempre- es acudir a las fuentes originales, no al reflejo de la sombra en el fondo de una cueva que supone la interpretación sesgada que suele hacerse. En el Manifiesto Comunista, leemos:

¡Abolición de la familia!  Al hablar de estas intenciones satánicas de los comunistas, hasta los más radicales gritan escándalo. (...)

Pero es, decís, que pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantando la educación doméstica por la social.

¿Acaso vuestra propia educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela, etc.? No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante.

Esos tópicos burgueses de la familia y la educación, de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos, son tanto más grotescos y descarados cuanto más la gran industria va desgarrando los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo.


¿Supone el comunismo una falta de libertad individual?

En el capitalismo, la libertad se entiende como el librecambio, la libertad de comprar y vender. Más aún, la libertad personal y la iniciativa están reservadas a quienes poseen el capital o los medios; quienes no poseen carecen de esa iniciativa y dependen del ofrecimiento de trabajo por los demás. Por tanto es una libertad ficticia o libertad relativa, para unos sí y para otros no.

Si desaparecen los motivos que originan las diferencias entre clases -la posesión en manos de unos pocos de los recursos-, entonces podremos empezar a hablar de libertad para la mayoría y de un sistema que no depende de la miseria de muchos para la libertad de unos cuantos.

Los detractores del comunismo suelen acudir al tópico de las colas para repartir alimentos o bienes básicos que creen se produce en los sistemas socialistas. Sin embargo,no se ven las "colas invisibles" que formaría la inmensa mayoría de personas que no puede permitirse comprar en las tiendas cuyas puertas parecen estar abiertas a todos, pero sólo se lo pueden permitir unos pocos.


¿Es el comunismo un sistema que generaliza la pobreza?

Muchas personas han asimilado la insistente propaganda capitalista que da una imagen del comunismo como un régimen oscuro y empobrecedor que dirige a la sociedad a la ruina y a la carencia de los bienes básicos.

Observemos, sin embargo, que en la sociedad capitalista en la que vivimos no es necesario dirigir nuestra vista a horizontes muy lejanos para descubrir la miseria. En nuestro entorno podemos ver personas que carecen de agua o electricidad o un techo, e incluso alimentos. Familias son despojadas de sus viviendas por haber sido despedidos de sus empleos. Enfermos mueren en listas de espera por no poder costearse un tratamiento privado. 

¿Es ese sistema capitalista un sistema que genera riqueza? Si la genera lo hace sólo para unos pocos y a costa de la miseria de los otros.
El temor que ciertas personas poco informadas sienten hacia el comunismo es el pánico que los capitalistas les transmiten: pánico a abolir la propiedad privada. Es lógico los capitalistas tengan miedo, pues al abolirla desaparecerá su privilegio de vivir de los despojos de todos los demás. Los trabajadores no deben sentir miedo por ello, ya que nada tienen que perder excepto la relación de dependencia con los propietarios que les explotan.

A lo que aspira el comunismo es a convertir los recursos en propiedad de todos, en algo común a todos los miembros de la sociedad. Se trata de transformar el carácter colectivo de la propiedad para despojarla de su carácter de clase, es decir, para que no existan las clases sociales. 

Toma de la ciudad brasileña de Sao Paulo. Una barrera separa en pocos metros a paupérrimas favelas de lujosas mansiones. Imagen habitual en el mundo capitalista.

¿Pero no ocasionará esa sociedad igualitaria una tendencia a la vagancia y la desidia?

También se dice que si la sociedad se encarga de ofrecer las necesidades básicas en régimen común,  en lugar gestionarla en manos privadas, esto provocará la indolencia generalizada.
Si esto fuese cierto, llevaríamos siglos viviendo en la holgazanería, dado que nuestra sociedad se fundamenta en que unos muchos trabajan produciendo para otros y esos otros reciben el beneficio sin trabajar. Al desaparecer el capital lo que desaparecería es el trabajo asalariado, el trabajo como una mercadería más, pero se abriría la posibilidad de trabajar para el enriquecimiento común.

Las televisiones han popularizado una clase de jóvenes que ven en la fama fugaz  un medio de vida. El culto al cuerpo o el atrevimiento sustituyen a los valores del esfuerzo o el estudio. Además esa moda fomenta los estereotipos más sexistas.


¿El comunismo acabará con la cultura?

Otra de las falacias comunes en la propaganda capitalista es que la sociedad comunista, al evitar el enriquecimiento personal, provocaría también la falta de iniciativa en artistas y promotores de la cultura, ocasionando un mundo gris y triste sin espectáculos brillantes ni entretenimientos.

Esto es otra calumnia sin fundamento. La cultura, como cualquier otro aspecto de la vida, se encuentra totalmente mercantilizada en el capitalismo. La educación en general se encuentra hoy día dominada por el interés económico. Las asignaturas relacionadas con la Filosofía o la Literatura son desdeñadas en beneficio de otras asignaturas consideradas más prácticas por preparar a los jóvenes para ser piezas adiestradas para la maquinaria productiva.

Así mismo ocurre con la cultura, convertida como todo en objeto de lucro particular, de modo que sólo los artistas apadrinados por el Capital -y por tanto sumisos y condescendientes con el sistema- son los que tienen repercusión, mientras que el arte alternativo o antisistema es perseguido o hundido en la marginación. Al desaparecer las contradicciones de clase, el arte popular que actualmente permanece reprimido y oculto, afloraría sin impedimentos.

A la izquierda. Red Son, el Supermán "comunista" de DC Comics, es un héroe gris y triste, dominado por el malvado Stalin. A la derecha, Greta Garbo en la famosa película de Lubitsch, Ninotchka, interpretando a una severa y austera agente soviética que visita París y cae rendida ante el brillo de la sociedad capitalista. Dos entre los miles de tópicos sobre personajes comunistas antipáticos que pueblan el cine y la literatura.

¿Quieren los comunistas colectivizar a las mujeres en régimen de comuna?

Otra acusación que está instalada en la imaginación de las críticas más conservadoras es que el comunismo pretende acabar con la familia tradicional (como se comentaba al principio). 

Se trata de otra de las hipocresías de la sociedad burguesa. Si nos detenemos a observar a la familia actual, la que vive -sobrevive- en el capitalismo, veremos enseguida las incongruencias: el papel de la mujer, sometida al varón y rebajada en lo laboral y lo social, en muchas situaciones expuesta a la absoluta explotación de la prostitución; la incapacidad de muchas parejas para tener hijos por no poder cuidar de ellos; el trabajo infantil en las zonas en desarrollo como base de los ingresos de multinacionales europeas y norteamericanas; la imposibilidad, en definitiva, de las familias a vivir una vida tranquila sin estar supeditada a los intereses mercantilistas del Capital.

Al cambiar las situaciones que provocan la explotación, se terminará con el uso de las mujeres y de las familias en general como simples instrumentos de producción, mercaderías que pueden usarse y tirarse. 

 En definitiva, la cultura, la sociedad, la forma de vida y todas las relaciones entre las personas, al estar condicionadas por las condiciones materiales, pueden transformarse si esas condiciones cambian. 

Es debate en estos días la llamada "gestación subrogada", que no es otra cosa que la pretensión del alquiler de los úteros femeninos. Junto con la prostitución, son formas de explotación de la clase trabajadora -doblemente atacada en el caso de la mujer- que es considerada como una mercancía más, puesta a uso y disfrute del Capital.

sábado, 11 de enero de 2020

¿Qué significa ser comunista?



Prometo que no es invent. Mi hija tendría unos tres añitos y empezaba a parlotear frases. Caminábamos de noche por la avenida principal de Mairena, su cabeza apoyada en mi hombro. Cuando pasamos frente a la sede del Partido, cerrada a esas horas, escuché su vocecita decir: mira, papá, el "pueblo unido" está dormido. 

Comprendí que en su cabecita había mezclado imágenes de la famosa canción del grupo Quilapayún (que yo solía ponerle en el móvil) en un video montado con imágenes que también habría visto en los pósters de la sede. Desde entonces hasta ahora, cuando hay algún acto o alguna manifestación, ella me pregunta si voy al "pueblo unido". 

A su manera infantil había dado una definición muy simple pero bastante cercana a lo esencial, el comunismo podría definirse básicamente en el pueblo unido. Sería una breve definición desde un punto de vista amable. Con la reciente formación del nuevo gobierno se ha disparado el uso de esta palabra en los medios y las redes sociales. El "gobierno comunista" hará esto o lo otro, dice la gente, ciertos medios hablan de las consecuencias del comunismo y que supuestamente viviremos en España a partir de ahora.

Pero ¿es correcto el uso del término "comunista" en ese contexto? Algún lector podría pensar que hoy día se han perdido tantos derechos y hemos sufrido tantos recortes que una simple subida de impuestos o una ayuda a un sistema público se aprecia como comunismo. Es cierto que el significado de las palabras varía con el uso popular. Pero debe haber alguna manera  más precisa de definirlo.

Si saliéramos a la calle en este mismo momento y preguntáramos micrófono en mano como un reportero a la gente que pasa, posiblemente obtendríamos definiciones no tan amables. El ciudadano medio, instalado en un cómodo espejismo apolítico (ni de izquierdas ni de derechas), tiende a un concepto del comunismo que mezcla desconocimiento y propaganda. 

Me apuesto a que en una pequeña encuesta callejera encontraríamos definiciones que oscilarían entre una idea del comunismo similar a una "bella utopía bienintencionada pero que acaba en totalitarismo y coarta la libertad" hasta una "doctrina que fomenta la miseria y el caos".


Dentro de las definiciones catastrofistas, frecuentes en nuestros sensatos políticos demócratas del centro moderado, pongo al azar un ejemplo de ayer:

Tal como esta víctima del perverso comunismo cubano y #freedom-fighter a tiempo completo, muchos pensadores actuales comparten un concepto de los comunistas semejante: seres despreciables, grises, fastidiosos, intolerantes, cargantes, retorcidos, envidiosos, mostachudos, insidiosos, mediocres, lascivos, holgazanes, resentidos, colaboradores de regímenes que causan hambre y miseria en el mejor de los casos y en su peor versión cientos de millones de muertes por todo el planeta. 

Bien. Hay que reconocer que en algo sí tienen razón. Los comunistas suelen ser personas muy puñeteras, muy quisquillosas. Hacen demasiadas preguntas. Siempre andan cuestionando todo,  incluso lo más sagrado y establecido. De todo cuanto oyen y ven preguntan: ¿a quién beneficia esto o aquello?, ¿por qué motivo?, ¿desde cuándo es así?, y otras preguntas capciosas. Recuerdan a esos niños repelentes a quienes se les acaba de regalar un juguete y, apenas unas horas después, ya los han roto para averiguar qué es lo que hay dentro.




Si tuviera que elegir mi definición de comunista preferida, tomaría una frase del "libro de cabecera" de los comunistas, que es su Manifiesto (siempre es un buen consejo, amigos, cuando se trata de saber sobre algún tema, acudir a las fuentes originales). En este blog ya hemos hablado mucho del Manifiesto del Partido Comunista y puedes repasarlo buscando bajo la etiqueta manifiesto.


En este libro fundamental para entender nuestro mundo y que seguro los trabajadores hemos leído todos (ejem), hay un apartado que trata sobre las relaciones entre los comunistas y los proletarios (currantes). Allí, Marx dice: los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros, no tienen intereses opuestos, ni proclaman principios especiales. Los comunistas sólo se diferencian de los demás partidos en que, en cualquier lucha o cualquier momento o país, saben distinguir y hacen valer los intereses de la clase trabajadora.

Así pues, los comunistas se definen por su capacidad para distinguir cuáles son los intereses de la clase trabajadora.

Un lector perspicaz diría entonces ya está, denme mi carnet del Partido, ya me lo gané, cualquiera sabe qué es lo que interesa a los trabajadores. Bueno. No nos emocionemos tan pronto. En realidad saber distinguir los intereses de la clase trabajadora en una determinada situación no es tan sencillo. De hecho a veces es bastante complejo y necesita un análisis elaborado.

¡Sí, hombre!, responde el lector perspicaz, si está bien claro. Veamos un par de ejemplos para averiguar si es tan sencillo o no. En primer lugar, observemos que esta definición da por hecha la existencia de la clase trabajadora (parece obvio pero hoy día no lo es tanto, incluso para muchos compañeros de lucha). 
Un video con miles de visualizaciones que pretende demostrar el fracaso del comunismo según su "éxito". No dicen nada del éxito del sistema que defienden y que es hegemónico en la actualidad, el capitalismo, en el mundo cruel y horrible que vivimos.


Por ejemplo, supongamos que en una reunión de amigos trabajadores escuchamos la noticia de que tal o cual gobierno va a reducir los costes de alguna administración para ahorrar y dar ejemplo de austeridad. Todos los amigos trabajadores convienen en que eso es bueno. Pero ahí es donde el resabiado y odioso comunista salta como un resorte y exclama: es bueno... ¿para quién?

Y todos volverán la vista y pensarán jodido comunista amargado. Pero pensemos, esa austeridad ¿a quién se aplicará? ¿Se llevará a cabo reduciendo puestos de trabajo o salarios? ¿Recortará servicios públicos que ofrecían soluciones a quienes los necesitaban? Y en ese caso, ¿sale favorecido el trabajador o los propietarios de empresas privadas? 

Viéndolo así, la perspectiva cambia. Otro ejemplo: un grupo de parados escucha que un empresario propietario de una multinacional anuncia que abrirá una sucursal en nuestra ciudad. El medio informativo comenta que gracias a la iniciativa emprendedora de ese empresario, la ciudad será más rica. Los parados festejan la noticia. Pero de nuevo el comunista entrometido sale de detrás de la cortina y grita: ¿gracias a quién crecerá la riqueza? Gracias al empresario, que arriesga sus medios, contestan los otros. Pero entonces -insiste el cargante rojo-, si en esa sucursal los obreros se ponen de huelga, ¿por qué deja de producir y de dar beneficio si la riqueza la crea el empresario y no los trabajadores? ¿Por qué el empresario con su riesgo y sus medios no produce nada si no hay obreros? ¿Quién crea la riqueza entonces? 



De nuevo, esta otra manera de ver la realidad nos da una perspectiva distinta. No es tan sencillo como parece, ¿verdad? La pregunta entonces es por qué resulta tan difícil saber distinguir los intereses de la clase trabajadora.

La respuesta viene de nuevo de manos de nuestro amigo Carlitos Marx (el que no era de los hermanos Marx): la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. La clase dominante -la que posee la riqueza y los medios para producirla- no se conforma con la supremacía económica sino que necesita además poseer todo el aparato que crea la ideología -la conciencia, el modo de pensar y entender la vida- de la sociedad.

De este modo la clase dominante, teniendo los trabajadores la mentalidad que defiende sus intereses y no los de su clase, no sólo se asegura la superioridad económica sino que se asegura además su continuación, el medio en que se transmitirá a las sucesivas generaciones, haciendo estable el sistema social que les beneficia.

La mala noticia, por tanto, es que no es tan fácil como parece. La buena es que aprender a hacerlo está al alcance de nuestras manos. Y que esa manera de entender la realidad conduce a una verdad que contiene un gran poder: las enseñanzas de Marx son todopoderosas porque son ciertas, dijo nuestro amigo Lenin en un librito que puedes repasar aquí y que viene al pelo para iniciarse en ese conocimiento. 

Bertolt Brecht escribió que el camino de la verdad, esto es, el camino que debe seguir un comunista informado y que quiera ayudar a sus compañeros, tiene tres requisitos:

- ser valiente para decir la verdad (no siempre es fácil)

- tener la inteligencia para descubrir la verdad (formarse y formarse y nunca parar de informarse).

- hacer de la verdad un arma, es decir, transmitirla, difundirla a otros trabajadores, por ejemplo militando o  colaborando con las agrupaciones o manteniendo contacto con otros comunistas.

Leer, informarse no sólo de la actualidad sino de nuestra historia, aprender a observar como lo haría un científico, esas son las tareas, no conformarse con la realidad paralela que nos aportan los medios. Y ser valiente, aportar nuestro granito de arena. Duro pero necesario. Es el único modo para que los trabajadores logremos ese objetivo, ser el pueblo unido.

Salud.

Entradas del blog relacionadas con este tema y que pueden interesarte:
- tres fuentes integrantes del marxismo, Lenin te resume lo que deberías leer, gracias Vladimiro

- para leer el Manifiesto para comprender a Carlos y Fede y su manifiesto

- sobre la ideología dominante y la perspectiva materialista del socialismo científico, la ideología alemana

lunes, 29 de enero de 2018

El Manifiesto hoy

Es sabido que este febrero se celebra el 170 aniversario de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista. 

Así que no tardaremos en ver estos días en los medios artículos y documentales que se empleen en denostar su mensaje o su validez (tal y como hemos vivido en el reciente centenario soviético). Para los comunistas no dejará de ser otra raya más en la piel de tigre. Ese es el juego, camaradas.
El amigo ex vicepresidente y aristócrata Rodrigo Rato en su comparecencia por el caso de las tarjetas black no tuvo empacho en constatar las bondades de la sociedad capitalista, centro de las críticas hace ya 170 años en el texto que nos ocupa ahora.

Se renovarán también otras lecturas críticas, menos llamativas por parecer no tan enjuiciadoras y por provenir en muchas ocasiones de la propia izquierda, a veces desde posiciones posmodernas. Se trata de quienes sin dudar de la validez histórica del texto argumentan que su contenido está caducado u obsoleto y que debe "superarse".

En mi modesta opinión, plantearse la validez del Manifiesto en función de su actualidad  o su desfase podría equipararse a discutir la utilidad de otros textos históricos como El origen de las especies de Darwin, los Principios matemáticos de Newton o Las esferas celestes de Copérnico. ¿Demostrar que en ciertos aspectos aquellos textos quedaron anticuados implica que no son válidos y que sus hallazgos no significaron un punto de inflexión en la historia de la ciencia?

Del mismo modo, las reprobaciones del Manifiesto que se basan en su supuesta irrelevancia dado el contexto histórico (ya caído el Muro de Berlín y finalizada la Unión Soviética), no difieren en mucho de las teorías neoliberales y del sentido común, que dan por muertas las ideas marxistas y fracasadas las ideologías bajo las ruedas de una democracia liberal, en un supuesto fin de la Historia. 

Recordemos que el Manifiesto (encargado a los jóvenes Marx y Engels por la Liga de los Justos -que luego pasaría a llamarse de los Comunistas, prueba de la influyente presencia de los nuevos críticos- a finales de 1847 y publicado en Londres en febrero de 1848), fue escrito en un momento concreto con la finalidad de exponer los hallazgos del método marxista en forma de propaganda dirigida a los obreros. 
"Ya es hora de que los comunistas expresen a la luz del día sus ideas", dice el Manifiesto en su prólogo, "saliendo al paso de esa leyenda del espectro comunista." (No es necesario que nos precipitemos tanto como este orgulloso/a padre o madre)

Su intención era redactar una especie de guía práctica para los obreros en un momento de disputa entre unas posiciones de socialismo idealista, bien intencionado pero basado en entusiasmos humanistas y filantrópicos, frente al nuevo socialismo marxista, razonado y apoyado en la investigación de las sociedades y su estructura económica (socialismo utópico y socialismo científico).

Los propios autores ya advirtieron en las ediciones posteriores que su contenido no debía tomarse como una doctrina literal sino como un método de aplicación que varía según las peculiaridades del momento. 
En verdad se trata de un documento que analiza a grandes rasgos la historia de las sociedades y que define la concepción materialista de la Historia que Marx y Engels habían ido elaborando en los años previos.

De ahí parte la primera frase del texto, que ha quedado grabada en la mente de todos y que dice así:


"Toda la historia de la sociedad humana hasta la actualidad 
es la historia de la lucha de clases"

En esta frase se nos presenta la tesis principal que será desarrollada luego en el texto. Resume en pocas palabras el núcleo del materialismo histórico: las sociedades están estructuradas sobre la base de su orden económico, que determina el resto de sus características y también las relaciones entre sus grupos sociales. Estos grupos pugnan por el control de ese orden de manera inevitable y antagónica:


"opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social"

Los grandes empresarios no entienden de posmodernidades, ellos sí creen que hay clases sociales y lo demuestran a diario sin sutilezas.

De esta lucha parte el avance inevitable hacia adelante de las sociedades humanas, el motor que las mueve. Sobre esta estructura se desarrollan los niveles políticos, legales e ideológicos, que se unen en un Estado cuya función es la de mantener y reproducir ese orden. Incluso en los organismos y estamentos cuya supuesta finalidad es democrática:

Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.

En un famoso programa de TV, Pedro Sánchez se mostraba muy sorprendido de que "fuerzas económicas" manejasen la investidura de M.Rajoy. Se ve que ni el bueno de Évole ni el inocente Sánchez habían leído el Manifiesto, pues de otro modo hubiesen sabido que esa es la norma en la democracia burguesa. Los modernos movimientos indignados (imagen siguiente) tampoco parecen darse por aludidos y prefieren soslayar los descubrimientos del materialismo histórico a cambio de un ideario de buenas intenciones ajeno a la lucha de clases.

Esta demostración del antagonismo (incompatibilidad) de las clases sociales sigue vigente hoy día y se evidencia en la agudización de los conflictos y en el expolio continuado de derechos del proletariado (ya se le ponga el título de precariado o se le vista de lagarterana). El Manifiesto ofrece en una frase la definición exacta de clase obrera:

esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.

Para el capital los trabajadores empiezan a sobrar cuando no dejan de ejercer su función productiva. Parece como si prefiriesen que nuestros jubilados muriesen pronto y dejasen de ser un gasto. ¿Parece?

En el segundo capítulo, sobre proletarios y comunistas, encontramos otra de las frases esenciales:

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

¿Qué quiere decir esto? En palabras sencillas, los líderes políticos no son mesías que como dioses, reyes o tribunos vienen a salvarnos de nuestras desgracias. En particular, los comunistas no tienen intereses diferentes a la clase trabajadora; simplemente son su vanguardia:

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad.

Llevan de ventaja -continúa el Manifiesto literalmente- a las grandes masas su clara visión de los derroteros a los que se aboca a los trabajadores. Esto es, la capacidad para analizar las situaciones bajo la experiencia del materialismo histórico y bajo esa visión del mundo que significa el materialismo dialéctico.

Otro aspecto controvertido que aún hoy es arma común en los debates que se producen con los detractores del comunismo, la propiedad privada: 

Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros.

Sobre el papel de la cultura y la ideología en las sociedades nos tiene reservada el texto otra frase antológica, resumen redondo del materialismo. El análisis histórico de las ideas demuestra cómo el espíritu cambia al son de los cambios en las condiciones materiales. Y del mismo modo la ideología dominante no es más que la expresión espiritual de las condiciones económicas, principalmente, de una sociedad:

Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante.

Otras críticas muy conocidas del marxismo -los comunistas quieren abolir la familia tradicional y la patria-, tienen aquí su contundente respuesta:

de lo que se trata es precisamente de acabar con la situación de la mujer como mero instrumento de producción

En la sociedad capitalista la mujer no deja de ser tratada como una mercancía. Este concepto se acomoda perfectamente a una estructura patriarcal: la mujer pobre está destinada a los cuidados, a la limpieza, la prostitución y ahora además a gestar hijos para otras personas más pudientes.

Un poco más adelante se insiste en el carácter internacional de la clase trabajadora en otra frase destacable:

Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen.

No insisto, para no alargar, en la importancia, actualidad y vigencia de ambas afirmaciones. Termino con otro párrafo literal, de los más conocidos, con el que se cierra el Manifiesto, broche de oro digno de ser contenido en la leyenda de un tatuaje:

Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista.
Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.
¡Proletarios de todos los Países, uníos!

Por si algún paciente lector ha llegado hasta aquí y le apetece saber más sobre el Manifiesto y otras perspectivas sobre su actualidad, añado enlaces a interesantes textos que me han servido para idear esta entrada:




El último enlace es mi preferido. Además, en este blog puedes encontrar entradas con introducciones sencillas para ir descubriendo este texto universal, con preguntas y explicaciones que seguramente no te harán falta pero te pueden servir para divulgar nuestras ideas y poner tu grano de arena en esta tarea inmensa de transformar el mundo. Pongo sólo el primero de los enlaces y en él encontrarás enlaces a los siguientes si lo consideras oportuno:


¡Salud!

miércoles, 10 de mayo de 2017

PROLETARIOS Y COMUNISTAS (preguntas sobre el Manifiesto, 3ª entrega)

En anteriores entradas (parte 1 y parte 2) nos hicimos unas cuantas preguntas sobre el Manifiesto Comunista para incentivar la lectura de este texto fundamental. Terminamos con esta entrada la serie, que puedes descargarte si quieres en pdf -es  mucho más fácil de leer en el móvil- haciendo click en este enlace.

Vemos aquí el segundo capítulo, en el que podremos contestar dudas muy comunes sobre el comunismo como ¿quieren los comunistas prohibir la propiedad privada?, ¿es el comunismo un sistema que conlleva pobreza y vagancia?, ¿pretenden los comunistas compartira las mujeres como en una comuna? y otros tópicos.


■■ PROLETARIOS Y COMUNISTAS ■■

Una vez explicados los conceptos básicos del materialismo histórico en el primer apartado del Manifiesto (la historia de la sociedad humana es una lucha de clases) y desveladas las clases sociales enfrentadas del mundo en que vivimos (burgueses -capitalistas y dueños de los medios- y proletarios -trabajadores-), se completa la obra exponiendo con claridad cuál es la relación que guardan, por tanto, los comunistas con los trabajadores y dando respuesta a muchos de los bulos que el capitalismo fomenta para desprestigiar su mensaje. 




¿Forman los comunistas un partido aparte de los demás partidos obreros? 

La respuesta está literal en el propio Manifiesto: los comunistas no forman un partido separado ni se enfrentan a los demás partidos obreros.

Hay que aclarar que el concepto de partido en la época de Marx y Engels no es como en la actualidad. Entonces la idea de partido era la de todas las personas que tienen unas mismas ideas políticas. Por tanto, el Partido Comunista es un partido dentro del gran partido obrero (la unión de todos los trabajadores) y no se opone a otras asociaciones obreras.

Esto supone, primero, que los comunistas no se sitúan por encima del movimiento obrero, sino a su lado, luchando en su misma trinchera; segundo, que lo que distingue a los comunistas es que "destacan y hacen valer los intereses comunes de su clase".

Es decir, son una "vanguardia", el sector "más resuelto" de los trabajadores que tienen "la ventaja de su clara visión del movimiento proletario".


Los comunistas pretenden concienciar a los trabajadores para que
 ellos mismos mediante el propio convencimiento luchen por su liberación 

¿En qué se diferencian entonces los comunistas de los demás partidos?

Se diferencian sobre todo en que saben analizar la realidad mediante la filosofía marxista, el materialismo dialéctico.
Esta filosofía permite interpretar las situaciones de manera que afloren aspectos que permanecen ocultos o velados a los trabajadores.

La educación convencional hace que las personas reciban de los centros educativos (colegios, institutos, universidades) y de los medios informativos una visión del mundo idealista, estática, invariable, muchas veces ajena a los fundamentos de la razón y la ciencia, que fomenta un modo de pensar que les impide darse cuenta de las circunstancias que condicionan su vida.

El materialismo, en cambio, mediante la razón permite aflorar esos aspectos ocultos, al alcance del razonamiento de cualquier trabajador que ponga voluntad en informarse. Y en especial el materialismo permite comprender el mundo de modo que sea posible luchar para transformarlo.

El primer objetivo de los comunistas es concienciar a los trabajadores de su situación de explotados para que al comprenderlo puedan luchar y liberarse.




¿Surgen las ideas de los comunistas de un líder?

En una de las estrofas de la Internacional se cita: Ni en dioses, reyes ni tribunos,/ está el supremo salvador./ Nosotros mismos realicemos/ el esfuerzo redentor.

Las ideas de los comunistas no provienen de un líder ni de un Mesías (un "redentor de la humanidad" dice literalmente el Manifiesto), ni siquiera el propio Marx se consideraba a sí mismo de este modo. Son ideas que vienen del análisis materialista y de las condiciones de la lucha de clases que son visibles por todos. No descansan en ideales de justicia o bondad, sino en la fuerza del pueblo unido. 


Aunque los cuadros y principales figuras se sitúen en el frente para
dar ejemplo y movilizar a los demás, saben que el esfuerzo revolucionario
debe venir de la unión de todos los trabajadores actuando unidos, sin distinciones


¿Esta forma de entender el mundo, el materialismo, es válida para todas las situaciones, como las actuales?

Cualquier situación de la realidad social que vivimos es posible analizarla bajo ese enfoque. Pongamos un ejemplo sencillo de la actualidad:

Cuando nos indignan las ya habituales noticias sobre corrupción en las administraciones, un análisis poco elaborado puede llevarnos a pensar que esas corrupciones son casos individuales de personas malintencionadas que aprovechan un cargo político para beneficiarse, de tal modo que sustituyendo a esas manzanas podridas por otros más honrados se soluciona el problema. Un análisis un poco más elaborado puede conducirnos a una explicación basada en una mafia o una trama que se sirve de las administraciones para repartirse esos beneficios entre una casta de favorecidos, de manera que sustituyendo esa trama por un sistema más transparente, se arreglará también.

Sin embargo, ambos análisis son insuficientes. El materialismo nos hace introducir una contradicción de entrada: la sociedad capitalista parte de unas relaciones de producción corruptas en las que los dueños de los medios obtienen beneficio de la explotación de la mano de obra. Además, el materialismo demuestra que en la sociedad capitalista el Estado -y sus diferentes órganos, legales, jurídicos, políticos- actúan de escudo defensor de los intereses de una oligarquía de poderosos, defendiendo sus intereses para perpetuar el sistema. Por tanto los corruptos que aparecen en las noticias son simples gestores de ese entramado, pero nunca conocemos a quienes los corrompen ni se cuestiona el sistema que lo permite, que es lo que se debe intentar transformar.

De este modo se descubren aspectos que nos permiten ver el problema con mayor profundidad y así podemos atacarlo sin quedarnos en una solución que se quede en un cambio superficial o temporal. 


Es lógico indignarse ante los descarados casos de corrupción, pero
debemos saber analizar sus causas, más allá de explicarlos en base
a tramas o mafias, para poder atacar al sistema que lo fomenta

¿Quieren los comunistas eliminar la propiedad privada?

Lo que caracteriza al comunismo no es la desaparición de la propiedad privada en general, sino la desaparición del régimen de la propiedad de los medios en manos de unos pocos. Se anula la posesión privada de las tierras, las minas, centrales eléctricas, fábricas, empresas, de todo lo que sirva para trabajar, pero no de las posesiones personales de uso particular. 

En ocasiones escuchamos a los anticomunistas argumentando que el marxismo lleva a la destrucción del fruto del esfuerzo personal. Esto es incierto. Quienes se apropian del esfuerzo de otros y de la propiedad bien adquirida son los que en capitalismo poseen los medios y explotan a los trabajadores o devoran a los pequeños propietarios que no pueden competir con ellos.




¿Supone el comunismo una falta de libertad individual?

En el capitalismo, la libertad se entiende como el librecambio, la libertad de comprar y vender. Más aún, la libertad personal y la iniciativa están reservadas a quienes poseen el capital o los medios; quienes no poseen carecen de esa iniciativa y dependen del ofrecimiento de trabajo por los demás. Por tanto es una libertad ficticia o libertad relativa, para unos sí y para otros no.

Si desaparecen los motivos que originan las diferencias entre clases -la posesión en manos de unos pocos de los recursos-, entonces podremos empezar a hablar de libertad para la mayoría y de un sistema que no depende de la miseria de muchos para la libertad de unos cuantos.

Los detractores del comunismo suelen acudir al tópico de las colas para repartir alimentos
o bienes básicos que creen se produce en los sistemas socialistas. Sin embargo,
 no se ven las "colas invisibles" que formaría la inmensa mayoría de personas que no puede permitirse comprar en las tiendas cuyas puertas parecen estar abiertas a todos,
 pero sólo se lo pueden permitir unos pocos.

¿Es el comunismo un sistema que generaliza la pobreza?

Muchas personas han asimilado la insistente propaganda capitalista que da una imagen del comunismo como un régimen oscuro y empobrecedor que dirige a la sociedad a la ruina y a la carencia de los bienes básicos.

Observemos, sin embargo, que en la sociedad capitalista en la que vivimos no es necesario dirigir nuestra vista a horizontes muy lejanos para descubrir la miseria. En nuestro entorno podemos ver personas que carecen de agua o electricidad o un techo, e incluso alimentos. Familias son despojadas de sus viviendas por haber sido despedidos de sus empleos. Enfermos mueren en listas de espera por no poder costearse un tratamiento privado. 

¿Es ese sistema capitalista un sistema que genera riqueza? Si la genera lo hace sólo para unos pocos y a costa de la miseria de los otros.
El temor que ciertas personas poco informadas sienten hacia el comunismo es el pánico que los capitalistas les transmiten: pánico a abolir la propiedad privada. Es lógico los capitalistas tengan miedo, pues al abolirla desaparecerá su privilegio de vivir de los despojos de todos los demás. Los trabajadores no deben sentir miedo por ello, ya que nada tienen que perder excepto la relación de dependencia con los propietarios que les explotan.

A lo que aspira el comunismo es a convertir los recursos en propiedad de todos, en algo común a todos los miembros de la sociedad. Se trata de transformar el carácter colectivo de la propiedad para despojarla de su carácter de clase, es decir, para que no existan las clases sociales. 


Toma de la ciudad brasileña de Sao Paulo. Una barrera separa en pocos metros
a paupérrimas favelas de lujosas mansiones. Imagen habitual en el mundo capitalista.

¿Pero no ocasionará esa sociedad igualitaria una tendencia a la vagancia y la desidia?

También se dice que si la sociedad se encarga de ofrecer las necesidades básicas en régimen común,  en lugar gestionarla en manos privadas, esto provocará la indolencia generalizada.
Si esto fuese cierto, llevaríamos siglos viviendo en la holgazanería, dado que nuestra sociedad se fundamenta en que unos muchos trabajan produciendo para otros y esos otros reciben el beneficio sin trabajar. Al desaparecer el capital lo que desaparecería es el trabajo asalariado, el trabajo como una mercadería más, pero se abriría la posibilidad de trabajar para el enriquecimiento común.


Las televisiones han popularizado una clase de jóvenes que ven en la fama fugaz 
un medio de vida. El culto al cuerpo o el atrevimiento sustituyen a los valores del esfuerzo
o el estudio. Además esa moda fomenta los estereotipos más sexistas.

¿El comunismo acabará con la cultura?

Otra de las falacias comunes en la propaganda capitalista es que la sociedad comunista, al evitar el enriquecimiento personal, provocaría también la falta de iniciativa en artistas y promotores de la cultura, ocasionando un mundo gris y triste sin espectáculos brillantes ni entretenimientos.

Esto es otra calumnia sin fundamento. La cultura, como cualquier otro aspecto de la vida, se encuentra totalmente mercantilizada en el capitalismo. La educación en general se encuentra hoy día dominada por el interés económico. Las asignaturas relacionadas con la Filosofía o la Literatura son desdeñadas en beneficio de otras asignaturas consideradas más prácticas por preparar a los jóvenes para ser piezas adiestradas para la maquinaria productiva.

Así mismo ocurre con la cultura, convertida como todo en objeto de lucro particular, de modo que sólo los artistas apadrinados por el Capital -y por tanto sumisos y condescendientes con el sistema- son los que tienen repercusión, mientras que el arte alternativo o antisistema es perseguido o hundido en la marginación. Al desaparecer las contradicciones de clase, el arte popular que actualmente permanece reprimido y oculto, afloraría sin impedimentos.


A la izquierda. Red Son, el Supermán "comunista" de DC Comics, es un héroe gris y triste, dominado por el malvado Stalin. A la derecha, Greta Garbo en la famosa película de Lubitsch, Ninotchka, interpretando a una severa y austera agente soviética que visita París y cae rendida ante el brillo de la sociedad capitalista. Dos entre los miles de tópicos sobre personajes comunistas antipáticos que pueblan el cine y la literatura.

¿Quieren los comunistas colectivizar a las mujeres en régimen de comuna?

Otra acusación que está instalada en la imaginación de las críticas más conservadoras es que el comunismo pretende acabar con la familia tradicional. 

Se trata de otra de las hipocresías de la sociedad burguesa. Si nos detenemos a observar a la familia actual, la que vive -sobrevive- en el capitalismo, veremos enseguida las incongruencias: el papel de la mujer, sometida al varón y rebajada en lo laboral y lo social, en muchas situaciones expuesta a la absoluta explotación de la prostitución; la incapacidad de muchas parejas para tener hijos por no poder cuidar de ellos; el trabajo infantil en las zonas en desarrollo como base de los ingresos de multinacionales europeas y norteamericanas; la imposibilidad, en definitiva, de las familias a vivir una vida tranquila sin estar supeditada a los intereses mercantilistas del Capital.

Al cambiar las situaciones que provocan la explotación, se terminará con el uso de las mujeres y de las familias en general como simples instrumentos de producción, mercaderías que pueden usarse y tirarse. 


 En definitiva, la cultura, la sociedad, la forma de vida y todas las relaciones entre las personas, al estar condicionadas por las condiciones materiales, pueden transformarse si esas condiciones cambian. 

Es debate en estos días la llamada "gestación subrogada", que no es otra cosa que la pretensión del alquiler de los úteros femeninos. Junto con la prostitución, son formas de explotación de la clase trabajadora -doblemente atacada en el caso de la mujer- que es considerada como una mercancía más, puesta a uso y disfrute del Capital.