lunes, 22 de abril de 2019

Nociones básicas de Economía (2)

En la entrada anterior (aquí enlace) y en la siguiente (aquí) nos planteamos repasar nociones fundamentales de la economía, con el objetivo de entender en palabras sencillas cómo funciona la sociedad capitalista en que vivimos y poder así analizarla mejor.

Intentamos ver la economía desde los ojos del capitalismo. Por aquello de pensar como el enemigo para saber rebatirle. Sigamos. 



Nos quedamos en la primera parte hablando del PIB, de los mercados, de Adam Smith y la mano invisible. Vimos que los economistas nos presentaban su ciencia como el estudio de los recursos para lograr el bienestar de los ciudadanos, pero que el capitalismo a veces, bastantes veces, no puede lograr sus objetivos y tiene que afrontar periodos de crisis muy graves. Así que sigamos con esos conceptos críticos

Muchas veces leeremos en los medios la palabra inflación, mencionada con cierto horror, en especial relacionada con países no alineados con el imperialismo occidental. ¿Qué es la inflación? Es el término que usan los economistas cuando el nivel general de precios aumenta de una forma sostenida en un periodo de tiempo. 

La inflación supone una disminución del poder adquisitivo, o sea de la capacidad para comprar bienes o servicios, o dicho de otro modo, la cantidad de productos que podemos adquirir con una cantidad de dinero. 

Para medir este importante dato, se recurre de nuevo a otro estudio estadístico, en este caso el IPC, índice de precios al consumidor. El IPC es un índice, un valor numérico, que se obtiene observando los precios de diversos productos, bienes o servicios, que sean comunes en el gasto de una familia media (la "canasta familiar"). Se expresa en un porcentaje, que puede ser positivo cuando los precios aumentan o negativo si disminuyen. En la fecha de esta entrada, por ejemplo, la página del INE dice que el IPC actual es del 1,3%, dos décimas más que el mes pasado. 

Dado que mide el poder adquisitivo frente a las variaciones de los precios, el IPC da una medida de la inflación de un país en un cierto momento. Para eso se realiza. Los economistas saben que la inflación depende de la relación entre la oferta y la demanda monetaria.

Este es un concepto peliagudo que a los profanos nos cuesta un poco entender, así que vamos a explicarlo despacito. 

La oferta de dinero o demanda monetaria es la cantidad de dinero de un país en un momento concreto. Tengamos en cuenta que incluye los pagarés, los depósitos bancarios o cheques, pero principalmente hace referencia al dinero en efectivo, esto es, los billetes y las monedas. 

Si un gobierno imprime mucho dinero, se produce inflación: el dinero pierde valor y aumentan los precios. Si se imprime poco es al revés, bajan los precios y se produce deflación

Para comprenderlo tengamos en cuenta que los expertos estiman que el valor del dinero lo determinan la oferta y la demanda. Si el dinero es abundante, se imprime mucho, cada unidad bajará su valor, dado que al haber muchas personas con más dinero los precios tenderán a subir, tanto más cuanto más dinero haya (los vendedores subirán los precios ante compradores bien surtidos de efectivo, que se disputarán la compra). Si el dinero, por contra, es escaso, las unidades subirán su valor, con cada moneda o billete podremos comprar más cosas, porque los compradores tendrán más complicado colocar la venta (hay menos posibilidades de hacer el trato comercial).

Así pues, los precios y el valor del dinero están relacionados de manera inversa. Esa oferta de dinero está controlada por los gobiernos. Suele crecer lentamente en el tiempo. Si la economía crece se producen más bienes y los consumidores demandan más efectivo.

Si hasta aquí hemos pillado más o menos el asunto, podemos resumir que esa relación entre oferta y demanda se presenta de tres maneras:

- oferta monetaria > demanda  → inflación.
- oferta monetaria < demanda  → deflación.
- oferta monetaria = demanda → los precios no cambian, el valor relativo del dinero se mantiene. 

Si alguien tiene curiosidad en este tema o quiere un ejemplo real para mayor claridad, recomiendo leer acerca de la hiperinflación durante la República de Weimar (aquí la entrada en Wikipedia) Durante los años de entreguerras en Alemania, por la bajada del poder adquisitivo alemán tras la Primera Guerra Mundial debida a los apremiantes pagos a las potencias vencedoras, el gobierno tomó la decisión de imprimir dinero en grandes cantidades y sin respaldo para pagar sus deudas. Como consecuencia, los precios llegaron a alcanzar niveles escandalosos (se pagaron cientos de miles de marcos por una pieza de pan) y los precios ascendían tan rápido que los asalariados se veían obligados a pedir su sueldo cada día para poder adquirir los productos básicos antes de que el valor de su dinero se depreciara y no pudiesen adquirirlos. 

He comentado antes la expresión "dinero sin respaldo". ¿De dónde viene el valor del dinero de cada país? Hasta hace poco, los años 70, se usaba el patrón oro. Cada billete o moneda equivalía a una cantidad de oro, uno podía acudir al banco y cambiar cierto dinero por una pieza de oro. De ese modo un gobierno para imprimir más billetes necesitaba conseguir oro, si no quería verse contando los billetes al peso como en el ejemplo anterior. El presidente norteamericano Nixon estableció en los 70 el sistema de curso legal, durante los llamados Acuerdos de Bretton Woods, otro interesante y siniestro momento histórico del capitalismo. En este sistema la moneda no tiene un respaldo físico, su valor se establece por ley, por decreto, de ahí el apelativo "legal". 

Las recesiones son los periodos en los que la producción  de bienes y servicios disminuye. Los economistas vigilan con recelo estos periodos porque si la recesión se alarga, se produce cada vez menos y al necesitar menos trabajadores las empresas recurren a los despidos. Recordemos que los expertos están muy interesados en el bienestar de todos y por tanto aspiran al pleno empleo. (Aquí de nuevo nos llega el eco lejano de unas voces, son las risas de Carlos, Federico, Rosa o Vladimir; es obvio que el capitalismo valoriza o desvaloriza el dinero dando un papel secundario al valor de la producción y del trabajo de sus productores, los obreros, pero recordemos que estamos intentando ponernos en el pellejo de un capitalista convencido). 

Pese a que nos dicen que es el mejor sistema posible (y de todos modos el último sistema posible, nos aseguran), el capitalismo tiene sus momentos. Hay momentos malos, como las recesiones, que comienzan con lo que llaman un impacto. Ese impacto puede ser por ejemplo un desastre natural, una escasez de recursos importantes como el petróleo o -por poner otro ejemplo inocente- un ataque terrorista. 

Las economías de los países siguen ciclos económicos, un patrón de subidas y bajadas de la economía con descensos (recesiones) y subidas (recuperaciones). Los expertos en macroeconomía por tanto tienen la intención de hacer que la gráfica que representaría esos ciclos fuese lo más elevada posible (haya más producción) y reducir los ciclos, las distancias entre recuperaciones y contracciones con la bienintencionada finalidad de reducir el paro. Un modelo estándar de economía vendría a ser una gráfica ascendente con una gran producción y un pleno empleo, con todo el mercado laboral en activo.

Se supone que tras un impacto económico son los precios los que tienden a hacer regresar la economía al pleno empleo. Las empresas disminuyen los precios para asegurar la venta y con el tiempo los precios disminuyen en toda la economía y ésta llega de nuevo al nivel de producción anterior. Para llevar a cabo esto conviene que los precios puedan cambiar muy rápido. Si son lentos, más se alarga el periodo por debajo del nivel ideal. Por ello se habla de esos periodos tras los impactos como corto o largo plazo.

Si los precios permanecen rígidos, la recesión se alargará, se produce el paro y disminuyen los salarios (las empresas contratan personal más barato). 


Aquí no puedo evitar hacer un paréntesis y quitarme por un momento las gafas de ver en modo capitalista. En el libro que mencioné en la anterior entrada, Introducción a la economía política, Rosa Luxemburgo tiene unas cuantas palabras dedicadas a estos ciclos económicos y la aparente imposibilidad de predecirlos. Señalo algunas de ellas: 


En la entidad que abarca océanos y continentes no existe planificación, conciencia ni reglamento, solamente el choque ciego de desconocidas fuerzas incontroladas que juegan caprichosamente con el destino económico del hombre. Desde luego que aún hoy un soberano todopoderoso domina a obreros y obreras: el capital. Pero la soberanía del capital no se manifiesta a través del despotismo sino de la anarquía.
Y es precisamente la anarquía la responsable de que la economía de la sociedad humana produzca resultados que constituyen un misterio imposible de predecir para todos los afectados. La anarquía hace de la vida económica humana algo desconocido, ajeno, incontrolable, cuyas leyes debemos descubrir de la misma forma que descubrimos las de la naturaleza(...)
Ya deben de tener claro por qué a los economistas burgueses les resulta imposible explicar la esencia de su ciencia. Reconocer y afirmar que la anarquía es la fuerza motriz vital del dominio del capital es pronunciar su sentencia de muerte, afirmar que sus días están contados. Resulta claro por qué los científicos defensores oficiales del dominio del capital tratan de oscurecer el problema mediante toda clase de artificios semánticos.

Bueno. Respiramos hondo y nos ponemos de nuevo las gafas capitalistas. 

Volvemos a un autor citado en la primera entrada, otro referente en la economía como es John Maynard Keynes. Seguramente nos topemos con él apenas veamos cualquier artículo económico, así que más vale saber un poco de su vida. Se habla de keynesianismo cuando nos referimos a su teoría. Fue el primer autor en observar la relación entre los precios y las recesiones, tras la Gran Depresión de los años 30. En esa recesión el PIB llegó a bajar a un nivel muy bajo y el desempleo llegó a altas cotas.

Su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicada en 1936, es un referente en este aspecto. El keynesianismo relaciona las variaciones de la demanda agredada (la suma de bienes y servicios que una economía está dispuesta a comprar a un nivel de precios) con el nivel de empleo y de ingresos.

Se trata de un enfoque económico partidario de las intervenciones estatales frente al dejar hacer propio del liberalismo puro. Habíamos mencionado antes que son los precios y sus ajustes los causantes de las oscilaciones económicas, según la escuela clásica (Smith, Say, Ricardo). Keynes da la vuelta a esta perspectiva clásica y propone que es la demanda la que determina la producción. Las temidas oscilaciones de las economías llegan por la baja demanda, por las bajas expectativas de los consumidores. Por tanto es conveniente que en esas situaciones el Estado intervenga en aumentar el gasto público para estimular la demanda agregada y así aumentar la producción y el empleo.

Dijimos al principio que la mayoría de los economistas se fijan en la escasez de recursos. Keynes propone concentrar la atención en los recursos acumulados, como los inventarios. En cierta forma, las crisis son paralizaciones en las ventas, lo que genera un círculo vicioso: precios a la baja, trabajadores demasiado caros para las empresas, que no obtienen beneficio con la bajada de precios, aparecen los despidos, el paro hace que el consumo descienda, más bajadas de precios y vuelta al inicio. Keynes pensó que era un contrasentido que habiendo recursos se produjesen las crisis. ¿De qué modo evitar el exceso de recursos?, estimulando la demanda para que se consuman esos recursos sobrantes.

Es una manera simplista de explicarlo pero más o menos nos sirve para tener una idea aproximada. El keynesianismo supone, en resumen, utilizar las políticas fiscales para incentivar el consumo y el empleo. 

Este enfoque tiene lógicamente su repercusión política. Nos lleva al concepto de Estado del bienestar o sociedad del bienestar. Supone una manera de entender la política económica que acepta el cumplimiento de los derechos sociales de todos los habitantes de los países, lo que se manifiesta en forma de servicios a cargo de los gobiernos, o un cierto control estatal de la vida de los ciudadanos.

Los capitalistas neoliberales, digamos los descendientes actuales del liberalismo clásico, se oponen al keynesianismo porque consideran que el Estado actúa como un guarda que de manera injusta se entromete en ese mercado libre y perfecto y ataca a los emprendedores y creadores de la riqueza con el pretexto de la igualdad social y la justicia. 

Y más o menos esta disputa sigue hoy día. Ahora, para terminar esta segunda entrada, metemos ya las gafas capitalistas en la funda y, como buenos aprendices de comunistas, nos preguntamos ¿de qué lado nos ponemos nosotros, de los keynesianistas o de los neoliberales?

Pues de ninguno. Si el neoliberalismo es el heredero del mercado libre y el laissez faire, el keynesianismo no es su opuesto, no es un modelo de producción planificada de cara al interés social. El keynesianismo supone la tabla de salvación de un capitalismo que, en su momento de mayor crisis, estaba bastante tocado. Frente a las muestras de auge de los sistemas socialistas (pensemos en la URSS que pasó de ser un imperio feudal al mayor grado social y de desarrollo alcanzado hasta la fecha), el capitalismo toma así nuevas fuerzas y revive hasta hoy.


Alguien levantará la mano y dirá, oiga, entre susto y muerte me quedo con susto. Me parece bien. Pero nuestra obligación como aspirantes a vanguardia de la clase obrera es explicarlo todo.


Nos queda una tercera entrada en la que remataremos, viendo la parte micro, nuestra lección de andar por casa sobre economía. Ya con ella podremos salir a la calle y diferenciarnos orgullosos del apocalipsis zombi en el que se encuentra la clase trabajadora.


martes, 16 de abril de 2019

Nociones básicas de Economía

En esta entrada y posteriores (segunda y tercera) se hace un repaso  sobre conceptos básicos de la economía, con el objetivo de entender cómo funciona la sociedad capitalista y poder así analizarla mejor. Intentaré explicar de manera sencilla ideas como factores de producción, producto interior bruto, inflación, oferta y demanda, laissez faire y otras. Hablaré también un poco sobre autores fundamentales para el capitalismo como Adam Smith, Ricardo o Keynes y su influencia.

El objetivo es ponerse en la piel del capitalista bienintencionado que cree en la bondad del libre mercado para comprender cómo son sus razonamientos.

Este blog no lo lee nadie pero me gusta escribir estas entradas por si el mensaje encerrado en una botella llega a alguna playa. Me sirve a mí para repasar conceptos y, como soy un tipo del montón (por tanto soy uno de muchos), quizás haya más militantes comunistas o curiosos que se encuentren en mi misma situación. 

Vamos pues con ello.


Sucede que a los trabajadores (al menos los de mi edad, hoy día los estudios básicos incluyen asignaturas sobre economía) la jerga de los economistas nos suena enrevesada pero a la vez cercana. Enrevesada porque tiene matices matemáticos y abstractos que no son fáciles de manejar, pero cercana porque forman parte del menú diario de radios y televisiones, de tal modo que todos nos hemos formado una idea más o menos acertada de esos conceptos económicos.

En una entrada anterior hablaba sobre la dificultad de leer El capital (aquí enlace). Puede ser que una de las dificultades al leer este texto esté motivada por ese desconocimiento o esa idea formada de manera no del todo correcta. Recordemos que el subtítulo que Marx le puso fue "Crítica de la economía política". Por tanto, la mejor manera de entender esa crítica es manejar con alguna soltura el objeto criticado. 

Y para eso estamos. Si a uno le da por buscar un poco, llama la atención la gran facilidad con la que puede encontrarse lecturas sobre economía básica por todas partes. Basta hacer una búsqueda en internet y surgen montones de manuales y diccionarios. En la biblioteca de mi pueblo encontré al menos diez de este tipo. Hay también muchos libros que enfocan este tema como si fuesen libros de consejos para personas emprendedoras que quieren conocer los entresijos del mercado y montar un negocio; su valor equivale al de los libros de autoayuda.

En todos ellos encontraremos referencias a Marx y al socialismo. Aunque quisieran evitarlas, no pueden, dada la influencia de nuestro amigo Carlos. Unos textos serán al menos amables y lo explicarán pero dirán que el socialismo no funciona y que la historia se ha encargado de demostrarlo. Otros directamente agreden al lector con tremendas falacias. Es lógico. Esos manuales están escritos con la intención de aparecer en los estantes principales de los grandes almacenes; si se dedicaran a explicar la teoría que demuestra que el capitalismo es criminal probablemente no aspirarían a entrar en la lista de los 40 libros más vendidos.

Poco tiempo antes de ser asesinada, Rosa Luxemburgo se encargó de dar clases sobre economía política para la formación de cuadros. Las notas que la autora redactó para esas clases se editaron en un libro con el nombre Introducción a la economía política. En este libro podemos encontrar reflexiones muy interesantes sobre este aspecto, la represión que la sociedad -incluida la formación universitaria- hace a las visiones sobre la economía desde el materialismo dialéctico y la manera en que los economistas capitalistas eluden explicar en sus estudios cuestiones que vayan más allá de la perspectiva idealista. Es muy interesante y podremos disfrutar en su lectura de la ironía mordaz de la autora.

En esas lecciones, Rosa Luxemburgo decía:


La economía es una ciencia muy particular. Los problemas y las controversias aparecen apenas se da el primer paso en esta rama del conocimiento, apenas se plantea la pregunta fundamental: de qué trata esta ciencia. El obrero común, que tiene sólo una idea muy vaga de qué es la economía, atribuirá su falta de conocimiento a una deficiencia en su educación general. Pero en cierto sentido comparte su perplejidad con muchos estudiosos y profesores eruditos.

Según nuestra compañera Rosa, mucha parte de culpa de la dificultad con la que se expresan los economistas procede de ese interés oculto en no revelar de manera descarnada los vericuetos del capitalismo. De hecho, sería más correcto que se hablase de economía política, teniendo en cuenta que se trata de la ciencia que estudia los mecanismos mediante los cuales un pueblo crea su riqueza, administra el trabajo, lo distribuye, etc. 

Para empezar, en muchos de esos manuales que comentaba más arriba, encontraremos definiciones que nos hablan de una ciencia que trata la limitación de los recursos y su administración y del trabajo para satisfacer las necesidades humanas, con el objetivo de lograr la felicidad de las personas.

Con esta definición podríamos afirmar que se trata por tanto de la ciencia más fallida o menos elaborada, puesto que la economía hasta el momento no ha logrado distribuir precisamente mucha felicidad ni satisfacer las necesidades más que de una pequeña parte de los seres humanos.

Pero bueno, no empecemos con exigencias. Sea como sea es cierto que los recursos son limitados, que el trabajo humano desarrolla unos medios de producción mediante los cuales obtiene de la naturaleza una forma de subsistir y que cada sociedad tiene un sistema por el que los administra. Esto es así tanto si miramos con microscopio la economía de una familia cualquiera como si alargamos la vista en un catalejo y miramos a todo un país o un continente. 

Por ello los economistas distinguen entre macro y microeconomía. Aquí van algunas definiciones.

La Microeconomía se encarga de las personas y las empresas, los negocios, los mercados y demás en una zona determinada. 

La Macroeconomía estudia zonas amplias como un país o un conjunto de países y usa magnitudes amplias como la renta nacional, el paro o las importaciones y exportaciones.

En la actividad de producción y distribución intervienen los llamados agentes económicos, que pueden ser de tres tipos: las empresas, como agentes dedicados únicamente a la producción, las familias, que aportan el recurso productivo humano y a la vez realizan el consumo de los productos, y el Estado como un agente intermedio que puede hacer funciones como oferente o demandante, puede destinar ingresos a empresas de interés social o a las familias en forma de subsidios o pensiones. 

El punto de encuentro donde se desarrolla el intercambio entre esos agentes es el mercado, entendido como un concepto difuso que comprende desde el lugar físico donde se realiza una compra-venta hasta las conexiones informáticas por las que circula la información de una operación bancaria. La relación entre esos agentes en el mercado produce un flujo circular de la actividad económica. Por poner un ejemplo, una familia ofrece medios productivos al mercado donde son adquiridos por una empresa, que a su vez fabrica un producto que es consumido por las familias. Ese flujo da vueltas, es circular, y representa el motivo de estudio de los economistas.

Los expertos hablan de mercado de competencia perfecta como un mercado ideal que tendría unas características concretas como la libertad de concurrencia (hay libertad para crear empresas y esto lleva a que haya muchas que se reparten su parte de mercado), la ausencia de monopolios (cuando hay un solo productor de un bien o servicio) o de oligopolios (unos pocos productores).

El flujo de ingresos supone para los trabajadores el salario, para los propietarios de edificios o tierras las rentas, para las empresas el beneficio y para el capital el interés.

Los mercados pueden ser a su vez de factores de producción (compran para producir), financieros (sobre préstamos) o de bienes y servicios (se compran los productos). 

La curva de la demanda es una gráfica que relaciona el precio de los productos y la cantidad comprada.
Se trata de la cantidad total que están dispuestos a gastar los consumidores en un momento dado, esto es, la cantidad demandada de bienes o servicios por los agentes económicos para cada nivel de precio. Presenta una pendiente negativa: el gasto de los compradores asciende cuando bajan los precios. Si bajan los precios, la demanda agregada será mayor. 
Para las empresas esta gráfica tiene una importancia grande pues de ella pueden obtenerse ciertas predicciones sobre el comportamiento del mercado ante las variaciones de los precios.

Ese comportamiento del mercado es uno de los pilares sobre los que se fundamenta la ideología capitalista. Es evidente que en cualquier sociedad, de cualquier tipo, es imprescindible que exista un comercio entre pueblos o zonas geográficas, una compra y venta de productos o servicios. De hecho el comercio es una de las claves en la historia de la humanidad. Comienza a finales del Neolítico y es pieza fundamental en el desarrollo de las primeras civilizaciones (fenicios, griegos, romanos), desarrolla las líneas por las que transcurre la evolución humana (creación del dinero, bancos, rutas comerciales, los descubrimientos, innovaciones en el transporte, conflictos entre países, el colonialismo, la globalización, etc).


Esta importancia del comercio fue observada
por numerosos autores desde antiguo, pero fue el británico Adam Smith quien en 1776 publica el que se considera el primer tratado de economía política, Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, conocido como La riqueza de las naciones. Smith es el primero de los pensadores que forman la Escuela Clásica (compuesta por autores como Ricardo, Malthus, Mill, Say y otros, incluido el propio Marx, cuyos nombres nos resultarán familiares a poco que frecuentemos la lectura del Capital o de cualquier texto económico). De la obra de Smith nos interesa, por resumir con mucha brevedad, este aspecto sobre la importancia de los mercados que, como digo, es el pilar del capitalismo.
En La riqueza de las naciones, Smith explica que dentro de los factores de producción (conjunto de recursos que se emplean para producir todas las cosas que necesitamos para vivir, como los recursos naturales, el trabajo, el capital , la organización de los medios) el trabajo humano tiene una relevancia especial, pues de su división surge el incremento en la productividad.
En la época de Smith, finales del XVIII, se produce la Revolución Industrial, especialmente en la tierra del autor, Gran Bretaña, en la que los tiempos de la manufactura dejan paso a la aparición de las máquinas que permiten la producción en el modo fabril (producción a nivel industrial en las fábricas).
Es esa innovación en la forma de producción la que eleva el número de productos y bienes y, por tanto, es lo que aumenta la riqueza de las naciones. Según Smith, ese afán por especializar y dividir el trabajo no es algo planeado por las personas sino que nace de una tendencia natural del ser humano en hacer intercambios y comerciar. Esta tendencia no es benevolente sino que es fruto del interés individual:

El hombre, en cambio, está casi permanentemente necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultará inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia. Es más probable que la consiga si puede dirigir en su favor el propio interés de los demás, y mostrarles que el actuar según él demanda redundará en beneficio de ellos. Esto es lo que propone cualquiera que ofrece a otro un trato. Todo trato es: dame esto que deseo y obtendrás esto otro que deseas tú; y de esta manera conseguimos mutuamente la mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos. Y ni siquiera un mendigo depende de ella por completo.

 Esto es, Smith señala que los mercados son relaciones voluntarias de particulares que participan del intercambio en beneficio propio, pero ese interés individual acaba redundando en un bien común. Para que ese mercado fluya es una condición necesaria, además, que exista alguna acumulación de capital. Es esa acumulación de capital la que origina la división del trabajo y su volumen depende del volumen del mercado. (Puede que en algún momento oigas una especie de eco dentro de tu cabeza, es la risa de Marx, pero recordemos que estamos intentando comprender el pensamiento capitalista).

Ese aparente desorden de la suma de los egoísmos particulares acaba desarrollando un orden en el conjunto que finalmente beneficia a toda la sociedad de una manera equilibrada o armónica, en una manera semejante a la arena disuelta en el agua cuando reposa y se precipita en el fondo. Smith utiliza como una metáfora la imagen de una mano invisible, que equivale a la idea de una fuerza natural o superior que armoniza el desorden de los enfrentamientos particulares en el mercado.
En definitiva, Smith propone la idea del laissez faire (en francés, dejar hacer, dejar pasar), o sea la ausencia de control por parte de los Estados o de autoridades superiores, como gobiernos o monarcas. Esta manera de entender la economía supone una ruptura con la visión anterior a Smith, que defendía la protección de los gobiernos -mercantilismo- en forma de aranceles e impuestos, ruptura que viene marcada por la aparición de una nueva clase social burguesa que se abre paso en la sociedad con la fuerza de las máquinas fabriles de la Revolución Industrial.
La ausencia de control en los mercados es la característica que determina el llamado liberalismo clásico


Otro concepto que nos sonará bastante de las noticias y de los artículos económicos es el de economía de mercado. Es aquella en la que no intervienen los gobiernos, la del laissez faire. Su contraria sería la economía planificada, en la que todo está dirigido desde el gobierno. En la realidad ninguna economía es puramente de uno de ambos tipos, ni siquiera la economía de mercado del país más liberal, todas ellas acuden a la intervención estatal cuando les resulta conveniente.

Más conceptos útiles. Una de las gráficas que manejan los economistas y que permite analizar el comportamiento de los mercados es la de la frontera de posibilidades de producción. En ésta se representan
las cantidades máximas de producción que puede obtener una economía en un periodo determinado haciendo uso de todos los recursos que tiene disponibles. Dentro de las diferentes posibilidades de producción de una economía, las alternativas para producir un producto u otro y qué cantidad de cada uno son muy grandes. Si se elige una alternativa, se están descartando otras posibilidades. La relación entre lo que se elige y lo que se descarta es el coste de oportunidad.
Esta gráfica relaciona, de modo un poco irreal, la cantidad de productos que se pueden realizar en un eje y la cantidad de otro producto en el otro eje, usando todos los medios disponibles (en el dibujo por ejemplo X podrían ser cantidades de zapatos y Xa 100 zapatos y Xb 200, o Y cantidades de vestidos). De ese modo los puntos dentro de la curva, A o B, indican la relación entre el número de vestidos o zapatos que se podrían fabricar con todos los medios de producción. El punto C indica una producción relacionada por debajo de ese tope, por tanto una producción ineficiente o con recursos ociosos; el punto D, por encima, sería una posibilidad inalcanzable, a la que sólo se podría llegar realizando una innovación en los medios.

Todos habremos oído hablar del PIB, el Producto Interior Bruto, pero veamos qué es exactamente. En la economía, en especial en la macroeconomía, como en todas las ciencias sociales, los expertos deben recurrir a las estadísticas para que sus estudios tengan rigor. Es imposible usar términos absolutos como en las ciencias exactas, sus métodos recurren entonces a estudios estadísticos. Pues bien, el PIB es una de esas estadísticas y en ella se estima el valor de todos los bienes y servicios producidos en un país en un tiempo determinado.
El PIB sólo tiene en cuenta las transacciones que implican dinero. Podría contabilizar tanto las ventas como los gastos (en Economía los ingresos tienen que ser iguales a los gastos, dado que toda transacción es un intercambio entre dos agentes por el mismo valor). Se usan los ingresos porque ya existen normas de los gobiernos que obligan a declararlos. Forma parte de la contabilidad nacional, que es un registro del sistema económico de un país y permite hacerse una idea de su situación y planear actuaciones a nivel estatal.

Estas estadísticas sirven para tener un modo de medir la macroeconomía. Según Keynes (otro autor importante que tenemos que ver y lo haremos en la siguiente entrada de esta serie), el PIB puede contabilizarse siguiendo una ecuación que suma los gastos de un país del siguiente modo:


Y = C + I + G + EN

En la ecuación Y (el PIB) es la suma de los cuatro gastos tradicionales: el consumo (C) hecho por los hogares en bienes y servicios, que suman el 70 % del total, la inversión (I) de empresas en capital, como equipos o edificios, el Gobierno (G) representado como los gastos en compras de bienes y servicios estatales, y las exportaciones netas (EN) o diferencia entre las compras de productos extranjeros (importaciones) y ventas al exterior (exportaciones).

Más adelante como digo veremos un poco de Keynes pero adelantemos que su visión del PIB viene a partir de la Gran Depresión o Crisis del 29, una crisis de nivel global que se originó en EE.UU. y que tuvo su salida en la Segunda Guerra Mundial. En ella el comercio del planeta descendió hasta más de la mitad. Keynes pensaba que la política del gobierno tenía que estar centrada en que las personas aumentasen el gasto en bienes y servicios, con el fin de incentivar el comercio internacional.

Como vemos, apenas hemos visto una primera entrada y ya nos encontramos con una gran crisis. En la siguiente veremos también que esa definición de la economía que nos planteaba la felicidad de la población y el reparto de los recursos incluye necesariamente una parte importante de periodos de crisis y conceptos que la explican.

¿Cómo entienden los economistas tradicionales las crisis? Es un tema interesante, pero con esto es bastante para una primera entrada, continúa en la siguiente si la fuerza nos acompaña. 



domingo, 24 de febrero de 2019

Desmontando las noticias falsas del PP de Mairena



Se nota que ya se nos vienen encima las elecciones. Los partidos suben el tono de sus mensajes y se vuelven más agresivos, en especial los tres partidos de la derecha, que andan peleándose entre ellos por ver quién es más de derechas que los demás. 

Es triste que haya que ponerse a su altura, en especial dentro de un pueblo donde todos nos conocemos. Pero cuando hablamos del pan de nuestros hijos hay que alzar la voz. Lo cortés no quita lo valiente.

El pasado viernes Adelante Mairena, es decir el PP mairenero, lanzaba en su página de Facebook la noticia de que el PSOE y Podemos (se olvidan de que es Unidos Podemos) habían votado en contra de eliminar el impuesto de actos jurídicos de la primera vivienda. Y añadían, amenzantes: acuérdate de ellos cuando vayas a votar.



 Deben creer que los maireneros tienen las neuronas justas para echar el día. Veamos en cuatro sencillos pasos por qué:

1. Lo que se votó el día 21 en el Congreso es, efectivamente, que no se eliminara ese impuesto que el Gobierno ya había ordenado que tienen que pagar los bancos. Es decir, lo que el PP pretendía era librar a los bancos de hacer frente al pago de ese impuesto. No los ciudadanos. Esto puede comprobarse con una simple mirada a la prensa: El Confidencial: Congreso evita que la banca se libre del impuesto de las hipotecas como quería el PP

2. Si el PP se preocupara tanto por los ciudadanos hipotecados, no habría sido partícipe -junto con el PSOE, por cierto- del rescate a la banca que ha costado más de 60.000 millones del dinero de todos los españoles, el dinero que los trabajadores ponemos con nuestros impuestos.


3. Si el PP se preocupara tanto de los ciudadanos con hipotecas no habría pactado de la mano del PSOE que fuese prioritario por ley constitucional que se pagara la deuda de las especulaciones bancarias antes que la sanidad o la educación de los ciudadanos, matando a estos a recortes, listas de espera, mala atención y gastos inabarcables en educación para cualquier familia trabajadora.

4. Si el PP se preocupara por los hipotecados no habría llevado a cabo, de la mano del PSOE de nuevo, cientos de miles de desahucios en España sólo en los últimos años

Así pues, hagamos caso a Adelante Mairena. Si es usted un banquero, o posee una empresa inmobiliaria, o vive de los intereses de sus numerosas viviendas, debe acordarse de ellos a la hora de votar.

Pero si usted es un trabajador y posee sólo la vivienda en la que vive con su familia y que tanto le cuesta pagar, lo que debe hacer es darse cuenta de que el PP le toma por tonto y acordarse de que le quiere tomar el pelo y encima que les de su voto en contra de su propio interés y de todos los maireneros trabajadores. 

  

jueves, 31 de enero de 2019

Uberización, tecnología, Marx.

Chaplin atrapado en la cadena de montaje de la película Tiempos modernos, alegoría de la desesperación obrera ante el avance de la maquinaria capitalista.

Soy bastante desafortunado haciendo pronósticos, nunca gano las apuestas futboleras con los amigos. Pero apostaría algo a que la Fundación de Español Urgente, Fundeu, (la fundación patrocinada por el BBVA que se ocupa del uso del castellano y los neologismos) propone como "palabra del año" para 2019 el término "uberizar".
Como un mantra repiten los medios estos días el dichoso palabro, que lograrán incrustar en el lenguaje hasta convertirlo en cotidiano, como una de las maneras de normalizar una nueva vuelta de tuerca en la explotación laboral. 
A este respecto, en referencia a la polémica del taxi, el modernísimo Albert Rivera nos dejaba ayer esta maravillosa perlita en el medio de comunicación oficial de nuestros días:



¿Se imaginan ustedes -diría el joven preparado Albert- que un mecánico de Olivetti se pusiese de huelga en protesta por las impresoras? ¡Va contra la evolución de la Humanidad! ¡No se puede poner puertas al campo!

No hay que complicarse mucho para volver en su contra esta falacia. ¿Imaginaba el bueno de Albert que los internautas que compartían contenidos con programas P2P iban a ser multados o encarcelados? ¿Imaginaba alguien que un sistema operativo como Windows monopolizara el mercado global siendo manifiestamente inferior a otros sistemas que además son gratuitos?

El asunto tiene sus kilobytes de mandanga. ¿Cómo se interpreta la cuestión tecnológica desde el materialismo dialéctico? ¿Qué diagnóstico damos al proceso de "uberización" que se cierne sobre el mercado laboral?

Cuando estudiamos el progreso de una sociedad sin duda llegamos a la conclusión de que el desarrollo tecnológico es un factor decisivo. No hay transformación social que no haya venido influenciada por una innovación tecnológica. Todos somos susceptibles de ello. Pensemos por ejemplo, los actuales humanos de mediana edad, en el cambio que supuso en nuestras vidas la aparición de internet. 

Pero esta relación entre el desarrollo social y la tecnología no ocurre en un espacio aislado del resto de circunstancias de la vida. En el ejemplo que planteo, nuestro amigo Albert piensa de manera idealista que el progreso es una especie de valor supremo que sobrevuela por encima de las circunstancias mundanas, por eso considera que los taxistas no pueden sustraerse a algo que es un valor universal, oponerse es intentar frenar la evolución humana. Este tipo de pensamientos antidialécticos es muy común hoy y responde a una mentalidad atrapada en el idealismo.

Rivera, adepto fiel de la filosofía que conviene al capitalismo, no tiene en cuenta el aspecto social. La tecnología, como la ciencia, posee un importante carácter social. La idea de lo tecnológico como algo únicamente técnico limita -a conciencia, como veremos enseguida- su alcance y deja de lado otros factores fundamentales. Obvia el complejo sistema de relaciones en las que se desenvuelve el ser humano y también el mercado laboral. El carácter social es así silenciado en favor de poner el énfasis en el progreso entendido como el avance en lo puramente técnico, industrial o comercial.

El enfoque más correcto sería el que de manera dialéctica relaciona el conjunto de factores, observándolos como un todo de manera integral. El materialismo demuestra la preeminencia de las condiciones materiales de la vida. La tecnología, vista por tanto de este modo, es un proceso social y tiene aspectos técnicos pero también profesionales, administrativos, incluso políticos e ideológicos.

¿Qué pensaríamos entonces sobre la "uberización" desde un punto de vista marxista? Modestamente creo que tiene un análisis muy claro. Marx ya relacionaba en El capital la tecnología con la teoría del valor. ¡Las contradicciones y antagonismos inseparables del empleo capitalista de la maquinaria no existen, ya que no provienen de la maquinaria misma, sino de su utilización capitalista! exclama Marx en El capital (primer tomo, capítulo XIII, apartado 6, la teoría de la compensación, aplicada a los obreros desplazados por las máquinas). En este mismo apartado, explica:

El resultado inmediato de la maquinaria consiste en aumentar el plusvalor y, a la vez, la masa de productos en que el mismo se representa; acrecentar, por ende, a la par de la sustancia que consumen la clase capitalista y todos sus dependientes, a esas capas sociales mismas.

Es la plusvalía el principal impulso que fomenta los cambios tecnológicos. Esto es, El sentido innovador de la tecnología va en consonancia con el interés de la clase burguesa por incrementar la tasa de ganancia. Los avances técnicos demuestran el progreso alcanzado por los materiales productivos, pero depende del ser humano las consecuencias en las que se apliquen, por tanto dependen de la clase social que ostenta esos medios productivos, que por supuesto usará en interés de su clase y de manera opuesta a los intereses de los trabajadores.

El uso de aplicaciones informáticas para móviles que supuestamente "facilitan" la vida diaria y favorecen la "economía colaborativa", va encadenado a una nueva manera de explotación (en realidad sobre-explotación, dado que ya el proceso asalariado supone una plusvalía) en la que el "empleado" pierde sus derechos al situarse como un falso autónomo y quedar a disposición absoluta de la demanda del cliente en horarios cada vez más amplios. El ahorro en prestaciones o cotizaciones no redunda en un salario mayor, sino que va al bolsillo del administrador de esas aplicaciones. Por otra parte, permite concentrar los distintos sectores laborales en las manos del avispado emprendedor que saca provecho de ello, que convenientemente guarda su suculento capital en paraísos libres de odiosos impuestos.

 Con esta vuelta al asunto, llegamos a la conclusión siguiente: la defensa del desarrollo tecnológico (al estilo riveriano y en situaciones como la del ejemplo) por las clases poderosas y sus lacayos es consecuencia directa de ese antagonismo social. Todo acercamiento que ignore el aspecto social es por tanto falaz e interesado.

Añado como fuentes que he usado y recomiendo la lectura sobre este tema de los estudios que enlazo:
La Tecnología como proceso social: una visión desde Marx, Inés de la Caridad Valdés.
La concepción marxista del cambio tecnológico, Claudio Katz.