Mostrando entradas con la etiqueta Engels. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Engels. Mostrar todas las entradas

miércoles, 31 de octubre de 2018

¿Por dónde empezar a leer? Tres fuentes del marxismo.


Vi ayer una encuesta de un tuitero comunista en la que preguntaba opiniones sobre el texto más apropiado para iniciar a un amigo en el descubrimiento del marxismo. 

Las opciones de respuesta variaban entre el Manifiesto, El Estado y la Revolución, los cuadernos de Marta Harnecker o Politzer. Yo voté por el Manifiesto por su simbolismo como declaración o proclama para todos los comunistas del mundo y por su significado histórico (que por cierto puedes repasar en este blog en algunas entradas como ésta o también en esta otra). Pero la verdad es que para alguien que se inicie en este tema -pienso sobre todo en una persona joven o con no muchos conocimientos de Historia- el Manifiesto puede resultar algo pesado (¿quiénes son Metternich o Guizot?, ¿qué es eso de un fantasma?, ¿a santo de qué hablar de Roma o el Medievo?). Necesita sin duda unas indicaciones previas o una decidida voluntad del lector en informarse. 
El Estado y la Revolución (disponible aquí para todos los públicos) es bastante denso también y tiene las habituales zurras de Lenin hacia los oportunistas de su tiempo, que pueden echar para atrás a un lector principiante.
Los textos de filosofía adaptados sobre las enseñanzas de Politzer (también gratis en este blog) me parecen más didácticos y más asequibles para iniciarse.

Luego recordé aquel texto breve de Lenin que se llama Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. Este pequeño folleto, de apenas tres paginitas en octavo, creo que puede cumplir perfectamente esa función de texto iniciatorio. Por breve, por su claridad y porque cumple perfectamente la intención que -supongo- pretendía Lenin, reforzar el sentido revolucionario de las tesis marxistas.
Apenas empezamos a leer el folleto y nos encontramos en la primera página, en una especie de pequeño prólogo antes de enumerar las famosas tres fuentes, una de esas frases contundentes de nuestro amigo Vladimir:

"La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta."

Aquí es donde un lector posmoderno se hace cruces y clama ¡dogmatismo!. Tranquilos. Está claro que, sacada de contexto, no parece la frase más acertada desde el punto de vista dialéctico para ofrecer a un iniciado. Tengamos en cuenta que Lenin escribe para el lector de 1913, cuando aún se prepara el nivel de conciencia alcanzado años más tarde en la Revolución de Octubre. Si leemos el párrafo que la precede, el autor se preocupa en exponer con claridad que: "En el marxismo nada hay que se parezca al sectarismo".

¿A qué se refiere Lenin entonces al calificar al marxismo de "todopoderoso"?

En mi opinión, la referencia es al carácter irrebatible del marxismo como herramienta eficaz para interpretar la realidad y a la vez para ser el método adecuado de acción en la práctica. En los siguientes aspectos:

-- el marxismo no es una mera teoría económica, como a veces pretenden sus detractores; comprende conceptos de filosofía política que abarcan aspectos de la Sociología, la Historia, Filosofía y otros saberes. Es un todo "completo y ordenado, que da a las personas una idea del mundo completa y armónica, intransigente con toda superstición". 

-- a pesar de haber sido "superado" por constantes intérpretes y traductores, a pesar de haber  "revivido" tras innumerables muertes y crisis (también las hubo en época de Lenin), ni siquiera estos detractores que anuncian las diversas muertes del marxismo pueden negar que se trata de el método más correcto de explicar el mundo en que vivimos, la sociedad capitalista. El método más correcto por no decir simplemente el método. En definitiva, sin el análisis marxista no tendríamos hoy una visión correcta de la sociedad desde el siglo y medio de vida del Manifiesto y El capital hasta nuestros días.

-- este análisis desvela, descubre, la división de clases que encubre la democracia capitalista, y pone en evidencia también que esa falsedad democrática, que genera una tremenda desigualdad, es estructural en el capitalismo. Es decir, es propio del sistema y por tanto no se sostienen las teorías que pretenden una reforma en el capitalismo. Además, el marxismo expone la necesidad de un ente de dominación, el Estado, que sostenga de cualquier manera, a veces tolerada y a veces violenta, esa división de clases. 

Es por ello que afirma Lenin en el inicio de las Tres fuentes: "el marxismo suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social "imparcial". De uno u otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los beneficios del capital."

Tras esta entrada, enumera las fuentes, que son la filosofía clásica alemana, el socialismo francés y la economía política inglesa. 

Es interesante la lectura por el atractivo del propio texto y aparte porque Lenin aconseja al lector a su vez la lectura de otros textos de Marx y Engels. Así, para el asunto de la filosofía alemana recomienda leer el Anti-Dühring y la parte de La ideología alemana referida a Feuerbach, para conocer la diferencia entre una perspectiva dialéctica de la idealista. 

Sobre la economía política menciona a Smith y Ricardo, ambos ingleses (también lo eran Malthus o Stuart Mill, dado que Inglaterra era el país donde más se desarrolló el capitalismo) y explica en breves palabras la importancia de la teoría de la plusvalía y el papel protagonista de la clase trabajadora.

En cuanto al socialismo francés subraya el carácter revolucionario del marxismo frente a las visiones bienintencionadas pero utópicas de los contemporáneos de Marx (y posteriores hasta la fecha), la importancia de revelar la lucha de clases y termina con otra frase de las antológicas, que pongo en forma de meme y que ojalá sirviera para hacerse viral en las redes sociales: 

Salud.



miércoles, 10 de octubre de 2018

La batalla de las ideas



Comenta Borges en uno de sus ensayos breves (Del culto de los libros, Otras inquisiciones, 1952) que "para los antiguos la palabra escrita no era otra cosa que un sucedáneo de la palabra oral", y así personajes cuyo mensaje ha perdurado milenios, como Platón, Pitágoras, Julio César o Jesucristo, albergaban cierto recelo sobre la bondad de la escritura, "cuyo hábito hace que la gente descuide el ejercicio de la memoria y dependa de símbolos" y, además, carece de la inmediatez y la exactitud de la enseñanza directa de maestro a discípulo, por tanto puede pecar de interpretaciones dispersas.

Cuenta también Borges en el mismo ensayo que a su vez San Agustín contaba en sus Confesiones, a finales del siglo IV, que le maravillaba ver a Ambrosio leer en silencio, "sin proferir ni una palabra ni mover la lengua", que suponía lo hacía porque "no quería que le ocupasen en otra cosa, tal vez receloso de que un oyente, atento a las dificultades del texto, le pidiera una explicación de un pasaje oscuro o quisiera discutirlo con él, con lo que no podía leer tantos volúmenes como deseaba". 

El acto de leer a solas en una habitación sin articular palabras era en aquella época, según vemos, "un espectáculo singular", expresa Borges. Los seguidores del genio argentino conocerán su tendencia a mitificar e idolatrar los libros y los autores. Un lector materialista advertirá enseguida que este hecho tiene una explicación sencilla. Las condiciones en las que vivían los hombres y mujeres antiguos no son las mismas que las de los que habitaban el mundo en la Edad Media y distan mucho de ser las mismas que las condiciones actuales. En la época de Platón o César muy pocos tenían el privilegio de acceder a un documento escrito; en esos siglos además la palabra oral era un arma imprescindible y decisiva en la política, restringida a la ciudadanía libre (lo que no impidió por cierto que el primero redactase numerosas obras -aunque en forma dialogada- y que el segundo narrase por escrito de propia mano sus hazañas bélicas). En la época de Agustín de Hipona tampoco era frecuente la posibilidad de acceder a textos escritos, dado que un códice era un bien escaso y limitado en general al uso por parte de monjes; es por eso que la lectura se acostumbraba grupal, para paliar esa escasez de obras. Fue el invento de la imprenta el suceso que revolucionaría siglos después la lectura, llevándola a nivel universal. 

Nosotros, seres humanos de nuestros días, tenemos acceso a cualquier lectura, dato, música o imagen en cualquier situación y en cualquier parte. Nos basta con manejar los dispositivos móviles cada vez más potentes y sofisticados. Imaginemos el pasmo que sentiría Agustín resucitado hoy al contemplar a los peatones de las grandes ciudades, deambulando absortos en las pequeñas pantallas sujetas entre sus manos y con auriculares en sus oídos, con artefactos en los que pueden ver las noticias actualizadas al segundo o disfrutar del último libro o serie de moda.

Cabría afirmar que con ese acceso ilimitado a la información y difundido a todos los ciudadanos nuestra sociedad es una sociedad libre y democrática. Sabemos, sin embargo, que no es así. 

Se produjo este fin de semana en españa un mitin de un partido político de ultraderecha que resultó multitudinario. Llamó mucho la atención en las redes sociales que un partido hasta hace poco con escasos seguidores llegase a poder convocar a esa multitud entregada, y que lo hiciese además con una ideología rayana al fascismo. En realidad a este partido -así como a otros menos disimulados- le bastó para invocar la furia española apenas dos argumentos: los inmigrantes vienen a robarnos y los catalanes quieren romper el país.

La pregunta surge sola. ¿Cómo es posible que el homo informaticus de nuestros días, en cuya mano cabe Platón y César, Jesús y Agustín, Mozart o Lennon y Kubrick o los Monty Python, tenga una capacidad de crítica tan limitada? ¿Qué siniestro mecanismo lleva a que las cabezas de las generaciones con la capacidad de ser las más preparadas se colmen con un par argumentos necios y sus corazones se inflamen?

Marx principalmente y tras él otros grandes autores como Gramsci o Lenin advirtieron la importancia de la batalla de las ideas, de la lucha ideológica, situandola al nivel de la pugna por los recursos económicos y productivos. Las ideas que marcan y caracterizan un grupo social, el conjunto de creencias y emociones que comparten, son como un cemento que mantiene unida la arquitectura política y económica de la sociedad. 

Esta lucha por las ideologías es por tanto una contienda que recorre la existencia de todos los miembros de un pueblo o país y marca su forma de vida. Velada unas veces y otras franca y abierta, pero siempre lucha enfrentada que determina las condiciones de vida de los grupos sociales. 

Si echamos un vistazo a uno de los textos de nuestros amigos Carlos Marx y Federico Engels (La ideología alemana, 1846, cuya lectura al menos de sus primeras páginas -es un poco extenso- es muy recomendable y que puedes ver pinchando sobre estas letras) encontraremos palabras tan impactantes y esclarecedoras como este párrafo imprescindible:

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes
en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia' de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulen la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean, por mismo" las ideas dominantes de la época. Por ejemplo, una época y en un país en que se disputan el poder la corona, la aristocracia y la burguesía, en que, por tanto, se halla dividida la dominación, se impone como idea dominante la doctrina de la división de poderes, proclamada ahora como "ley eterna".


Si intentamos expresar en palabras sencillas qué importancia tiene la ideología en esa lucha entre grupos sociales, que hace los de una clase inferior y dominada aplaudan y apoyen las ideas de la clase que los domina, podríamos encontrar algunos aspectos comunes:



  • En primer lugar la ideología es un producto de las personas cuya existencia resulta determinante. No es posible ignorar su existencia o su importancia, ni creer que se puede permanecer neutral a ella. La fuerza de las estructuras política o económica harán que, en caso de que optemos por creer que vaciamos nuestra cabeza de su contenido, será la sociedad quien la rellene proyectando las ideas dominantes. De este modo, creer que uno no es "ni de izquierdas ni de derechas", por ejemplo, llevará a tomar actitudes y decisiones conservadoras antes que progresistas, dado que no podrá abstraerse del entorno, que le mantiene en un permanente bombardeo de mensajes reforzadores.

  • La fuerza de estas ideas dominantes puede llegar a hacer, en efecto, que un individuo tenga un concepto de sí mismo y de su mundo opuesto o inverso a la realidad. Las personas tendrán así una falsa conciencia de sí mismos y del grupo social al que pertenece, de modo que llegue a sostener posiciones perjudiciales para sí mismos y sus semejantes.

  • Esto es, la ideología dominante es capaz de cambiar el modo en que pensamos, puede crear en nuestra mente los mecanismos que nos harán entender la realidad y nos dispondrá a adoptar una determinada actitud ante nuestras circunstancias. En cierta forma podríamos decir que conduce nuestra vida, dado que encamina nuestro pensamiento.

Puesto que del sostenimiento de manera hegemónica, preponderante, de esa conjunto de ideas depende en gran medida la continuidad del todo el sistema social, el grupo dominante se cuidará mucho de hacer que todo el conjunto permanezca inalterado el mayor tiempo posible. Usará para ello todas sus armas. Dentro del arsenal de defensa de las ideas, los medios informativos desempeñan un papel necesario, como sabemos. Otras armas son más sutiles y sibilinas que esa propaganda mediática. 

De manera simplificada sería posible afirmar, en mi opinión, que la mejor arma para sostener esa hegemonía, que mantiene estable el orden de la clase dominante sobre nosotros, los trabajadores, es desterrar del pensamiento cualquier forma de entender la realidad que sea dialéctica. Es decir, la ideología de la clase dominante procurará que los trabajadores, clase dominada, desdeñemos los pensamientos complejos o más elaborados, seamos incapaces de relacionar unos asuntos con otros y creemos departamentos estancos de temas inconexos e inalterables, cerremos nuestra visión a una perspectiva global y cambiante en el proceso histórico y, además, neguemos la posibilidad de entender las contradicciones que se producen en toda sociedad.


Seguramente es más apropiado hacer un análisis más exhaustivo, aunque desde mi punto de vista es posible al menos enumerar algunos de estos procedimientos, artimañas o tácticas mediante las cuales la ideología dominante trata de borrar del mapa el pensamiento dialéctico. 



Para comenzar, el pensamiento que tienda al razonamiento profundo o a la especulación es sustituido por un pensamiento más superficial, más sencillo, que tiende a lo inmediato y lo práctico. Lo que no es -aparentemente- útil en el aquí y ahora pierde valor. Es divagar, desorientarse. Hegel, en el prólogo de su Ciencia de la lógica (1816), escribe:



La doctrina exotérica de la filosofía kantiana —es decir, que el intelecto no debe ir más allá de la experiencia, porque de otra manera la capacidad de conocer se convierte en razón teorética que por sí misma sólo crea telarañas cerebrales— justificó, desde el punto de vista científico, la renuncia al pensamiento especulativo. En apoyo de esta doctrina popular acudió el clamor de la pedagogía moderna, que toma en cuenta sólo las exigencias de nuestra época y las necesidades inmediatas, afirmando que, tal como para el conocimiento lo primordial es la experiencia, así para la idoneidad en la vida pública y privada las especulaciones teóricas son más bien perjudiciales; y que lo único que se requiere es la ejercitación y la educación prácticas, que son lo sustancial. 


Como es lógico, lo sustancial para el pensamiento dominante es lo que le resulte favorecedor. Esta tendencia se aprecia con claridad en los cambiantes planes de estudios de nuestros jóvenes o en la forma en que se conduce a los demandantes de empleo, por poner dos ejemplos actuales. Del mismo modo, también en la política lo práctico y directo prevalece sobre el proyecto a largo plazo y más enrevesado. Todo lo que no sea dialogado o negociado con el adversario político se considera un extremismo innecesario que conduce al aislamiento y al dogmatismo, de manera que se promueven las políticas reformistas o moderadas.

Otro modo de obstaculizar el razonamiento elaborado es mediante el exceso de información. Se considera que la cantidad de datos informáticos almacenados en el planeta se duplica actualmente cada dos años. Los expertos incluso hablan de un síndrome, el de fatiga por la información, que puede producir confusión, angustia y agotamiento intelectual. En el tumulto informativo, al que colaboran las modernas redes sociales y las aplicaciones para móviles, es más difícil discernir la información importante y, en especial, la información verdadera. Los usuarios de estas redes tenemos cada día más complicado averiguar qué noticias provienen de fuentes fiables y cuáles son las ahora llamadas fake news 

Umberto Eco en el libro que entregó a la imprenta poco antes de su muerte (De la estupidez a la locura, 2016) hablaba de las "legiones de idiotas" llevadas a la popularidad o a la voz pública gracias a las redes sociales. Esta afirmación le atrajo bastantes antipatías, pues parece bastante antidemocrática o elitista. Pero para quien tenga experiencia en el uso de redes y algo de criterio no es una afirmación exagerada. Pongamos un ejemplo: en los últimos años se hizo norma en los partidos políticos españoles convocar primarias para elegir a sus candidatos (esta práctica parece haber decaído últimamente y ya casi está en desuso); visto en primera instancia es el método más democrático, pero ¿hasta qué punto es justo e igualitario en el desorden informativo del que hablamos? No está tan claro si tenemos en cuenta el poder que poseen ciertos medios, por ejemplo la TV, con respecto a otros. Los periódicos en papel han devenido en minoritarios con respecto a los digitales; un oportunista con cierta gracia o habilidad puede convertirse en estrella de las redes pese a que su mensaje sea nocivo o vulgar. El barullo y la confusión informativas favorecen, obviamente, al sentido común, es decir, a la creencia más popular en una sociedad. A la ideología dominante, por tanto. 
Las redes se indignan


La sustitución del pensamiento razonado o argumentado por el pensamiento visceral o directamente por los sentimientos es otra manera de manipulación. La opinión mayoritaria, o la que debería ser la opinión más común o moderada, es sustituida por la opinión dominante eliminando la capacidad de crítica. Nos hacen ser propensos a rechazar la crítica racional, el análisis argumentado. La opinión o la toma de decisiones se lleva a cabo por motivos viscerales, por atracción empática o por meros motivos superficiales

Los psicólogos nos indican que todos los seres humanos realizamos atribuciones sobre los demás a partir de estereotipos, es algo inevitable. La mente tiende a economizar recursos y a responder con rapidez ante los estímulos. Pero el problema aparece cuando la construcción mental que tengamos de nuestra realidad se base fundamentalmente en ideas preconcebidas y estereotipos. Estas ideas tienden a aceptarse socialmente por la mayoría y a convertirse en creencias inmutables. 


Un procedimiento similar sigue lo que los psicólogos llaman heurístico. Un heurístico es una regla que se sigue de manera inconsciente para resolver un problema planteándolo de manera más simple. Una especie de truco mental para los momentos en que debemos tomar decisiones. En ocasiones estos atajos mentales nos llevan a reducir un razonamiento de manera excesiva. Esta reducción puede conducir al uso indiscriminado de silogismos simples, como el principio del tercero excluido o la lógica bivalente: en una determinada situación sólo hay dos opciones verdaderas o válidas; una tercera opción es descartada de antemano, no se admiten matices, grados ni escalas. Tampoco se admite que pueda existir una contradicción entre ambas premisas válidas, no cabe mentalmente sugerir una opción que sea a la vez ambas o excluya a ambas.


Ejemplos de esto hay a diario en los medios. En las noticias referentes al gobierno de EE.UU. es moda hoy día presentar, en especial por los medios más progresistas, al presidente Trump como un ogro despiadado y zafio. Aunque no dejan de tener razón en ello, la lógica bivalente nos lleva a creer que, por tanto, la otra opción, Obama, Hillary o sus sucesores, son la opción aceptable y válida. No cabe una tercera alternativa o razonar, de manera argumentada y más exacta, que ambas opciones son pésimas y en realidad dos caras de la misma moneda.


La disyuntiva necesaria entre elegir una opción política o la supuestamente adversaria es la costumbre. Si alguien propone una crítica que no se ajuste a alguna de las dos opciones o las contradiga nos predisponemos a situarle en la opción rival a la nuestra. Los medios exponen dos opciones políticas polarizadas y no cabe en la opinión generalizada más opción. La crítica con la opción A será etiquetada en la opción B y viceversa. 



lunes, 29 de enero de 2018

El Manifiesto hoy

Es sabido que este febrero se celebra el 170 aniversario de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista. 

Así que no tardaremos en ver estos días en los medios artículos y documentales que se empleen en denostar su mensaje o su validez (tal y como hemos vivido en el reciente centenario soviético). Para los comunistas no dejará de ser otra raya más en la piel de tigre. Ese es el juego, camaradas.
El amigo ex vicepresidente y aristócrata Rodrigo Rato en su comparecencia por el caso de las tarjetas black no tuvo empacho en constatar las bondades de la sociedad capitalista, centro de las críticas hace ya 170 años en el texto que nos ocupa ahora.

Se renovarán también otras lecturas críticas, menos llamativas por parecer no tan enjuiciadoras y por provenir en muchas ocasiones de la propia izquierda, a veces desde posiciones posmodernas. Se trata de quienes sin dudar de la validez histórica del texto argumentan que su contenido está caducado u obsoleto y que debe "superarse".

En mi modesta opinión, plantearse la validez del Manifiesto en función de su actualidad  o su desfase podría equipararse a discutir la utilidad de otros textos históricos como El origen de las especies de Darwin, los Principios matemáticos de Newton o Las esferas celestes de Copérnico. ¿Demostrar que en ciertos aspectos aquellos textos quedaron anticuados implica que no son válidos y que sus hallazgos no significaron un punto de inflexión en la historia de la ciencia?

Del mismo modo, las reprobaciones del Manifiesto que se basan en su supuesta irrelevancia dado el contexto histórico (ya caído el Muro de Berlín y finalizada la Unión Soviética), no difieren en mucho de las teorías neoliberales y del sentido común, que dan por muertas las ideas marxistas y fracasadas las ideologías bajo las ruedas de una democracia liberal, en un supuesto fin de la Historia. 

Recordemos que el Manifiesto (encargado a los jóvenes Marx y Engels por la Liga de los Justos -que luego pasaría a llamarse de los Comunistas, prueba de la influyente presencia de los nuevos críticos- a finales de 1847 y publicado en Londres en febrero de 1848), fue escrito en un momento concreto con la finalidad de exponer los hallazgos del método marxista en forma de propaganda dirigida a los obreros. 
"Ya es hora de que los comunistas expresen a la luz del día sus ideas", dice el Manifiesto en su prólogo, "saliendo al paso de esa leyenda del espectro comunista." (No es necesario que nos precipitemos tanto como este orgulloso/a padre o madre)

Su intención era redactar una especie de guía práctica para los obreros en un momento de disputa entre unas posiciones de socialismo idealista, bien intencionado pero basado en entusiasmos humanistas y filantrópicos, frente al nuevo socialismo marxista, razonado y apoyado en la investigación de las sociedades y su estructura económica (socialismo utópico y socialismo científico).

Los propios autores ya advirtieron en las ediciones posteriores que su contenido no debía tomarse como una doctrina literal sino como un método de aplicación que varía según las peculiaridades del momento. 
En verdad se trata de un documento que analiza a grandes rasgos la historia de las sociedades y que define la concepción materialista de la Historia que Marx y Engels habían ido elaborando en los años previos.

De ahí parte la primera frase del texto, que ha quedado grabada en la mente de todos y que dice así:


"Toda la historia de la sociedad humana hasta la actualidad 
es la historia de la lucha de clases"

En esta frase se nos presenta la tesis principal que será desarrollada luego en el texto. Resume en pocas palabras el núcleo del materialismo histórico: las sociedades están estructuradas sobre la base de su orden económico, que determina el resto de sus características y también las relaciones entre sus grupos sociales. Estos grupos pugnan por el control de ese orden de manera inevitable y antagónica:


"opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social"

Los grandes empresarios no entienden de posmodernidades, ellos sí creen que hay clases sociales y lo demuestran a diario sin sutilezas.

De esta lucha parte el avance inevitable hacia adelante de las sociedades humanas, el motor que las mueve. Sobre esta estructura se desarrollan los niveles políticos, legales e ideológicos, que se unen en un Estado cuya función es la de mantener y reproducir ese orden. Incluso en los organismos y estamentos cuya supuesta finalidad es democrática:

Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.

En un famoso programa de TV, Pedro Sánchez se mostraba muy sorprendido de que "fuerzas económicas" manejasen la investidura de M.Rajoy. Se ve que ni el bueno de Évole ni el inocente Sánchez habían leído el Manifiesto, pues de otro modo hubiesen sabido que esa es la norma en la democracia burguesa. Los modernos movimientos indignados (imagen siguiente) tampoco parecen darse por aludidos y prefieren soslayar los descubrimientos del materialismo histórico a cambio de un ideario de buenas intenciones ajeno a la lucha de clases.

Esta demostración del antagonismo (incompatibilidad) de las clases sociales sigue vigente hoy día y se evidencia en la agudización de los conflictos y en el expolio continuado de derechos del proletariado (ya se le ponga el título de precariado o se le vista de lagarterana). El Manifiesto ofrece en una frase la definición exacta de clase obrera:

esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.

Para el capital los trabajadores empiezan a sobrar cuando no dejan de ejercer su función productiva. Parece como si prefiriesen que nuestros jubilados muriesen pronto y dejasen de ser un gasto. ¿Parece?

En el segundo capítulo, sobre proletarios y comunistas, encontramos otra de las frases esenciales:

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

¿Qué quiere decir esto? En palabras sencillas, los líderes políticos no son mesías que como dioses, reyes o tribunos vienen a salvarnos de nuestras desgracias. En particular, los comunistas no tienen intereses diferentes a la clase trabajadora; simplemente son su vanguardia:

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad.

Llevan de ventaja -continúa el Manifiesto literalmente- a las grandes masas su clara visión de los derroteros a los que se aboca a los trabajadores. Esto es, la capacidad para analizar las situaciones bajo la experiencia del materialismo histórico y bajo esa visión del mundo que significa el materialismo dialéctico.

Otro aspecto controvertido que aún hoy es arma común en los debates que se producen con los detractores del comunismo, la propiedad privada: 

Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros.

Sobre el papel de la cultura y la ideología en las sociedades nos tiene reservada el texto otra frase antológica, resumen redondo del materialismo. El análisis histórico de las ideas demuestra cómo el espíritu cambia al son de los cambios en las condiciones materiales. Y del mismo modo la ideología dominante no es más que la expresión espiritual de las condiciones económicas, principalmente, de una sociedad:

Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante.

Otras críticas muy conocidas del marxismo -los comunistas quieren abolir la familia tradicional y la patria-, tienen aquí su contundente respuesta:

de lo que se trata es precisamente de acabar con la situación de la mujer como mero instrumento de producción

En la sociedad capitalista la mujer no deja de ser tratada como una mercancía. Este concepto se acomoda perfectamente a una estructura patriarcal: la mujer pobre está destinada a los cuidados, a la limpieza, la prostitución y ahora además a gestar hijos para otras personas más pudientes.

Un poco más adelante se insiste en el carácter internacional de la clase trabajadora en otra frase destacable:

Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen.

No insisto, para no alargar, en la importancia, actualidad y vigencia de ambas afirmaciones. Termino con otro párrafo literal, de los más conocidos, con el que se cierra el Manifiesto, broche de oro digno de ser contenido en la leyenda de un tatuaje:

Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista.
Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.
¡Proletarios de todos los Países, uníos!

Por si algún paciente lector ha llegado hasta aquí y le apetece saber más sobre el Manifiesto y otras perspectivas sobre su actualidad, añado enlaces a interesantes textos que me han servido para idear esta entrada:




El último enlace es mi preferido. Además, en este blog puedes encontrar entradas con introducciones sencillas para ir descubriendo este texto universal, con preguntas y explicaciones que seguramente no te harán falta pero te pueden servir para divulgar nuestras ideas y poner tu grano de arena en esta tarea inmensa de transformar el mundo. Pongo sólo el primero de los enlaces y en él encontrarás enlaces a los siguientes si lo consideras oportuno:


¡Salud!

lunes, 27 de noviembre de 2017

La Guerra Civil en Francia. La Comuna de París.

Nos acercamos en esta entrada al segundo texto en el que Marx hace un análisis materialista de la realidad política en Francia, tras El 18 Brumario (del que hay también en este blog un resumen comentado). La finalidad es animar a la lectura de los textos marxistas a través de estos comentarios-resumen, que puedes descargarte en formato PDF pinchando sobre estas letras y compartir a través del móvil(se leen bien porque el tamaño de la letra es grande). Todos los resúmenes y comentarios los puedes seguir en la etiqueta DescargaPDF.
Ilustración sobre la Comuna de la página del Partido comunista Francés.

En palabras de Engels en el prólogo de este texto, es importante difundir los análisis materialistas de Marx para "poner en disposición de los obreros" esta manera de ver la realidad desde el punto de vista de clase. El lector podrá comprobar que ese punto de vista es perfectamente útil e interesante hoy, siglo y medio después, y que es comprensible y está al alcance de cualquier lector que tenga un mínimo de interés en Filosofía, Política o Historia.

Marx escribe estos ensayos sobre sucesos que se están produciendo en el mismo tiempo, en forma de manifiestos o informes que presenta (por tanto de manera simultánea a los acontecimientos) a la Asociación Internacional de Trabajadores. La AIT o Primera Internacional fue una organización creada unos años antes, 1864, que agrupaba a sindicalistas, anarquistas y socialistas con el objetivo de organizar el movimiento obrero a nivel mundial.

Marx dedica sus estudios a estos sucesos, en manifiestos que exponen de manera clara y concisa la situación de Francia entre los años 1870 y 1871, pues era en el país galo donde se encontraba el centro de gravedad de la lucha de clases en aquel momento histórico. Para entender mejor la lectura, es conveniente conocer aunque sea a grandes rasgos el momento histórico.
Barricada en paris 1871, por Pierre-Ambrose_Richebourg

(A partir de aquí intentamos hacer un resumen utilizando las propias palabras textuales de Marx, las del prólogo de Engels a la propia obra y terminamos con un texto de Lenin sobre la Comuna).

Unos años antes, en 1848, caía Luis Felipe de Orleans y con él la época del Imperio Napoleónico y su continuación monárquica, dando paso a una república que fue celebrada por los obreros franceses, que veían en ella una república "social". Pronto fueron desengañados. En cuanto los republicanos burgueses se sintieron fuertes desarmaron a los obreros y llevaron a cabo una matanza brutal. Era la primera vez que la burguesía manifestaba qué crueldad era capaz de desatar en cuanto el proletariado se atrevía a disputarle el poder.

Aquella terrible masacre de 1848 -comenta Engels en su prólogo- no fue sino el preludio de lo que se vivió con la Comuna de parís en 1871.
Grabado e imagen superpuesta sobre la actual rue Ramponeau, © Ilustraciones: Biblioteca Histórica de la Ciudad de París, Editions Dittmar, Museo Carnavalet.

La Guerra franco-prusiana, conflicto bélico que tuvo lugar entre ambos años, es calificada por Marx en su primer manifiesto como una guerra de dinastías, un conflicto entre los intereses del Segundo Imperio Francés de Napoleón III y el Reino de Prusia con el apoyo de Alemania, con la finalidad de disputarse la anexión de territorios europeos y ejercer la hegemonía en el continente. 


Tras la derrota de las tropas francesas en Sedán, el 3 de septiembre de 1870, que decanta la victoria en favor de Prusia, se proclama la república en París. Adolphe Thiers (veterano político de larga trayectoria y conservador), en nombre de la defensa nacional, toma el poder.

En realidad, las intenciones del gobierno de Thiers son las de la traición, ante los avances de la clase obrera prefieren vender al país ante Prusia. Para ello necesitan como prioridad que París sea desarmada.
Soldados versalleses durante la semana sangrienta, misma fuente.

Los orígenes de la Comuna de París (18 mayo - 28 mayo de 1871) se encuentran por tanto en los planes de traición del gobierno provisional. Desde el inicio de la república, Thiers tiene el plan de la capitulación de París, que se produce el 28 de enero. Con ella se inicia una serie de intrigas traidoras con el enemigo, cuyo obstáculo final era el desarme del pueblo parisino.

Los conspiradores traman lograrlo alegando que la artillería de la Guardia Nacional de París pertenecía al Estado y debía serle devuelta. Estos cañones habían sido adquiridos por suscripción abierta entre la Guardia Nacional.

París se encontró entonces ante una disyuntiva: rendir las armas, siguiendo las órdenes de los traidores y reconociendo que la revolución iniciaba el traspaso de poderes de Luis Bonaparte a sus rivales monárquicos, o seguir luchando para derribar del todo las condiciones políticas que habían generado el Segundo Imperio.

Heroicamente París decide resistir a los conspiradores, aún con los cañones prusianos dentro de la ciudad.

Thiers desata la guerra civil al enviar una expedición militar nocturna con el objetivo de apoderarse de los cañones, intento que fracasó ante la confraternización de la Guardia Nacional con el pueblo. El 18 de marzo, de los 300.000 guardias nacionales sólo pasan al bando de Thiers unos 300. La revolución obrera, por tanto, se adueñaba de París, con un Comité Central como gobierno provisional.

Desde esta fecha hasta la entrada sangrienta de las tropas versallesas, la revolución estuvo exenta de violencia. Sólo dos generales, Lecomte y Clement Thomas, fueron ejecutados por los soldados por haber obligado a las tropas a disparar sobre mujeres y niños.
Barricada rue Allemagne, Commune-18711, misma fuente.

¿Qué fue la Comuna? "El 18 de marzo de 1871 París se despertó entre un clamor de gritos de Vive la Commune!". 
"Los proletarios de París -dice el Comité Central en su manifiesto del 18 de marzo-, en medio de los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, se ha dado cuenta de que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos".

París se había levantado en armas contra el intento de Thiers de perpetuar aquel viejo poder heredado del imperio. Y si pudo resistir París fue porque se había deshecho del ejército, sustituido por una Guardia Nacional formada por obreros. Para convertir el hecho en algo duradero, decretaron en primer lugar sustituir el ejército permanente por el pueblo armado

La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los distritos. Eran responsables de su trabajo y sus cargos revocables en todo momento.
Los funcionarios y cargos públicos debían desempeñar su trabajo con salarios de obreros

Una vez suprimido el ejército permanente y la policía, elementos de fuerza física del antiguo gobierno, la Comuna elimina el poder espiritual: decreta la separación de la Iglesia del Estado, expropia las iglesias, las instituciones de enseñanza son abiertas al pueblo.
Pasaje literal del texto de Marx

El final de la Comuna llega tras varios intentos de Thiers de ocupar París mediante conspiraciones, obteniendo en principio sólo fracasos y la huída a Versalles de todo el gobierno. Sin efectivos militares ni apoyo de las demás provincias, que piden una solución pacífica, prueba la estrategia de celebrar elecciones municipales, en las que tampoco obtiene el respaldo necesario.

Con ello sin embargo gana tiempo para seducir a las clases medias parisinas con una comedia de conciliación, en la que promete no vengarse sino de los "causantes de los asesinatos de Lecomte y Thomas", y la aceptación final de su república como mejor sistema posible.

Es Bismarck, el canciller alemán, quien ofrece la salida decisiva. Ordena a Thiers sellar definitivamente la paz restaurando el imperio o aceptando sin reservas las condiciones de paz. Estas condiciones incluían la ocupación de París por tropas prusianas y acortar los plazos de pago de las indemnizaciones de guerra; a cambio de ello ofrecía liberar al ejército bonapartista prisionero. 

Obviamente, ante la perspectiva de disponer de un ejército para exterminar la Comuna, Thiers acepta las condiciones y se apresura a firmar.
Caricatura de Thiers de un periódico local de la época

La masacre de los comuneros se perpetró tras una resistencia heroica en las calles de París durante ocho días. Las matanzas a sangre fría de hombres, mujeres y niños fueron de una crueldad máxima. De las columnas de prisioneros eran elegidos al azar unos cuantos y se les ejecutaba al momento en las calles.
Texto literal del prólogo de Engels.
Fusilamientos de la calle Haxo (posible montaje), imagen de www.historie-fr.com

En un artículo escrito por Lenin en 1911 para el 40 aniversario de la Comuna de París, leemos:

"¿Por qué el proletariado, no sólo francés sino de todo el mundo, honra a sus precursores en los hombres de la Comuna de París? ¿Y cuál es el legado de la Comuna?

La Comuna nació espontáneamente; nadie lo había preparado consciente y metódicamente. Una guerra infeliz con Alemania; el sufrimiento del asedio; el desempleo del proletariado y la ruina de la pequeña burguesía; la indignación de las masas contra las clases altas (...) llevaron al pueblo de París a la revolución del 18 de marzo, que inesperadamente puso el poder en manos de la Guardia Nacional entre las manos de la clase obrera y la pequeña burguesía que se habían puesto del lado de él.

(...) Los trabajadores solos permanecieron fieles hasta el final de la Comuna. Los republicanos burgueses y la pequeña burguesía pronto se desprendieron de ella: algunos asustados por el carácter proletario, socialista y revolucionario del movimiento; los otros cuando lo vieron condenado a una cierta derrota. Sólo los proletarios franceses apoyaron a su gobierno sin miedo y cansancio; solo lucharon y murieron por él, es decir, por la emancipación de la clase obrera, por un futuro mejor para todos los trabajadores.

(...) Para que triunfe una revolución social, se requieren al menos dos condiciones: fuerzas productivas altamente desarrolladas y un proletariado bien preparado. Pero en 1871 estas dos condiciones faltaban. El capitalismo francés todavía estaba subdesarrollado y Francia era sobre todo un país de la pequeña burguesía (artesanos, campesinos, tenderos, etc.). Además, no hubo un partido de trabajadores; la clase trabajadora no tenía preparación ni capacitación prolongada y, en su masa, ni siquiera tenía una idea muy clara de sus tareas y los medios para lograrlas. No hubo una organización política seria del proletariado, ni sindicatos ni asociaciones de cooperativas de masas ...

(...) Todas estas medidas mostraron claramente que la Comuna era un peligro mortal para el viejo mundo basado en la servidumbre y la explotación. De modo que la sociedad burguesa no pudo descansar hasta que la bandera roja del proletariado flotó en el Ayuntamiento de París. Y cuando, finalmente, las fuerzas gubernamentales organizadas lograron prevalecer sobre las fuerzas mal organizadas de la revolución, los generales bonapartistas, golpeados por los alemanes y valientes contra sus compatriotas vencidos, hicieron una carnicería como París nunca había visto. Cerca de 30,000 parisinos fueron masacrados por la furiosa soldadesca, casi 45,000 fueron arrestados, muchos de los cuales debían ser ejecutados después; miles fueron enviados a las galeras o deportados. 

La causa de la Comuna es la de la revolución social, la de la total emancipación política y económica de los trabajadores, la del proletariado mundial. Y en ese sentido, ella es inmortal."  Lenin, abril de 1911
(texto completo aquí.)


* La mayoría de ilustraciones son © Ilustraciones: Biblioteca Histórica de la Ciudad de París, Editions Dittmar, Museo Carnavalet.