miércoles, 7 de febrero de 2024

El oportunismo de ultraderecha e "izquierda" en las protestas de los agricultores


La materialidad tiene la tozuda costumbre de presentarse en la vida real, a pesar de los buenos deseos y las fantasías posmodernas, y así se aprecia en el seguimiento de la actualidad. Agricultores españoles colapsan las ciudades de todo el país a través de sus autovías y también las infraestructuras clave para la distribución mayorista, que proveen de alimentos a los supermercados. Expresan su desacuerdo con las políticas "verdes" de la UE (subida de precios de carburantes y de productos fitosanitarios, competencia de los productos de otras zonas, todo en medio de la gran inflación).

Esta realidad, que nuestros paladines del jardín europeo desearían plana como un encefalograma hipoactivo, para justificar sus útiles políticas, es en verdad poliédrica, y plantea contradicciones, que podrían resumirse en tres partes: el oportunismo de la ultraderecha, el oportunismo de la "izquierda" y la realidad de la economía de guerra de la Unión Europea. Veamos por partes. 

El oportunismo de la ultraderecha

Las manifestaciones no sólo se están produciendo en España. Se producen también en otros países europeos como Francia, Alemania, Italia o Grecia. Las diferentes peculiaridades fiscales y de ayudas de cada país, así como la política global europea sobre el campo, el Pacto Verde, pueden repasarse en el artículo Proliferación de huelgas agrarias en la UE.

El European Green Deal plantea la transición medioambiental, en especial disminuir los gases de efecto invernadero y un sistema alimentario respetuoso con el medio ambiente.

Sin embargo, estas bellas intenciones se manifiestan en la realidad en inconvenientes para los agricultores: altos impuestos al combustible para tractores, las importaciones baratas de productos de fuera de la UE, el encarecimiento de la energía en el contexto inflacionario actual y la excesiva burocracia.

En España los informativos como el Telediario de RTVE se esforzaban ayer en relacionar las protestas con los partidos de ultraderecha y enlazaban las imágenes de los tractores con banderas españolas a imágenes de portavoces de VOX. No es la primera ocasión en que la ultraderecha con nostalgias fascistoides trata de acaparar un descontento contra el Gobierno.

No es así en todas las situaciones de las protestas. En el siguiente video compartido en redes sociales se ve a un portavoz de VOX increpado por manifestantes, al tratar de "hacerse la foto".

https://x.com/josevico4/status/1754980118391374302?s=20

Esto debe entenderse enmarcado en la falaz bipolaridad del sistema parlamentario burgués, que plantea como únicas alternativas a una ultraderecha y a una falsa izquierda como polos opuestos. A la ultraderecha solo le preocupa ganar terreno electoral, cosa que a la supuesta izquierda le favorece pues presenta un archienemigo necesario para su existencia, sin que el sistema -que patrocina a ambos- se vea afectado.

Ocurrió de un modo semejante con Meloni en Italia, cuando su partido medró electoralmente señalando las vergüenzas de la UE, pero al tocar poder pasó por el aro y se sometió al poder económico de los fondos europeos.

El oportunismo de la "izquierda"

A su vez, la parte izquierda del parlamento presenta otras dos curiosas caras, la de Podemos, que una vez ya no posee carteras ministeriales ha vuelto a echarse al monte de la rebeldía, y recuerda que se propusieron leyes para no inflar los precios en el transcurso de los productos agrícolas desde el campo a las góndolas de los supermercados.

Pero la de Podemos es una rebeldía ma non troppo, y especifica que se pretende "demonizar" la Agenda 2030. Es lógico que hagan esto, pues su líder, Pablo Iglesias, fue firmante junto con Pedro Sánchez, del Pacto Next Generation EU, y sus políticas, ya sean desde ministerios o no, dependen igualmente de los fondos europeos.


Mientras tanto, la cara gubernamental de esa izquierda y sus brazos sindicales recuerdan que gracias a ellos se producen las subvenciones europeas que sostienen al campo y se llevan a cabo las subidas de salarios que ponen en ira a los grandes propietarios de tierras. Y tildan de "fachas" las manifestaciones y se aferran a las explicaciones de los gases de las explotaciones intensivas o el perjuicio medioambiental de los productos que se emplean en el campo.

Esa izquierda parlamentaria y sus prolongaciones sindicales olvidan algunas cosas. Recordémoslas.

La realidad económica de la UE y su guerra estructural

Afortunadamente para nuestros ministros y líderes sindicales, doña Úrsula Von der Leyen vino ayer al rescate y anunció que la UE reculaba. La presidenta de la comisión europea elogió a los agricultores y anunció la retirada de la ley sobre el uso de pesticidas.

El desarrollo sostenible de la agenda 2030 tendrá que esperar un poco, así como hace cuando señala el gasto excesivo de agua pero permite la proliferación de campos de golf y piscinas turísticas. Al menos hasta que los tractoristas se cansen, que de momento no lo parece.

De paso, doña Ursula aprovecha para señalar a los grandes enemigos: Rusia y el conflicto en Oriente Medio.

Nuestros queridos representantes de la famosa Agenda manifestaron desde Bruselas que la UE tiene la fervorosa determinación de ayudar a Ucrania, que no se "dejará intimidar por Rusia" y que "cada euro movilizado para Ucrania es una inversión en seguridad", así como en Oriente Medio, donde instó a la UE a trabajar activamente para evitar una escalada del conflicto.

Por ello, la UE anuncia un recorte de 1.100 millones de euros a las ayudas de la PAC para financiar el plan de 50.000 millones de euros para Ucrania aprobado en Bruselas. Porque las armas de las guerras no se van a pagar solas, ni las van a pagar las empresas que los producen, ni las empresas energéticas o los fondos de inversión entre cuyo accionariado se encuentran esas mismas empresas de fabricación armamento. Son violentos pero no tontos.

Sería razonable preguntarse por qué el inusitado interés ecologista de la Unión Europea es tan estricto con las granjas intensivas o los productos fitosanitarios de los agricultores, pero en cambio no otras circunstancias mucho más contaminantes, como las siguientes:

El gasto de miles de millones en armas para la guerra de Ucrania, en lugar de una salida diplomática, y el fin del genocidio del pueblo Palestino y su prolongación bélica en el Mar Rojo.

El riesgo de la escalada bélica y la posibilidad cada vez más cercana del uso de armas nucleares.

El gasto indirecto en ayudas agrícolas (e inmobiliarias) que se solucionaría con la expropiación de las grandes posesiones particulares y su disposición como bien público para el interés común.

El boicot a los gasoductos que proveían de gas a Europa y que vertieron al mar toneladas de gases.

La existencia de laboratorios biológicos en Ucrania o el ataque a plantas nucleares y presas.

¿Necesitan más ejemplos?

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