miércoles, 29 de marzo de 2023

El apocalipsis tras el derrumbe de la OTAN

«Los proletarios no tienen nada que perder, salvo sus cadenas.
Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar».
 Manifiesto del Partido Comunist
a.

Publicado en El Común.


Imagine que una poderosa tendencia a nivel mundial establece una nueva realidad: la Tierra es plana, no redonda. Y a la imposición de ese absurdo se unen, por la fuerza legal, políticos y partidos que se consideran progresistas y de izquierdas.

¿Qué pensaría usted? Lógicamente, le parecería un dislate. Cualquiera con un mínimo de interés podría reproducir, como Sagan en Cosmos, el experimento de Eratóstenes para averiguar el diámetro de la Tierra, con una cartulina y dos obeliscos de juguete. O con palos, pies y paciencia, con herramientas de hace dos mil años. Tampoco haría falta ser un moderno preparado para entender, a la vista de un eclipse, que la única forma que puede producir una sombra curva, en cualquier dirección de la luz, es una esfera.

Esta manera de imponer esa peculiar «visión del mundo» le parecería distópica y se pellizcaría para saber si no está teniendo una pesadilla. Mucho más si la apoyan personas que consideraba un referente de análisis político.

Pero sabemos que, en la realidad, este ejemplo tan disparatado no es muy lejano de la situación que vivimos hoy. La ideología dominante se esfuerza en mostrarnos un concepto de la globalidad tan distorsionado que recuerda a las sombras cavernarias del mito platónico.

La distorsión informativa sobrepasa la habitual manipulación mediática, la cotidiana que por ejemplo oculta la represión policial en el Perú o censura las movilizaciones obreras en Francia, pero en cambio magnifica un suceso en Venezuela o en Cuba. Va más allá y alcanza niveles de control mental, en lo que ya se considera como un proceso de guerra cognitiva, e incluso ejecuta estrategias similares al abuso y el maltrato.

El terraplanismo aquí, en esta imagen del mundo hegemónica al menos en Occidente, es la negación de un nuevo orden mundial: el imperialismo norteamericano es el único sistema posible, su orden es incuestionable, hasta sus consecuencias (guerras, invasiones, injerencias, etc.) son normalizadas como efectos inevitables. Los intereses económicos son velados por una gruesa cortina de hipocresía, como en el suceso del atentado al gasoducto. Y la sumisión de los Estados al beneficio de las empresas, las afines a la Alianza Atlántica, es disfrazada de progreso libertario y avance social. Se llega a decir que las libertades europeas están amenazadas por el «imperialismo ruso» y en breve nos advertirán también de la peligrosísima China.


Esta burla tiene su clave en la cuestión de las clases sociales, el motor de los procesos históricos. El reflejo cavernario que nos venden como imago mundi no sólo es plano, sino que ni orbita ni rota. El movimiento que posibilita que en el mundo existan «libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba», fue descrito negro sobre blanco, como sabemos, por Carlos Marx y Federico Engels, en 1848. Pero hoy, esa ideología dominante lo desdeña, lo mete en el cajón de las cosas que no interesa airear. Aspecto positivo: el retraso ya no es de dos milenios, se reduce a dos siglos.

Observemos que podríamos extraer de este engaño (de forma muy somera) algunos aspectos principales:

  • Los países aliados de la OTAN han perdido por completo su soberanía. Si ya era así antes (por ejemplo, al supeditar la economía nacional a los recortes que necesitaran las crisis), ahora ya se les empuja sin pudor hacia una guerra contra la Federación de Rusia, sean cuales sean sus consecuencias.
  • La clase trabajadora en estos países es exprimida -más exprimida- para pagar los costes de esa guerra. El bienestar terminó. El futuro para los trabajadores europeos oscila entre morir antes de jubilarse, esperar un fin lento en sistemas sanitarios privatizados, ver deteriorada su salud por no poder permitirse alimentos saludables, o morir directamente por un misil desviado si se tiene la mala suerte de vivir en las zonas de conflicto.
  • Los responsables políticos del sistema disfrazan esta situación con la gestión de unas «políticas útiles» que favorecen una paz social, una calma absolutamente incoherente con la realidad de los trabajadores. Su gestión es la mediación entre los intereses de la UE -trágicos para la clase trabajadora- y su aceptación como «mal menor», sin alternativa.

Un artificio de ese tamaño, capaz de ocultar la realidad a millones de personas, tiene una justificación que ya hemos señalado: retrasar en lo posible la caída del universo que orbita en torno a la economía política de la Alianza Atlántica. Pero también tiene un método, cuya base fundamental es la ocultación de la lucha de clases. ¿Por qué?

Pensemos. ¿Quiénes tienen algo que perder en liberarse del yugo imperialista? La experiencia de nuestros hermanos en Latinoamérica nos da una gran pista. ¿Quiénes se oponen a salirse del guion que marca USA, quiénes se echan cruces ante asociaciones internacionales alternativas como el ALBA? Preguntemos también en los países africanos y de Oriente Medio arrasados para la «implantación de la democracia». Creíamos que su miseria era algo exótico, tan lejano, no comprendíamos cómo arriesgaban sus vidas en pateras para venir a vender pañuelos en los semáforos.

Es nuestra propia burguesía quien quiere presentar el derrumbe de la OTAN como si fuese el Apocalipsis bíblico, el fin del mundo. Por ello nos amenazan con el terror del «imperialismo ruso» y ocultan los esfuerzos por la paz de China. Por ello alimentarán con todas sus energías la guerra.

Si no se alimenta la guerra, nos aseguran, se violarán los «grandes valores europeos». Valores tan elevados que no dudan en armar a neonazis, como antaño hicieron con talibanes.

Y para los que no sacamos ningún beneficio del maravilloso orden bideniano, ¿qué apocalipsis nos espera? ¿Un mundo en el que nuestra estabilidad depende del desplome de un banco dos días después de ser premiado por la agencia de calificación más prestigiosa? ¿Una sociedad en la que las bolsas se disparan por los ingresos de farmacéuticas que se lucran con vacunas que otros países ofrecen gratuitamente, mientras miles de personas mueren? ¿Vivir como almas en pena trabajando hasta morir, sin vivienda y ahorrando para poder comer?

Ese Apocalipsis cada vez asusta a menos mortales.



martes, 21 de marzo de 2023

Good Bye, Podemos



(Publicado en Elcomun.es)

Cuando nos llamaron del hospital para decirnos que mamá había salido del coma, los hermanos nos fundimos en un gran abrazo. Todos nos reímos a los pies de su cama en el momento en que, tras explicarle que había pasado los últimos 5 años dormida, lo primero que nos preguntó fue si Podemos había dado el sorpasso al PSOE.

Ninguno de los hermanos se sintió molesto, antes bien nos pareció entrañable. Nuestra madre había vuelto, tal como era. Aunque mamá nunca mostró mucho interés en ello, después de morir papá y perderse el negocio familiar, la politica se volvió su fascinación. Le daba la vida seguir los debates de la Sexta Noche y pelear con los rancios en las redes sociales. Tocaba ahora explicarle el sinfín de momentos históricos de un lustro de enormes cambios.

Pero el doctor nos advirtió. «En su estado, cualquier alteración puede ser fatal». Tratamos de explicarle que se trataba de su pasión. «Bien, si quieren quedarse huérfanos, denle disgustos, que es lo que trae la política», nos contestó con rigurosa franqueza.

Mamá no entendía que el reposo absoluto era también para su cabeza. A los dos días de estar despierta, no podía descansar sin estar al tanto de la situación internacional. «¿Por qué no me contáis nada? Decidme cómo está el mundo. ¿Qué pasó en Siria?».

Como mayor de los hijos, creí que mi obligación era tomar la iniciativa y, tras una mirada cómplice a mis hermanos, le contesté: «mamá, el mundo está en un periodo de calma. Todo sigue igual. Y Siria es ahora un país libre. Al Assad perdió y terminó como Sadam o Gadafi».

«Pobre hombre. No deseo a nadie ese final, pero se lo buscó por los crímenes de su régimen», contestó, visiblemente serenada por mi respuesta.

De ese modo, los hermanos urdimos un plan. Una vez ya instalada mamá en casa, le diríamos que, por prescripción médica, nada de televisión, radio o de redes sociales. Sobre la actualidad, crearíamos un decorado a su alrededor.

Teresa, la menor de los hermanos, propuso una genial idea: crear montajes con los tuits y las portadas de Público y El País para mostrarle detalles de la vida política. No nos resultó complicado mostrarle fotos de Pablo, Irene y Yolanda tomando posesión de sus ministerios o en el ejercicio de sus cargos, y aderezarlas de noticias sobre triunfos históricos que iluminaron su rostro. 

Así, a medida que su curiosidad aumentaba al ir recordando, satisfacíamos su deseo de saber. Le contamos que, después del gran éxito de las europeas, una coalición de todas las izquierdas era el principal partido del Gobierno junto con el PSOE, a quien habían forzado a girar hacia la izquierda y a realizar cambios transformadores jamás vistos.

«Pero, entonces, el bipartidismo…». Lloró de felicidad cuando le conté que el bipartidismo estaba roto para siempre, y que los restos del régimen del 78 se fueron desmoronando poco a poco como un castillo de arena con la marea.

«Mamá, España es ya un país libre de desahucios. Los contratos ahora son todos indefinidos. Yolanda liquidó la precariedad laboral. Las reformas del PP, enterradas en el pasado. Y lo mejor de todo, las personas de todos los géneros posibles son por fin iguales, con los mismos derechos».

Tan fantásticas noticias alimentaron una notable mejoría en su salud. Ello nos obligaba a Teresa y a mí a ir creando nuevos decorados a medida que su voracidad de noticias aumentaba.

Para actualizar su visión internacional, le explicamos que hubo un presidente fatídico en los Estados Unidos, un millonario despótico, pero que fue vencido por un presidente maravilloso que, como en España, lideró un movimiento de personas preparadas, feministas, racializadas, ecologistas y LGTB, que produjo un efecto dominó en las democracias mundiales.

Por momentos pensamos que mamá, siempre astuta, desconfiaría cuando le contásemos que Cuba por fin se abrió a la democracia y ya realizaba elecciones libres, o que Maduro fue superado por una corriente renovada de venezolanos dispuestos a vencer con diálogo las diferencias con Norteamérica.

Para relatarle la pandemia, le contamos que China creó un virus, pero se le fue de las manos y acabó extendido por el globo. Por ello miles de personas fallecieron en Asia, pero en EEUU se crearon vacunas que fueron distribuidas gratuitamente a todo el mundo.

«Para que veáis, hijos. Eso demuestra la superioridad del mundo libre frente al totalitarismo comunista».

Y así su salud mejoraba por días. Sin embargo, las mentiras son difíciles de sostener, por piadosas que sean.

Teresa perdió su empleo por la crisis y yo me vi obligado a aceptar un destino lejos de casa, que conllevaba más gastos. Los demás hermanos vivían sus particulares apuros. Nuestros ahorros se esfumaron en meses. Llegó un momento en que no pudimos sostener los precios cada vez más altos de los productos que a mamá le gustaban y ya no sabíamos qué inventar para disimularlo.

Una mañana me quedé dormido, cansado por las exigencias del nuevo trabajo, y mamá encendió la tele. De un noticiero matinal, alcanzó a oír unas palabras de Ione: «los amigos de Putin prefieren desatar la guerra nuclear en Europa antes que solucionar la inflación».

Fue como un shock. Para calmar la ansiedad que le provocó la mención de semejante escenario, nos vimos impelidos a revelarle algunos bosquejos de la realidad.

«Mamá, recordarás el movimiento revolucionario del Euromaidán. Pues bien, hace un año Putin no pudo contener más su ira y sin provocación previa invadió el país. Durante estos meses han asesinado a cientos de civiles y han saboteado los recursos energéticos de la UE. Pero no te preocupes, mamá. Una gran alianza de países libres de Occidente ya se ha encargado de liberar Ucrania. Es cuestión de tiempo que Rusia reconozca su derrota. El orden mundial prevalecerá».