En la entrada anterior (aquí enlace) y en la siguiente (aquí) nos planteamos repasar nociones fundamentales de la economía, con el objetivo de entender en palabras sencillas cómo funciona la sociedad capitalista en que vivimos y poder así analizarla mejor.
Intentamos ver la economía desde los ojos del capitalismo. Por aquello de pensar como el enemigo para saber rebatirle. Sigamos.
Intentamos ver la economía desde los ojos del capitalismo. Por aquello de pensar como el enemigo para saber rebatirle. Sigamos.
Nos quedamos en la primera parte hablando del PIB, de los mercados, de Adam Smith y la mano invisible. Vimos que los economistas nos presentaban su ciencia como el estudio de los recursos para lograr el bienestar de los ciudadanos, pero que el capitalismo a veces, bastantes veces, no puede lograr sus objetivos y tiene que afrontar periodos de crisis muy graves. Así que sigamos con esos conceptos críticos.
Muchas veces leeremos en los medios la palabra inflación, mencionada con cierto horror, en especial relacionada con países no alineados con el imperialismo occidental. ¿Qué es la inflación? Es el término que usan los economistas cuando el nivel general de precios aumenta de una forma sostenida en un periodo de tiempo.
La inflación supone una disminución del poder adquisitivo, o sea de la capacidad para comprar bienes o servicios, o dicho de otro modo, la cantidad de productos que podemos adquirir con una cantidad de dinero.
Para medir este importante dato, se recurre de nuevo a otro estudio estadístico, en este caso el IPC, índice de precios al consumidor. El IPC es un índice, un valor numérico, que se obtiene observando los precios de diversos productos, bienes o servicios, que sean comunes en el gasto de una familia media (la "canasta familiar"). Se expresa en un porcentaje, que puede ser positivo cuando los precios aumentan o negativo si disminuyen. En la fecha de esta entrada, por ejemplo, la página del INE dice que el IPC actual es del 1,3%, dos décimas más que el mes pasado.
Dado que mide el poder adquisitivo frente a las variaciones de los precios, el IPC da una medida de la inflación de un país en un cierto momento. Para eso se realiza. Los economistas saben que la inflación depende de la relación entre la oferta y la demanda monetaria.
Este es un concepto peliagudo que a los profanos nos cuesta un poco entender, así que vamos a explicarlo despacito.
La oferta de dinero o demanda monetaria es la cantidad de dinero de un país en un momento concreto. Tengamos en cuenta que incluye los pagarés, los depósitos bancarios o cheques, pero principalmente hace referencia al dinero en efectivo, esto es, los billetes y las monedas.
Si un gobierno imprime mucho dinero, se produce inflación: el dinero pierde valor y aumentan los precios. Si se imprime poco es al revés, bajan los precios y se produce deflación.
Para comprenderlo tengamos en cuenta que los expertos estiman que el valor del dinero lo determinan la oferta y la demanda. Si el dinero es abundante, se imprime mucho, cada unidad bajará su valor, dado que al haber muchas personas con más dinero los precios tenderán a subir, tanto más cuanto más dinero haya (los vendedores subirán los precios ante compradores bien surtidos de efectivo, que se disputarán la compra). Si el dinero, por contra, es escaso, las unidades subirán su valor, con cada moneda o billete podremos comprar más cosas, porque los compradores tendrán más complicado colocar la venta (hay menos posibilidades de hacer el trato comercial).
Así pues, los precios y el valor del dinero están relacionados de manera inversa. Esa oferta de dinero está controlada por los gobiernos. Suele crecer lentamente en el tiempo. Si la economía crece se producen más bienes y los consumidores demandan más efectivo.
Si hasta aquí hemos pillado más o menos el asunto, podemos resumir que esa relación entre oferta y demanda se presenta de tres maneras:
- oferta monetaria > demanda → inflación.
- oferta monetaria < demanda → deflación.
- oferta monetaria = demanda → los precios no cambian, el valor relativo del dinero se mantiene.
Si alguien tiene curiosidad en este tema o quiere un ejemplo real para mayor claridad, recomiendo leer acerca de la hiperinflación durante la República de Weimar (aquí la entrada en Wikipedia) Durante los años de entreguerras en Alemania, por la bajada del poder adquisitivo alemán tras la Primera Guerra Mundial debida a los apremiantes pagos a las potencias vencedoras, el gobierno tomó la decisión de imprimir dinero en grandes cantidades y sin respaldo para pagar sus deudas. Como consecuencia, los precios llegaron a alcanzar niveles escandalosos (se pagaron cientos de miles de marcos por una pieza de pan) y los precios ascendían tan rápido que los asalariados se veían obligados a pedir su sueldo cada día para poder adquirir los productos básicos antes de que el valor de su dinero se depreciara y no pudiesen adquirirlos.
He comentado antes la expresión "dinero sin respaldo". ¿De dónde viene el valor del dinero de cada país? Hasta hace poco, los años 70, se usaba el patrón oro. Cada billete o moneda equivalía a una cantidad de oro, uno podía acudir al banco y cambiar cierto dinero por una pieza de oro. De ese modo un gobierno para imprimir más billetes necesitaba conseguir oro, si no quería verse contando los billetes al peso como en el ejemplo anterior. El presidente norteamericano Nixon estableció en los 70 el sistema de curso legal, durante los llamados Acuerdos de Bretton Woods, otro interesante y siniestro momento histórico del capitalismo. En este sistema la moneda no tiene un respaldo físico, su valor se establece por ley, por decreto, de ahí el apelativo "legal".
Las recesiones son los periodos en los que la producción de bienes y servicios disminuye. Los economistas vigilan con recelo estos periodos porque si la recesión se alarga, se produce cada vez menos y al necesitar menos trabajadores las empresas recurren a los despidos. Recordemos que los expertos están muy interesados en el bienestar de todos y por tanto aspiran al pleno empleo. (Aquí de nuevo nos llega el eco lejano de unas voces, son las risas de Carlos, Federico, Rosa o Vladimir; es obvio que el capitalismo valoriza o desvaloriza el dinero dando un papel secundario al valor de la producción y del trabajo de sus productores, los obreros, pero recordemos que estamos intentando ponernos en el pellejo de un capitalista convencido).
Pese a que nos dicen que es el mejor sistema posible (y de todos modos el último sistema posible, nos aseguran), el capitalismo tiene sus momentos. Hay momentos malos, como las recesiones, que comienzan con lo que llaman un impacto. Ese impacto puede ser por ejemplo un desastre natural, una escasez de recursos importantes como el petróleo o -por poner otro ejemplo inocente- un ataque terrorista.
Las economías de los países siguen ciclos económicos, un patrón de subidas y bajadas de la economía con descensos (recesiones) y subidas (recuperaciones). Los expertos en macroeconomía por tanto tienen la intención de hacer que la gráfica que representaría esos ciclos fuese lo más elevada posible (haya más producción) y reducir los ciclos, las distancias entre recuperaciones y contracciones con la bienintencionada finalidad de reducir el paro. Un modelo estándar de economía vendría a ser una gráfica ascendente con una gran producción y un pleno empleo, con todo el mercado laboral en activo.
Se supone que tras un impacto económico son los precios los que tienden a hacer regresar la economía al pleno empleo. Las empresas disminuyen los precios para asegurar la venta y con el tiempo los precios disminuyen en toda la economía y ésta llega de nuevo al nivel de producción anterior. Para llevar a cabo esto conviene que los precios puedan cambiar muy rápido. Si son lentos, más se alarga el periodo por debajo del nivel ideal. Por ello se habla de esos periodos tras los impactos como corto o largo plazo.
Si los precios permanecen rígidos, la recesión se alargará, se produce el paro y disminuyen los salarios (las empresas contratan personal más barato).
Aquí no puedo evitar hacer un paréntesis y quitarme por un momento las gafas de ver en modo capitalista. En el libro que mencioné en la anterior entrada, Introducción a la economía política, Rosa Luxemburgo tiene unas cuantas palabras dedicadas a estos ciclos económicos y la aparente imposibilidad de predecirlos. Señalo algunas de ellas:
Bueno. Respiramos hondo y nos ponemos de nuevo las gafas capitalistas.
Volvemos a un autor citado en la primera entrada, otro referente en la economía como es John Maynard Keynes. Seguramente nos topemos con él apenas veamos cualquier artículo económico, así que más vale saber un poco de su vida. Se habla de keynesianismo cuando nos referimos a su teoría. Fue el primer autor en observar la relación entre los precios y las recesiones, tras la Gran Depresión de los años 30. En esa recesión el PIB llegó a bajar a un nivel muy bajo y el desempleo llegó a altas cotas.
Su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicada en 1936, es un referente en este aspecto. El keynesianismo relaciona las variaciones de la demanda agredada (la suma de bienes y servicios que una economía está dispuesta a comprar a un nivel de precios) con el nivel de empleo y de ingresos.
Se trata de un enfoque económico partidario de las intervenciones estatales frente al dejar hacer propio del liberalismo puro. Habíamos mencionado antes que son los precios y sus ajustes los causantes de las oscilaciones económicas, según la escuela clásica (Smith, Say, Ricardo). Keynes da la vuelta a esta perspectiva clásica y propone que es la demanda la que determina la producción. Las temidas oscilaciones de las economías llegan por la baja demanda, por las bajas expectativas de los consumidores. Por tanto es conveniente que en esas situaciones el Estado intervenga en aumentar el gasto público para estimular la demanda agregada y así aumentar la producción y el empleo.
Dijimos al principio que la mayoría de los economistas se fijan en la escasez de recursos. Keynes propone concentrar la atención en los recursos acumulados, como los inventarios. En cierta forma, las crisis son paralizaciones en las ventas, lo que genera un círculo vicioso: precios a la baja, trabajadores demasiado caros para las empresas, que no obtienen beneficio con la bajada de precios, aparecen los despidos, el paro hace que el consumo descienda, más bajadas de precios y vuelta al inicio. Keynes pensó que era un contrasentido que habiendo recursos se produjesen las crisis. ¿De qué modo evitar el exceso de recursos?, estimulando la demanda para que se consuman esos recursos sobrantes.
Es una manera simplista de explicarlo pero más o menos nos sirve para tener una idea aproximada. El keynesianismo supone, en resumen, utilizar las políticas fiscales para incentivar el consumo y el empleo.
Este enfoque tiene lógicamente su repercusión política. Nos lleva al concepto de Estado del bienestar o sociedad del bienestar. Supone una manera de entender la política económica que acepta el cumplimiento de los derechos sociales de todos los habitantes de los países, lo que se manifiesta en forma de servicios a cargo de los gobiernos, o un cierto control estatal de la vida de los ciudadanos.
Los capitalistas neoliberales, digamos los descendientes actuales del liberalismo clásico, se oponen al keynesianismo porque consideran que el Estado actúa como un guarda que de manera injusta se entromete en ese mercado libre y perfecto y ataca a los emprendedores y creadores de la riqueza con el pretexto de la igualdad social y la justicia.
Y más o menos esta disputa sigue hoy día. Ahora, para terminar esta segunda entrada, metemos ya las gafas capitalistas en la funda y, como buenos aprendices de comunistas, nos preguntamos ¿de qué lado nos ponemos nosotros, de los keynesianistas o de los neoliberales?
Pues de ninguno. Si el neoliberalismo es el heredero del mercado libre y el laissez faire, el keynesianismo no es su opuesto, no es un modelo de producción planificada de cara al interés social. El keynesianismo supone la tabla de salvación de un capitalismo que, en su momento de mayor crisis, estaba bastante tocado. Frente a las muestras de auge de los sistemas socialistas (pensemos en la URSS que pasó de ser un imperio feudal al mayor grado social y de desarrollo alcanzado hasta la fecha), el capitalismo toma así nuevas fuerzas y revive hasta hoy.
Alguien levantará la mano y dirá, oiga, entre susto y muerte me quedo con susto. Me parece bien. Pero nuestra obligación como aspirantes a vanguardia de la clase obrera es explicarlo todo.
Nos queda una tercera entrada en la que remataremos, viendo la parte micro, nuestra lección de andar por casa sobre economía. Ya con ella podremos salir a la calle y diferenciarnos orgullosos del apocalipsis zombi en el que se encuentra la clase trabajadora.
Muchas veces leeremos en los medios la palabra inflación, mencionada con cierto horror, en especial relacionada con países no alineados con el imperialismo occidental. ¿Qué es la inflación? Es el término que usan los economistas cuando el nivel general de precios aumenta de una forma sostenida en un periodo de tiempo.
La inflación supone una disminución del poder adquisitivo, o sea de la capacidad para comprar bienes o servicios, o dicho de otro modo, la cantidad de productos que podemos adquirir con una cantidad de dinero.
Para medir este importante dato, se recurre de nuevo a otro estudio estadístico, en este caso el IPC, índice de precios al consumidor. El IPC es un índice, un valor numérico, que se obtiene observando los precios de diversos productos, bienes o servicios, que sean comunes en el gasto de una familia media (la "canasta familiar"). Se expresa en un porcentaje, que puede ser positivo cuando los precios aumentan o negativo si disminuyen. En la fecha de esta entrada, por ejemplo, la página del INE dice que el IPC actual es del 1,3%, dos décimas más que el mes pasado.
Dado que mide el poder adquisitivo frente a las variaciones de los precios, el IPC da una medida de la inflación de un país en un cierto momento. Para eso se realiza. Los economistas saben que la inflación depende de la relación entre la oferta y la demanda monetaria.
Este es un concepto peliagudo que a los profanos nos cuesta un poco entender, así que vamos a explicarlo despacito.
La oferta de dinero o demanda monetaria es la cantidad de dinero de un país en un momento concreto. Tengamos en cuenta que incluye los pagarés, los depósitos bancarios o cheques, pero principalmente hace referencia al dinero en efectivo, esto es, los billetes y las monedas.
Si un gobierno imprime mucho dinero, se produce inflación: el dinero pierde valor y aumentan los precios. Si se imprime poco es al revés, bajan los precios y se produce deflación.
Para comprenderlo tengamos en cuenta que los expertos estiman que el valor del dinero lo determinan la oferta y la demanda. Si el dinero es abundante, se imprime mucho, cada unidad bajará su valor, dado que al haber muchas personas con más dinero los precios tenderán a subir, tanto más cuanto más dinero haya (los vendedores subirán los precios ante compradores bien surtidos de efectivo, que se disputarán la compra). Si el dinero, por contra, es escaso, las unidades subirán su valor, con cada moneda o billete podremos comprar más cosas, porque los compradores tendrán más complicado colocar la venta (hay menos posibilidades de hacer el trato comercial).
Así pues, los precios y el valor del dinero están relacionados de manera inversa. Esa oferta de dinero está controlada por los gobiernos. Suele crecer lentamente en el tiempo. Si la economía crece se producen más bienes y los consumidores demandan más efectivo.
Si hasta aquí hemos pillado más o menos el asunto, podemos resumir que esa relación entre oferta y demanda se presenta de tres maneras:
- oferta monetaria > demanda → inflación.
- oferta monetaria < demanda → deflación.
- oferta monetaria = demanda → los precios no cambian, el valor relativo del dinero se mantiene.
He comentado antes la expresión "dinero sin respaldo". ¿De dónde viene el valor del dinero de cada país? Hasta hace poco, los años 70, se usaba el patrón oro. Cada billete o moneda equivalía a una cantidad de oro, uno podía acudir al banco y cambiar cierto dinero por una pieza de oro. De ese modo un gobierno para imprimir más billetes necesitaba conseguir oro, si no quería verse contando los billetes al peso como en el ejemplo anterior. El presidente norteamericano Nixon estableció en los 70 el sistema de curso legal, durante los llamados Acuerdos de Bretton Woods, otro interesante y siniestro momento histórico del capitalismo. En este sistema la moneda no tiene un respaldo físico, su valor se establece por ley, por decreto, de ahí el apelativo "legal".
Las recesiones son los periodos en los que la producción de bienes y servicios disminuye. Los economistas vigilan con recelo estos periodos porque si la recesión se alarga, se produce cada vez menos y al necesitar menos trabajadores las empresas recurren a los despidos. Recordemos que los expertos están muy interesados en el bienestar de todos y por tanto aspiran al pleno empleo. (Aquí de nuevo nos llega el eco lejano de unas voces, son las risas de Carlos, Federico, Rosa o Vladimir; es obvio que el capitalismo valoriza o desvaloriza el dinero dando un papel secundario al valor de la producción y del trabajo de sus productores, los obreros, pero recordemos que estamos intentando ponernos en el pellejo de un capitalista convencido).
Pese a que nos dicen que es el mejor sistema posible (y de todos modos el último sistema posible, nos aseguran), el capitalismo tiene sus momentos. Hay momentos malos, como las recesiones, que comienzan con lo que llaman un impacto. Ese impacto puede ser por ejemplo un desastre natural, una escasez de recursos importantes como el petróleo o -por poner otro ejemplo inocente- un ataque terrorista.
Las economías de los países siguen ciclos económicos, un patrón de subidas y bajadas de la economía con descensos (recesiones) y subidas (recuperaciones). Los expertos en macroeconomía por tanto tienen la intención de hacer que la gráfica que representaría esos ciclos fuese lo más elevada posible (haya más producción) y reducir los ciclos, las distancias entre recuperaciones y contracciones con la bienintencionada finalidad de reducir el paro. Un modelo estándar de economía vendría a ser una gráfica ascendente con una gran producción y un pleno empleo, con todo el mercado laboral en activo.
Se supone que tras un impacto económico son los precios los que tienden a hacer regresar la economía al pleno empleo. Las empresas disminuyen los precios para asegurar la venta y con el tiempo los precios disminuyen en toda la economía y ésta llega de nuevo al nivel de producción anterior. Para llevar a cabo esto conviene que los precios puedan cambiar muy rápido. Si son lentos, más se alarga el periodo por debajo del nivel ideal. Por ello se habla de esos periodos tras los impactos como corto o largo plazo.
Si los precios permanecen rígidos, la recesión se alargará, se produce el paro y disminuyen los salarios (las empresas contratan personal más barato).
En la entidad que abarca océanos y continentes no existe planificación, conciencia ni reglamento, solamente el choque ciego de desconocidas fuerzas incontroladas que juegan caprichosamente con el destino económico del hombre. Desde luego que aún hoy un soberano todopoderoso domina a obreros y obreras: el capital. Pero la soberanía del capital no se manifiesta a través del despotismo sino de la anarquía.
Y es precisamente la anarquía la responsable de que la economía de la sociedad humana produzca resultados que constituyen un misterio imposible de predecir para todos los afectados. La anarquía hace de la vida económica humana algo desconocido, ajeno, incontrolable, cuyas leyes debemos descubrir de la misma forma que descubrimos las de la naturaleza(...)
Ya deben de tener claro por qué a los economistas burgueses les resulta imposible explicar la esencia de su ciencia. Reconocer y afirmar que la anarquía es la fuerza motriz vital del dominio del capital es pronunciar su sentencia de muerte, afirmar que sus días están contados. Resulta claro por qué los científicos defensores oficiales del dominio del capital tratan de oscurecer el problema mediante toda clase de artificios semánticos.
Bueno. Respiramos hondo y nos ponemos de nuevo las gafas capitalistas.
Volvemos a un autor citado en la primera entrada, otro referente en la economía como es John Maynard Keynes. Seguramente nos topemos con él apenas veamos cualquier artículo económico, así que más vale saber un poco de su vida. Se habla de keynesianismo cuando nos referimos a su teoría. Fue el primer autor en observar la relación entre los precios y las recesiones, tras la Gran Depresión de los años 30. En esa recesión el PIB llegó a bajar a un nivel muy bajo y el desempleo llegó a altas cotas.
Su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicada en 1936, es un referente en este aspecto. El keynesianismo relaciona las variaciones de la demanda agredada (la suma de bienes y servicios que una economía está dispuesta a comprar a un nivel de precios) con el nivel de empleo y de ingresos.
Se trata de un enfoque económico partidario de las intervenciones estatales frente al dejar hacer propio del liberalismo puro. Habíamos mencionado antes que son los precios y sus ajustes los causantes de las oscilaciones económicas, según la escuela clásica (Smith, Say, Ricardo). Keynes da la vuelta a esta perspectiva clásica y propone que es la demanda la que determina la producción. Las temidas oscilaciones de las economías llegan por la baja demanda, por las bajas expectativas de los consumidores. Por tanto es conveniente que en esas situaciones el Estado intervenga en aumentar el gasto público para estimular la demanda agregada y así aumentar la producción y el empleo.
Dijimos al principio que la mayoría de los economistas se fijan en la escasez de recursos. Keynes propone concentrar la atención en los recursos acumulados, como los inventarios. En cierta forma, las crisis son paralizaciones en las ventas, lo que genera un círculo vicioso: precios a la baja, trabajadores demasiado caros para las empresas, que no obtienen beneficio con la bajada de precios, aparecen los despidos, el paro hace que el consumo descienda, más bajadas de precios y vuelta al inicio. Keynes pensó que era un contrasentido que habiendo recursos se produjesen las crisis. ¿De qué modo evitar el exceso de recursos?, estimulando la demanda para que se consuman esos recursos sobrantes.
Es una manera simplista de explicarlo pero más o menos nos sirve para tener una idea aproximada. El keynesianismo supone, en resumen, utilizar las políticas fiscales para incentivar el consumo y el empleo.
Este enfoque tiene lógicamente su repercusión política. Nos lleva al concepto de Estado del bienestar o sociedad del bienestar. Supone una manera de entender la política económica que acepta el cumplimiento de los derechos sociales de todos los habitantes de los países, lo que se manifiesta en forma de servicios a cargo de los gobiernos, o un cierto control estatal de la vida de los ciudadanos.
Los capitalistas neoliberales, digamos los descendientes actuales del liberalismo clásico, se oponen al keynesianismo porque consideran que el Estado actúa como un guarda que de manera injusta se entromete en ese mercado libre y perfecto y ataca a los emprendedores y creadores de la riqueza con el pretexto de la igualdad social y la justicia.
Y más o menos esta disputa sigue hoy día. Ahora, para terminar esta segunda entrada, metemos ya las gafas capitalistas en la funda y, como buenos aprendices de comunistas, nos preguntamos ¿de qué lado nos ponemos nosotros, de los keynesianistas o de los neoliberales?
Pues de ninguno. Si el neoliberalismo es el heredero del mercado libre y el laissez faire, el keynesianismo no es su opuesto, no es un modelo de producción planificada de cara al interés social. El keynesianismo supone la tabla de salvación de un capitalismo que, en su momento de mayor crisis, estaba bastante tocado. Frente a las muestras de auge de los sistemas socialistas (pensemos en la URSS que pasó de ser un imperio feudal al mayor grado social y de desarrollo alcanzado hasta la fecha), el capitalismo toma así nuevas fuerzas y revive hasta hoy.
Alguien levantará la mano y dirá, oiga, entre susto y muerte me quedo con susto. Me parece bien. Pero nuestra obligación como aspirantes a vanguardia de la clase obrera es explicarlo todo.