lunes, 17 de diciembre de 2018

La izquierda de San Junípero

De la famosa serie televisiva Black Mirror mi capítulo preferido es el que se llama San Junípero. Para quien no lo haya visto o no recuerde, (lo recomiendo), es aquel capítulo en el que las personas pueden experimentar una existencia paralela conectándose a un dispositivo. Los conectados son desplazados virtualmente -pero con un realismo absoluto que se asemeja a la propia existencia- a una ciudad imaginaria, San Junípero, que es una especie de zona residencial costera al estilo californiano, donde todos los habitantes son eternamente jóvenes y reviven el ambiente fiestero de los años 80 o 90.
Una escena del capítulo con las protagonistas, de la serie producida por Endemol y distribuida por Netflix.


Los usuarios de esa realidad simulada pueden disfrutarla unas horas al día mientras están vivos o decidir, antes de la muerte, si quieren vivir allí virtualmente de manera indefinida. 

El guión da bastante juego y plantea diversas lecturas. Sugiere el debate en cuanto a la levedad de la existencia humana y a la realidad virtual como evasiva, similar al opio. (También es llamativo que las protagonistas sean una pareja lesbiana e interracial; en mi opinión hay otro aspecto interesante de la trama y es la dualidad entre el amante y el amado, el que se enamora sin freno y el que se deja amar o menosprecia el amor con desdén. Pero eso es otra historia. Como comunistas rancios y ninotchkianos, nos interesa aquí sólo el aspecto ilusorio de esa vida artificial).

¿Quién no se ha dejado llevar alguna vez por ensoñaciones mientras estaba despierto? Yo mismo confieso haber pasado horas con la mirada perdida, mientras en el interior de mi cabeza era el delantero centro que llevaba al Sevilla a ganar la Copa de Europa o el batería de Led Zeppelin. Debe ser una característica propia del ser humano el ensoñar, más aún cuando la vida no es un camino de rosas.

Nuestra realidad se encuentra repleta de fantasías que no son sólo las que producen los ensueños particulares. Comenzando por la religión, que se plantea como respuesta a las preguntas inevitables del ser humano la fe en fuerzas superiores. Como sabemos los que nos hemos iniciado en esto del materialismo dialéctico, la sociedad también está construida sobre axiomas que aceptamos como indiscutibles pero que observados con detenimiento son ilusorios.

Marx demuestra en El Capital que pilares de la sociedad como la teoría del valor, base sobre la que se apoya todo nuestro sistema económico, surgen de fetiches. La mercancía, el dinero, el mercado. Objetos y circunstancias reales que por arte de magia cobran vida y obtienen poderosos atributos fuera de lo normal, como la mesa que sigue siendo un objeto físico vulgar y corriente. Pero en cuanto empieza a comportarse como mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico. No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su cabeza de madera empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y extraños que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio impulso (1).

Incluso las fluctuaciones de los salarios y los precios, la demanda y la oferta, eje sobre el que se sostiene la economía capitalista en que vivimos, está supuestamente apoyada en un equilibrio de carácter casi mágico que otorga al libre mercado una cualidad semejante a la justicia universal. No tienen en cuenta, como explica Marx, la realidad mundana y palpable del trabajo humano y de su expresión social:

Júzguese, pues, de la importancia decisiva que tiene la transformación del valor y precio de la fuerza de trabajo en el salario, es decir, en el valor y precio del trabajo mismo. En esta forma exterior de manifestarse, que oculta y hace invisible la realidad, invirtiéndola, se basan todas las ideas jurídicas del obrero y del capitalista, todas las mistificaciones del régimen capitalista de producción, todas sus ilusiones librecambistas, todas las frases apologéticas de la economía vulgar. (2)

Pero ¿por qué se fomenta el pensamiento basado en ilusiones?

Como sabemos, el pensamiento dominante es el pensamiento de la clase dominante (de nuevo el amigo Marx).  Esto es, la ideología cumple la importante función de asegurar en el poder a la clase dirigente, la clase que tiene el mando del Estado y que mediante él somete al resto, impidiendo que por cualquier motivo los sometidos puedan tender a rebelarse.

Una clase social cuyo pensamiento está, por así decirlo, distraído con dilemas cuya resolución no afecta a nada que haga daño al sistema, es una clase sometida:

Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua y se ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la gravedad. Tan pronto como se quitasen esta idea de la cabeza, considerándola por ejemplo como una idea nacida de la superstición, como una idea religiosa, quedarían sustraídos al peligro de ahogarse. Ese hombre se pasó la vida luchando contra la ilusión de la gravedad, de cuyas nocivas consecuencias le aportaban nuevas y abundantes pruebas todas las estadísticas. (3)


¿Y cómo se expresa esto en la vida de nuestros días?

En la situación actual la izquierda ha encontrado en las elecciones un fetiche con el que pretende retomar la hegemonía del descontento social, perdida y disipada desde los movimientos surgidos en 2011 en torno a los ciudadanos indignados.

Desde aquella fecha no dejan de sucederse las apariciones de nuevas plataformas electorales, las confluencias y los nuevos impulsos en cada cita con las urnas. La izquierda parece querer reinventarse en cada semestre, en este tiempo que nos ha tocado vivir en el que el ritmo vertiginoso nos hace creer que todo es nuevo, o mejor que todo debe ser nuevo. 

No quiero decir con esto que deba menospreciarse la participación en los procesos electorales. Ni tampoco que debamos centrarnos en la práctica de los frentes de lucha ajenos al parlamentarismo. Quiero decir que se valora en exceso, en ocasiones como el único valor posible, y se convierte en una ilusión más, la ilusión electoralista. Y en especial ese campo electoral no se emplea en combatir al pensamiento dominante.

Una persona con poca formación materialista (una persona normal formada en el sentido común, tenga o no educación superior, es decir cualquiera de nosotros) puede llegar a creer que una victoria electoral es la solución a todos los problemas. Por ejemplo, puede pensar que la cuestión es de personas, que sustituir a unos dirigentes corruptos por otros decentes es la clave. O puede creer que un dirigente de interminable expediente (me refiero a expediente académico, no laboral) está más capacitado para un puesto de responsabilidad que un trabajador simple. Y si deja de ejercitar el razonamiento crítico puede acabar creyendo cualquier infamia que le repitan los medios

Del mismo modo una persona cuya vida dependa del trabajo que pueda vender a otro (o sea que pertenezca a la clase trabajadora), puede creerse ajeno a los problemas que afectan a su clase, bien porque considere que no pertenece a esa clase sino a una superior o porque crea que no hay tales clases sociales, o incluso teniendo cierta conciencia de ello considere que lo que les ocurre a otros trabajadores de otros sectores -mucho más los de otros países- no les afectará a ellos.

Sirvan dos ejemplos de actualidad. Hace unos días, Pablo Iglesias echaba por tierra de un plumazo cualquier trabajo de conciencia que se haya realizado hasta ahora en su partido sobre la importancia del ejemplo de Venezuela y la Revolución Bolivariana, declarando que la situación de este país hermano era nefasta y que en sus tiempos jóvenes opinaba tonterías (¡ay, la batalla de las ideas que tantas veces nombró Chaves!). Toda la labor de concienciación la mandaba a donde el comandante mandó al ALCA.
Casi simultáneamente, se presentaba una nueva opción política -electoral- como alternativa a Podemos, encabezada por el ex juez Garzón, Gaspar Llamazares o Beatriz Talegón, entre otros.  El enésimo experimento de unidad de las izquierdas no se ha complicado mucho para averiguar un nombre: La izquierda. 
Me pregunto si en breve ocurrirá con el término "izquierda" algo similar al proceso ocurrido con la palabra "socialdemocracia" en el último siglo, y tendremos que usar otra palabra. 


Vive la izquierda de hoy instalada en su San Junípero de elecciones permanentes.

Parece ser que la ilusión consiste en creer que avanzamos cuando no hacemos más que dar vueltas en torno al lenguaje de consignas propio de las urnas. El San Junípero de los izquierdistas es su zona de confort, el entorno cómodo donde no hay riesgo de levantamientos incómodos y violentos, donde las indignaciones son volcadas delante de la webcam como en un espejo solitario y viralizadas en las redes. La militancia es a distancia y desde casa, y además atomizada en miles de frentes, cada uno el suyo por su gremio o sus características personales.

Y, sobre todo, el confort sanjuniperiano viene expresado por la comodidad de pensamiento. El pensamiento idealista prevalece sobre el materialista. No conviene querer transmitir complejos pensamientos dialécticos: estos no caben en un eslogan electoral ni en el estrecho margen de un tuit. La gente está cansada, harta de politiqueos. Si explicar una idea supone un esfuerzo excesivo, mejor decir que es un error de juventud, no sea que se pierdan un puñado de votos. Si defender algo antiguo ya no vende, mejor huir hacia adelante y transformarlo en algo que parezca nuevo y variopinto, como un anuncio de Benetton.

El resultado es el mismo que se produce cuando el que queda embebido en un ensueño de pronto vuelve a la realidad. El desencanto. El que despierta y ve que todo es un sueño sólo quiere volver a dormir cuanto antes. Se fomenta así, la pasividad, el conformismo. Se impide la educación en la lucha, el inconformismo.

La resignación es el precipitado que resulta cuando el revuelo de la indignación sin organización reposa tras chocar contra los aparatos represivos.

En las grandes masas populares que aún no fueron despertadas a la lucha hay un fondo de resignación. Esta resignación es más antigua que la historia misma, que siempre ha sido la historia de la sociedad de clases, por tanto, la historia de la explotación y la opresión. La gente del pueblo, moldeada por esta historia, por más que se rebelara, como las revueltas terminaban siempre en derrota, no podía hacer más que resignarse y aceptar con filosofía la necesidad que soportaban. (4)


1. Marx. El capital. Tomo I. El fetichismo de la mercancía
2. Marx. El capital, tomo I. El salario
3. Marx-Engels. La ideología alemana. Prólogo.
4. Althusser. Filosofía para los no filósofos. I, Qué dicen los no filósofos.

martes, 4 de diciembre de 2018

La Guerra Civil en el Viso: memoria recuperada

Traigo al blog una lectura conmovedora que los vecinos de Mairena y el Viso podemos encontrar en las bibliotecas públicas de nuestras localidades, La Guerra Civil en el Viso: memoria recuperada. Coincide hoy día 4 de diciembre con el día histórico en el que el pueblo andaluz se echó a las calles en el 77 y con la resaca de las elecciones andaluzas que tan mal sabor de boca nos han dejado y que dejan en el aire las actuaciones apenas iniciadas por el gobierno del PSOE en cuanto a Memoria Histórica.

Realizado por el Colectivo Ecopacifista Solano (aquí su página), se trata de un extraordinario trabajo de recopilación de documentos históricos y en especial testimonios de las personas que vivieron los hechos o que por ser familiares o personas cercanas a ellos conservan la memoria de los sucesos acontecidos durante la guerra en la comarca de los Alcores.

El texto recoge los testimonios vitales de los vecinos, las personas que vivieron el sufrimiento y la persecución y que durante años tuvieron que permanecer en silencio y la intimidad familiar. Es, como indican los autores, el documento de la memoria y de la identidad colectiva de los que formaron parte de la lucha por la libertad y el progreso social.

En su introducción, insisten los autores en que, siendo pacifistas, no es su voluntad divulgar el odio o el rencor sino reconstruir una memoria democrática. No cabe reprochar en ellos una falsa actitud equidistante; pese a su condición pacífica no escatiman en la obra comentarios sobre el orgullo y el honor de quienes fueron fieles a la República y la crueldad de los traidores que abrazaron el fascismo. De todos modos, la simple enumeración de las iniquidades cometidas por los fascistas ensombrece cualquier otra realizada desde el otro bando, que además en los Alcores se redujo a sucesos en las iglesias y algún detenido. El único muerto visueño del bando nacional -no caído por su actuación en la contienda bélica- fue producto de mano de un compañero de filas por accidente.

En el libro se detalla la vida del pueblo en los días previos al golpe y las actuaciones del gobierno municipal desde su formación en la República hasta el día 18 de julio del 36.


Continúa con el relato de los días de "dominio rojo", del 18 al 24, en los que hubo altercados, incendios en iglesias y detenciones de algunas personas, hasta la caída del pueblo en manos fascistas. A partir de ahí comienza el horror. El bombardeo de Carmona se oye perfectamente en el Viso y Mairena y las escasas fuerzas leales desisten. Sin violencia ocupan las tropas nacionales el pueblo y comienza la "caza de rojos".

Según el documento, la Guardia Cívica, formada por paramilitares falangistas, siguieron las órdenes del general Queipo de Llano quien desde Sevilla ordenaba las ejecuciones. Como en otras localidades españolas, cayeron asesinados en los primeros días decenas de visueños, por el simple hecho de ser miembros de sindicatos como la CNT o de partidos como el PCE o el PSOE de aquel entonces (aún no convertido al capitalismo).

En lugares como la carretera de Carmona al Viso, junto a la Ford, o en el Prior de Mairena fueron fusiladas decenas de personas, cuyos cadáveres transportaban en un carro de borricos a la fosa común del Viso.


El texto detalla el testimonio de los presentes que sobrevivieron y añade a modo de microbiografías una semblanza de los asesinados, cuya lectura es estremecedora. 

Los visueños sufrieron, como en el resto de España, otras formas de represión más allá de la cruel cacería humana: sufrieron además la persecución y los trabajos forzados, la cárcel, la represión política, la marginación social. Muchos desaparecieron y ni siquiera se encuentra de ellos una nota administrativa con el habitual "aplicado el bando de guerra" con el que se justificaban improvisados juicios sumarísimos.

Las mujeres visueñas que afrontaron con valentía la defensa de los intereses republicanos fueron también represaliadas, si no ejecutadas sí perseguidas y humilladas. Los paseos por el pueblo con el pelo rapado y la toma de aceite de ricino para que se hiciesen sus necesidades encima fueron realizados a imagen de las aberraciones que se habían cometido por los fascistas en otras zonas. Luego estas mujeres hubieron de servir en las casas de los señoritos.

Es una lectura que recomiendo a mis vecinos maireneros y visueños, que como digo pueden encontrar en las bibliotecas públicas de nuestras localidades. La memoria de estos sucesos les hará tomar conciencia del horror fascista y el peligro que tiene revivir esa llama que nunca debió encenderse y que los españoles tuvimos la desgracia de vivir antes que los europeos que sufrieron el fascismo nazi posteriormente.

Añado el enlace al video de la presentación de la obra, con participación de los autores, en la plataforma Youtube. 

Salud y República.