jueves, 31 de agosto de 2017

Guía para leer el 18 Brumario

Seguimos con la serie de entradas dedicadas a obras de Marx y pensadas para animar a la lectura de sus textos. Hoy nos atrevemos con el famoso 18 Brumario.

Mediante unas sencillas explicaciones pretendemos atraer el interés de militantes a quienes les cueste un poco hincar el diente a esos libros pero se sientan con deseos de ir más allá en sus conocimientos marxistas.


Fotograma de la versión cinematográfica del clásico de Víctor Hugo, Los Miserables, dirigida por Tom Hooper en 2012 (Universal Pictures). Representa a una barricada en las calles de París, con las banderas republicanas en la parte inferior y la bandera roja, propia de los insurrectos proletarios, ondeando desafiante.


Lo primero que nos llama la atención del libro es su curioso título: El 18 Brumario de Luis Bonaparte. El primer término hace referencia a una fecha, el día 18 de un determinado mes; "brumario" era uno de los meses del calendario republicano francés. Los intelectuales de la Revolución Francesa se consideraban opuestos a todo lo religioso y supersticioso y por ello rechazaron el calendario gregoriano (el que usamos) por sus connotaciones religiosas, sustituyéndolo por otro calendario cuyos meses tienen nombres que se refieren a fenómenos naturales (vendimiario, brumario, ventoso).

El 18 brumario se corresponde con el 9 de noviembre de nuestro calendario y se refiere a la fecha en que Napoleón Bonaparte acabó con el gobierno del Directorio francés, en el año 1799, e inició el gobierno del Consulado, otorgándose el liderazgo del mismo hasta que finalmente se proclamó emperador unos años más tarde. 

Es por tanto la fecha señalada de un golpe de Estado, el golpe que acabó con el último gobierno surgido de la Revolución francesa. En apenas una década, desde su estallido en 1789, la Revolución había pasado de proclamar el fin del Antiguo Régimen, terminar con el reinado de Luis XVI, de abolir los derechos feudales y redactar la Declaración de los Derechos Humanos y el sufragio universal, a regresar a un imperio despótico y autoritario.
  

Pintura que representa el golpe de Napoleón

Unas décadas después, Luis Felipe de Orleans, quien sería último rey de Francia, es derrocado en una nueva Revolución en febrero de 1848. Tiene lugar entonces un nuevo periodo republicano, la Segunda República, en la que retornan algunas de las aspiraciones de la etapa anterior: sufragio universal, libertad de prensa, derecho al trabajo. 

Pero sucede, de nuevo, un giro político que lleva a proclamar, en apenas unos meses, al sobrino de Napoleón, Luis Bonaparte, en presidente de la Segunda República. Y como en un remedo del periodo anterior, en un nuevo golpe de Estado, pasa a convertirse en Napoleón III en 1852, dictador autoritario del Segundo Imperio francés.

Es evidente que la Historia parece querer jugarnos una broma calcando en apenas medio siglo los mismos sucesos en el mismo país. 
Marx inicia el 18 Brumario con la conocida frase: "Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personales de la historia universal se producen dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa". ¿Se trata de una casualidad? ¿Es posible intuir en los procesos históricos una lógica a través del análisis de los acontecimientos? ¿O tal vez la Historia es, tal como se empeñan en enseñarnos, un desarrollo lineal de sucesos causados por la mano de "grandes hombres" que escriben el desarrollo de nuestra historia? 

Acto seguido, leemos: "los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado". Es decir, es posible hacer un análisis de un determinado momento a través del estudio de sus circunstancias materiales, en especial de las circunstancias económicas, que -como podrá comprobarse- sirven de base para sostener a las demás circunstancias de una sociedad: políticas, ideológicas, religiosas, artísticas, etc.

A esta manera de analizar la realidad la llamamos materialismo
La gran ventaja que nos proporciona el análisis materialista de un momento histórico es que puede revelarnos aspectos ocultos o difíciles de distinguir con los acostumbrados métodos convencionales, tales como las relaciones de poder (económicas) entre unos grupos de personas y otros. Y, además, el materialismo histórico permite ponernos en las manos las herramientas para que el curso de nuestra historia no permanezca invariable, como una condena inevitable, sino que seamos capaces de transformarla una vez que hemos sido capaces de diseccionarla y de comprender cuáles son sus mecanismos internos. 

A la izquierda, imagen del apartamento en París de Luis Napoleón. En la derecha, unos señores visitando a pobres enfermos durante el mandato del funesto personaje.


La originalidad y la tremenda genialidad de Marx en esta obra está en ser el primer pensador que explica un pasaje de la historia contemporánea mediante su concepción materialista. 

Hay que explicar que unos meses antes el propio Marx había publicado junto a Engels unos artículos en el periódico La Nueva Gaceta del Rin, que trataban este mismo periodo, y que juntos forman el ensayo Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, que en cierto modo le sirvió de borrador para esta segunda obra (cuya lectura apasionante también recomendamos a militantes que deseen una visión más amplia). Es La lucha de clases por tanto el primer texto en el que se aplica este método y se desarrolla posteriormente en el 18 Brumario.

En ambos ensayos se aprecia por primera vez la famosa proclama que entonan todos los partidos comunistas del mundo, como reivindicación vital para la verdadera transformación económica: la necesidad de la apropiación, por parte de los trabajadores, de los medios de producción

En La lucha de clases aparece por vez primera también el concepto de dictadura del proletariado: "el proletariado de París fue obligado por la burguesía a hacer la insurreción de junio (...) Ni tenía aún fuerzas bastantes para imponerse en esta misión (...)  Fue su derrota la que le convenció de esta verdad: que hasta el más mínimo mejoramiento de su situación es, dentro de la república burguesa, una utopía que se convierte en crimen tan pronto como quiere transformarse en realidad. Y sus reivindicaciones (...) cedieron el puesto a la consigna audaz y revolucionaria: ¡Derrocamiento de la burguesía! ¡Dictadura de la clase obrera!".



Carlos Luis Napoleón Bonaparte posa en este retrato junto a su señora, Eugenia de Montijo.

Leemos también en el propio 18 Brumario, en sus párrafos finales: "Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina en vez de destrozarla. Los partidos que luchaban alternativamente por la dominación consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el botín principal del vencedor".

Es decir, a modo de visión general podríamos resumir que en el 18 Brumario de Luis Bonaparte (y en su "preludio" Las luchas de clases en Francia), Marx aborda por primera vez el análisis coyuntural del periodo histórico que acaba de vivir, lo observa a través del microscopio del materialismo y, gracias a ello, puede distinguir todas las piezas del mecanismo que compone el engranaje económico de la época. De este modo puede separar cada una de las clases sociales que convivían en esta sociedad y las sucesivas alianzas y los posteriores enfrentamientos que se fueron alternando en esos tiempos entre clases (recordemos lo anticipado en El Manifiesto: el motor de la Historia es la lucha de clases). Y finalmente obtener así una explicación razonada, de manera similar al razonamiento científico, de los hechos vividos.

Otra escena de la película citada anteriormente, que escenifica una barricada.

Luego, ¿qué procesos sociales se produjeron para que tuviesen lugar esos giros políticos tan pronunciados en tan corto plazo?
Marx distingue tres etapas desde febrero de 1848 a finales del 1851.

Una etapa inicial, el periodo de febrero de 1848, que Marx llama el prólogo de la revolución. En este periodo, las revueltas protagonizadas por obreros y pequeños burgueses fuerzan la abdicación de Luis Felipe de Orleans. 
Como hemos comentado, estos procesos no surgen por la voluntad y la mano de los actores principales, sino que vienen determinadas por las circunstancias materiales del momento. Por una parte, la tensión social se agudiza por las malas cosechas del año anterior, en especial de la patata, alimento primordial en esa época para las clases populares. La crisis agraria se añade a una crisis industrial y financiera, causando paro en gran parte de los trabajadores.
Por otro lado, la monarquía de Luis Felipe sólo era favorable a una alta burguesía, mientras que eran negados derechos y libertades a una pequeña burguesía y, por supuesto, al proletariado.
La insurrección de febrero hace caer a Luis Felipe y tiene lugar un gobierno, provisional, que cuenta por primera vez con miembros socialistas (Louis Blanc) y logra ciertos avances como la jornada laboral de 10 horas y la creación de planes de empleo como los Talleres Nacionales con la intención de paliar el problema del paro.

El segundo periodo, desde mayo de 1848 a mayo del siguiente año, es el periodo de la Asamblea Constituyente, de fundación de la república burguesa. 
Escribe Marx: "a la monarquía burguesa de Luis Felipe sólo puede suceder la república burguesa; es decir, que si en nombre del rey había dominado una parte reducida de la burguesía, ahora dominará la totalidad de la burguesía en nombre del pueblo. Las reivindicaciones del proletariado de París son paparruchas utópicas con las que hay que acabar".

Dicho con palabras llanas, la parte de la nueva sociedad adinerada que está interesada en el derrocamiento de Luis Felipe, apoya al proletariado cuando éste se alza insurrecto a provocar la caída del monarca, enfrentándose a la parte adinerada que ya controlaba el poder y era favorecida por . Una vez que éste cae,  se forma un gobierno -considerado provisional desde su inicio- en el que se conceden algunas reformas a los trabajadores y que une en entendimiento a las clases adineradas -burgueses-, tanto las nuevas y pequeñas como las anteriores y más poderosas, pues ambas salen beneficiadas. Queda traicionado, pues, el proletariado, la masa de trabajadores y estudiantes.

Observemos cómo los cambios económicos que se van desarrollando producen a su vez cambios en las clases sociales. El choque de intereses entre las distintas clases sociales se agudiza, se enfatiza, de manera que se hace insostenible la convivencia entre ellos y surge el conflicto. De manera invariable, si un pequeño sector -antes revolucionario- posee medios económicos que le garantizan su bienestar, una vez producido el cambio que le interese abandona el conflicto y se convierte en reaccionario, apoyando al sector conservador de turno.
Pintura de Vernet que representa una de las batallas en las barricadas de París en junio del 1848. Vemos los improvisados medios en que se construían los muros y los escasos medios de sus defensores, opuesta a la capacidad militar de la Guardia Nacional frente a ellos.

En el tercer periodo, desde junio de 1848 hasta finales del 1851, es el de la Asamblea Legislativa. En junio del 48 el proletariado, traicionado, se alza en insurrección. El 23 de junio, cerrados los Talleres Nacionales y con miles de obreros en las calles, comienzan las protestas. El general Louis Cavaignac, designado por la Asamblea con poderes para reprimir las protestas, ordena disparar sobre los manifestantes. Esto hace estallar la indignación, se forman barricadas en las calles parisinas.

El 24 de junio Cavaignac decide usar todo su poder bélico contra las barricadas, usando artillería. "..la insurrección de junio, el acontecimiento más gigantesco en la historia de las guerras civiles europeas. Venció la república burguesa. A su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños burgueses, el ejército, el lumpemproletariado organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población del campo. Al lado del proletariado de París no estaba más que él solo. Más de 3.000 insurrectos fueron pasados a cuchillo después de la victoria y 15.000 deportados sin juicio. Con esta derrota, el proletariado pasa al fondo de la escena revolucionaria".

Políticamente desaparece además, la representación de los pequeños burgueses, la Montaña (llamados así en remedo del grupo político de la Revolución francesa, a quienes se nombraba como Montaña por situarse en los escaños más altos del congreso): "durante las jornadas de junio todas las clases y todos los partidos se habían unido en un partido del orden frente a la clase proletaria, como partido de la anarquía, del socialismo, del comunismo. Habían "salvado" a la sociedad de los "enemigos de la sociedad". Habían dado a su ejército como santo y seña los tópicos de la vieja sociedad: Propiedad, familia, religión y orden".

 Representación de Los Miserables en el teatro Queens, de Londres

Como conclusión, dejamos a Engels en el prólogo de La lucha de clases, donde escribe estos párrafos certeros y definitivos:

"Hasta aquella fecha todas las revoluciones se habían reducido a la sustitución de una determinada dominación de clase por otra; pero todas las clases dominantes anteriores sólo eran pequeñas minorías, comparadas con la masa del pueblo dominada. Una minoría dominante era derribada, y otra minoría empuñaba en su lugar el timón del Estado y amoldaba a sus intereses las instituciones estatales. Este papel correspondía siempre al grupo minoritario capacitado para la dominación y llamado a ella por el estado del desarrollo económico y, precisamente por esto y sólo por esto, la mayoría dominada, o bien intervenía a favor de aquélla en la revolución o aceptaba la revolución tranquilamente. Pero, prescindiendo del contenido concreto de cada caso, la forma común a todas estas revoluciones era la de ser revoluciones minoritarias. Aun cuando la mayoría cooperase a ellas, lo hacia —consciente o inconscientemente— al servicio de una minoría; pero esto, o simplemente la actitud pasiva, la no resistencia por parte de la mayoría, daba al grupo minoritario la apariencia de ser el representante de todo el pueblo.

Después del primer éxito grande, la minoría vencedora solía escindirse: una parte estaba satisfecha con lo conseguido; otra parte quería ir todavía más allá y presentaba nuevas reivindicaciones que en parte, al menos, iban también en interés real o aparente de la gran muchedumbre del pueblo. En algunos casos, estas reivindicaciones más radicales eran satisfechas también; pero, con frecuencia, sólo por el momento, pues el partido más moderado volvía a hacerse dueño de la situación y lo conquistado en el último tiempo se perdía de nuevo, total o parcialmente; y entonces, los vencidos clamaban traición o achacaban la derrota a la mala suerte. Pero, en realidad, las cosas ocurrían casi siempre así: las conquistas de la primera victoria sólo se consolidaban mediante la segunda victoria del partido más radical; una vez conseguido esto, y con ello lo necesario por el momento, los radicales y sus éxitos desaparecían nuevamente de la escena.

Todas las revoluciones de los tiempos modernos, a partir de la gran revolución inglesa del siglo XVII, presentaban estos rasgos, que parecían inseparables de toda lucha revolucionaria. Y estos rasgos parecían aplicables también a las luchas del proletariado por su emancipación; tanto más cuanto que precisamente en 1848 eran contados los que comprendían más o menos en qué sentido había que buscar esta emancipación. Hasta en París, las mismas masas proletarias ignoraban en absoluto, incluso después del triunfo, el camino que había que seguir. Y, sin embargo, el movimiento estaba allí, instintivo, espontáneo, incontenible. ¿No era ésta precisamente la situación en que una revolución tenía que triunfar, dirigida, es verdad, por una minoría; pero esta vez no en interés de la minoría, sino en el más genuino interés de la mayoría? Si en todos los períodos revolucionarios más o menos prolongados, las grandes masas del pueblo se dejaban ganar tan fácilmente por las vanas promesas, con tal de que fuesen plausibles, de las minorías ambiciosas, ¿cómo habían de ser menos accesibles a unas ideas que eran el más fiel reflejo de su situación económica, que no eran más que la expresión clara y racional de sus propias necesidades, que ellas mismas aún no comprendían y que sólo empezaban a sentir de un modo vago?"

Daguerrotipo histórico de las barricadas de los trabajadores franceses tomada el 25 de junio de 1848 en la Rue Saint-Maur de París