domingo, 4 de febrero de 2024

Actualidad de la contribución marxista al problema de la vivienda


 

When the road’s washed out, they pass the bottle around, and wait in the arms of the cold cold ground.
Tom Waits, Cold cold ground.

La pavorosa situación de la vivienda presenta en países como España el lado más brutal del sistema. Mientras bancos y grandes empresas anuncian beneficios de récord, trabajadores y trabajadoras son incapaces de sostener con los sueldos actuales los requisitos exigidos para un alquiler o una hipoteca. Vemos datos de jóvenes que necesitarían gastar el 90% de su sueldo para afrontar una renta. Muchas personas se ven abocadas a compartir pisos o realquilar habitaciones, si quieren evitar la pesadilla de los desahucios. Unos desahucios que se siguen produciendo pese a que aseguraron haberlos desterrado (mientras se escribe este artículo, una señora de 78 años fue desahuciada de su hogar por una deuda de 88 euros).

Para el militante sería interesante poder encontrar una referencia sobre el asunto en los clásicos marxistas. Inmediatamente nos viene a la cabeza el texto de Federico Engels Contribución al problema de la vivienda, pero ¿es actual un texto escrito para la Alemania del año 1872?

Por supuesto que la situación ha cambiado enormemente. Ni las ciudades son las mismas, ni el capitalismo tampoco. Pero si se aprecian las soluciones que los políticos de hoy aportan sobre el problema (véase la Ley por el derecho a la vivienda de 2023), la respuesta es que análisis como el de Engels no sólo se antoja actual sino necesario.

Podremos observar en la lectura bastantes analogías con la actualidad. Y, además, encontraremos una interesante manera de entender cómo aplicar -de la mano de un revolucionario de la talla de Engels- el método marxista a un asunto concreto.

Veremos cómo la burguesía de entonces atribuía la causa del problema a la especulación, así como hoy se hace, y las posiciones en teoría más a la izquierda proponían soluciones aparentemente prácticas pero que, en el fondo, no aportaban una verdadera salida, por no saber entender en su totalidad, ni en su origen, la fuente del problema.

Podríamos ver en este texto una ramificación, dirigida a un tema concreto, de la disputa teórica con la que Marx y Engels oponían a las tesis utópicas el socialismo científico. De hecho, su redacción responde a la publicación, en el órgano de prensa de la socialdemocracia de entonces, por un seguidor de Proudhon de un artículo en el que explicaba su solución al problema, que Engels considera necesario responder porque encuentra perjudicial que exista aún mucha teoría proudhoniana por Europa («no había mucho alimento intelectual aparte de Proudhon») en detrimento de las nuevas tesis aportadas por Marx y él mismo, y ante las tensiones en la Primera Internacional entre socialistas y anarquistas.

Resulta llamativo leer en palabras de Engels a finales del siglo XIX una referencia a lo que él llama «socialismo práctico» que recuerda bastante a las gestiones actuales conocidas como política útil: «El desarrollo del capitalismo ha enseñado a la clase obrera misma que no hay nada menos práctico que estas cavilosas “soluciones prácticas” aplicables a todos los casos, y que, por el contrario, el socialismo práctico reside en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos«.

Una breve reseña de Contribución al problema de la vivienda

El texto comprende la reimpresión de tres artículos escritos en 1872 para Der Volksstaat, órgano central del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán, en respuesta a un artículo publicado en el mismo medio por el doctor A. Mülberger, seguidor de las teorías de Proudhon, con ideas sobre el género. En la segunda parte de esos artículos Engels responde también a otro texto relacionado con el tema, del doctor Emil Sax, por entender que en ese otro texto se recogen las tesis burguesas en cuanto al mismo problema.

Se redactan estos artículos en un contexto histórico en el que Alemania demuestra ser ya «un país industrial ya maduro para participar en el mercado mundial», en el que realiza la transición de la manufactura y de la pequeña producción a la gran industria. Sucede sin embargo que es también una época de “penuria de la vivienda”. En ese contexto «masas de obreros rurales son atraídas de repente a las grandes ciudades, que se convierten en centros industriales», y el trazado de aquellas viejas ciudades se ensancha.

Esa «penuria aguda de la vivienda» es síntoma de la revolución industrial, que se desarrollaba en Alemania y que en palabras del autor «llenó los periódicos de discusiones sobre el problema de la vivienda y dio lugar a toda clase de charlatanerías sociales».

La teoría de Proudhon.

Puesto que la obra de Engels, en esta como en otras obras y también en Marx, parte de una crítica sobre otras teorías, es conveniente tener al menos alguna referencia. El autor de Qué es la propiedad -según Marx la mejor de sus obras-, removió la conciencia revolucionaria de miles de personas y suscitó el desarrollo del pensamiento de muchos seguidores, como la figura de Bakunin, con su estilo rompedor y directo. La agresividad y brutal honestidad propia del anarquismo se manifiesta en Proudhon en frases de la contundencia de «la propiedad es un robo». Con un estilo que apasiona al lector, desmonta los más sacrosantos pilares de la sociedad burguesa, los vuelve boca abajo y los expone en su crudeza, contrastados con los elevados ideales que el autor considera referentes de la humanidad.

La solución del articulista proudhoniano, señala Engels, enfoca la cuestión en la propiedad de la vivienda. Como veremos, es una perspectiva insuficiente.

La llamada «penuria de la vivienda» (en palabras citadas por Engels, que por cierto hoy recuerdan a las terminologías del estilo «precariedad habitacional«), y que tanto «llama la atención en la prensa» no consiste en que la clase obrera viva en condiciones insalubres porque eso «no es peculiar del momento presente ni es propio del proletariado moderno», pues «ha afectado de manera casi igual a todas las clases oprimidas del pasado».

«Para acabar con esta penuria de la vivienda -expone el autor- no hay más que un remedio, abolir la explotación de las clases laboriosas por la clase dominante. Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la repentina afluencia a las grandes ciudades», lo que deriva en una subida «formidable» de los alquileres, una mayor aglomeración de vecinos en cada casa y para algunos «la imposibilidad de encontrar albergue».

Se produce en este punto del texto una curiosa explicación que Engels se esfuerza en explicar: en la relación inquilino/propietario no se produce la misma relación que entre capitalista/asalariado. Es interesante detenerse en esto porque determina la crítica a las tesis anarquistas, veámoslo:

La relación capitalista/asalariado se produce una compra del primero de la fuerza de trabajo del obrero por su valor, pero también extrae de ella mucho más de ese valor haciendo dedicar más tiempo a la tarea de lo necesario para la reproducción del precio de la fuerza de trabajo, extrayendo de esta manera la plusvalía. Tal como se explicó por primera vez en El Capital. En la cuestión de la vivienda, en cambio, tenemos dos partes, inquilino/arrendador, que se ponen de acuerdo, se trata de una sencilla venta de mercancía y no de una transacción entre un proletario y un burgués, entre un obrero y un capitalista. Totalmente distinto es lo que ocurre con el alquiler de una vivienda, cualquiera que sea el importe de la estafa sufrida por el inquilino, no puede tratarse sino de la transferencia de un valor que ya existe previamente producido.

El arrendatario solo resultará estafado cuando se vea obligado a pagar su vivienda por encima de su valor y este intercambio se efectúa según las leyes económicas que regulan la venta de las mercancías en general y en particular la venta de la mercancía propiedad del suelo. Proudhon olvida que el alquiler ha de cubrir no solamente los intereses de los gastos de construcción de la casa, sino también las reparaciones las deudas de amortización, etcétera. ¿Qué pensaríamos -se pregunta Engels- de un químico que en vez de estudiar las verdaderas leyes de la asimilación de la materia pretendiese modelar la asimilación de la materia sobre las ideas eternas de la justicia eterna y otras verdades eternas?

La solución proudhoniana encuentra que el tema se resuelve con la reivindicación de que cada obrero posea una vivienda que le pertenezca en propiedad, «a fin de que no sigamos estando por debajo de los salvajes». Esta medida -aclara Engels- estaba siendo ya aplicada en su tiempo y no surgía de la idea revolucionaria sino de la propia gran burguesía.

Destacable la mención de Engels a un periódico español, La Emancipación, de Madrid, (órgano de las secciones marxistas de la Primera Internacional en España), que en su número de 16 de marzo de 1872 describe: «Proudhon proponía que los inquilinos se convirtiesen en censatarios, es decir, que el precio del alquiler anual sirviese como parte del pago del valor de la habitación, viniendo cada inquilino a ser propietario de su vivienda al cabo de cierto tiempo; esta medida, que Proudhon creía muy revolucionaria, se halla practicada en todos los países por compañías de especuladores que de este modo, aumentando el precio de los alquileres, hacen pagar dos y tres veces el valor de la casa; hoy los jefes más inteligentes de las clases imperantes han dirigido siempre sus esfuerzos a aumentar el número de pequeños propietarios a fin de crearse un Ejército contra el proletariado Así pues el proyecto de Proudhon no solo era impotente para liderar a clase trabajadora, sino que se volvía contra ella«.

El problema de la vivienda en la sociedad actual se acomete de esta forma -critica Engels- exactamente lo mismo que otro problema social cualquiera, por la nivelación económica gradual de la oferta y la demanda, pero esta solución reproduce constantemente el problema. La forma en que una revolución social resolvería esta cuestión no depende solamente de las circunstancias de tiempo y lugar, sino que además se relaciona con cuestiones de mucho mayor alcance, entre las cuales figura como una de las más esenciales la supresión del contraste entre la ciudad y el campo. Pero como no nos interesa construir ningún sistema utópico, no nos detenemos en esto. Lo cierto es que ya existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar, si se les diese a un empleo racional, toda esa penuria de la vivienda. Esto solo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados en las suyas, y tan pronto como el proletariado conquista el poder político, esta medida impuesta por los intereses del bien público será de fácil ejecución, tal y como son hoy fácil las expropiaciones y requisas de vivienda que lleva a cabo el estado actual.

La teoría burguesa.

En la primera parte se demuestra lo directamente interesada que está la pequeña burguesía en esa cuestión, pero la gran burguesía también está muy interesada en ella. Las enfermedades como el tifus o la viruela -aclara Engels- que esparcen sus gérmenes en los barrios obreros, pueden formar epidemias que acabarían afectando de igual modo a ricos y a pobres (en este aspecto puede parecer desfasado el texto, dado que enfermedades como la viruela están erradicadas y las demás al menos controladas, pero como veremos tiene su actualidad: recordemos sin ir más lejos el periodo de confinamiento en la pandemia, o pensemos en la baja natalidad de países como España relacionada con la imposibilidad de los jóvenes a acceder a una vivienda).

Así pues la burguesía crea una gran literatura sobre la sanidad pública y sobre la cuestión de la vivienda, entre las que Engels escoge un libro del doctor Emil Sax. Este doctor Sax exige que «las férreas leyes de la economía burguesa, el marco del orden social que hoy predomina, o en otras palabras que el modo de producción capitalista, permanezca invariable, y que, sin embargo, las pretendidas clases desposeídas sean elevadas al nivel de las clases poseyente».

De hecho una premisa absolutamente indispensable -reproducimos literalmente las irónicas palabras del autor- del modo de producción capitalista es la existencia de una verdadera y no pretendida clase desposeída, una clase que no tenga otra cosa que vender sino su fuerza de trabajo y que por consecuencia esté obligada a vender esta fuerza de trabajo a los capitalistas. La tarea asignada a la economía social de esa nueva ciencia inventada por el doctor Sax consiste pues en hallar los caminos para que los obreros asalariados, que no poseen más que su fuerza de trabajo, puedan ser transformados en capitalistas sin dejar de ser asalariados.

La característica esencial del socialismo burgués -resume Engels- es que pretende conservar la base fundamental de todos los males de la sociedad presente queriendo al mismo tiempo poner fin a estos males. Los socialistas burgueses quieren como ya dice el manifiesto comunista remediar los males sociales con el fin de consolidar la sociedad burguesa, quieren la burguesía sin el proletariado.

Pero de dónde procede la penuria de la vivienda, es algo que los autores burgueses ignoran, desconocen que es un producto necesario del régimen social burgués, «derivado de una sociedad en la cual la gran masa trabajadora no puede más que contar con un salario y por tanto exclusivamente con la suma de medios indispensables para su existencia y para la reproducción de su especie». «Una sociedad donde el retorno regular de violentas frustraciones industriales condiciona por un lado la existencia de un gran Ejército de reserva de obreros desocupados y por otro lado echa a la calle periódicamente a grandes masas de obreros sin trabajo donde los trabajadores se amontonan en las grandes ciudades». «Una sociedad en la cual el propietario de una casa tiene en su calidad de capitalista no solamente el derecho sino también en cierta medida y a causa de la concurrencia hasta el deber de exigir sin consideración los alquileres más elevados. Hoy en semejante sociedad la penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar es una institución necesaria que no podrá desaparecer más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer se ha transformado de raíz«.

Las expresiones de buenos sentimientos y sus sermones acaban todos en una reflexión: «las viejas peroraciones sobre la armonía entre los intereses del capital y el trabajo». Es decir, si los capitalistas fueran sensatos ofrecerían a los obreros buenas viviendas y mejorarían en general su situación, y si los obreros fueran también sensatos no harían huelgas, no se mezclarían en política sino que seguirían obedientemente a sus superiores los capitalistas.

El lector encontrará aquí sin duda una remembranza de los discursos políticos actuales que pretenden solucionar el conflico capital/trabajo con diálogo y buen talante.

Sin embargo -describe Engels-, «toda revolución social deberá comenzar tomando las cosas tal como son y tratando de remediar los males más destacados con los medios existentes. Hoy hemos visto ya a este propósito que se puede remediar inmediatamente la penuria de la vivienda mediante la expropiación de una parte de las casas de lujo que pertenecen a las clases poseedoras y obligando a poblar la otra parte».

El paralelismo con la actualidad.

La vivienda como bien de mercado.

Una vez repasado de forma muy somera el texto (en el que el lector ha podido seguramente ya encontrar bastantes similitudes con la situación de nuestros días), veamos cuánto de actual existe en él.

De derecho fundamental a objeto de mercado, la vivienda se convierte en nuestra sociedad capitalista en una de esas cuestiones abstractas que los progresistas elevan como globos para sus soflamas populistas y que los intereses económicos pinchan y bajan de golpe al frío suelo. El mismo frío suelo que sirve de inhóspito colchón al desahuciado y como fuente de acumulación al capitalista.

Durante la lectura de Contribución al problema de la vivienda, nos encontramos un pasaje en el que Engels se refiere a la building societies, citadas como una de las soluciones que aporta la pequeña burguesía, que ya se daban por tanto en la década de los 70 del siglo XIX en Inglaterra. Podríamos imaginarlas como las actuales y no muy lejanas cooperativas de crédito en las que un grupo de interesados adquiría un terreno y costeaba la edificación de un edificio con fines residenciales, pero llevadas al interés comercial. «No son sociedades obreras -explica- sino que tienen un carácter esencialmente especulativo, pues se crean con un pretexto filantrópico pero su finalidad es ofrecer a la pequeña burguesía una mejor inversión de sus ahorrros en hipotecas y con la perspectiva de dividendos gracias a la especulación en bienes raíces«.

«En realidad -continúa Engels- son muy pocos los obreros que pueden excepcionalmente participar en tales sociedades, pues por una parte sus ingresos son demasiado bajos y por otra parte son de naturaleza demasiado incierta para poder tomar compromisos por una duración de 12 años y medio; las pocas excepciones en que esto no es válido son los obreros mejor pagados o los capataces«.

Podríamos hallar aquí una raíz de la situación actual. Si buscamos en internet, esas building societies (como bien preveía Engels aunque en su tiempo calculó que una de cada diez eran especuladoras) en la Inglaterra actual y en otros países suponen hoy sociedades con activos valorados en miles de libras y con cientos de asalariados.

Actualmente, las propiedades inmobiliarias son uno de los objetivos más atractivos para inversores. Así, grandes capitalistas de otros sectores deciden «diversificar» su cartera en entidades de este tipo, o fondos de inversión variados acometen operaciones de este tipo con interés en el aspecto turístico.

La Ley española Por el derecho a la vivienda de 2023, que según sus promotores venía a «cambiar el paradigma de la vivienda» y a «acabar con la vivienda como especulación», fue en realidad un paradigma de que la situación vivida y descrita por Engels se ha prolongado en el tiempo hasta hoy, y un paradigma de que sus creadores son los herederos de aquellos burgueses como el doctor Sax.

Esta reciente ley de vivienda, que ya se analizó en este medio, promueve algunas mejoras como una subida de los impuestos para los propietarios, por ejemplo en las viviendas vacías (también hay beneficios fiscales para estos cuando cumplen unos requisitos), ciertos límites en el incremento precios de los alquileres, traslado de algunos costes de alquiler -primas para inmobiliarias- a los caseros. Medidas de interés general, aunque ya organizaciones de consumidores señalaron que se estaban produciendo trampas, del mismo modo que -según parece- ocurre con los desahucios, teóricamente prohibidos.

Lo curioso de esta Ley es que diferencia entre pequeños y grandes tenedores. Un pequeño tenedor puede ser un propietario de hasta 10 viviendas en una zona «no tensionada» (zonas de mayor valor por oferta insuficiente y cuyo precio puede ser excesivo para una familia media), o de 5 en una no tensionada.

Llama la atención que un pequeño tenedor pueda poseer hasta 10 viviendas, con lo cual dispondría de 9 viviendas para alquilar, si vive en una de las que posee a su nombre, y seguir siendo considerado un propietario pequeño. Existen hoy empresas cuya finalidad es la de gestionar todos los trámites del alquiler (todos, desde la gestión del cobro a la búsqueda de «buenos inquilinos», el seguro en caso de impago, la adecuación y mantenimiento de las viviendas, todo) y su precio es un pequeño porcentaje de lo obtenido por los alquileres. De manera que ese pequeño tenedor podría perfectamente dormir a pierna suelta y vivir cómodamente sin preocuparse siquiera del origen de sus ingresos, pues ya subcontrata a otros esta inquietud.

En cuanto a los grandes tenedores, son un conjunto de entidades muy diverso y amplio, de las cuales destacan el fondo de inversión norteamericano BlackRock, uno de los bancos de nuestro Ibex, Caixabank, y la Sareb o banco malo, que asumió con deuda pública casi la mitad de activos tóxicos (hipotecas infumables) de bancos que tuvieron que ser rescatados.

Las soluciones progresistas, como las burguesas en tiempo de Engels, sólo sirven para reproducir el problema.

Resulta evidente que estas soluciones progresistas no son más que un nuevo pacto de no agresión contra los grandes poderes económicos, un parche que trata de limitar la excesiva especulación y que perpetúa el problema.

El artículo de Juan López, publicado en Elcomun.es, llamado La vivienda y la construcción espacial capitalista, explica de manera brillante la manera en que el capitalismo moderno ha evolucionado desde aquella cuestión originaria en los tiempos del capitalismo incipiente en que vivió Engels.

Juan López, en su artículo, pone el foco en la verdadera clave: «algunos piensan que la sociedad falla cuando se desahucia a una anciana por una deuda ridícula (88€), pero no se ponen a pesar que el sistema (capitalista) sí funciona a pleno rendimiento». El parque público de las ciudades es insuficiente y el capitalista trata de revalorizar lo más posible su inmueble aumentando desmesuradamente su correcto valor.

Además de esta evidente treta, López señala otro aspecto intrínseco y fundamental: la organización del espacio social diseñada por el neoliberalismo. Recalificaciones de terrenos, el aprovechamiento de los intereses inmobiliarios por la liberalización del suelo, y todas las transformaciones que permitieron hacer de España el país del ladrillo y del milagro económico, que obviamente estaba construido sobre una burbuja.

Resulta interesante además otro artículo, aunque del año 2010, de Rolando Astarita, que analiza igualmente la cuestión de la vivienda desde el marxismo, citando también a David Harvey. En este caso referido a la Argentina, Astarita considera una suerte de acumulación originaria la revalorización del suelo. El suelo es una propiedad que en sí misma no tiene valor, aunque sí precio, que es dado por la necesidad de situar en una localización espacial cualquier actividad humana. Ese valor surge a partir de la capitalización de la renta que produce. Por ejemplo, un terreno comprado a un cierto precio adquiere más valor si se encuentra cerca de un mercado, un centro de trabajo, etc. Esto es, en la renta urbana influyen en grado sumo los procesos de valorización de los espacios que son producidos por el capital.

Si tratamos de explicarlo en palabras sencillas, el capitalismo no sólo reparte las cartas del juego a su conveniencia, sino que además decide cómo son las reglas con las que se va a jugar.

La disposición espacial, la característica de esas viviendas, su precio, la forma en que serán alquiladas y/o compradas, la manera en que se asegurará el cobro, las normas legales a nivel estatal que establecen la forma en que se trata al no pagador, el uso de las fuerzas legales y policiales… todo lo que tenga que ver con el asunto de la vivienda estará controlado por el sistema capitalista. Y este sistema sigue una lógica muy concreta: la concentración del capital y la necesidad permanente de valorización del capital, a toda costa.

Una solución que no sea engañosa

Así pues, como podemos ver, las palabras de Engels, aunque han visto pasar 152 años, son absolutamente necesarias hoy. Y no lo son porque dicten tal o cual fórmula magistral, sino porque señalan la manera en que debemos analizar y acometer el problema.

Probablemente, si a Engels se le explicaran las soluciones progresistas de hoy, contestaría: el paradigma (conjunto de ideas y valores que determinan la forma en que se percibe la realidad) que deben derribar y transformar es el sistema social en el que ustedes viven.

El método usado por Engels nos lleva a analizar la situación actual de una manera muy concreta. En el caso de España, un trabajador o trabajadora debería ser consciente, en primer lugar, de que su país carece de la soberanía necesaria para decidir cómo es su modelo productivo. España fue relegada a un papel turístico y hostelero a cambio de participar de las bondades de la entonces Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea. Además, por supuesto, de alinearse políticamente en la posición internacional que sigue los pasos -por fuerza- de la Alianza Atlántica. La disposición espacial de nuestras ciudades responde a la llamada de ese plan económico determinado para España: abandono de las industrias tradicionales y traspaso a las zonas turísticas.

La evolución del sistema capitalista y sus implicaciones en el imperialismo en el que vivimos, tejen una inmensa red de intereses comerciales, un entramado globalizado y de interminables ramificaciones, que finalmente permiten que un supuesto derecho fundamental, incluso bendecido por la Constitución, pase a ser un asiento mercantil más dentro de la estructura contable de inmensas empresas, como BlackRock, que son además fondos de inversión en los que participan otras empresas de importancia estructural como bancos (Caixa, Santander, BBVA) o energéticas (Naturgy, Repsol, Iberdrola). Estas grandes empresas pueden permitirse incluso el lujo de poseer miles de viviendas e hipotecas consideradas «activos tóxicos» sin que ello les suponga ningún perjuicio, antes bien serán «rescatadas» y solventados sus problemas con inyeccciones de capital público, en caso de caída.

Este es el panorama observado desde arriba, pero tiene también su reflejo si descendemos a mirar con lupa su composición interna. Las cúspide de la pirámide tiene su siguiente peldaño en las empresas inmobiliarias y turísticas.

Hace unos días vimos cómo el BCE anunciaba que no se plantea bajar los tipos de interés, las personas que necesiten solicitar créditos deberán seguir pagando más por ese dinero, según nos dicen, para combatir la inflación. Esto supone ralentizar el mercado para bajar la demanda y provocar así, con el tiempo, un descenso en los precios que teóricamente pondría de nuevo en marcha el ciclo. Pero la pregunta obvia es ¿qué tipo de usuario puede permitirse demorar en el tiempo la petición de un crédito? ¿Demorará más quien posee una serie de viviendas inhabitadas o quien necesita encontrar un lugar donde sus hijos duerman bajo un techo?

Veamos una curiosa noticia vista estos días. Seis de cada diez viviendas se compran en España al contado. Parece ser que esos compradores se tomaron muy en serio las recomendaciones del BCE, así que se dijeron a sí mismos ¡nada de créditos, que están muy caros, compraremos al contado!

Pero la priámide no se trunca ahí, tiene otro escalón más abajo. Como migajas que caen desde arriba, más allá de los grandes fondos de inversión, más abajo de las inmobiliarias y las grandes empresas turísticas y hoteleras, se encuentra una cohorte de pequeños propietarios (recordemos, de hasta 10 viviendas según la normativa española).

Según datos del INE, las viviendas de uso turístico se dispararon en España en 2023, por poner un ejemplo sólo en Madrid el número de pisos turísticos aumentó en 4.500 en el último año. De ese modo resulta inaccesible para una persona normal poder acceder a una vivienda ya no sólo en las zonas estrictamente turísticas, sino en cualquier otra que posea algúna forma de movilidad que permita cierta cercanía. El que no corre vuela y si ustedes tienen la paciencia de seguir las páginas de anuncios inmobiliarios, podrán observar que los anuncios más destacados -y los que menos duran- son los de viviendas con permiso turístico, verdaderas gangas para esos compradores que pueden permitirse seguir la estricta recomendación del BCE.

Y si no se puede comprar a tocateja para el lucro turístico, la pirámide reserva un último peldaño para los que poseen también hasta 10 viviendas, aunque no se encuentren ni siquiera cerca de un punto de interés para los viajeros, en las «zonas tensionadas» (las zonas donde el precio sube porque hay más necesidad de vivir en ellas) o 5 en las «zonas no tensionadas» (hasta que la escasa oferta las convierta en interesantes y pasen a estresarse y a tensionarse). Según estudios, los «pequeños propietarios» con viviendas alquiladas tenían de media 4,2 propiedades, y os hogares que alquilaron propiedades en 2022 ingresaron, de media, 15.600 euros anuales más que aquellos que no realizaron esta actividad.

Es decir, las familias rentistas son más ricas que el resto y esa diferencia tiende acentuarse cada vez más. La consecuencia es clara. Todas estas políticas no son más que defensas y garantías para rentistasEs la institucionalización con garantía de seguridad estatal del rentismo.

La pirámide queda así solidificada en su grandeza para que la contemplen las generaciones futuras. Una base de pequeños rentistas, que duermen a pierna suelta mientras se sostenga sobre su cabeza la cúspide empresarial que legitima -por la fuerza del aparato del Estado- la consideración de mercancía de lo que debería ser un bien común.

La solución (esbozada por Engels en el propio texto y que consistiría en "el mismo mecanismo que el Estado utiliza para de un plumazo requisar viviendas cuando quiere", pero invirtiendo el objetivo para expropiar los inmuebles dedicados a la especulación) pasa necesariamente por un primer paso: que la inmensa mayoría de esclavos que acarrean los bloques de esa pirámide se den cuenta de que son un número superior a la minoría que les fustiga. Eso sucedería, en palabras de Engels, "tan pronto como el proletariado conquiste el poder político".

En el párrafo final de Contribución al problema de la vivienda, Engels nos abre los ojos: «si esta polémica no ha de servir para otra cosa tiene de bueno por lo menos haber proporcionado la demostración de lo que vale la práctica de estos socialistas que se llaman prácticos. Estas proposiciones prácticas para acabar con todos los males sociales fueron siempre producto de fundadores de sectas (…) El desarrollo del proletariado ha enseñado a la clase obrera misma que no hay nada menos práctico que estas cavilosa soluciones prácticas preparadas de antemano y aplicables a todos los casos y que por el contrario el socialismo práctico reside en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos. Una clase obrera preparada en este orden de cosas no tendrá jamás dificultades para saber en cada caso dado de qué modo en contra qué instituciones sociales debe dirigir sus principales ataques«.

martes, 30 de enero de 2024

Por qué no cambiaron el «paradigma de la vivienda» ni lo van a hacer




El desarrollo del capitalismo ha enseñado a la clase obrera misma que no hay nada menos práctico que estas cavilosas “soluciones prácticas” aplicables a todos los casos, y que, por el contrario, el socialismo práctico reside en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos.
Federico Engels, Contribución al problema de la vivienda.

¿Por qué el Gobierno de Progreso no ha cambiado ningún «paradigma de la vivienda» ni se espera que vaya a hacerlo?

¿Por qué sus «políticas útiles» no son útiles para los trabajadores y sí lo son para los especuladores y rentistas?

Leer los anuncios de alquiler hoy es asomarse al abismo de la penuria española: «piso en sótano ideal para una persona» (zulo sin ventanas con cama junto a la lavadora, 800€); «coqueta habitación bien comunicada con el centro» (cuarto con dos camas en piso compartido del extrarradio cerca de una parada de bus, 350€).

La cuestión de la vivienda, como todas las cuestiones sociales, puede tratarse de dos maneras: teniendo en cuenta el problema de clase o no. O lo que es lo mismo, teniendo los pies en el suelo de la materialidad o aludiendo a fantasías. (Para el lector que se espante o se incomode con términos marxistas, añado al final una explicación).

Ni los llamados partidos progresistas, ni los medios afines dicen la verdad. Se achaca el problema a la especulación, observada como si fuera una cuestión ética y coyuntural, y que puede aplacarse con ciertas reformas. Pero como veremos es algo más profundo. Puede intuirse siguiendo por partes un sencillo razonamiento.

1 El contexto económico.

Durante la pasada legislatura del Gobierno teóricamente más progresista (esto es, la opción menos reaccionaria de las dos elegibles) las empresas incrementaron su beneficio 7 veces más que los salarios, en concreto las de IBEX aumentaron sus beneficios más de un 40%, y el negocio de la sanidad privada aumentó en un 53% continuando el expolio de la sanidad pública de la última década.

Este panorama, unido a la pérdida de poder adquisitivo de los españoles, tiene su guinda en otra de las cuestiones imprescindibles para la vida, una de esas que la Constitución (la norma por la que para otros asuntos muchos se golpean el pecho) considera un derecho fundamental: la vivienda.

Es necesario entender que las llamadas «políticas útiles» -ya sean de uno u otro bando político- en España son absolutamente dependientes de la Unión Europea. Nuestro modelo productivo, nuestro proyecto económico como país, nuestra legislación laboral, todo está supeditado a las decisiones de los organismos europeos. Organismos que, no olvidemos, exigen dedicar miles de millones a armamento militar y que subordinan el apoyo económico al recorte de gasto público.

2 Hay grandes y pequeños tenedores.

La Ley por el derecho a la vivienda, que ya analizamos aquí y fue vendida como un «cambio de paradigma», en verdad fue un nuevo pacto de no agresión contra los grandes poderes económicos, otro mal menor a comulgar con resignación religiosa. Incluso asociaciones contra los desahucios denunciaron su ineficiencia y defensores del consumidor como Facua advirtieron de sus posibles trampas.

Uno de los aspectos de la ley, verdaderamente asombroso, es que distingue entre grandes y pequeños tenedores. Para quien no lo sepa aún, un pequeño tenedor de vivienda no es una familia que tiene un garaje y lo alquila, o un pisito en la playa y saca algo de dinero rentándolo unos meses. Nada de eso. Según esta ley, un pequeño tenedor puede ser un señor con 10 viviendas dispuestas para alquiler (o negocio turístico dependiendo de la legislación regional), o 5 en zonas consideradas tensionadas (zonas de mayor valor por oferta insuficiente y cuyo precio puede ser excesivo para una familia media).

En lo que se refiere a los grandes tenedores, son un conjunto de entidades muy diverso y amplio, de las cuales destacan el fondo de inversión norteamericano BlackRock, uno de los bancos de nuestro Ibex, Caixabank, y la Sareb o banco malo (como si hubiera algún banco privado bueno), que asumió con deuda pública casi la mitad de activos tóxicos (hipotecas infumables) de bancos que tuvieron que ser rescatados (porque para eso el Estado sí tiene dinero, como con las armas).

3 El paradigma del rentista ni se toca.

Si, como vemos, nuestro Estado no es más que un agente que media entre los intereses de los especuladores y la necesidad básica de los trabajadores de vivir en algún sitio, y como hemos dicho no posee soberanía propia sino está a lo que ordene la Unión Europea, la pregunta está servida: ¿pueden los inquilinos esperar algo positivo del Gobierno?

Si por positivo entendemos que el precio del alquiler de un piso en un barrio obrero no subirá, de momento, más de las tres cuartas partes de uno de los salarios más bajos de Europa, la respuesta es sí.

¿Y esto va a ser así en el futuro o hay posibilidad de cambio? Les invito a observar en un breve razonamiento cómo funciona la UE.

Esta semana precisamente se decidió en uno de los organismos europeos si se bajaban o no los tipos de interés. Los tipos de interés son el coste de un préstamo (también se llama «precio del dinero»). Pues bien, el Banco Central Europeo lleva subiendo este «precio del dinero» desde hace tiempo, actualmente al 4.5%, y advierte de que ese listón no se va a bajar en mucho tiempo, según informó la señora Lagarde. Hablando en plata, los créditos seguirán siendo más caros hasta sabe dios.

Resulta muy asombrosa, casi tanto como lo del pequeño tenedor, la explicación que da el BCE para aumentar los tipos de interés. Observen la jugada. La lógica neoliberal nos vende que es una manera de combatir la inflación: si se aumentan los tipos, se aumenta el endeudamiento y en consecuencia se deja de comprar, al bajar la demanda bajan los precios y así se estimularía nuevamente el ciclo. Es decir, detener la inflación afectando aún más al poder adquisitivo, lo que lógicamente afectará más a las personas que necesitan créditos (a los que se suele recurrir para vivienda); si se trata de empresas, el aumento de los créditos obligará a subir los precios, lo que de nuevo viene a redundar en cargar el coste al consumidor. Si no lo creen pueden comprobarlo en la muy didáctica página del propio BCE.

Sin embargo, los expertos nos dicen que este dogma, subir tipos de interés igual a disminución de la inflación, no tiene ninguna justificación en la práctica ni en la historia, tal como se explica en este recomendable artículo. De hecho, un país nada sospechoso de ser socialista, Japón, lleva años con un tipo cercano al 0% y ha obtenido buenos resultados tanto de oferta de vivienda como de empleo.

4 Las políticas útiles tienen truco

Así pues, es evidente para quien tenga ojos en la cara que con la vivienda ocurre como con otros aspectos esenciales de la vida de las personas: en capitalismo es una herramienta para la explotación, una necesidad universal que para los grandes y pequeños tenedores se convierte en una suculenta posibilidad de especular. Lo mismo que la sanidad o la educación.

La peculiaridad de la vivienda es que además puede estancarse indefinidamente pues siempre estará disponible, así como ocurre con los recursos naturales que acumulan las lucrativas empresas energéticas, líderes de nuestro Ibex. El poseedor de vivienda o de acciones de energéticas duerme a pierna suelta, así como el banquero vendedor de crédito, sabedores de que nosotros, pobres mortales, acudiremos antes o después a comprarles su mercancía.

Y como mercancía es el fetiche máximo, el referente absoluto, intocable como la propiedad privada. Ningún partido político, por muy de izquierdas que se estime en el estrecho espectro parlamentario, tocará jamás esos fundamentos. Porque son los pilares sobre los que se sostiene el edificio económico de la UE, sucursal europea de los intereses de la OTAN. Esto a nivel continental, pero también a nivel nacional. ¿Alguien cree que un Gobierno metería mano a los «pequeños rentistas» si con ello perjudica a los grandes?

Todas estas políticas no son más que defensas y garantías para rentistas, dinero fácil para especuladores. Les está ocurriendo así a nuestros hermanos en Argentina, país en el que han recurrido a un payaso ultraliberal para colar que el 10% del PIB se destine al pago de intereses. Es la institucionalización con garantía de seguridad estatal del rentismo.

5 ¿Solución?

La primera medida que deberían abordar los teóricos partidos de izquierdas es no mentir. Explicar la verdad. Sería posiblemente incluso más efectivo para obtener votos, explicar que lo único que pueden hacer es gestionar dentro del estrecho margen entre el capitalismo salvaje y el moderado, porque les da miedo cualquier movimiento de masas y ni siquiera están dispuestos a hacer huelgas generales.

El siguiente paso sería proponerse que existe vida más allá del capitalismo y de las sucursales del imperialismo norteamericano que somete la soberanía de nuestros progresistas Estados. No hay un abismo con monstruos, no, de hecho, la alternativa al sometimiento de las empresas que enriquecen a una minoría es mucho mayor, es un extenso terreno donde conviven la inmensa mayoría de la población mundial, su clase trabajadora, que son los que realmente producen.

No es lo mismo vida la de una persona que depende de cobrar su salario el siguiente mes para poder pagar la hipoteca o al alquiler, que gestionar la posesión de 5 o 10 viviendas y poder especular con ellas, que incluso permite subcontratar las tareas a un empleado y despreocuparse. Muchísimo menos quien puede permitirse vivir de los beneficios de acciones en fondos de inversión como BlackRock. No son la misma clase social. Los socialdemócratas se esforzarán en disimular esta diferencia social. Es por eso que en sus discursos políticos jamás aluden a la lucha de clases, o incluso afirman que esas clases ya no existen en la sociedad actual.

La solución de la vivienda, así como del expolio de la sanidad pública o el deterioro de la educación también pública o nuestra vergonzosa implicación en guerras imperialistas como la de Ucrania o el genocidio del pueblo de Palestina, pasa por entender que nuestro Estado es un mero gestor de los intereses económicos de una minoría social. Sólo saliendo de los organismos continentales que avasallan la soberanía popular, será posible una verdadera alternativa fiable y eficaz para la clase trabajadora.


  1. En Contribución al problema de la vivienda, Federico Engels acomete la cuestión que nos ocupa en esta entrada. Es cierto que lo hace con una diferencia de 150 años, pero su análisis sigue siendo útil para entender la actualidad.
    En el texto, que es una reunión de tres artículos, Engels desmenuza las propuestas anarcosindicalistas de Proudhon y las de autores pequeño burgueses, explicando que ambas son ilusorias e ineficaces porque desatienden la cuestión de fondo, que es el sistema capitalista y su disposición social en clases antagónicamente enfrentadas.

    Vendría a ser un reflejo en campo de la vivienda de la discusión entre el socialismo utópico y el científico. Resulta curioso, haciendo un paralelismo con nuestras «políticas útiles», que Engels llega a usar la expresión «socialistas prácticos» en referencia a los pequeñoburgueses.

    Al final del texto, Engels realiza una contundente crítica de ese socialismo práctico: «Si esta polémica no ha de servir para otra cosa, tiene de bueno, por lo menos, el haber proporcionado la demostración de lo que vale la práctica de estos socialistas que se llaman prácticos. Estas proposiciones prácticas para acabar con todos los males sociales, estas panaceas sociales, fueron siempre y en todas partes producto de fundadores de sectas que aparecieron en el momento en que el movimiento proletario estaba aún en la infancia».

    Las soluciones anarquizantes y de ese socialismo «práctico» apelan a ideales como la justicia o la igualdad. Del mismo modo que nuestros paladines actuales de la democracia capitalista apelan a la ética de los grandes empresarios. En otro pasaje del texto, expone: «Los socialistas burgueses quieren, como ya dice El Manifiesto Comunista “remediar los males sociales con el fin de consolidar la sociedad burguesa”, quieren la “burguesía sin el proletariado”.

    La miseria reflejada por Engels en esta u otras obras, correspondiente a la sociedad de su siglo, permanece en nuestro siglo con diferente aspecto, pero no deja de ser el mismo perro con distinto collar. Los suburbios donde entonces se propagaban las enfermedades como el tifus son hoy los pisos donde todas sus habitaciones están realquiladas (recordemos el confinamiento en la pandemia). Y la alternativa de la hipoteca para ser propietario, es como entonces una manera de amarrar al trabajador o trabajadora a la cadena que le unirá con el banco durante toda su vida, hasta la muerte.

    El problema de la vivienda es, por tanto, inherente a la propia naturaleza capitalista. Si el empresario estima la cantidad mínima de salario que puede pagar para que el obrero necesite volver al mes siguiente, lo mismo hace con las condiciones de la vivienda, procurará las reformas y alivios temporales que no impida al usuario un mínimo necesario para tener donde descansar en sus escasos momentos libres. Romper esa lógica sería modificar el ADN que el sistema emplea para reproducirse y permanecer; una mutación en esas condiciones sociales incurriría en el riesgo de transformar el propio sistema, que lógicamente sería el pavor de quienes se benefician con él y pueden permitirse una vida relajada como beneméritos rentistas.

domingo, 21 de enero de 2024

Cien años del revolucionario que estremeció al mundo



La prueba del verdadero carácter de clase de la guerra no se encontrará en la historia diplomática, sino en un análisis de la situación objetiva de las clases dominantes. Para describir esa situación objetiva no hay que tomar ejemplos o datos aislados, sino tomar todos los datos sobre los fundamentos de la vida económica las potencias y del mundo entero.
V. I. Lenin, Imperialismo, fase superior del capitalismo


El Gobierno de España sí asumirá el mandato de la OTAN y apoyará a la nefasta coalición que se arroga la categoría de "Guardianes de la prosperidad". Por mucha pantomima de rechazo que hagan los socios, con oportunismo vergonzoso. ¿Por qué era previsible que no podían negarse? Porque de un Gobierno imperialista, dependiente de todas las estructuras imperialistas -colaboracionista de su poder militar, carente de soberanía por dominación financiera, el alma vendida al alineamiento geopolítico-, solo podía obtenerse una respuesta: sumisión al imperialismo.

Si un trabajador normal como yo puede llegar a hacer reflexiones similares a esta (que seguramente no es muy desarrollada pero sin duda es más certera que las explicaciones ofrecidas por los medios de masas) es gracias a dos circunstancias muy simples, estar medianamente informado de la actualidad y tener un conocimiento básico de la teoría de Vladimir Ilich, Lenin.

En Diez días que estremecieron el mundo, John Reed, periodista norteamericano que fue testigo de la Revolución de Octubre, describe lo que observó en Petrogrado en forma de crónica con interesantes documentos testimoniales. En uno de los episodios que retratan lo que Reed vio en las calles, se narra un curioso diálogo:

"Nos encaminamos a la ciudad. A la salida de la estación había dos soldados armados de fusiles, con la bayoneta calada. Los rodeaba un centenar de comerciantes, funcionarios y estudiantes que los atacaban con apasionados argumentos e imprecaciones. Los soldados se sentían molestos como niños castigados injustamente.
- Creo que está claro para vosotros -decía insolente un estudiante- que al levantar las armas contra vuestros hermanos os convertís en instrumento en manos de bandidos y traidores.
- No, hermano -respondió seriamente el soldado- vosotros no comprendéis. En El Mundo hay dos clases, proletariado y burguesía, nosotros…
- Me sé yo esas estúpidas charlatanerías -le interrumpió el estudiante- los mujiks ignorantes como tú os habéis hartado de consignas, pero no sabéis ni quién lo dice ni lo que eso significa, repites como un papagayo.
- Bueno, sí, comprendo -respondió el soldado-, usted por lo visto es un hombre instruido y yo soy muy simple, pero...
- Me figuro que crees en serio -lo interrumpió con desprecio el estudiante- que Lenin es un amigo verdadero del proletariado.
- Sí que lo creo -respondió el soldado, que estaba pasando un gran apuro-.
- Bien, amigo, pero sabes tú que a Lenin lo mandaron de Alemania en un vagón precintado, sabes que a Lenin le pagan los alemanes.
- Bueno, eso yo no lo sé -respondió el soldado-, pero a mí me parece que Lenin dice lo que yo quisiera escuchar, y toda la gente del pueblo dice lo mismo, porque hay dos clases, burguesía y proletariado, y el que no está con una clase está con la otra".

Resulta llamativo para el ciudadano actual, en especial de un país desideologizado y sin organización obrera como España, el nivel de conciencia del soldado. ¿Alguien imagina a un agente de las fuerzas de seguridad españolas de hoy hablando en semejantes términos mientras desempeña su trabajo?

Ese envidiable nivel de efervescencia política, ¿cómo se consigue, más en un inmenso país con una gran parte de la población antes de la URSS mayoritariamente analfabeta y sin otro acceso a información que los folletos y periódicos clandestinos?

Reed, en el prefacio de la misma obra, cita: "los extranjeros, especialmente los norteamericanos, subrayan la ignorancia de los obreros rusos. Cierto, les falta la experiencia política de los pueblos occidentales, pero en cambio han cursado una escuela magnífica en sus asociaciones voluntarias. En 1917 las cooperativas contaban con más de doce millones de afiliados y los soviets son una manifestación portentosa. Probablemente no haya pueblo en todo el mundo que haya estudiado tan bien la teoría socialista y su aplicación a la práctica".

La aportación teórica de Lenin es inmensa, tanto como su prolifica obra, pues escribía tras cada suceso político las conclusiones que extraía de cada experiencia, aplicación real de la dialéctica teoría/praxis. Si imagináramos, como hicimos en este medio, un texto similar al famoso suyo, unas Tres fuentes y tres partes integrantes del leninismo, podríamos obtener que de las fuentes marxistas -desarrollo de la dialéctica hegeliana, los avances económico-políticosde El Capital, el asentamiento del socialismo científico- Lenin evoluciona el enriquecimiento del materialismo dialéctico, la descripción del imperialismo como fase superior del capitalismo y el análisis concreto del momento concreto.

Incluso cien años después, la comprensión sensata de nuestro mundo, como clase obrera, pasa inevitablemente por aportaciones teóricas leninistas como el desarrollo del concepto de Estado o las características del imperialismo, así como el leninismo resuelve polémicas que el capitalismo reabre de manera recurrente para su beneficio como el asunto de la autodeterminación de las naciones.

Pero esta teoría, si pretende ser revolucionaria, debe seguir la famosa tesis marxista: bien, hemos interpretado el mundo, ¡pero de lo que se trata es de transformarlo! La evolución leninista de esta tesis es: sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, y viceversa.

La dos bielas de la bicicleta, que actúan aparentemente a contratiempo, pero ejecutan un equilibrio de fuerzas que permite el avance, son la teoría y la práctica. Esto implica que toda teoría debe estar encaminada a la acción. Toda teoría, todo análisis político, es partidista. Hasta el analista tenue, que pretende ser equidistante, está tomando partido, porque en su equidistancia se coloca del lado de la ideología dominante. Nuestro objetivo es la emancipación de la clase obrera, ese es el horizonte, aunque en el trayecto hagamos pausas o etapas tácticas, y ese objetivo nos lleva a ser siempre honestos y a tomar partido.

Escribió Lukacks que la superioridad de Lenin no puede explicarse únicamente en fórmulas manidas como "la genialidad política" o en su "clarividencia analítica", sino en que mediante el análisis concreto del momento concreto encuentra el punto en el que la teoría halla su realización verdadera, su cristalización, se transforma en praxis.

Además de una extensa organización, la masa necesita otro referente más allá de su espontenidad, expuesta siempre a la poderosa fuerza de la ideología dominante, que es el Partido. Un Partido con disciplina férrea, que sea flexible en su organización interna permitiendo el flujo comunicativo desde arriba a abajo y viceversa, pero que no titubee ni se pierda en los vericuetos y trampas del oportunismo.

Esas trampas son usadas por los socialdemócratas y reformistas como manera de etiquetar al leninismo como una forma política intolerante, así como caracterizan a la dictadura del proletariado como totalitarismo. Pero el trabajador o trabajadora consciente y conocedor de los principios leninistas sabe que el totalitarismo se encuentra precisamente en la falsa libertad burguesa, esa libertad que es el mejor disfraz de la esclavitud, pues el que se encuentra oprimido bajo ella se cree libre. Una libertad para elegir a la opción menos mala como supuesta izquierda, aunque todas las opciones en esa supuesta democracia defienden igualmente los pilares de la corrupta sociedad capitalista.

Sólo la absoluta democracia proletaria, la que no consiste como la burguesa en el aplastamiento por la fuerza de la mayoría, sino en la desaparición de la explotación de unos seres humanos por otros, es verdaderamente democrática, lección que extraemos de la experiencia soviética -de soviets, juntas, asambleas- y de la teoría leninista.

De este modo esas trampas oportunistas no tendrían ni oportunidad de producirse, ni nuestros Gobiernos nos engañarían. Como dejó escrito Lenin en aquellas Tres fuentes, "las personas han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase".

¡Qué extraña dictadura sería aquella en la que un pueblo es consciente de que sus gobernantes sostienen con una mano una falsa bandera de la paz y con la otra mano gastan miles de millones en armas para los criminales que asesinan con bombas a niños en Palestina!

miércoles, 17 de enero de 2024

105 años y pretenden seguir matando a Rosa Luxemburgo

 




No se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero ni calumnia más indigna que la frase ´las polémicas teóricas son solo para los académicos´". Reforma o Revolución, R.Luxemburgo.

Se han perdido en el basurero de la historia los nombres de los responsables de la socialdemocracia que permitieron el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht el 15 de enero de 1919. Poco después sería también asesinado Leo Jogiches, compañero y camarada de Rosa. Sin embargo, aquellos salvajes linchamientos no pudieron evitar que la semilla continuara floreciendo más de un siglo después, para ser recordados en merecida justicia, ni los herederos políticos socialdemócratas lograrán tapar el sol con un dedo y difuminar la certera actualidad de su mensaje hoy.

Con fuertes cargas policiales reprimieron ayer las fuerzas de seguridad alemanas las concentraciones que se realizaron en este país en el recuerdo de la efeméride. En un remedo grotesco y perverso de la situación de 1919, el Gobierno de Alemania apoya el genocidio del pueblo de Palestina y su canciller Scholz, líder del Partido Socialdemócrata Alemán, se alinea del lado de Israel en la demanda de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, llegando a manifestar que la acusación sudafricana de genocidio "no tiene base ninguna".

Que el oportunismo y el reformismo es el peor enemigo de un pueblo, porque no dudará en venderle con engaños al mejor postor con tal de mantener los privilegios de la clase burguesa a la que en realidad defiende, es algo que sucedió en París en 1871, en el suceso alemán que comentamos de 1919 y en otras numerosas ocasiones desde los inicios del capitalismo. Y ocurre igualmente hoy, con los socialdemócratas europeos que, en mayor o menor grado de complicidad, ocultan a su pueblo la realidad imperialista que se esconde tras el genocidio de Palestina.

Ni con las cargas policiales ni con el inmenso aparato de la ideología dominante lograron enterrar el mensaje de Rosa Luxemburgo, incluso aunque hoy la socialdemocracia alemana se disfrace hipócritamente de ecologismo verde. Si no fueron capaces de hacerla callar siendo mujer en un mundo entonces exclusivo para los hombres, ni por asomo pueden acallar su eco en estos días en los que al imperialismo se le cae la careta y desvela sus mayores iniquidades.

Siendo muy joven ingresa en el Partido Socialdemócrata Alemán, que en aquellos años se había distanciado ya de aquel partido que, unificando las posturas de Lasalle y Liebknecht padre, acometía un programa unitario, aunque con críticas de Marx y Engels. Bajo la dirección de Eduard Bernstein y Karl Kautsky el partido llegó a oponerse a los cambios sociales radicales y revolucionarios. Posteriormente la organización se sitúa favorable en la participación de Alemania en la guerra. Para Luxemburgo, clara conocedora del verdadero filo revolucionario del mensaje marxista, esto era intolerable y pronto de inicia su enfrentamiento con Bernstein y Kautsky, así como hiciera Lenin. El inevitable enfrentamiento origina la creación de la Liga Espartaquista, preludio del Partido Comunista de Alemania (KPD).

La historia del socialismo y del movimiento obrero en general ha presentado históricamente dos caras. Una de ellas es reformista y considera posible una evolución pacífica y por etapas del capitalismo hacia una sociedad más justa y socialista. Al ser más aceptable para los poderes económicos, ha acabado adaptándose al sistema y evolucionando hacia una especie de posibilismo oportunista que mediante logros democráticos cree posible empujar a la sociedad capitalista hacia una versión mejorada o de rostro amable.

La otra cara, en cambio, no es ciega al mensaje teórico formulado por los iniciadores del socialismo científico y considera que las transformaciones deben ser radicales -buscar la raíz- para llegar a ser verdaderamente revolucionarias. Al nombrarlo en palabras sencillas parece un asunto de matices o de opiniones entre personalidades más o menos conformistas. Nada de eso. Las aportaciones de mentes brillantes como la de Luxemburgo demuestran que es una cuestión, para la clase obrera mundial, de ser o no ser.

Luxemburgo tuvo una vida difícil y sufrió el encarcelamiento en diversas ocasiones debido a su fuerte compromiso. Ello no fue impedimento para que escribiera diversas obras de gran repercusión hasta la actualidad o ejerciera de profesora para los cuadros de su partido, cuyas clases nos llegaron en un imprescindible texto, Introducción a la Economía Política, en el que el militante puede acercarse a uno de los mensajes fundamentales de la autora: la teoría es imprescindible para entender cómo funcionan las sociedades y es por ello que los expertos oficiales se esfuerzan en volver su contenido ininteligible por la mayoría; no obstante, la comprensión de los fundamentos económicos no es inaccesible para la clase trabajadora.

El alejamiento de la dialéctica por parte de los oportunistas como Bernstein es contestado por Luxemburgo en Reforma o Revolución, texto en el que denuncia el retraso sine die de los reformistas en cuanto al "programa máximo", esto es, la revolución y la emancipación de la clase obrera, a través de la propuesta descafeinada de ideales éticos con los que se pretende eludir la correcta visión dialéctica del antagonismo de las clases en la totalidad de las circunstancias que componen la realidad social. La participación consciente de los trabajadores, activa y no pasiva, lleva a entender que la inevitable capacidad de adaptación del capitalismo es corregible mediante la organización de la clase obrera y la toma del poder, mediante la conquista del poder político.

La lucha principal de Luxemburgo, contra el oportunismo socialdemócrata, es más que vigente hoy. El odio de sus enemigos, finalmente mortal y asesino, es la prueba de su veracidad.

Si en la etapa histórica que le tocó vivir, culminada en la Primera Guerra Mundial, fue la firma de los créditos de guerra por manos de los supuestos izquierdistas la clave de la traición a la clase obrera, son hoy los recortes en Sanidad, en Educación y en gasto público, o el inmenso gasto en armamento hacia Ucrania o Israel, el equivalente traidor de aquellos créditos, hoy firmados por los cínicos representantes de los Gobiernos autopercibidos como progresistas.    

domingo, 14 de enero de 2024

Tres fuentes y tres partes integrantes del leninismo



No temas preguntar las cosas, camarada. No te dejes influenciar, averigua tú mismo. Lo que no sabes por cuenta propia, no lo sabes.

Elogio del Estudio; Bertolt Brecht


Un magnífico deseo para el nuevo año sería que los países occidentales retornen a la racionalidad. Las décadas que nos ha tocado vivir serán recordadas en el futuro como un periodo oscuro y cruel, plagado de guerras y genocidios, al que nos arrastró el imperialismo norteamericano en su declive. 

En lo cultural, probablemente este periodo recordará al oscurantismo de la Edad Media, en el que la censura del razonamiento sustituyó con hedonismo y vacuidad identitaria a la religión como herramienta para privar a las clases populares de su propia consciencia.

La estupidez generalizada en que vivimos encuentra un gran caldo de cultivo en la incapacidad para apreciar el origen material de los fenómenos sociales y su desarrollo histórico. Del mismo modo que nos hacen creer que lo que ocurra en Ucrania, Argentina o Ecuador, e incluso el horror que estamos presenciando en el genocidio premeditado del pueblo de Palestina, todo ello nos dicen es ajeno a lo que ocurre en nuestro país. Y por ello a nuestros políticos les basta con brindis al sol y llamadas a la paz tan falsas como falsa es la supuesta autonomía de nuestros Gobiernos.

Lúcido y brillante, Lenin advirtió que la filosofía comunista iniciada por Marx planteaba una visión del mundo cambiante y anclada en la rigurosidad de los datos empíricos, heredera de todos los avances sociales, políticos, filosóficos y económicos de su tiempo anterior, con el método del materialismo histórico.

En su texto Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, Lenin expone de manera breve, en apenas un folleto de tres páginas en octavo, los fundamentos del marxismo. De manera muy resumida, podría decirse que este conocido texto "brinda a las personas una concepción integral del mundo, intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa", puesto que es "heredero legítimo de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés".

¿Cómo sería hoy un texto similar que describiese las fuentes y partes integrantes del leninismo?

Para empezar, tendría que ser un texto en sí mismo materialista. Quiero decir, al escribir su Tres fuentes Lenin se refiere a los logros de Marx comenzando por el método de análisis del materialismo histórico, empleando a su vez un método materialista: los avances filosóficos, económicos o políticos no surgen de manera espontánea como las setas en un bosque, ni son producto de la mente particular y aislada de una persona aunque fuese tan brillante como Marx. Son producto del proceso evolutivo general en el que los avances previamente obtenidos permiten servir de apoyo para lograr los sucesivos progresos.

Si he mirado lejos es porque subí a hombros de gigantes, es una frase atribuida a Newton en la que el padre de la mecánica agradecía el conocimiento adquirido a través de los investigadores que le precedieron. Pues bien, Lenin nos viene a decir que los hombros de gigantes sobre los que caminó Marx fueron, como sabemos, la experiencia adquirida en los procesos revolucionarios sucedidos principalmente en Francia al calor de su Revolución y que marca el fin de la Edad Moderna, los estudios de los economistas significativos de ese periodo de capitalismo incipiente, que eran principalmente anglosajones, y asimismo los avances filosóficos de su tiempo que se desarrollan principalmente por autores naturales de la actual Alemania.

Si observamos, el proceso de razonamiento de Lenin es intencionado y, dada la intención principalmente didáctica del texto, muy claro en sus determinaciones: la filosofía que propone Marx no es una cuestión dogmática, no es una cuestión de resaltar esta o aquella frase sentenciosa, para aplicarla sobre una situación actual como quien reproduce una receta aplicando todos sus ingredientes.

Pues bien, en el ejercicio de imaginación que propongo, utilizando el mismo método materialista, podríamos llegar a la conclusión de que en cuanto al aspecto filosófico, el desarrollo del pensamiento dialéctico de Hegel tiene en Lenin su equivalente en el desarrollado y enriquecimiento del concepto del materialismo dialéctico.
 
Sobre la fuente económica, los avances científicos desarrollados por Marx en el capital, son a su vez evolucionados por Lenin en el estudio del imperialismo, que fue la lógicamente el momento histórico que le tocó vivir unas décadas después a Lenin, con el desarrollo del capitalismo que en la época de Marx fue en su momento incipiente y que al desarrollarse produce las peculiaridades que conocemos gracias a Lenin, que fue quien describió esta fase superior del capitalismo que es el imperialismo. 

Esas serían las fuentes filosófica y económica, nos quedaría entonces el equivalente a la fuente política, lo que en Marx y Engels fue la aportación del socialismo científico. De la experiencia de las revoluciones anteriores, como la Comuna de París o las experiencias rusas de 1905 y en los primeros meses de 1917, Lenin desarrolla el análisis político hacia el análisis concreto del momento concreto. Ese análisis lleva nada más y nada menos que al mayor hito que haya logrado la humanidad, al menos desde el punto de vista social, que fue la gran Revolución Soviética de Octubre.

Siguiendo el razonamiento que se hizo Grigory Lukaks, si el comunismo es la teoría de la revolución proletaria,  puede decirse que la grandeza de un pensador proletario es la profundidad de su visión de los problemas politicos. Es decir, su valor se mide por el acierto con que es capaz de percibir correctamente, detrás de los fenómenos de la sociedad burguesa, esas tendencias de la revolución proletaria que conducen a la conciencia clara. Según estos criterios, nos dice Lukacks, Lenin es el pensador más grande que haya producido el movimiento obrero revolucionario después de Marx.

Sí observamos este análisis político y concreto de Lenin tiene una serie de características muy definidas. en primer lugar está fuertemente basado en la teoría, de manera que no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria.

Esto implica a su vez dos cosas, primero que toda la teoría tiene que estar orientada a su vez a la acción. Es decir, hay una relación dialéctica entre la teoría y la práctica de manera que ambas están íntimamente implicadas. Y en segundo lugar se sobreentiende que toda la filosofía, toda la ideología, todo el análisis teórico está orientado para la acción, porque su finalidad es profundamente partidista, es decir, un analista político, un filósofo o cualquier persona que haga un análisis social, inherentemente, o sea en sí mismo y aunque parezca no quererlo. toma partido.

Está tomando partido incluso el que aparentemente es equidistante o aparentemente no se sitúa. Incluso el equidistante sí está situando, porque se coloca del lado de la ideología dominante. Lenin nos dice que esto no es así, hay que tomar partido siempre, en todo lo que pensemos, nuestro objetivo final es la libertad, la emancipación de la clase trabajadora, esa es el el horizonte final que no tenemos que perder de vista, aunque en el camino hagamos pausas o hagamos etapas tácticas, pero el objetivo final siempre es ese y nosotros tenemos que tomar partido, no podemos ser equidistantes, es falso ser equidistante.

Lukacks consideraba que la superioridad de Lenin tampoco puede explicarse a base de fórmulas manidas como “genialidad política”, “clarividencia práctica”, etc. Es más bien una superioridad puramente teórica en el enjuiciamiento del proceso general. la máxima fundamental de esta posición es la exigencia de un análisis concreto de la situación concreta. Para un marxista el análisis concreto de la situación concreta no se opone a la teoría pura; por el contrario, constituye el punto en el que la teoría encuentra su realización verdadera, el punto en el que se transforma en praxis.

Y esto es actualidad pura. Sin tener claros los conceptos de imperialismo, descrito por Lenin, y sin tener en cuenta su desarrollo teórico sobre el Estado, es imposible entender la situación que vivimos en la actualidad.

La guerra estructural del imperialismo norteamericano, agudizadas hoy en Ucrania y ahora con un nuevo foco en el Mar Rojo, puede ser quizás explicada por la teoría política establecida y oficial. Así lo hacen por ejemplo los medios de masas modernos, todos los periódicos y televisiones. Pero, obviamente, su interpretación es sesgada y su análisis es incompleto.

Le falta la comprensión del imperialismo actual y la posición de los Estados occidentales, verdaderos peleles en manos de los intereses de los grandes fondos de inversión que cotizan en las bolsas occidentales.

En ese texto, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, nos decía Lenin en una frase que a mi me parece merecedora de ser enmarcada:  las personas han sido siempre en política víctimas necias del engaño y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases declaraciones y promesas Morales religiosas y políticas los intereses de una u otra clase.

martes, 9 de enero de 2024

Las «políticas útiles» perjudican seriamente su Sanidad

 



La nueva ministra de Sanidad, Mónica García, ha anunciado en una entrevista que planteará que los pacientes puedan, mediante declaración responsable, justificar una enfermedad leve durante los 3 primeros días sin tener que pedir la baja en la consulta de su médico. La medida sería planteada a los organismos de las Comunidades Autónomas y aún tendría que ser acordada lógicamente con Seguridad Social.

Señala García que es «una demanda histórica de los profesionales de Atención Primaria» y que ya hay países que tienen este sistema. En el mismo sentido, responsables de las entidades de profesionales sanitarias han manifestado que es una medida que empoderaría al paciente para que sea autosuficiente y responsable de su enfermedad. Hay que señalar que se entiende que la medida sería coyuntural y motivada por la situación estacionaria de aumento de casos gripales.

La propuesta suscita un evidente debate. En una primera apreciación puede parecer bastante positiva y dentro del sentido común. Reducir burocracia en un momento de repunte de los contagios gripales entra dentro de la lógica. De hecho, voceros de la parte patronal ya se rasgan las vestiduras. Así, el medio Economista.es ya asegura, antes de ser ni siquiera planteada, que las «autobajas» permitirían una «laxitud» que tendrá un grave impacto en las empresas, que calculan apunta a un coste de 2.274 euros por trabajador durante las 72 horas que puede el empleado estar de autobaja (nota mental, tendremos que hacer otros cálculos los trabajadores, si es cierto que por tres días pierden más de dos mil euros y nos pagan unos mil al mes).

Sin embargo, observando el asunto con la debida perspectiva, la cuestión pierde lógica y el empoderamiento no parece tanto.

En primer lugar, si de verdad quisieran «empoderar» a los pacientes, lo primero que debería hacer la ministra de Sanidad, que se arroga la categoría de progresista, es derogar la ley que privatiza la Sanidad Pública y expolia sus recursos hacia intereses privados que se lucran con una necesidad.

Porque el deterioro de la Sanidad Pública no es una cuestión puntual que haya repuntado ahora por el frío. Los recortes y expolios vienen de lejos, precisamente de cuando estos paladines del progresismo y las políticas útiles medraban en los nuevos partidos partidos políticos y acapararon -y desmovilizaron- el descontento social de la crisis capitalista.

En segundo lugar, ¿para quiénes gobiernan? ¿Para quiénes son tan «útiles» sus políticas? Me pregunto qué tipo de trabajador puede permitirse auto declararse agripado y avisar a su empresa que va a faltar tres días. Desconocen absolutamente en qué situación está la inmensa mayoría de sus paisanos.

En el mundo de la realidad, las personas a las que apenas les llega para pagar el alquiler o la hipoteca tienen miedo, por mucho que nos digan que nos protege un «escudo social». Tienen miedo a verse en el paro, que eso sí es de verdad indefinido. Tienen miedo a que los empresarios, que poseen todo el poder y el desahogo, tomen represalias, en una tesitura en la que comprar lo mínimo que se despacha para mantener a una familia, supone desvalijar la cartera de un empleado medio.

Si usted quiere de verdad empoderar a los pacientes, señora ministra, lo tiene muy fácil. Contrate personal público. Aumente las plantillas -saturadas al máximo de trabajo- de los centros sanitarios. ¡Con personal público, señora ministra, no con subrogados temporales de una privada!

Y si ya quiere empoderar del todo, eche del país a los miserables que se lucran obscenamente con la salud de las personas. Haga públicas las empresas sanitarias privadas, y si los dueños de esas empresas se quejan, invíteles a la auto baja pero no por tres días, sino indefinida.

viernes, 15 de diciembre de 2023

¿No hay plata?



NO--HAY--PLATA, decía el nuevo presidente de Argentina en su discurso de investidura, remarcando cada palabra, lo que provocaba el aplauso de los asistentes. ¿Qué aplaudían exactamente?, me pregunto.

¿No está claro, aunque no se diga, que para algunos sí habrá plata y que serán los de siempre los que no la tendrán? ¿No se entiende que el aviso es sobre un tremendo recorte social que empeorará aún más la situación del país?

Parece que no. Resulta admirable comprobar cómo los mecanismos psicológicos de la ideología dominante permiten que exista una capacidad de disciplinamiento tan poderosa, tan sutil a la vez, que es capaz de provocar que asumamos con absoluta docilidad mentiras tan grandes como que un país de la grandeza de Argentina carece de recursos para sostener a su pueblo. 

Y no, no nos riamos de nuestros hermanos argentinos, porque el cuento habla también de nosotros. Repasemos algunas de nuestras grandes mentiras europeas, todas ellas de rigurosa actualidad: la sostenibilidad requiere de ajustes de cinturón, no hay trabajo, la sanidad pública necesita el apoyo del sector privado, la riqueza la crean los empresarios...

Por poner otro curioso ejemplo, nos preguntábamos en una entrada anterior de esta columna qué pasaría si el dinero que se está dedicando a armamento se dedicara a sanidad o educación.

Es decir, el engaño está globalizado. Es un denominador común de los países que pertenecen al entorno de la Alianza Atlántica. En el caso de Argentina la gravedad se acusa por la dependencia -nivel de deuda- particular, pero como decimos es una cuestión generalizada en en Europa y América. La cuestión es tan evidente que incluso Putin, enemigo público número uno de Occidente, lo advierte con claridad.

En declaraciones recientes, Putin expresó: "pasar al dólar es una decisión soberana de cada país, pero Argentina tiene un elevado nivel de inflación; hay muchos problemas con la devolución de esos fondos, es comprensible, pero se trata de una pérdida significativa de soberanía para el país, pues la vinculación al dólar producirá que se pierda una herramienta nacional para equilibrar la situación, sin la cual estarán abocados a reducir los gastos presupuestarios, graves recortes en salarios, pensiones, prestaciones, gastos médicos, carreteras, no tendrán otro camino".

Si incluso tu "peor enemigo" te señala lo que estás haciendo mal, es que lo estás haciendo rematadamente mal y probablemente sin posibilidad de solución, y solamente le resta sentarse a esperar ver el paso de tu cadáver por el río. La pérdida de soberanía de los Estados dependientes de la OTAN es más palpable ahora -siempre la hubo- porque el imperialismo norteamericano tiende a su fin. Y en su caída arrastrará todo lo que sea preciso, dado que su lógica y su naturaleza es la rapiña y el expolio.

De todas esas grandes patrañas que hemos enumerado en lo que llevamos de artículo, destaco principalmente dos, porque están íntimamente encadenadas y hasta el propio Milei las menciona en aquel discurso de su nombramiento: los Estados son soberanos y la riqueza la crean los empresarios.

La soberanía de un país (esa que Argentina va a dar el tiro de gracia con la dolarización, la misma que en los países de la UE mantienen encadenada a los intereses bélicos y de rapiña de los Estados Unidos), no es sólo un concepto abstracto al que sólo podemos acercarnos desde el pensamiento, también es una realidad concreta que puede evaluarse desde los datos empíricos. Es, por ejemplo, la capacidad de un país para obtener los recursos necesarios para su propia producción.

Y ¿quiénes son los encargados de crear la producción de un país? Nos dicen que son los empresarios. Pero si así es, entonces, ¿por qué si las grandes empresas presentan cada año más beneficios, en cambio la riqueza del país disminuye, de manera que llega a perder su soberanía. ¿Tendrá por ejemplo, carestía de litio Argentina, uno de los recursos naturales más solicitados hoy día para la fabricación de baterías para los recursos, si es uno de los países que forman el triángulo geográfico de mayores yacimientos junto con Chile y Bolivia?

Por tanto, la cuestión de la soberanía se interpretará de modo muy distinto si tenemos en cuenta o no su aspecto social.

Un Estado dominado por el neoliberalismo se esforzará en hacer creer que su soberanía depende, principalmente, de su capacidad de endeudamiento, de esa "plata" abstracta, y de la estabilidad que pueda manejar en ese equilibrio. Obviamente, la materialidad le hará darse de bruces con la realidad antes o después: el dinero ficticio y la deuda no producen petróleo, no producen gas, no producen mascarillas cuando hay una pandemia, no producen litio para los modernos artefactos tecnológicos. Tampoco habrá soberanía si, bajo la excusa de la carencia de esos recursos imprescindibles, se eleva el precio de los productos básicos hasta el punto de que las personas no puedan adquirirlos, o el precio de la vivienda sea inaccesible para la mayoría.

Es decir, la soberanía de un pueblo se evapora cuando su realidad económica está atravesada por los intereses de las  empresas, cuya lógica responde al beneficio en las bolsas donde el dinero no conoce nacionalidades ni culturas. La verdadera soberanía tiene sus raíces en la realidad social. Sin la perspectiva de las clases sociales, el engaño capitalista puede perdurar hasta que nos expriman la última gota.

Sí hay plata, sí hay trabajo, sí hay riqueza, sí hay posibilidad de sanidad y educación universales. Lo que no hay es conciencia de clase.