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jueves, 31 de enero de 2019

Uberización, tecnología, Marx.

Chaplin atrapado en la cadena de montaje de la película Tiempos modernos, alegoría de la desesperación obrera ante el avance de la maquinaria capitalista.

Soy bastante desafortunado haciendo pronósticos, nunca gano las apuestas futboleras con los amigos. Pero apostaría algo a que la Fundación de Español Urgente, Fundeu, (la fundación patrocinada por el BBVA que se ocupa del uso del castellano y los neologismos) propone como "palabra del año" para 2019 el término "uberizar".
Como un mantra repiten los medios estos días el dichoso palabro, que lograrán incrustar en el lenguaje hasta convertirlo en cotidiano, como una de las maneras de normalizar una nueva vuelta de tuerca en la explotación laboral. 
A este respecto, en referencia a la polémica del taxi, el modernísimo Albert Rivera nos dejaba ayer esta maravillosa perlita en el medio de comunicación oficial de nuestros días:



¿Se imaginan ustedes -diría el joven preparado Albert- que un mecánico de Olivetti se pusiese de huelga en protesta por las impresoras? ¡Va contra la evolución de la Humanidad! ¡No se puede poner puertas al campo!

No hay que complicarse mucho para volver en su contra esta falacia. ¿Imaginaba el bueno de Albert que los internautas que compartían contenidos con programas P2P iban a ser multados o encarcelados? ¿Imaginaba alguien que un sistema operativo como Windows monopolizara el mercado global siendo manifiestamente inferior a otros sistemas que además son gratuitos?

El asunto tiene sus kilobytes de mandanga. ¿Cómo se interpreta la cuestión tecnológica desde el materialismo dialéctico? ¿Qué diagnóstico damos al proceso de "uberización" que se cierne sobre el mercado laboral?

Cuando estudiamos el progreso de una sociedad sin duda llegamos a la conclusión de que el desarrollo tecnológico es un factor decisivo. No hay transformación social que no haya venido influenciada por una innovación tecnológica. Todos somos susceptibles de ello. Pensemos por ejemplo, los actuales humanos de mediana edad, en el cambio que supuso en nuestras vidas la aparición de internet. 

Pero esta relación entre el desarrollo social y la tecnología no ocurre en un espacio aislado del resto de circunstancias de la vida. En el ejemplo que planteo, nuestro amigo Albert piensa de manera idealista que el progreso es una especie de valor supremo que sobrevuela por encima de las circunstancias mundanas, por eso considera que los taxistas no pueden sustraerse a algo que es un valor universal, oponerse es intentar frenar la evolución humana. Este tipo de pensamientos antidialécticos es muy común hoy y responde a una mentalidad atrapada en el idealismo.

Rivera, adepto fiel de la filosofía que conviene al capitalismo, no tiene en cuenta el aspecto social. La tecnología, como la ciencia, posee un importante carácter social. La idea de lo tecnológico como algo únicamente técnico limita -a conciencia, como veremos enseguida- su alcance y deja de lado otros factores fundamentales. Obvia el complejo sistema de relaciones en las que se desenvuelve el ser humano y también el mercado laboral. El carácter social es así silenciado en favor de poner el énfasis en el progreso entendido como el avance en lo puramente técnico, industrial o comercial.

El enfoque más correcto sería el que de manera dialéctica relaciona el conjunto de factores, observándolos como un todo de manera integral. El materialismo demuestra la preeminencia de las condiciones materiales de la vida. La tecnología, vista por tanto de este modo, es un proceso social y tiene aspectos técnicos pero también profesionales, administrativos, incluso políticos e ideológicos.

¿Qué pensaríamos entonces sobre la "uberización" desde un punto de vista marxista? Modestamente creo que tiene un análisis muy claro. Marx ya relacionaba en El capital la tecnología con la teoría del valor. ¡Las contradicciones y antagonismos inseparables del empleo capitalista de la maquinaria no existen, ya que no provienen de la maquinaria misma, sino de su utilización capitalista! exclama Marx en El capital (primer tomo, capítulo XIII, apartado 6, la teoría de la compensación, aplicada a los obreros desplazados por las máquinas). En este mismo apartado, explica:

El resultado inmediato de la maquinaria consiste en aumentar el plusvalor y, a la vez, la masa de productos en que el mismo se representa; acrecentar, por ende, a la par de la sustancia que consumen la clase capitalista y todos sus dependientes, a esas capas sociales mismas.

Es la plusvalía el principal impulso que fomenta los cambios tecnológicos. Esto es, El sentido innovador de la tecnología va en consonancia con el interés de la clase burguesa por incrementar la tasa de ganancia. Los avances técnicos demuestran el progreso alcanzado por los materiales productivos, pero depende del ser humano las consecuencias en las que se apliquen, por tanto dependen de la clase social que ostenta esos medios productivos, que por supuesto usará en interés de su clase y de manera opuesta a los intereses de los trabajadores.

El uso de aplicaciones informáticas para móviles que supuestamente "facilitan" la vida diaria y favorecen la "economía colaborativa", va encadenado a una nueva manera de explotación (en realidad sobre-explotación, dado que ya el proceso asalariado supone una plusvalía) en la que el "empleado" pierde sus derechos al situarse como un falso autónomo y quedar a disposición absoluta de la demanda del cliente en horarios cada vez más amplios. El ahorro en prestaciones o cotizaciones no redunda en un salario mayor, sino que va al bolsillo del administrador de esas aplicaciones. Por otra parte, permite concentrar los distintos sectores laborales en las manos del avispado emprendedor que saca provecho de ello, que convenientemente guarda su suculento capital en paraísos libres de odiosos impuestos.

 Con esta vuelta al asunto, llegamos a la conclusión siguiente: la defensa del desarrollo tecnológico (al estilo riveriano y en situaciones como la del ejemplo) por las clases poderosas y sus lacayos es consecuencia directa de ese antagonismo social. Todo acercamiento que ignore el aspecto social es por tanto falaz e interesado.

Añado como fuentes que he usado y recomiendo la lectura sobre este tema de los estudios que enlazo:
La Tecnología como proceso social: una visión desde Marx, Inés de la Caridad Valdés.
La concepción marxista del cambio tecnológico, Claudio Katz.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Tranquilos, no estamos en un régimen comunista

Desde aquel "tranquilos no soy comunista" no veíamos unas declaraciones dignas del premio anticomunista del año como las de la Ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, quien en referencia al caso Alcoa espetó ayer lo siguiente:


Las declaraciones (literalmente "no estamos en una economía estatalizada, cómo intervenir la empresa, no estamos en un régimen comunista"), que puedes consultar pinchando este enlace, son en mi opinión tan alucinantes que merecen ser analizadas punto por punto:

1. La multinacional americana productora de aluminio Alcoa anunció el mes pasado el cierre de sus plantas de La Coruña y Avilés, tras haber triplicado las pérdidas con respecto al año anterior.

2. El cierre de las plantas gallega y asturiana supone el despido de 700 trabajadores.

3. La empresa era antes de participación pública, se llamaba Inespal (Industria Española del Aluminio) y fue vendida a Alcoa en 1998 bajo el mandato de Aznar, en unas condiciones muy ventajosas, sus plantas habían sido modernizadas poco antes y sus cuentas anuales daban beneficios (comprobar aquí).

4. La empresa ya privatizada ha sido la mayor beneficiaria de las ayudas llamadas subastas de interrumpibilidad, una especie de rebajas en la factura eléctrica que suponen el descuento de cientos de millones de euros.

5. Pese a esos evidentes favores a la privatización, y pese a significar el despido de cientos de personas, la ministra considera que intervenir una empresa es propio de "regímenes comunistas".

6. La ministra pertenece, para más inri, a un partido que dice ser "socialista y obrero". Y su cartera es de...trabajo!

7. La Constitución de 1978, esa que se reforma o se aplica según convenga, dice en su artículo 128: "Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general."

8. Incluso durante gobiernos socialdemócratas anteriores se han nacionalizado empresas y no había tanto escándalo neoliberal.

Por tanto, un trabajador que observe la jugada vista por el VAR, puede llegar sin mucho esfuerzo a las siguientes conclusiones, que la ministra "socialista" sirve en bandeja:

-- El comunismo es una ideología terrible que tiene el pernicioso fin de proteger a los trabajadores por encima de intereses privados.

-- El comunismo, incluso el verdadero socialismo, ese régimen nefasto, supone lo contrario a privatizar empresas, lo contrario a beneficiar con dinero de todos a intereses privados (recordemos que en España se ha dedicado dinero de las pensiones a rescatar autopistas privadas), supone dedicar la riqueza común a mantener la vida y los derechos de la clase trabajadora.

-- Por tanto, lo opuesto al terror comunista, la libertad de poder comprar empresas, la alegría de ser despedido, el audaz emprendimiento de beneficiar a empresas privadas con ayudas estatales, es lo opuesto al comunismo, y esa ideología tiene un nombre:
 C  A  P  I  T  A  L  I  S  M  O

viernes, 26 de octubre de 2018

El concepto de Ejército Industrial de Reserva

En la entrada anterior (aquí) intentaba rebatir la crítica posmarxista o posmoderna de Laclau sobre la idea de ejército industrial de reserva o sobrepoblación relativa. Dada la confusión que este tipo de mensajes provoca entre los trabajadores actuales, que les lleva a creer que la teoría económica de Marx está desfasada (y por tanto hay que repensarla, articularla en el ahora, explorar las nuevas sensibilidades y toda esta fraseología común hoy), me parece que cualquier aclaración y recordatorio de este concepto nunca viene mal. Porque, queramos o no, los desempleados siguen siendo legión y el rol que les endosa el sistema es incuestionable.


"Buscamos gente hambrienta", dicen estos simpáticos jóvenes emprendedores de un neobanco "millenial", que estén dispuestos a captar 200 clientes sin percibir un euro a cambio (noticia real y no manipulada de este mismo mes). El banco, para más burla, se llama Revolut, suponemos porque este engaño lo considerarán revolucionario, algo propio de nuestra modernidad y nunca visto antes.


Sobrepoblación relativa o Ejército Industrial de Reserva.

¿Qué es? En los capítulos finales del primer volumen de El capital, Marx expone el proceso de acumulación del capital y la "influencia del acrecentamiento del capital sobre la suerte de la clase obrera". 
Como sabemos, este crecimiento, dado que la dualidad capital-trabajo tiene un carácter antagónico, de lucha de contrarios, se produce sólo en uno de los polos, en el del capitalista. En el otro polo, el de la clase trabajadora, el acrecentamiento es en número, en la cantidad de proletarios. El incremento dentro del capital se produce en su parte variable, la que corresponde a la fuerza de trabajo. Parte del plusvalor (el valor extra que el obrero crea por encima del valor de su propio trabajo) obtenido por el capitalista se emplear en comprar más fuerza de trabajo para seguir resultando beneficioso; por tanto, en su origen, la acumulación exige la compra de más obreros.

Dentro del proceso de producción hay momentos de condiciones favorables, bonanza, en las que la demanda de obreros supera a la oferta y los salarios pueden aumentar, de manera que las "cadenas de oro" que sujetan a los trabajadores resultan menos tirantes. Esto no supone que desaparezca la lucha de contrarios, como veremos. En esta situación la acumulación puede seguir creciendo o bien puede verse perjudicada por ese aumento de salarios. Ante esto el proceso reacciona haciendo descender los salarios y por tanto haciendo desaparecer el inconveniente.

Es decir, la acumulación capitalista nunca cesa en el grado de explotación que pueda poner en peligro el propio proceso, el trabajador está siempre atrapado en este ciclo. Simplemente sus condiciones, la magnitud del salario, pueden oscilar según los movimientos del proceso, dependen de él.

A su vez el capital va adquiriendo más medios de producción (se invierte en maquinaria, materias primas, etc), lo que acelera la acumulación y desarrolla el proceso de producción. Cada capital independiente crece, pero se encuentra con otros capitales que también se amplían. Ante este roce el capital tiende a centralizarse, las fuerzas se fusionan o son absorbidos unos por otros, los menos competitivos por los más competitivos, en una evolución inevitable dada la necesidad del sistema de generar beneficios sin descanso. En este proceso de concentración se produce el efecto contrario al de su comienzo, debido a que entran en juego nuevos factores empujados por esa concentración y agrandamiento del sistema (créditos, aumento y mejora de maquinarias, etc), el capital repele cada vez más obreros antes ocupados, de manera que se produce una sobrepoblación o "ejército de reserva".


Esta sobrepoblación, explica Marx en la misma obra, es una necesidad, una condición de existencia del propio sistema

"esta superpoblación se convierte a su vez en palanca de la acumulación del capital, más aún, en una de las condiciones de vida del régimen capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva, un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y mantuviese a sus expensas. Le brinda el material humano, dispuesto siempre para ser explotado a medida que lo reclamen sus necesidades variables de explotación e independiente, además, de los limites que pueda oponer el aumento real de población. Con la acumulación y el consiguiente desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, crece la fuerza súbita de expansión del capital, no sólo porque crece la elasticidad del capital en funciones y la riqueza absoluta, de que el capital no es más que una parte elástica, no sólo porque el crédito, en cuanto se le ofrece un estímulo especial, pone al alcance de la producción, como capitales adicionales, en un abrir y cerrar de ojos, una parte extraordinaria de esta riqueza, sino porque, además, las condiciones técnicas del propio proceso de producción, la maquinaria, los medios de transporte, etc., permiten, aplicados en gran escala, transformar rapidísimamente el producto excedente en nuevos medios de producción. La masa de riqueza social que al progresar la acumulación desborda y es susceptible de convertirse en nuevo capital, se abalanza con frenesí a las viejas ramas de producción cuyo mercado se dilata de pronto, o a ramas de nueva explotación, como los ferrocarriles, etc., cuya necesidad brota del desarrollo de las antiguas. En todos estos casos, tiene que haber grandes masas de hombres disponibles, para poder lanzarlas de pronto a los puntos decisivos, sin que la escala de producción en las otras órbitas sufra quebranto. Es la superpoblación la que brinda a la industria esas masas humanas." 

Tenemos como resultado entonces a los trabajadores diferenciados entre un grupo activo y otro de reserva. La proporción entre ambos será variable y dependerá del ciclo económico. A su vez esta población toma tres formas de existencia principales: fluctuante (la que entra y sale, propia de la industria), latente (propia del sector agrícola que siempre está a punto de convertirse, por necesidad, en proletariado urbano) y estancada (formada por el empleo irregular, lo que llamaríamos hoy economía sumergida, en condiciones de vida por debajo de la media). Bajo estas capas se encuentra un sedimento inferior, el pauperismo, formado por el resto de pobres que quedan fuera del sistema permanentemente.

Otra simpática oferta laboral que una visión posmoderna consideraría original y propia del mundo actual, que sólo puede denominarse con un neologismo como "uberizar". A nosotros los trabajadores se nos ocurren muchos nombres para mencionarlo, ya conocidos.

¿Qué objetivos logra esta sobrepoblación para el capital? 
Por una parte supone un colchón de seguridad al que recurrir a la espera de un crecimiento demográfico o a la llegada de las nuevas generaciones a la edad laboral. Por otro, más importante, supone una oferta permanente de mano de obra dispuesta a tomar empleos a menor salario y por tanto una competencia constante para sus compañeros que se encuentran trabajando.

En otra de sus obras, Trabajo asalariado y capital (que he tratado en esta entrada y cuya lectura, muy cortita, te recomiendo), Marx escribe:

Más arriba, hemos descrito a grandes rasgos la guerra industrial de unos capitalistas con otros. Esta guerra presenta la particularidad de que en ella las batallas no se ganan tanto enrolando a ejércitos obreros, como licenciándolos. Los generales, los capitalistas rivalizan a ver quién licencia más soldados industriales. (...) A los señores capitalistas no les faltarán carne y sangre fresca explotables y dejarán que los muertos entierren a sus muertos. Pero esto servirá de consuelo más a los propios burgueses que a los obreros. Si la maquinaria destruyese íntegra la clase de los obreros asalariados, ¡que espantoso sería esto para el capital, que sin trabajo asalariado dejaría de ser capital! Pero, supongamos que los obreros directamente desalojados del trabajo por la maquinaria y toda la parte de la nueva generación que aguarda la posibilidad de colocarse en la misma rama encuentren nuevo empleo. ¿Se cree que por este nuevo trabajo se les habría de pagar tanto como por el que perdieron? Esto estaría en contradicción con todas las leyes de la economía.

En conclusión, el ejercito industrial de reserva o sobrepoblación relativa supone una importante palanca de la acumulación e incluso una condición de existencia , porque está a disposición de las variables del proceso de acumulación y porque regula los salarios a conveniencia de los capitalistas.


Fuente y lectura recomendada: La teoría económica de Marx, Francisco Erice, materiales del PCE.

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martes, 23 de octubre de 2018

Objeciones a las objeciones de Laclau sobre el concepto de ejército industrial de reserva


Buscando información sobre el concepto de "ejército industrial de reserva" encontré ayer un interesante video del pensador argentino Ernesto Laclau, que recoge un pasaje de una conferencia suya en la Universidad Católica de Perú, Lima. 
Puedes ver el vídeo (es corto, de unos 5 minutos) haciendo haciendo click sobre estas letras.




En este pasaje de su conferencia, Laclau explica la noción de desempleo en Marx. En breves palabras, Laclau afirma que Marx "trata de introducir" al desempleado en la lógica del capital a través de la categoría de ejército industrial de reserva. Dentro de esa lógica, el desempleo viene a cumplir una funcionalidad durante los periodos de crisis, en los que se reduce la demanda de mano de obra, en forma de competencia entre los propios obreros parados, lo que hace aumentar la ganancia por la bajada de salarios.

Laclau ve algunas pegas en los argumentos marxistas. Considera que, dado que según el propio Marx los salarios no pueden bajar de un nivel mínimo de subsistencia -por debajo del cual el proletariado desespera o muere-, no se explica por tanto la saturación  de parados producida por el desempleo estructural, que crece hasta producir una cifra de desempleados superior a la teóricamente necesaria para ser funcional para el sistema, de manera que se escapa de esa lógica, como un sector marginal fuera de ella.

Laclau recurre a una cita de Trotsky para proponer que si "el desempleo estructural continúa tendremos que repensar la teoría marxista de las clases sociales". Termina comentando que "cada vez más sectores pueden ser articulados por lógicas distintas tal y como Marx las pensó".

Bien. Creo que las objeciones de Laclau tienen varios puntos débiles evidentes. Voy a explicarlas y si por casualidad en el ciberespacio esta entrada encuentra un lector que considere que mis objeciones son a su vez incorrectas, su opinión será bienvenida en el recuadro para comentarios que está abierto al final.

La pregunta que me hago es  ¿cabe poner en duda la existencia de las clases sociales y el antagonismo capital/trabajo debido a que el desempleo desmesurado crea un exceso de desempleados que supera el concepto marxista de ejército de reserva?

Para empezar, en mi modesta opinión, creo que Marx deja suficientemente desarrollado el concepto en el capítulo XXIII del primer tomo de El capital, donde al explicar la acumulación capitalista especifica que ese cambio en el capital no es sólo cuantitativo sino cualitativo, esto es, además de crecer aumentando en cantidad también cambia cualitativamente, variando la proporción entre capital constante y variable. Dicho en palabras llanas, es la parte del trabajador la que va aportando cada vez más a ese incremento, el capital crece a costa de exprimir progresivamente el trabajo.

Si esto sucedía en época de nuestro amigo Carlos Marx (que además él mismo se encarga de aclarar que no fue el único ni el primero que observó este proceso), creo que sería ridículo afirmar que en nuestros días ha dejado de suceder por muy heterogéneo y diverso que se haya vuelto el panorama. Si observamos el ejemplo de la economía actual española, llegaremos a concluir sin mucha dificultad que la mayor parte del gasto y del esfuerzo en "superar la crisis" está recayendo sobre las sufridas espaldas de lo que ahora se llama ciudadanía y que antes era proletariado o clase obrera. Ante la ausencia de nuevos mercados en los que medrar y bajo la alargada sombra de la explosión de una nueva burbuja ahora de tipo financiera, los empresarios están basando esa supuesta recuperación española en el recorte de derechos laborales, empleo precario y el aumento de un ejército de desempleados, cuyas filas engrosan soldados cada vez más veteranos, bajo la excusa de la austeridad y el cumplimiento del pago de las diversas deudas.

Prosigue el amigo Marx un poco más adelante del mismo capítulo y explica que, durante esas fluctuaciones,  "al producir la acumulación del capital, la población obrera produce también, en proporciones cada vez mayores, los medios para su propio exceso relativo". Es una de las "condiciones de vida del régimen capitalista de producción". Nuevamente en palabras sencillas, el sistema es en sí mismo formado por un mecanismo de antagonismo u oposición entre capitalistas y trabajadores. Es inevitable. Únicamente será matizado o disfrazado bajo distintas máscaras en la actualidad, con las peculiaridades modernas, pero del mismo modo y mecanismo expuesto en El capital. 

Esas fluctuaciones en el desempleo y en las sucesivas subidas y bajadas de salarios son, por tanto, provocadas de manera interesada por el propio sistema, tanto las que producen subidas como bajadas, según sea preciso para el mantenimiento del juego.

Aquí quizás cabría replicar que, sin embargo, hoy día el desempleo ha alcanzado cifras tan desmesuradas que, siguiendo el razonamiento señalado de Trotsky o Laclau, podríamos poner en duda la eficacia de esta explicación, en la duda que nos crea esa supuesta funcionalidad de tan exagerada cifra de parados.

En mi opinión, Laclau no tiene en cuenta en su debida forma que los conceptos empleados por Marx, tales como el tiempo de trabajo socialmente necesario o medios de subsistencia, deben ser entendidos bajo la perspectiva social e histórica. Ese nivel mínimo de subsistencia no es una cantidad estándar que se aplique por una convención entre las partes negociadoras. Su valor es relativo y depende de múltiples factores. En la época de Marx, por ejemplo, el trabajo fabril más sencillo era dedicado al trabajo infantil o era más propicio para emplear a  trabajadoras mujeres que a hombres; hoy día, pese al avance social, el sistema busca las revueltas para continuar exprimiendo a la clase trabajadora de un modo semejante. Las peculiaridades históricas dependerán de las circunstancias políticas, legales o incluso morales, pero siempre enfocadas a sostener ese antagonismo. Antes más evidentes, ahora más veladas y complejas, pero semejantes. Estas peculiaridades son como sabemos producto no sólo de la dominación puramente económica, pues pueden intervenir factores ideológicos.


Las artimañas del sistema hoy se basan, entre otros factores, en normalizar ese pauperismo  del trabajador y en homologar como natural las condiciones precarias de trabajo: becarios, promesas de contrato con un periodo de trabajo gratuito, creación de falsos autónomos, etc. De hecho hoy día el tener un empleo no garantiza vivir fuera de la pobreza. De este modo no es tan sencillo diferenciar el grupo de trabajadores con empleo del grupo de desempleados, e incluso dentro de ellos la proporción que es funcional para el sistema de la que queda marginada. El argumento de Laclau queda por tanto un poco en el aire, puesto que no es posible establecer comparaciones basándose sólo en registros de empleo. 

Por último, esa supuesta heterogeneidad o diversidad de la sociedad actual no realiza un factor tan determinante en última instancia como para poner en duda el antagonismo capital y trabajo. Más bien podría decirse que pasado el tiempo ese enfrentamiento se agudiza. Y, por otra parte, resulta llamativo que la diversidad se quiere mostrar evidente siempre en el bando oprimido, pero no tanto así en el opresor. El capital, ya sea con la careta salvaje o la sensata o la responsable, continúa machacando con la misma precisión homogénea y compacta a la clase trabajadora, sea cual sea el ropaje con el que trate de cambiar su apariencia.