viernes, 27 de octubre de 2023

Sevilla, capital universal del vandalismo



En la mañana de ayer los sevillanos encontraban que en uno de los muros del paseo del Guadalquivir, el que mira al Puente de Triana, se había realizado una pintada con la leyenda Palestina libre, la que puede verse en la imagen.

En cuestión de horas, el Ayuntamiento anunciaba un urgentísimo zafarrancho de limpieza, un comando de diligencia inusitada, contra lo que consideraba un "despreciable acto vandálico" que "destrozaba la imagen de Sevilla". Además, advertía de que "se van a endurecer las medidas" contra "ese tipo de actos".

A los lectores que no sean sevillanos les falta parte de la información para comprender el contexto. Para empezar, Sevilla no es solo ese maravilloso decorado en el que han convertido el centro histórico de la ciudad. Más allá de ese parque temático para turistas de intramuros, esa zona repleta de hoteles de lujo, gastrobares exquisitos y espectáculos enlatados de flamenco, existe toda una periferia en la que viven los sevillanos.

Porque vivir en el centro, lo que se dice vivir o pasar más tiempo de su vida, quienes en realidad lo hacen son los sevillanos camareros y camareras, o las kellys, las que limpian los incontables hoteles, que trabajan en jornadas maratonianas. 

Esos son los sevillanos que más tiempo pasan en el centro, a excepción claro está de los que tengan la suerte de vivir en ese entorno, bien porque son los privilegiados que se benefician de ese modelo de ciudad o bien porque han tenido la suerte de heredar una vivienda en esa zona, inasequible para mortales.

Sepan que más allá de ese entorno idílico de color especial, toros, duende y cofradías, existe una infinidad de barriadas donde las personas se apiñan compartiendo piso porque los "pequeños tenedores" (los poseedores de hasta 10 viviendas) pueden especular legalmente con el precio del alquiler hasta volverlo inaccesible hasta para una persona con empleo decente, como ocurre en todas las ciudades españolas. 

Barriadas enteras en las que se va la luz y se quedan a dos velas durante horas y horas, mientras los responsables les explican que no hay dinero para comprar generadores nuevos.

Plazoletas y grupos de viviendas en donde a los sevillanos les come la mierda, las pintadas son parte del paisaje, los árboles se caen cuando sopla viento fuerte o se inundan las calles en la lluvia por las alcantarillas mal conservadas. 

No en vano Sevilla destaca en las listas nacionales y europeas de los barrios más pobres y dejados de las manos de dios. Ahí sí que estamos en la champions y vamos como una moto.

Por tanto, si las pintadas son "vandalismo" y en la mayor parte de la ciudad cunde el destrozo de las paredes y la suciedad, ¿se podría decir que Sevilla posee el dudoso honor de ser capital universal del vandalismo?

Seamos sinceros. Lo que molesta tantísimo a nuestros señores y señoras gerentes del gobierno de la ciudad no es que esa pintada se haga en un sitio turístico, lo que molesta es que se haga en apoyo del pueblo palestino.

Y alguno dirá qué tiene que ver Palestina. Les explico. Esos gerentes del consistorio no son más que los administradores, a nivel local, de ese modelo de ciudad que beneficia a unos pocos privilegiados. Un modelo que fue adquirido al asociarnos económica y políticamente a la Unión Europea, organismo internacional que determinó que nosotros, los españoles, debíamos desmontar nuestras industrias y dedicarnos al turismo.

Esa Unión Europea es la sucursal en nuestro continente de los intereses de las grandes empresas de los Estados Unidos, así como de sus aliados, Reino Unido, Francia o Alemania. Esto es, todos esos países que andan enfrascados en santa cruzada contra Rusia y, por supuesto, alineada con los amigos de EEUU como Israel.

Sí, esas grandes empresas que están relacionadas con nuestras maravillosas compañías energéticas, nuestros cada vez más ricos bancos o nuestras ecosostenibilísimas empresas constructoras.

Así que a esos gestores de los intereses de unos pocos les parece intolerable y vandálico que un turista norteamericano, inglés, francés o alemán, se pasee por el parque temático del centro de Sevilla y vengan a fastidiarle con el recuerdo del genocidio de los palestinos.

Esa es la realidad. Cabría preguntarse si con los más de dieciséis mil millones de euros (16.000.000.000 €) que el Gobierno lleva empleados en gasto militar extra en el año 2023 no se habría podido dedicar una partida a adecentar los barrios populares, o a abrir las líneas cerradas de los colegios públicos, o ampliar los abarrotados centros de salud, e incluso comprar generadores eléctricos nuevos. 

Para nuestros gobernantes de los zafarranchos de la limpieza moral no es así. A nuestros gobernantes les encantaría que los ciudadanos no hiciésemos manifestaciones en solidaridad con Palestina, ni que se luciesen banderas de ese país en los estadios de fútbol, ni se pintasen las paredes. 

Pero no se puede tapar el sol con un dedo, señores gobernantes, ni ponerle puertas al campo. La inmensa mayoría de la sociedad y en especial las clases más populares están contra sus guerras, contra el despilfarro infame en armamento para echar leña al fuego de conflictos que los españoles no hemos buscado ni nos interesan.

Viva la lucha de la clase obrera.
Viva la solidaridad internacional.
Viva Palestina libre.

lunes, 23 de octubre de 2023

La trampa anticomunista de la diversidad


 

Vivimos tiempos muy oscuros, en los que el imperialismo norteamericano, en su declive, no va a dudar en arrastrar consigo todo lo que encuentre. En su disputa por la hegemonía, necesitan carne de cañón que acuda al "frente oriental" de la batalla por el relato desprovista de cualquier capacidad de razonar. 

Para ello, el pensamiento se reduce cada vez más a etiquetas o atribuciones, con una simpleza alarmante. Y esto, que se diría es más conveniente para la derecha, en cambio se ha homogeneizado de manera indistinta también a la supuesta izquierda.

De ese modo, desde posiciones teóricamente izquierdistas, encontramos a quienes no se posicionan con Palestina porque consideran que defenderse contra décadas de agresión imperialista es violencia y terrorismo, o que esa violencia es masculina y por tanto la hay en ambas partes, encontramos que la pregunta qué es una mujer puede convertir en transfóbico, discrepar de los independentismos lleva a ser un rojipardo, criticar la sumisión de la UE a la OTAN identifica como putinista, cuestionar las medidas para la ecosostenibilidad lleva a ser señalado como negacionista, y así podríamos seguir indefinidamente en multitud de ejemplos de esas etiquetas.

¿Por qué fomentamos esta simplificación del pensamiento? ¿Por qué caer desde la supuesta izquierda en ese reduccionismo? Creo tener una posible explicación.

La trampa de la trampa de la diversidad.

Podría pensarse que, en lo que se refiere a cuestiones políticas que afectan directamente a nuestras vidas, bastaría una sola experiencia para aprender. Nada de eso, los tropiezos en la misma piedra son por desgracia recurrentes.

Hace poco, el ensayo político más leído en España fue La trampa de la diversidad, de Daniel Bernabé (Akal, 2018). Recuerdo que entre los militantes y gentes de izquierdas fue frecuente su recomendación y el paso de mano en mano de ejemplares. Una lectura amena y repleta de sorprendentes ejemplos de la actualidad.

La tesis central del ensayo podría resumirse en unas palabras de su prologuista, Pascual Serrano: "el gran invento de la diversidad es convertir nuestra individualidad en aparente lucha política, activismo social y movilización. La bandera deja de ser colectiva para ser expresión de diversidad, diversidad hasta el límite, es decir, individualidad".

Esto es, en estas últimas décadas la ideología de la izquierda se había trivializado hasta difuminarla en luchas identitarias y activismos muy específicos que acaban diluyendo a la propia izquierda.

A la izquierda, progresistas españoles cuestionando el derecho a defenderse del pueblo palestino desde argumentos como la igualdad o la paz. A la derecha, el autor de La trampa de la diversidad elogia, una vez más, a Joe Maravilloso Biden.

Sin embargo, apenas unos años después de su publicación, la izquierda parece empeñada en tropezar una y otra vez en la misma trampa. Así, el Gobierno "más progresista de la historia" ha ejecutado -y ejecutará- todas las políticas de recortes exigidas por la UE, hasta empobrecer a la población a niveles de otras épocas, e incluso nos ha llevado a formar parte de la guerra de la OTAN contra Rusia y todo el aparato de sanciones y distanciamientos contra China o cualquier país no sometido a la alianza occidental.

Es más, hoy participa del genocidio en Gaza como parte alineada con EEUU mientras realiza declaraciones solidarias de cara a la galería.

Ese retroceso de la izquierda parlamentaria, ahora convertida en remedo moderno del PSOE, se produce además con todos los ingredientes descritos en el mencionado ensayo: priorizar la defensa de las libertades identitarias a la lucha de clases, alusión a lugares comunes y desclasados como "el diálogo" y "la esperanza", políticas personalistas y de espectáculo, la "amenaza de totalitarismos" que justifican el gasto en miles de millones en armamento, etc.

¿Cómo fue posible que los seguidores de las tesis de esa trampa de la diversidad cayeran de nuevo en la trampa? ¿Se trata de una trampa tan sutil o sofisticada que es imposible evitarla?

La trampa de la homogeneidad.

La aparente diversidad o atomización de las luchas identitarias, fragmentadas en miles de etiquetas, contiene en su núcleo una homogeneidad estructural, un denominador común igual para todas ellas: su profundo anticomunismo.

Todas estas visiones alternativas son diversas pero, casualmente, coinciden en un mismo punto, el desdén/ignorancia/tergiversación premeditada del materialismo dialéctico, del socialismo científico.

La única pero poderosísima arma que posee la clase trabajadora es la unidad. Con ella pudo transformar un país del tamaño de un continente, antes atrasado y analfabeto, en el más avanzado tecnológicamente, o llevar a una pequeña islita a ser un referente mundial en atención sanitaria pese a estar bloqueada por un enorme imperio.

Para lograr esa unidad necesita un análisis correcto, el materialismo, que ponga en evidencia a la clase oprimida y a la explotadora, y los mecanismos económicos que sustentan esa sociedad. Y necesita una lógica que observe la totalidad de cada situación, la dialéctica, que nos haga entender que esas clases sociales son antagónicas e irreconciliables, y plantear una estrategia firme, sólida, bajo el control de la clase llamada a ser el conductor de los procesos revolucionarios: las mujeres y hombres de la clase trabajadora.

Pero ocurre que esto que parece tan sencillo de describir en un par de parrafadas, es bastante complejo de llevar a la práctica, pues la fuerza de la ideología dominante es enorme. 

Esta ideología, la que defiende los intereses de la clase dominante, es tan poderosa que puede mantener a pueblos enteros obnubilados con debates aparentemente transgresores, MacGuffins, artimañas variadas, e incluso convencer a millones de personas para que defiendan hasta las últimas consecuencias intereses absolutamente adversos a los de su clase.

Pero entonces, ¿por qué esa insistencia en caer y difundir la trampa? 

Sospecho una sencilla razón. Esa lógica, la dialéctica, conduce a pensar que aquel cambio revolucionario no puede producirse de manera amistosa y dialogada, a través por ejemplo de "políticas útiles" financiadas por la UE; ni puede ser un proceso en cómodos plazos de cortesías y talantes, de manera que algunos puedan permanecer en su pequeña zona de confort burguesa.

Por eso, aunque se comprenda la incoherencia, su solución se demora o se disfraza con nuevos atuendos, cada vez más creativos, así como quien, obstinado en una costumbre dañina, se auto convence con las razones más peculiares.

Se esfuerzan en evitar, como en el juego del tabú, la infinidad de explicaciones en las que Marx, Lenin y todos sus seguidores desmontaron a los reformistas y socialistas moralizantes. Bien porque esto les parezca "totalitario" o de poca "utilidad política" o "gris" o cualquiera de las excusas que podemos encontrar en el entorno del mundillo progresista.

¿Hasta qué grado de miseria y opresión tendremos que soportar para comprender que lo totalitario, lo gris y lo autoritario es vivir en el capitalismo?

martes, 19 de septiembre de 2023

¿Sueñan los ecohipócritas con coches eléctricos chinos?

Ecohipócritas sin fronteras: Urtasun, portavoz de Sumar, apoyó como eurodiputado el bombardeo de Libia; ahora le echa la culpa al cambio climático y lo utiliza electoralmente. Mientras, el ecobelicismo alemán lo tiene claro: ¡más madera! ¡La dictadura de los planes quinquenales no puede vencer a la libertad de vender más caro


Las mentiras de la Unión Europea comienzan a no caber debajo de la alfombra y amenazan con aflorar sin necesidad de fracking. La última bola que pretenden hacernos tragar es sobre los coches eléctricos.

El pasado miércoles Von der Leyen anunció en el Parlamento Europeo que se iniciará una investigación sobre los coches eléctricos fabricados en China, que se venden a un precio más barato que los europeos y, lógicamente, son preferidos por los compradores en el mercado global.

Pero ¿qué taimada treta pergeñaron los chinos para abaratar su producto? ¿Acaso los fabricaron con chips de lavadoras?

No, algo mucho más retorcido. Abaratan su precio gracias a ¡subvenciones estatales! Semejante argucia ha dejado descolocados a los responsables del jardín europeo, que temen que sus grandes empresas automovilísticas queden desplazadas y abocadas a las pérdidas, así como ocurriera con las empresas europeas de la industria solar, incapaces de competir con las empresas orientales.

Observen que doña Úrsula lo dejó muy claro. En palabras literales: «Es una industria crucial para la economía limpia, pero los mercados globales ahora están inundados de coches eléctricos chinos más baratos. Y su precio se mantiene artificialmente bajo gracias a enormes subvenciones estatales».

Es decir, ayudar a las empresas mediante subvenciones del Estado -y no sobre cualquier producto sino sobre uno que tiene supuestos intereses ecológicos-, es una carrera a la baja y una distorsión del mercado (sic).

Recordemos que los fondos europeos del plan Next Generation derramaron cientos de millones de euros sobre las empresas del Ibex 35, como Telefónica, Arcelor, Repsol, los bancos como Caixa o Bankinter, además de las energéticas, Iberdrola o Endesa, con la condición de realizar planes muy ecosostenibles y digitales.

Así pues, las ayudas de los organismos públicos para las empresas privadas es una estrategia que también ejecuta la UE, y también lo hace, en apariencia, con el benemérito objetivo del respeto al medio ambiente.

Luego, entonces, ¿dónde está el perjuicio de los fabricantes chinos? ¿No era una cuestión vital sustituir a los desfasados vehículos diesel aunque el precio de los eléctricos fuera inaccesible para un trabajador normal?

Malicio que el problema está en dos sentidos. Primero, que la famosa libertad de mercado está bien siempre que favorezca a las empresas de uno. Cuando desfavorece, ocurre como a los ateos que se acuerdan de Santa Bárbara al tronar, y llega el afán por los aranceles y las medidas proteccionistas.

Y segundo, pero no menos importante, un leve detalle: que las ayudas públicas europeas sirvieron para que las grandes empresas occidentales multiplicaran sus beneficios, mediante la subida de precios a los trabajadores, de manera que los trabajadores pagan más y las empresas recibieran doble premio. Mientras que esas empresas chinas del automóvil pretenden ofrecer productos de igual calidad a menos precio para cualquier comprador.

Una gran deslealtad, como pueden ustedes comprobar, que merece ser investigada. Será de enorme interés conocer los resultados de sus pesquisas.

Esperemos que a las potencias emergentes no se les ocurra alguna iniciativa similar sobre el gas o la gasolina, no sea que los europeos comiencen a preguntarse por qué comprar esos recursos a un precio más alto debido a la guerra y las sanciones. En ese caso, los resilientísimos trabajadores europeos pueden explotar como una olla a presión que se quedó ya sin jugo.


domingo, 10 de septiembre de 2023

¿Qué pasaría si el gasto en armamento se dedicara a sanidad, educación y pensiones?

 




"Si este es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?".
Cándido, Voltaire.

Cándido tiene su origen en el latín, candidus, color blanco y brillante (de ahí candil o encandilar, incluso candidato por la toga blanca de los políticos) y también referido a la inocencia de quien es limpio y sincero. Voltaire llamó Cándido al protagonista de su cuento, un joven criado en un entorno ajeno al mundo exterior y bajo el optimismo filosófico.

Pues bien, el titular de esta entrada es sin ninguna duda, por su inocente optimismo, absolutamente cándido. Lo reconozco. Y surge de una frase que compartí en la red social antes conocida como Twitter, en principio con la pretensión de ser irónica.

Es obvio que semejante exigencia, que el gasto en armamento se dedique a esos asuntos, es como hacer un brindis al sol. Y mucho más si esa petición se dirige al Gobierno español, ya sea el más progresista del universo.

Recordemos que la autopercibida izquierda parlamentaria ha pasado de reivindicar la devolución del rescate de los bancos a ejecutar todas las exigencias demandadas por la Unión Europea. Así, Pablo Iglesias (vicepresidente) firmó el Fondo de Recuperación Next Generation, Yolanda Díaz (ministra) logró disfrazar como grandes avances las exigencias laborales alabadas hasta por la CEOE o Enrique Santiago (secretario de Estado) se vanaglorió del ejecutivo que más dinero público ha trasvasado a intereses privados.

Todo ello en un tiempo récord, una marca que es la envidia de otros inesperados giros otanistas y europeístas como el de Felipe González.

Permítanme que les aburra durante un párrafo con algunos datos, pueden saltarlo si quieren. El presupuesto de Defensa alcanzó los 12.825 millones de euros para 2023. Es una colosal apuesta en gasto militar que se dedica principalmente a inversiones en armas nuevas. Se estima que ese gasto sea mayor; el año pasado se duplicó de los 12.000 millones presupuestados a los 24.000 millones. Defensa no disimula que esta inversión tiene su base en el compromiso con la UE y con la OTAN. Es una orden directa de Estados Unidos a sus socios de la OTAN para que dediquen no menos del 2% del PIB en armas para Ucrania. Por otra parte, Bruselas advierte que el Ejecutivo deberá recortar 12.000 millones este año y otros tantos el que viene, para ajustar el déficit público y mantenerlo en los márgenes exigidos por el Pacto de Estabilidad.

Imaginemos una cosa. Supongamos que un líder carismático o un grupo político o activista logra que la pregunta de nuestro titular se vuelva viral y sea compartida por miles de españoles. ¡Dediquemos el presupuesto de las armas al gasto público! ¿Qué pasaría?

Sin acudir a la ficción, es decir empleando datos reales de la experiencia reciente e histórica, se me ocurren las siguientes respuestas.

Primero, los miembros del Gobierno tendrían que reforzar el mensaje de que vivimos tiempos en los que la democracia corre peligro frente al "totalitarismo", que es necesario ajustarse el cinturón y apoyar el "frente oriental".

Segundo, si la eficacia de ese mensaje falla, podrían aparecer en medios noticias sobre incubadoras desconectadas en los "territorios ocupados" por Rusia, informes de organizaciones sobre Derechos Humanos advirtiendo de ejecuciones masivas o movimientos libertarios y coloridos reprimidos con brutalidad.

Tercero, podrían proliferar atendados, en los que comandos autónomos y anónimos volarían nuevas infraestructuras de recursos estratégicos, saltarían otros puentes, se derribarían otras presas, o quizás las instalaciones nucleares se verían afectadas, o los laboratorios de armas biológicas ya existentes.

Noticia del viernes de un medio español, en el que se dice literalmente que "las balas (enviadas por USA) conservan algunas propiedades radiactivas, pero no pueden generar una reacción nuclear como lo haría un arma nuclear". El mal menor de las armas nucleares.

Tampoco descartemos, dentro de la experiencia real, que a ese líder o grupo político podrían surgirle denuncias de todo tipo, acusaciones de agresión o corrupción o cualquier escándalo, e incluso su encierro bajo acusación, por ejemplo, de espionaje o de revelación de secretos de Estado.

Esto es, por mucho que se exigiese la inversión de ese dineral en gasto público, esto sería imposible. No podría llevarlo a cabo ningún Gobierno, porque significaría el fin del propio sistema que sustenta a ese Gobierno.

Los Gobiernos sujetos a la disciplina de la OTAN carecen de soberanía, puesto que:

  • Un Gobierno soberano podría crear una oferta pública de vivienda a bajo precio, bien construyéndola o reformando la existente e inutilizada, dando de paso trabajo a cientos de miles de personas. Pero no lo hace porque eso sería un torpedo en la línea de flotación del conglomerado de rentistas españoles, de las empresas inmobiliarias así como de la Bancocracia poseedora de ese tipo de activos.
  • Un Gobierno soberano podría dedicar enormes partidas de presupuesto a la Sanidad Pública, a la Educación libre y laica, pero no lo hace porque supondría el fin del negocio más seguro, aquel que ofrece servicios que todo el mundo va a necesitar antes o después, si no quiere ver a sus hijos sin estudios o morirse sin atención sanitaria.
  • Un Gobierno soberano podría garantizar las pensiones de todos sus ciudadanos, sin recurrir a falacias como la "hucha de las pensiones", podría como ya hace emitir más deuda, pero ésta está fiscalizada y limitada por el Banco Central Europeo.
  • Un Gobierno soberano podría decidir no participar en una guerra en la que nadie quiere estar, podría exigir que las materias primas necesarias para el sistema productivo no sean las que les impone la OTAN, a precios más elevados o incluso revendiendo el mismo producto ruso a precios más caros, de modo que los precios se disparen hasta aumentar indefinidamente la inflación.

Por eso la pregunta del titular es tan cándida. Podríamos decir aquella estupidez que los tertulianos politólogos dicen cuando los partidos no se ponen de acuerdo para formar Gobierno: ¡les pagamos para que lleguen a acuerdos! Pues ¿por qué no llegan a un acuerdo diplomático y acaban con la guerra?

Antes o después, los trabajadores europeos abrirán los ojos como Cándido y comprenderán que este sistema capitalista, ese fin de los tiempos y mejor de los mundos posibles, es una gran farsa que no tiene remedio ni reforma, y que es necesario erradicar.

domingo, 7 de mayo de 2023

Podemos, Sumar: el lado cómodo de la historia

La puesta de largo de Sumar, el partido que no va de partidos, ha suscitado polémica con sus compañeros de Podemos, quienes se consideran agraviados en el derecho original de ser el comienzo de todo y más útil captador de votos de la gente.

Dejando a un lado lo evidente (que no difieren en ninguna cuestión política importante), observemos que las críticas de propios y ajenos se han centrado en la personificación de los colectivos políticos: la culpa del distanciamiento es de Yolanda o de Pablo; cuando se pongan de acuerdo, llegarán al entendimiento.

Es lógico pensar así, pues se ha normalizado que la política sea una cuestión de personajes y no de programas o de diferencias ideológicas. Sin embargo, creo que es posible aventurarse en críticas más desarrolladas.

Imaginemos que un niño pequeño nos pregunta ¿por qué los animales son tan diferentes?

Si no queremos complicaciones, evitaremos la explicación evolutiva y tiraremos por la solución rápida: porque así han sido siempre. O también podemos usar la respuesta, aún bastante extendida entre población adulta: fueron creados así.

Si queremos razonar de una forma más cercana a lo material, responderemos que los animales se adaptan a las circunstancias del medio. Por ejemplo, una jirafa estira su largo cuello para alcanzar las hojas más altas y esta cualidad tiene su peso en la supervivencia de la especie.

Así entraríamos en las respuestas comprendidas en lo que los expertos consideran el cuerpo teórico del evolucionismo. La explicación lamarckista proponía que las jirafas adquieren ese carácter en el hábito infinitamente repetido generación tras generación de estirar el cuello. Un gran paso más allá, la explicación darwinista añade la selección natural: en la población ancestral de jirafas, las variaciones hereditarias presentaron individuos con cuellos más largos, lo que les otorgaba una ventaja alimentaria y en consecuencia mayor descendencia. 

Observemos que al profundizar en la explicación van surgiendo matices dialécticos (Federico Engels, al tratar cuestiones científicas como esta, se preocupaba mucho por la necesidad de aplicar la lógica dialéctica). ¿Es la adaptación un proceso debido a la experiencia de los sujetos o es puramente genético? ¿Una mezcla de ambos? El ejemplo de la evolución nos permite entender que la lógica dialéctica dispone una valoración más completa y cercana a la verdad material,

Pero volvamos a los animales políticos.

La explicación del distanciamiento -temporal- entre Podemos y Sumar justificada en la personalización de Díaz e Iglesias, elude algunos de esos factores, sin cuya consideración se pierde la totalidad dialéctica. Entre esos factores: 

  • Tras los partidos políticos hay intereses económicos. Sus decisiones políticas afectarán a intereses, que resultarán favorecidos o perjudicados. Esos intereses atañen a grupos sociales. Puede ocurrir que un partido ya no sea necesario para defender unos intereses, pues ya estén mejor defendidos por otros, y se considere amortizado (Ciudadanos).

  • La propuesta de Podemos o Sumar es abiertamente populista y pretende ofrecer una política útil para todos, para la gente, en la que nadie se quedará atrás. Son partidos catch-all que proponen un cajón de sastre en el que cabe cualquier aportación que atraiga el voto.

  • El abandono paulatino de la carga ideológica de estos partidos ha devenido en el rechazo a la lucha de clases, incluso a la negación de la existencia de una sociedad de clases antagónicas. Intencionadamente, no se explica qué gente es la gente, ni para quiénes es útil la política útil.

"Moda galega", opina Díaz de Amancio Ortega, superando el "interrogatorio" de El País con respuestas sobre Felipe VI ("el rey de España") o Felipe González ("un personaje clave")


La adaptación a la ideología dominante.

En estos años hemos presenciado que, en su periplo político, Podemos ha ido postergando algunas luchas, contra la monarquía, contra los fondos buitres de las viviendas, contra los oligopolios como el energético, cuyo fruto ha sido formar Gobierno.

Una vez en el Gobierno, en lugar de enfrentarse a esos poderes, propone medidas consensuadas, admitidas por las grandes empresas, que además corren en su mayoría a cargo del Estado. 

En lo internacional, Podemos ha pasado de exigir que los bancos devuelvan el dinero de los rescates y señalar los recortes de la Unión Europea a realizar políticas que encajan como un guante (hasta son elogiados por la UE) con los requisitos que se exigen para la entrega de los millonarios fondos europeos.

El abandono ideológico tiene una característica que, como la política útil, es muy práctica: se adapta perfectamente al medio y, como las especies animales, permite su continuidad y aleja la extinción.

El proyecto de Yolanda Díaz da una vuelta de tuerca a ese desapego ideológico. Su lenguaje edulcorado, melifluo, de mensaje navideño, se combina con otro aspecto de su personaje, que es el de su validez como tecnócrata. Su labor en el ministerio ha sido elogiada tanto por los sindicatos mayoritarios como por la Patronal.

Esta combinación de tecnocracia y amabilidad le ha otorgado un carisma capaz de vender como positiva la ilusión de la derogación de la reforma laboral, o logros como la subida del SMI, la regularización de los ERTE y otros, valorados como éxitos a pesar del escenario de alarmante empeoramiento del nivel de vida y de las condiciones laborales.

A ese empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora se le añade la sombra de una guerra que Estados Unidos parece dispuesta a prolongar hasta sus últimas consecuencias, aunque perjudique gravemente a sus aliados europeos, de los que España es uno de los subordinados más cumplidores.

Aquí es donde Sumar demuestra haber tomado la delantera en la carrera por la adaptación al medio.

En lo político, las duras exigencias de la naturaleza son las incuestionables líneas rojas del capitalismo, o su desarrollo superior imperialista, y las características que favorecen la adaptación son las que permiten disputar un trozo de pastel mediático y captar votos fuera de la lucha de clases. No es la primera vez que ocurre, hay ejemplos históricos.

Pero, ¿cuáles son las consecuencias? En una situación de tremenda desigualdad entre las clases (la clase dominante posee los medios económicos, informativos, culturales, jurídicos), la posición de equidistancia acaba favoreciendo a la clase dominante.

A nivel internacional, en una situación de sumisión a la Alianza Atlántica, pretender una equidistancia entre la OTAN y el "imperialismo ruso", resulta convenientemente provechoso también para la ideología dominante.

Alberto Garzón, coordinador de IU y postulante a cargo en Sumar, encuentra que la multipolaridad (defendida por la izquierda global) es peligrosa porque usa "el mismo lenguaje de los fascistas". Mientras, su Gobierno sigue gastando miles de millones en armas a Ucrania.


¿Adaptarse o morir?

Podrá pensarse que esto tiene su lado bueno. En política, vence quien resiste.

Es en parte cierto. Estamos comprobando que los que saben adaptarse obtienen su premio: su libro se vende, se le organiza un partido o se le crea una televisión.

Mientras, los que se atreven a alzar la voz corren un alto riesgo: ser eliminados, por la censura o la fuerza. De ellos la historia dejará los fósiles, enterrados bajo profundas capas de anonimato.

El militante de un partido adaptado puede pasear por la sabana y beber del río sin miedo al enemigo natural. No tendrá graves problemas en el trabajo por cuestionar la propaganda de guerra, no recibirá una demanda inabordable por comentarios contra la ley trans.

Sus líderes han adaptado a la izquierda al entorno dominante, le han situado en el lado cómodo de la historia.

domingo, 2 de abril de 2023

La izquierda sitcom



Tal vez les ocurra como a mí cuando ven una comedia de situación y no puedan dejar de pensar que los personajes se hacen laberinto por cuestiones que son problemillas de primer mundo.

Últimamente esto mismo me ocurre con la izquierda parlamentaria española. Recuerdan a una sitcom (situation comedy, teleserie que se desarrolla en un mismo decorado y con los mismos actores).

¿Les parece malpensado encontrar estos parecidos?:

  • La actividad parlamentaria es hoy un producto de consumo rápido. Algo que ver en el sofá al terminar las tareas de casa. No es preciso un gran esfuerzo, uno se engancha al primer episodio. De hecho, algunos presumen de ser «los más perseguidos de la historia», porque todo es un presente continuo donde no hay pasado.
  • Es un show exitoso, que conecta con multitud de fans a pesar de su sencillez. Su localización es habitualmente la misma y siempre en interiores, y sus actores son los mismos, a los que vemos crecer, separarse, reencontrarse, cambiar de look… 
  • Si algún personaje tiene tirón, puede dar el salto a su propia serie y montarse su partido spin-off.
  • Los episodios son cortos y autoconclusivos, proponen debates que generan una aparente polémica, pero no son trascendentales, generalmente sobre afinidades o sentimientos. Un tema se agota en apenas unas horas y surge otro más polémico que cierra el anterior.
  • Los actores parecen vivir ensimismados en un mundo tan irreal como su decorado. Más allá del escenario no existen las guerras, ni los conflictos económicos internacionales, y si los hay no afectan en nada a sus utilísimas políticas. No hay presiones económicas, penurias o necesidades: se establecen prohibidas por decreto, como los desahucios o la precariedad laboral (sin embargo, hay un aspecto que sí es muy realista en las sitcoms: sus actores no viven en chalets, suelen compartir piso).
  • El interés se crea a partir de las situaciones. Deseamos ver qué ocurre cuando nuestro personaje favorito se enfrente con su archienemigo. Ansiamos saber qué brillante respuesta le tendrá preparada, que después compartiremos en memes o usaremos para charlar en la máquina del café.

Claro que esto pasa con todo el espectro, también en la derecha. Pero esto no debería importarnos, sabemos que la derecha votaría sin dudar a una inanimada barra de carbono, los privilegios de su clase nunca están en riesgo. En cambio, que la izquierda caiga en este juego es alarmante, pues se le supone la necesidad de reflexionar y estar informados.

¿Y tú qué has hecho para criticar tanto?, preguntará algún fan, molesto. Para ellos, propongo algunas conclusiones:

  • Quien ignora la lucha de clases vive en una mentira que sólo interesa a los que están ganando esa lucha. Si tratas a los demás con burla, mereces la burla como respuesta.
  • La primera exigencia que debe pedirse a un representante de izquierdas es informar de la verdad, nunca maquillarla con engaños.
  • No participar de esta pantomima tragicómica significa un gran avance para la clase trabajadora. Cuanto más se fomente, más lejos estará la posibilidad de crear una alternativa de clase, materialista y dialéctica. 


 



 



miércoles, 29 de marzo de 2023

El apocalipsis tras el derrumbe de la OTAN

«Los proletarios no tienen nada que perder, salvo sus cadenas.
Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar».
 Manifiesto del Partido Comunist
a.

Publicado en El Común.


Imagine que una poderosa tendencia a nivel mundial establece una nueva realidad: la Tierra es plana, no redonda. Y a la imposición de ese absurdo se unen, por la fuerza legal, políticos y partidos que se consideran progresistas y de izquierdas.

¿Qué pensaría usted? Lógicamente, le parecería un dislate. Cualquiera con un mínimo de interés podría reproducir, como Sagan en Cosmos, el experimento de Eratóstenes para averiguar el diámetro de la Tierra, con una cartulina y dos obeliscos de juguete. O con palos, pies y paciencia, con herramientas de hace dos mil años. Tampoco haría falta ser un moderno preparado para entender, a la vista de un eclipse, que la única forma que puede producir una sombra curva, en cualquier dirección de la luz, es una esfera.

Esta manera de imponer esa peculiar «visión del mundo» le parecería distópica y se pellizcaría para saber si no está teniendo una pesadilla. Mucho más si la apoyan personas que consideraba un referente de análisis político.

Pero sabemos que, en la realidad, este ejemplo tan disparatado no es muy lejano de la situación que vivimos hoy. La ideología dominante se esfuerza en mostrarnos un concepto de la globalidad tan distorsionado que recuerda a las sombras cavernarias del mito platónico.

La distorsión informativa sobrepasa la habitual manipulación mediática, la cotidiana que por ejemplo oculta la represión policial en el Perú o censura las movilizaciones obreras en Francia, pero en cambio magnifica un suceso en Venezuela o en Cuba. Va más allá y alcanza niveles de control mental, en lo que ya se considera como un proceso de guerra cognitiva, e incluso ejecuta estrategias similares al abuso y el maltrato.

El terraplanismo aquí, en esta imagen del mundo hegemónica al menos en Occidente, es la negación de un nuevo orden mundial: el imperialismo norteamericano es el único sistema posible, su orden es incuestionable, hasta sus consecuencias (guerras, invasiones, injerencias, etc.) son normalizadas como efectos inevitables. Los intereses económicos son velados por una gruesa cortina de hipocresía, como en el suceso del atentado al gasoducto. Y la sumisión de los Estados al beneficio de las empresas, las afines a la Alianza Atlántica, es disfrazada de progreso libertario y avance social. Se llega a decir que las libertades europeas están amenazadas por el «imperialismo ruso» y en breve nos advertirán también de la peligrosísima China.


Esta burla tiene su clave en la cuestión de las clases sociales, el motor de los procesos históricos. El reflejo cavernario que nos venden como imago mundi no sólo es plano, sino que ni orbita ni rota. El movimiento que posibilita que en el mundo existan «libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba», fue descrito negro sobre blanco, como sabemos, por Carlos Marx y Federico Engels, en 1848. Pero hoy, esa ideología dominante lo desdeña, lo mete en el cajón de las cosas que no interesa airear. Aspecto positivo: el retraso ya no es de dos milenios, se reduce a dos siglos.

Observemos que podríamos extraer de este engaño (de forma muy somera) algunos aspectos principales:

  • Los países aliados de la OTAN han perdido por completo su soberanía. Si ya era así antes (por ejemplo, al supeditar la economía nacional a los recortes que necesitaran las crisis), ahora ya se les empuja sin pudor hacia una guerra contra la Federación de Rusia, sean cuales sean sus consecuencias.
  • La clase trabajadora en estos países es exprimida -más exprimida- para pagar los costes de esa guerra. El bienestar terminó. El futuro para los trabajadores europeos oscila entre morir antes de jubilarse, esperar un fin lento en sistemas sanitarios privatizados, ver deteriorada su salud por no poder permitirse alimentos saludables, o morir directamente por un misil desviado si se tiene la mala suerte de vivir en las zonas de conflicto.
  • Los responsables políticos del sistema disfrazan esta situación con la gestión de unas «políticas útiles» que favorecen una paz social, una calma absolutamente incoherente con la realidad de los trabajadores. Su gestión es la mediación entre los intereses de la UE -trágicos para la clase trabajadora- y su aceptación como «mal menor», sin alternativa.

Un artificio de ese tamaño, capaz de ocultar la realidad a millones de personas, tiene una justificación que ya hemos señalado: retrasar en lo posible la caída del universo que orbita en torno a la economía política de la Alianza Atlántica. Pero también tiene un método, cuya base fundamental es la ocultación de la lucha de clases. ¿Por qué?

Pensemos. ¿Quiénes tienen algo que perder en liberarse del yugo imperialista? La experiencia de nuestros hermanos en Latinoamérica nos da una gran pista. ¿Quiénes se oponen a salirse del guion que marca USA, quiénes se echan cruces ante asociaciones internacionales alternativas como el ALBA? Preguntemos también en los países africanos y de Oriente Medio arrasados para la «implantación de la democracia». Creíamos que su miseria era algo exótico, tan lejano, no comprendíamos cómo arriesgaban sus vidas en pateras para venir a vender pañuelos en los semáforos.

Es nuestra propia burguesía quien quiere presentar el derrumbe de la OTAN como si fuese el Apocalipsis bíblico, el fin del mundo. Por ello nos amenazan con el terror del «imperialismo ruso» y ocultan los esfuerzos por la paz de China. Por ello alimentarán con todas sus energías la guerra.

Si no se alimenta la guerra, nos aseguran, se violarán los «grandes valores europeos». Valores tan elevados que no dudan en armar a neonazis, como antaño hicieron con talibanes.

Y para los que no sacamos ningún beneficio del maravilloso orden bideniano, ¿qué apocalipsis nos espera? ¿Un mundo en el que nuestra estabilidad depende del desplome de un banco dos días después de ser premiado por la agencia de calificación más prestigiosa? ¿Una sociedad en la que las bolsas se disparan por los ingresos de farmacéuticas que se lucran con vacunas que otros países ofrecen gratuitamente, mientras miles de personas mueren? ¿Vivir como almas en pena trabajando hasta morir, sin vivienda y ahorrando para poder comer?

Ese Apocalipsis cada vez asusta a menos mortales.