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lunes, 14 de enero de 2019

El compromiso político de los cronopios

Portada de la novela gráfica de Julio Cortázar, Fantomas contra los vampiros multinacionales

Vivimos tiempos en los que los artistas e intelectuales de moda se preocupan enormemente por los derechos humanos cuando miran a Venezuela, pero al mismo tiempo callan ante las decenas de sindicalistas asesinados en Colombia (según datos de la Defensoría del Pueblo, entre el 1 de enero de 2016 y el 22 de agosto de 2018 fueron asesinadas 343 personas por motivos políticos en Colombia).

Son tiempos por tanto de gran fariseísmo. Siempre ha existido esa falsedad, claro, pero si se supone una capacidad de los autores y pensadores por acceder a la cultura y a la información -es decir, no son personas sospechosas de ignorancia o desidia-, con más motivo en nuestros días de artefactos electrónicos e inmediatez de las redes sociales podemos pensar que ese grado de hipocresía es de un nivel considerable.

No debe extrañarnos. El dominio de la ideología políticamente correcta conduce al rebaño como perro pastor  hacia el redil hasta a los artistas más rebeldes. El escritor que quiera ver su nombre en el suplemento cultural del periódico en el que toda la "clase media" elige su próximo disco y el siguiente restaurante premiado a visitar, no tiene más remedio que rendir pleitesía a la ideología dominante. De otro modo le espera el ostracismo mediático, la autopromoción con editoriales tramposas y las tournés con ejemplares bajo el brazo. 

Las ovejas negras ya no son fusiladas, como en aquel minicuento de Monterroso. Hoy son compradas y seducidas por el brillo de las vanidades. Pocas son las voces que contradicen esta norma. Por eso y porque me da la gana quiero subir al blog esta entrada sobre uno de mis escritores favoritos, Julio Cortázar. 

Don Julio en La habana, ya barbudo.

Si uno se mete a averiguar en san Google sobre la conocida relación de Cortázar con los gobiernos de izquierdas y, en especial, con la Revolución Cubana, podrá comprobar que es necesario avanzar varias páginas de resultados hasta hallar alguno que no explique este compromiso del autor en los motivos más peregrinos: enajenación doctrinaria, deseo extravagante de llevar la contraria, candidez utópica, confusión estética... Pocos tienden a buscar la explicación más simple: por convicción ideológica.

Los expertos distinguen en la vida del escritor argentino tres etapas. Una primera de juventud en su tierra natal, una segunda en Europa a la que corresponde su obra más famosa, Rayuela, que le introdujo de pleno en el fenómeno del boom latinoamericano, y una última etapa que algunos críticos consideran de decadencia, entre otros motivos por estar "politizada".  En 1963 es invitado a Cuba para formar parte del jurado del Premio de las Américas (un premio literario que se celebra en La Habana desde el 60 hasta la actualidad) y al parecer este viaje le emociona vivamente: "un mes ahí y ver, simplemente ver, nada más que dar la vuelta a la isla y mirar y hablar con la gente, para comprender que estaba viviendo una experiencia extraordinaria".



¿Hasta qué punto llegó el compromiso político de un escritor de fama mundial, hijo de familia acomodada, cosmopolita y de refinados gustos, crítico de Jazz y excelente traductor de francés e inglés?

En sus propias palabras: "estaba en Francia cuando la guerra de liberación de Argelia y viví muy de cerca ese drama que era al mismo tiempo y por causas opuestas un drama para los argelinos y para los franceses. Luego, entre el año 59 y el 61, me interesó toda esa extraña gesta de un grupo de gente metida en las colinas de la isla de Cuba que estaban luchando para echar abajo un régimen dictatorial".

No sería la Revolución Cubana la única relación de Cortázar con la política. Visitó en 1970 Chile para manifestar su apoyo a Salvador Allende. Donó los derechos de una de sus obras, Los autonautas de la cosmopista, escrito junto con su esposa Carol Dunlop, a la Nicaragua sandinista. Dedica algunas de sus obras a temas relacionados con la militancia revolucionaria, como el Libro de Manuel o la curiosa novela gráfica Fantomas contra los vampiros multinacionales, en la que de manera novelada difunde su participación en el Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra o Tribunal Russell-Sartre, un organismo público establecido por los filósofos Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre, que se encargó de investigar la  intervención militar de EE.UU. en Vietnam. Derechos de otras de sus obras serían cedidos también para ayuda a presos políticos de su Argentina.

Es decir, puede verse que la intención política de Cortázar iba más allá de la simple firma del típico documento de adhesión o de la declaración bienintencionada de un personaje público. No se trata sólo, por tanto, del fugaz deslumbramiento ante la figura carismática de Fidel Castro que pretenden vendernos los diversos artículos que se leen en la red. 

Supongo que el hecho de haber elogiado precisamente a Castro y al Che (uno de sus cuentos, Reunión, que puedes leer en el libro de cuentos que a mi gusto es el mejor de Cortázar, Todos los fuegos el fuego, trata sobre el desembarco del Che en Cuba) contribuyeron desde entonces a crear una sombra de rencor hacia el genial escritor. El odio que esta pequeña isla caribeña produce en el mundo capitalista se extiende a quienes osen manifestarle su apoyo, como si el criminal bloqueo económico se extendiese igualmente al aspecto cultural.

Por si algún lector que haya llegado hasta aquí se lo pregunta, sobre el manifiesto del Caso Padilla (poeta encarcelado durante poco más de un mes, acusado de difundir infamias contra la revolución; poco después el mismo Padilla confesaba sus difamaciones), encuentro que la fuente de las fuentes de nuestros días, la Wikipedia, es inexacta y no dice toda la verdad. Es cierto que Cortázar firmó en un primer momento una carta dirigida a Fidel en la que numerosos intelectuales (entre ellos Sarte, Goytisolo, Octavio Paz, Rulfo, Sontag, Beauvoir) le pedían que observase las circunstancias de la detención. Al no tener una respuesta positiva, los intelectuales redactaron una segunda carta, más vehemente, que en este caso algunos se negaron a firmar. Fue el caso de Cortázar y de Gabriel García Márquez. 
Cortázar, disfrazado de vampiro, bromea a Gabriel García Márquez.

El autor de Rayuela con motivo de las disputas de las confesiones de Heberto Padilla, escribió su “Policrítica en la hora de los chacales”. El chacal principal en el mundo, según el poema, era el capitalismo, en complicidad con la mayoría del resto de los países de América Latina. “El pobre Julio, por esa pendiente, terminará haciendo cosas tristes”, comentó en esos años Mario Vargas Llosa (1). Sabemos hoy  los españoles -el tiempo pone a cada uno en su sitio- quién hizo las cosas tristes. 


1. Cortázar y Cuba,  Jaime Perales Contreras, Georgetown University (enlace). 



lunes, 26 de noviembre de 2018

Engels: Dialéctica de la naturaleza.

 Un retrato de Copérnico


¿Qué explicación le darías a este curioso hecho histórico?

Nicolás Copérnico publicó a mediados del siglo XVI su obra Sobre las revoluciones de las esferas celestes. Como sabemos, hasta entonces se había dado por válido el modelo astronómico de Ptolomeo (siglo II), en el que la Tierra era el centro del universo. Este modelo geocéntrico situaba a nuestro planeta como eje sobre el que giraban el resto de astros, incluido el Sol. Copérnico y sus observaciones vinieron a desbaratar este modelo que encajaba con la creación de Dios y desde ese momento la propia ciencia y la sociedad entera comenzaron a revolucionar como las esferas celestes (de ahí viene la expresión giro copernicano).

Pero el hecho curioso es que Copérnico no fue el primero que intuyó que eran los planetas los que giraban alrededor del Sol. 
Aristarco de Samos fue el primer autor conocido (hay constancia de otros posteriores) que planteó el modelo heliocéntrico, y lo hizo nada más y nada menos que unos 1.800 años antes de Copérnico, en el siglo II a.C. 

La pregunta está servida. ¿Qué circunstancias llevaron a que un descubrimiento realizado antes de nuestra era quedase en letargo durante la enorme distancia de casi dos milenios? ¿Por qué no se desarrolló antes el modelo intuido por Aristarco y fue predominante durante siglos el modelo de Ptolomeo? (Hay que aclarar que hasta Galileo, posterior a Copérnico, no se desarrolló el uso del telescopio).
Una imagen ideal de Aristarco en un Atlas del siglo XVII

En Dialéctica de la naturaleza, podemos encontrar la respuesta este misterio y a otras muchas cuestiones:
"lo que para los griegos sólo era una intuición genial -escribe Federico Engels- constituye para nosotros el resultado de una investigación rigurosamente científica y experimental, razón por la cual cobra una forma mucho más definida y clara".

En la época de Copérnico las ciencias aún se encontraban en los albores del conocimiento de la mayoría de los aspectos de la naturaleza: "la investigación moderna de la naturaleza data, como toda la historia moderna, de aquella formidable época a que los alemanes damos el nombre de la Reforma y que los franceses llaman el Renacimiento y los italianos el Cinquecento". 

Es a partir de mediados del siglo XVI que se inician en Europa una serie de cambios sociales que comienzan a poner en cuestión la posición hegemónica de la religión en el pensamiento de los investigadores. Se pasa de la sociedad medieval a la moderna. Los nuevos conocimientos se extienden gracias al invento que permite facilitar y popularizar la lectura, la imprenta. Todo lo explicado a partir de entonces en base a fundamentos espirituales o metafísicos se vuelven ahora hacia las pruebas materiales, hacia lo material: "La tarea principal que se planteaba en el período inicial de la ciencia de la naturaleza, ya en sus albores, era el llegar a dominar la materia más al alcance de la mano. En la mayoría de los campos, fue necesario comenzar por los mismos rudimentos. La antigüedad nos había legado a Euclides y el sistema solar de Tolomeo, los árabes nos habían dejado la numeración decimal, los rudimentos del álgebra, los números modernos y la alquimia; la Edad Media cristiana no había dejado tras sí absolutamente nada."
Impresión original del libro de Copérnico sobre el comportamiento de los astros, con un esquema de su modelo con el Sol en el centro.

Paralelo a este cambio en la predominancia del pensamiento idealista hacia el materialista, se producen otros cambios también sociales en cuanto a la forma de vida de ciertos grupos humanos, de cierta clase social, los burgueses: "Los hombres que fundaron la moderna dominación de la burguesía eran todo menos gentes burguesamente limitadas. Lejos de ello, en todos dejó su huella más o menos marcada el carácter aventurero de la época en que les tocó vivir. Casi todos los hombres descollantes de aquel tiempo emprendieron grandes viajes, hablaban cuatro o cinco lenguas y brillaban en varias disciplinas de conocimiento."  Sus circunstancias vitales eran además propicias para el estudio y la especulación filosófica: "Y es que los héroes de aquel tiempo no vivían aún esclavizados por la división del trabajo, cuyas consecuencias apreciamos tantas veces en el raquitismo y la unilateralidad de sus sucesores."

Pero eran "héroes" como advierte Engels, dado que trabajaban expuestos a que la divulgación de sus trabajos científicos les costase el repudio social o la muerte: "La investigación de la naturaleza se movía también, por aquellos días, en medio de la revolución general y ella misma era en todo y por todo revolucionaria; no en vano tenía que empezar por conquistarse, luchando, el derecho a la vida. Mano a mano con los grandes italianos de los que data la filosofía moderna, dio al mundo sus mártires en las hogueras y en las cárceles de la Inquisición." De hecho el propio Copérnico no se decidió a publicar su obra hasta la edad de 70 años.

Esto es, los avances científicos no son una sucesión de hechos aislados sin relación entre ellos, sino que vienen enlazados con las circunstancias históricas de las sociedades, inmersos en el tupido tejido de relaciones entre las diversas clases sociales y los modos de producción de cada sociedad.
Un mapa celeste del siglo XVII

Durante los años del nacimiento del capitalismo surge una nueva clase social que desempeña un decisivo papel reformista y renovador que supone un impulso nuevo frente a la penumbra intelectual feudal y se "derrumba la dictadura espiritual de la Iglesia". Todo este conjunto de circunstancias explica el enorme lapso de tiempo en el que pervivió el esquema de Ptolomeo pese a que ya se había planteado una alternativa más exacta.

Espero que este ejemplo sirva para exponer la importancia de las obras de Federico Engels sobre la dialéctica. En concreto propongo en esta entrada la lectura de Dialéctica de la naturaleza.

Podemos encontrar en internet la entrada del Diccionario Filosófico del PCUS, que comenta que fue publicada por primera vez en la URSS en 1925. Se trata de la edición de las notas manuscritas que Engels usó para sus trabajos y la escrituras de obras fundamentales como el Anti Dühring. 

Por tanto hay que tener en cuenta que son notas personales del propio autor. Pero recordemos que Lenin apuntaba en Tres fuentes del marxismo (que he comentado en esta entrada anterior) a las obras de Engels sobre la dialéctica como uno de los pilares del aprendizaje de un comunista. Por ello es muy interesante su lectura, si no como obra completa, como repaso o consulta. En mi opinión es interesante su lectura, pese a que el autor se dedica en buena parte de ella a desglosar los avances científicos de su época (demostrando por cierto una erudición admirable y aunque algunos aspectos resultan hoy anticuados dados los avances vertiginosos de la ciencia), porque aclara bastante el confuso concepto de dialéctica y su aplicación para interpretar nuestro mundo.

Es decir, un libro que nos permite profundizar en la famosa batalla de las ideas, cuya guerra me temo que estamos perdiendo ante el avance de la negrura idealista que devora cada vez más terreno de la cultura y lo sustituye por una gran nada, como en aquella novela juvenil tan famosa de Michael Ende.

Entre otros aspectos interesantes del libro, encontraremos una defensa del concepto del universo similar al concepto que del cosmos tenían los antiguos griegos (como Heráclito), para quienes nada era inmutable. También la defensa del método científico como la manera indiscutible de enfrentarnos al conocimiento del mundo en que vivimos, frente a la superchería y las supersticiones, desgraciadamente aún vigentes en nuestros días.

Otro tema abordado en esta obra es el del trabajo como forma de transformación del ser humano y como "primera condición de la vida humana". 

Aparentemente son temas puramente teóricos pero que el militante puede relacionar con la práctica fácilmente. Basta con recordar el concepto estático y monolítico del capitalismo que tenemos hoy día y la incapacidad de concebir la sociedad como un todo cambiante, o también la idea del trabajo como simple creación de riqueza individual y no como forma de transformación, conceptos que Marx desarrollará con amplitud en su obra cumbre.

Por ello recomiendo la lectura y añado por si alguien quiere echarle un vistazo un enlace al texto en Marxist.org.



martes, 20 de noviembre de 2018

Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática

¿Por qué Lenin insistió en su momento que el proletariado debía apoyar la revolución burguesa?



Repaso en esta entrada el texto de Lenin Dos tácticas... cuya lectura es muy interesante y resultará esclarecedora para muchos militantes (a algunos les parecerá incluso paradójica o contradictoria, o al menos chocante). En ella se abordan cuestiones sobre táctica de los comunistas y sus posicionamientos, manifestados en la situación histórica concreta del tiempo en que Lenin redactó el libro pero que pueden ser modelo para inspirar las tácticas de otras situaciones, por supuesto también la actual.

Empezamos por una situación histórica del texto
(Como en entradas anteriores, en verde subrayo cuando reproduzco las palabras literales del texto en cuestión, en este caso de nuestro camarada Vladimiro). 
El texto, escrito en los meses de junio y julio de 1905, antes de los acontecimientos de Odesa (se refiere a los motines de los marineros de la Armada Imperial del Zar, entre los que se encontraba el acorazado Potemkin, buque que todos recordaremos de la famosa película de Eisenstein). En este año se produjeron en Rusia una serie de agitaciones y manifestaciones de masas, algunas de ellas con resultado de cargas policiales en las que fueron asesinadas miles de personas (por ejemplo durante el domingo sangriento en San Petersburgo) dirigidas contra la autocracia del zar Nicolás II, que desembocaron en la creación de un gobierno de corte monárquico constitucional y posteriormente de una asamblea legislativa, la Duma.

Durante estas revueltas, el partido que entonces unía a los marxistas rusos, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, POSDR, se polariza en dos líneas o tendencias opuestas: los bolcheviques, que defendían la creación de una república democrática de carácter burgués (aunque llevando al proletariado a participar en ella de manera determinante) y los mencheviques, que preferían por no llevar al proletariado a tareas políticas sino meramente económicas (Lenin los llamaba economicistas, recordemos en esta otra entrada su texto ¿Qué hacer?) y por tanto a no participar en el gobierno.

En este año, 1905, el POSDR celebra su III Congreso en Londres (la mayoría de revolucionarios rusos vivía en el exilio o en permanente persecución), aunque los mencheviques organizan una conferencia propia en Ginebra. 
En este congreso se dilucidan cuestiones tan importantes como la importancia del gobierno provisional burgués, la actitud del proletariado frente a ese gobierno y las condiciones de su participación.
La resolución del congreso sobre el gobierno provisional revolucionario, considera que tanto los intereses inmediatos del proletariado como los objetivos finales del socialismo exigen la libertad política más completa posible y, por consiguiente, la sustitución de la autocracia por la república democrática. Para ello es imprescindible la creación de una Asamblea Constituyente (digamos una asamblea que ponga un punto y aparte en el gobierno y sistema político de la nación) con sufragio universal y secreto.
La resolución es consciente de que esa revolución democrática no debilitará sino que fortalecerá la dominación de la burguesía, que intentará sin falta arrebatar al proletariado de Rusia sus conquistas. Para contrarrestarlo, el POSDR acuerda difundir entre la clase obrera la necesidad de un gobierno provisional en un momento determinado, del cual exigirá la realización de todas las reivindicaciones de su programa (un programa mínimo), aclara la conveniencia de participar en el gobierno y establece como condición necesaria el control riguroso del partido sobre sus mandatarios. Con esta finalidad, garantizar la independencia de la socialdemocracia, recomienda armar al proletariado y vigilar los actos de ese gobierno. 

Para comprender mejor esta resolución, debemos entender que en el pueblo ruso de entonces la mayor parte de la población era campesina, sometida durante generaciones de autocracia zarista a la miseria y al analfabetismo, por tanto inestable en lo que se refiere a las presiones de los conservadores. El proletariado, por su parte, se encontraba concentrado en las capitales industriales (Moscú, Petrogrado) y con escasa capacidad para maniobrar políticamente debido a la censura y persecución de los agentes zaristas, su ejército y policía.

Lenin se afana en el texto en explicar que la resolución del congreso sea persuadir a la clase obrera de que es preciso formar un gobierno provisional, aunque este gobierno sea burgués. Considera imprescindible participar y exigir el cumplimiento de un programa mínimoDicho programa es todo el programa mínimo de nuestro Partido, el programa de las transformaciones políticas y económicas inmediatas, completamente realizables, por una parte, a base de las relaciones económico-sociales actuales, y necesarias, por otra, para dar el paso siguiente, para realizar el socialismo.

En cuanto a las críticas que llegan desde el congreso alternativo de Ginebra, el de los mencheviques, Lenin es contundente y, tras analizar las circunstancias (objetivas y subjetivas) del momento, expone:
al fijar como tarea del gobierno provisional revolucionario la aplicación del programa mínimo, la resolución elimina con ello las absurdas ideas semianarquistas sobre la realización inmediata del programa máximo, sobre la conquista del Poder para llevar a cabo la revolución socialista. El grado de desarrollo económico de Rusia (condición objetiva) y el grado de conciencia y de organización de las grandes masas del proletariado (condición subjetiva, indisolublemente ligada a la objetiva) hacen imposible la liberación completa inmediata de la clase obrera.

Por supuesto, Lenin y los bolcheviques conocen por su formación marxista que la emancipación de los obreros sólo puede venir de los obreros mismos, pero advierte:
como contestación a las objeciones anarquistas de que aplazamos la revolución socialista, diremos: no la aplazamos, sino que damos el primer paso hacia la misma por el único procedimiento posible, por la única senda certera, a saber: por la senda de la república democrática. Quien quiera ir al socialismo por otro camino que no sea el del democratismo político, llegará infaliblemente a conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en el sentido económico como en el político. Si en un momento determinado tales o cuales obreros nos preguntan por qué no hemos de realizar nuestro programa máximo, les contestaremos indicándoles cuán ajenas son aún al socialismo las masas del pueblo, impregnadas de un estado de espíritu democrático, cuán poco desarrolladas se hallan aún las contradicciones de clase, cuán inorganizados están aún los proletarios. ¡Organizad a centenares de miles de obreros en toda Rusia, difundid entre millones la simpatía hacia vuestro programa! Probad a hacer esto, no limitándoos a frases anarquistas sonoras, pero huecas, y veréis inmediatamente que llevar a cabo esta organización, que la difusión de esta educación socialista depende de la realización más completa posible de las transformaciones democráticas.

Lenin explica que de la interpretación de los textos que Marx y Engels dejaron sobre su experiencia en anteriores revoluciones no podemos deducir, de un modo un tanto tajante o literal, que el proletariado nunca puede compartir intereses con la burguesía en ningún momento. Considera propio de anarquistas el rechazo a la participación política en los parlamentos burgueses y advierte que el marxismo, como teoría científica, explica que según el momento histórico puede ser favorable a la clase obrera el desarrollo económico y social de la burguesía, aunque esto pueda parecer contradictoria: Esta conclusión puede parecer nueva o extraña, paradójica, únicamente a los que ignoren el abecé del socialismo científico.

La actitud contraria, la no participación en ningún caso, que sostiene la conferencia menchevique, es comentada con contundente ironía por Lenin analizando su resolución alternativa: 
la Conferencia, con el fin de garantizar al Partido la más completa libertad de crítica con relación al régimen estatal burgués naciente [¡nuestra misión no es garantizar la república! Nuestra misión es únicamente garantizar la libertad de crítica. Las ideas anarquistas engendran el lenguaje anarquista: ¡el régimen "estatal burgués"!], estima que la formación de un gobierno provisional por los socialdemócratas, o su entrada en este gobierno, de un lado, alejaría del Partido Socialdemócrata a las grandes masas del proletariado, a las que el Partido habría decepcionado, pues la socialdemocracia, a pesar de la toma del Poder, no podría satisfacer las necesidades vitales de la clase obrera, comprendida la realización del socialismo [¡la república no es una necesidad vital! ¡Los autores no advierten, en su inocencia, que emplean un lenguaje puramente anarquista, como si se negasen a tomar parte en las revoluciones burguesas!] y, de otro lado, obligaría  a  las  clases  burguesas  a  dar  la  espalda  a  la  revolución  y  con  ello disminuiría  su  alcance ".

He aquí el nudo de la cuestión. He aquí donde las ideas anarquistas se entretejen con el más puro oportunismo. Solamente figuraos: ¡no entrar en el gobierno provisional porque esto obligaría a la burguesía a volver la espalda a la revolución y disminuiría así el alcance de la revolución! Tenemos ya, pues, aquí ante nosotros, por entero, en su aspecto puro y consecuente, esa filosofía neoiskrista según la cual, puesto que la revolución es burguesa, debemos inclinarnos ante la vulgaridad burguesa y cederle la acera.

En definitiva, de la lectura de Dos tácticas... podemos extraer las siguientes conclusiones:

- el Partido debe analizar siempre las condiciones subjetivas y objetivas de cada momento, pues como enunciaron Marx y Engels en el Manifiesto, los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros, lo que les distingue es saber apreciar cuáles acciones y en qué momento aplicadas suponen un beneficio para la clase obrera, esto es, qué tácticas momentáneas favorecen la estrategia final de su emancipación.

- el excesivo celo en los axiomas marxistas (y su incorrecta interpretación en momentos concretos) puede conducirnos a una actitud anarquizante que apresure de un modo infantil las tareas y el proyecto de un partido. En ocasiones es más prudente realizar una táctica "por etapas" que realizar una especie de huída hacia adelante extasiados en una supuesta pureza marxista. 

- la realización de cualquier táctica debe tener siempre en cuenta que resulte como fin la suma de nuevos elementos a la causa obrera, aumentar la correlación de fuerzas: Hacia este fin debemos dirigir todos nuestros esfuerzos. El conseguirlo depende, por una parte, del acierto con que valoremos la situación política, de que sean justas nuestras consignas tácticas, y, por otra parte, de que dichas consignas estén sostenidas por la fuerza combativa real de las masas obreras. Toda la labor habitual, regular, corriente de todas las organizaciones y grupos de nuestro Partido, la labor de propaganda, agitación y organización está orientada para fortalecer y ensanchar la ligazón con la masa.

Enlace a la lectura del texto en este enlace

viernes, 16 de noviembre de 2018

Oposición entre las concepciones materialista e idealista. (La ideología alemana).


Todos nosotros nos habremos planteado alguna vez alguna duda de este tipo: ¿qué es más determinante en el comportamiento del ser humano, la experiencia particular o la carga genética heredada?; ¿en el conocimiento de la realidad, qué es más importante, las características de nuestro pensamiento o las propiedades de los objetos en los que pensamos?


La cuestión del conocimiento puede hacernos oscilar entre posiciones subjetivistas, que anteponen la importancia del individuo y su pensamiento, las ideas, y posiciones objetivistas, en las que prima la realidad de manera independiente del pensamiento humano. ¿Es más importante el modo en que interpretamos el mundo, nuestras ideas, o el pensamiento viene de algún modo determinado por las circunstancias?

Este debate, aparentemente superfluo y trivial en lo referente a nuestra vida diaria, adquiere una relevancia fundamental en cuanto el punto de vista pasa de lo particular a lo social. 

Los valores (la justicia, la igualdad, la libertad) pueden existir por sí mismos para algunos y para otros depender de la percepción particular. La sociedad puede estar fundamentada en valores que sean universales y permanentes a lo largo del tiempo o bien ser producto de las circunstancias materiales. 

Marx y Engels enfocaron desde este debate la polémica que los filósofos de su época mantuvieron para criticar los posicionamientos de las figuras contemporáneas de la socialdemocracia. Entendieron que las tesis de la izquierda socialista de sus coetáneos pecaban de idealismo y propusieron una perspectiva materialista.

En prólogos de obras de ambos autores encontramos referencias a este debate. 
En su trabajo "Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas", dice Federico Engels: "En Mánchester, me había dado yo de bruces contra el hecho de que los fenómenos económicos forman la base sobre la que surgen las actuales contradicciones de clase; y de que estas contradicciones de clase sirven, a su vez, de fundamento a la formación de los partidos políticos,a las luchas entre los partidos y, por consiguiente, a toda la historia política. Marx no sólo había llegado a la misma concepción, sino que ya para entonces ... (en 1844) la había generalizado en el sentido de que, en términos generales, no es el Estado el que condiciona y regula la sociedad civil, sino ésta la que condiciona y regula el Estado."

Desde encuentro de ambos pensadores en París en 1844 (y las posteriores deportaciones sufridas por la familia de Marx) surge la necesidad de plantear por escrito las tesis que ambos compartían. Fruto de ello es una serie de manuscritos que no llegaron a publicar, dada la actividad revolucionaria en la que ambos desarrollaron sus vidas. Posteriormente fueron publicadas en antologías de sus obras completas. "Confiamos el manuscrito", dice Marx, "a la crítica roedora de los ratones, de tanto mejor grado cuanto que habíamos conseguido ya nuestro propósito fundamental, el cual no era otro que esclarecer las cosas ante nosotros mismos".

Estos manuscritos, recogidos bajo el título de La ideología alemana (Crítica de la novísima filosofía alemana), son el objetivo de esta entrada, en concreto sus primeras páginas (parte I, Feuerbach). Procuraré usar el texto para hacer una especie de resumen, pues en sí es bastante explícito, señalando en verde el texto literal



El objetivo de La ideología alemana queda claro en otro prólogo, en el de la Crítica de la Economía política"desentrañar conjuntamente el antagonismo entre nuestra concepción y la concepción ideológica de la filosofía alemana en realidad, ajustar cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior. Y el propósito se llevó a cabo bajo la forma de una crítica de la filosofía posthegeliana"

En el prólogo ambos autores nos revelan con claridad sus intenciones, con ácida ironía hacia sus rivales filosóficos: 
Hasta ahora, los hombres se han formado siempre ideas falsas acerca de sí mismos, acerca de lo que son o debieran ser. Han ajustado sus relaciones a sus ideas acerca de Dios, del hombre normal, etc. Los frutos de su cabeza han acabado por imponerse a su cabeza. Ellos, los creadores, se han rendido ante sus criaturas. Enseñémoslos a sustituir estas quimeras por pensamientos que correspondan a la esencia del hombre, dice uno, a adoptar ante ellos una actitud crítica, dice otro, a quitárselos de la cabeza, dice el tercero, y la realidad existente se derrumbará. 
Estas inocentes y pueriles fantasías forman el meollo de la filosofía neohegeliana en boga(...) El primer volumen de la presente publicación se propone desenmascarar a estas ovejas que se hacen pasar por lobos y son tenidas por tales.

En esta parte primera, centrada en Feuerbach, Marx y Engels crítican a anteriores filósofos alemanes por su dependencia de Hegel. Consideran que en sus textos hay permanentes alusiones a la religión, que emplean como una explicación para todo: A ninguno de estos filósofos se le ha ocurrido siquiera preguntar por el entronque de la filosofía alemana con la realidad de Alemania, por el entronque de su crítica con el propio mundo material que la rodea.

¿Cuáles son las premisas de las que arranca la concepción materialista de la historia? 

Las premisas de que partimos no son arbitrarias, no son dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica.

Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida, paso este que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.


El modo de producir los medios de vida de los hombres depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que hay que reproducir.

Encontramos aquí una explicación o definición del concepto de medios de producción que luego será fundamental en el desarrollo de El Capital:  Este modo de producción no debe considerarse solamente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo de cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.


Destaca aquí el aspecto social del concepto, su amplitud en el conglomerado de situaciones y circunstancias que suponen la estructura de una sociedad, observado de manera dialéctica como un todo en el que todos los matices no están aislados sino que influyen unos en otros: Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un trato entre los individuos. La forma de esté intercambio se halla condicionada, a su vez, por la producción.

Toda nueva fuerza productiva, cuando no se trata de una simple extensión cuantitativa de fuerzas productivas ya conocidas con anterioridad (como ocurre, por ejemplo, con la roturación de tierras) trae como consecuencia un nuevo desarrollo de la división del trabajo.


Marx hace aquí una explicación histórica de las diferentes fases de la producción: tribal, época antigua y feudal, señalando en cada una de ellas las peculiaridades de los medios de producción y la evolución de estos en el tiempo de manera que condicionan el paso de unas etapas a otras y transforman la vida de los seres humanos.


A partir de aquí entran en el meollo de la concepción materialista, el ser social y la conciencia social:


Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos que se dedican de un determinado modo a la producción, contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas determinadas. La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de embaucamiento y especulación, la relación existente entre la estructura social y política y la producción. La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad.


La producción de las ideas, las representaciones y la conciencia aparece, al principio, directamente entrelazada con la actividad material y el trato material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. La formación de las ideas, el pensamiento, el trato espiritual de los hombres se presentan aquí todavía como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero se trata de hombres reales y activos tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el trato que a él corresponde, hasta llegar a sus formas más lejanas. La conciencia jamás puede ser otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología, los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina proviene de su proceso de vida directamente físico.


Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellos correspondan pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su trato material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. 


En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas.

miércoles, 10 de octubre de 2018

La batalla de las ideas



Comenta Borges en uno de sus ensayos breves (Del culto de los libros, Otras inquisiciones, 1952) que "para los antiguos la palabra escrita no era otra cosa que un sucedáneo de la palabra oral", y así personajes cuyo mensaje ha perdurado milenios, como Platón, Pitágoras, Julio César o Jesucristo, albergaban cierto recelo sobre la bondad de la escritura, "cuyo hábito hace que la gente descuide el ejercicio de la memoria y dependa de símbolos" y, además, carece de la inmediatez y la exactitud de la enseñanza directa de maestro a discípulo, por tanto puede pecar de interpretaciones dispersas.

Cuenta también Borges en el mismo ensayo que a su vez San Agustín contaba en sus Confesiones, a finales del siglo IV, que le maravillaba ver a Ambrosio leer en silencio, "sin proferir ni una palabra ni mover la lengua", que suponía lo hacía porque "no quería que le ocupasen en otra cosa, tal vez receloso de que un oyente, atento a las dificultades del texto, le pidiera una explicación de un pasaje oscuro o quisiera discutirlo con él, con lo que no podía leer tantos volúmenes como deseaba". 

El acto de leer a solas en una habitación sin articular palabras era en aquella época, según vemos, "un espectáculo singular", expresa Borges. Los seguidores del genio argentino conocerán su tendencia a mitificar e idolatrar los libros y los autores. Un lector materialista advertirá enseguida que este hecho tiene una explicación sencilla. Las condiciones en las que vivían los hombres y mujeres antiguos no son las mismas que las de los que habitaban el mundo en la Edad Media y distan mucho de ser las mismas que las condiciones actuales. En la época de Platón o César muy pocos tenían el privilegio de acceder a un documento escrito; en esos siglos además la palabra oral era un arma imprescindible y decisiva en la política, restringida a la ciudadanía libre (lo que no impidió por cierto que el primero redactase numerosas obras -aunque en forma dialogada- y que el segundo narrase por escrito de propia mano sus hazañas bélicas). En la época de Agustín de Hipona tampoco era frecuente la posibilidad de acceder a textos escritos, dado que un códice era un bien escaso y limitado en general al uso por parte de monjes; es por eso que la lectura se acostumbraba grupal, para paliar esa escasez de obras. Fue el invento de la imprenta el suceso que revolucionaría siglos después la lectura, llevándola a nivel universal. 

Nosotros, seres humanos de nuestros días, tenemos acceso a cualquier lectura, dato, música o imagen en cualquier situación y en cualquier parte. Nos basta con manejar los dispositivos móviles cada vez más potentes y sofisticados. Imaginemos el pasmo que sentiría Agustín resucitado hoy al contemplar a los peatones de las grandes ciudades, deambulando absortos en las pequeñas pantallas sujetas entre sus manos y con auriculares en sus oídos, con artefactos en los que pueden ver las noticias actualizadas al segundo o disfrutar del último libro o serie de moda.

Cabría afirmar que con ese acceso ilimitado a la información y difundido a todos los ciudadanos nuestra sociedad es una sociedad libre y democrática. Sabemos, sin embargo, que no es así. 

Se produjo este fin de semana en españa un mitin de un partido político de ultraderecha que resultó multitudinario. Llamó mucho la atención en las redes sociales que un partido hasta hace poco con escasos seguidores llegase a poder convocar a esa multitud entregada, y que lo hiciese además con una ideología rayana al fascismo. En realidad a este partido -así como a otros menos disimulados- le bastó para invocar la furia española apenas dos argumentos: los inmigrantes vienen a robarnos y los catalanes quieren romper el país.

La pregunta surge sola. ¿Cómo es posible que el homo informaticus de nuestros días, en cuya mano cabe Platón y César, Jesús y Agustín, Mozart o Lennon y Kubrick o los Monty Python, tenga una capacidad de crítica tan limitada? ¿Qué siniestro mecanismo lleva a que las cabezas de las generaciones con la capacidad de ser las más preparadas se colmen con un par argumentos necios y sus corazones se inflamen?

Marx principalmente y tras él otros grandes autores como Gramsci o Lenin advirtieron la importancia de la batalla de las ideas, de la lucha ideológica, situandola al nivel de la pugna por los recursos económicos y productivos. Las ideas que marcan y caracterizan un grupo social, el conjunto de creencias y emociones que comparten, son como un cemento que mantiene unida la arquitectura política y económica de la sociedad. 

Esta lucha por las ideologías es por tanto una contienda que recorre la existencia de todos los miembros de un pueblo o país y marca su forma de vida. Velada unas veces y otras franca y abierta, pero siempre lucha enfrentada que determina las condiciones de vida de los grupos sociales. 

Si echamos un vistazo a uno de los textos de nuestros amigos Carlos Marx y Federico Engels (La ideología alemana, 1846, cuya lectura al menos de sus primeras páginas -es un poco extenso- es muy recomendable y que puedes ver pinchando sobre estas letras) encontraremos palabras tan impactantes y esclarecedoras como este párrafo imprescindible:

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes
en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia' de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulen la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean, por mismo" las ideas dominantes de la época. Por ejemplo, una época y en un país en que se disputan el poder la corona, la aristocracia y la burguesía, en que, por tanto, se halla dividida la dominación, se impone como idea dominante la doctrina de la división de poderes, proclamada ahora como "ley eterna".


Si intentamos expresar en palabras sencillas qué importancia tiene la ideología en esa lucha entre grupos sociales, que hace los de una clase inferior y dominada aplaudan y apoyen las ideas de la clase que los domina, podríamos encontrar algunos aspectos comunes:



  • En primer lugar la ideología es un producto de las personas cuya existencia resulta determinante. No es posible ignorar su existencia o su importancia, ni creer que se puede permanecer neutral a ella. La fuerza de las estructuras política o económica harán que, en caso de que optemos por creer que vaciamos nuestra cabeza de su contenido, será la sociedad quien la rellene proyectando las ideas dominantes. De este modo, creer que uno no es "ni de izquierdas ni de derechas", por ejemplo, llevará a tomar actitudes y decisiones conservadoras antes que progresistas, dado que no podrá abstraerse del entorno, que le mantiene en un permanente bombardeo de mensajes reforzadores.

  • La fuerza de estas ideas dominantes puede llegar a hacer, en efecto, que un individuo tenga un concepto de sí mismo y de su mundo opuesto o inverso a la realidad. Las personas tendrán así una falsa conciencia de sí mismos y del grupo social al que pertenece, de modo que llegue a sostener posiciones perjudiciales para sí mismos y sus semejantes.

  • Esto es, la ideología dominante es capaz de cambiar el modo en que pensamos, puede crear en nuestra mente los mecanismos que nos harán entender la realidad y nos dispondrá a adoptar una determinada actitud ante nuestras circunstancias. En cierta forma podríamos decir que conduce nuestra vida, dado que encamina nuestro pensamiento.

Puesto que del sostenimiento de manera hegemónica, preponderante, de esa conjunto de ideas depende en gran medida la continuidad del todo el sistema social, el grupo dominante se cuidará mucho de hacer que todo el conjunto permanezca inalterado el mayor tiempo posible. Usará para ello todas sus armas. Dentro del arsenal de defensa de las ideas, los medios informativos desempeñan un papel necesario, como sabemos. Otras armas son más sutiles y sibilinas que esa propaganda mediática. 

De manera simplificada sería posible afirmar, en mi opinión, que la mejor arma para sostener esa hegemonía, que mantiene estable el orden de la clase dominante sobre nosotros, los trabajadores, es desterrar del pensamiento cualquier forma de entender la realidad que sea dialéctica. Es decir, la ideología de la clase dominante procurará que los trabajadores, clase dominada, desdeñemos los pensamientos complejos o más elaborados, seamos incapaces de relacionar unos asuntos con otros y creemos departamentos estancos de temas inconexos e inalterables, cerremos nuestra visión a una perspectiva global y cambiante en el proceso histórico y, además, neguemos la posibilidad de entender las contradicciones que se producen en toda sociedad.


Seguramente es más apropiado hacer un análisis más exhaustivo, aunque desde mi punto de vista es posible al menos enumerar algunos de estos procedimientos, artimañas o tácticas mediante las cuales la ideología dominante trata de borrar del mapa el pensamiento dialéctico. 



Para comenzar, el pensamiento que tienda al razonamiento profundo o a la especulación es sustituido por un pensamiento más superficial, más sencillo, que tiende a lo inmediato y lo práctico. Lo que no es -aparentemente- útil en el aquí y ahora pierde valor. Es divagar, desorientarse. Hegel, en el prólogo de su Ciencia de la lógica (1816), escribe:



La doctrina exotérica de la filosofía kantiana —es decir, que el intelecto no debe ir más allá de la experiencia, porque de otra manera la capacidad de conocer se convierte en razón teorética que por sí misma sólo crea telarañas cerebrales— justificó, desde el punto de vista científico, la renuncia al pensamiento especulativo. En apoyo de esta doctrina popular acudió el clamor de la pedagogía moderna, que toma en cuenta sólo las exigencias de nuestra época y las necesidades inmediatas, afirmando que, tal como para el conocimiento lo primordial es la experiencia, así para la idoneidad en la vida pública y privada las especulaciones teóricas son más bien perjudiciales; y que lo único que se requiere es la ejercitación y la educación prácticas, que son lo sustancial. 


Como es lógico, lo sustancial para el pensamiento dominante es lo que le resulte favorecedor. Esta tendencia se aprecia con claridad en los cambiantes planes de estudios de nuestros jóvenes o en la forma en que se conduce a los demandantes de empleo, por poner dos ejemplos actuales. Del mismo modo, también en la política lo práctico y directo prevalece sobre el proyecto a largo plazo y más enrevesado. Todo lo que no sea dialogado o negociado con el adversario político se considera un extremismo innecesario que conduce al aislamiento y al dogmatismo, de manera que se promueven las políticas reformistas o moderadas.

Otro modo de obstaculizar el razonamiento elaborado es mediante el exceso de información. Se considera que la cantidad de datos informáticos almacenados en el planeta se duplica actualmente cada dos años. Los expertos incluso hablan de un síndrome, el de fatiga por la información, que puede producir confusión, angustia y agotamiento intelectual. En el tumulto informativo, al que colaboran las modernas redes sociales y las aplicaciones para móviles, es más difícil discernir la información importante y, en especial, la información verdadera. Los usuarios de estas redes tenemos cada día más complicado averiguar qué noticias provienen de fuentes fiables y cuáles son las ahora llamadas fake news 

Umberto Eco en el libro que entregó a la imprenta poco antes de su muerte (De la estupidez a la locura, 2016) hablaba de las "legiones de idiotas" llevadas a la popularidad o a la voz pública gracias a las redes sociales. Esta afirmación le atrajo bastantes antipatías, pues parece bastante antidemocrática o elitista. Pero para quien tenga experiencia en el uso de redes y algo de criterio no es una afirmación exagerada. Pongamos un ejemplo: en los últimos años se hizo norma en los partidos políticos españoles convocar primarias para elegir a sus candidatos (esta práctica parece haber decaído últimamente y ya casi está en desuso); visto en primera instancia es el método más democrático, pero ¿hasta qué punto es justo e igualitario en el desorden informativo del que hablamos? No está tan claro si tenemos en cuenta el poder que poseen ciertos medios, por ejemplo la TV, con respecto a otros. Los periódicos en papel han devenido en minoritarios con respecto a los digitales; un oportunista con cierta gracia o habilidad puede convertirse en estrella de las redes pese a que su mensaje sea nocivo o vulgar. El barullo y la confusión informativas favorecen, obviamente, al sentido común, es decir, a la creencia más popular en una sociedad. A la ideología dominante, por tanto. 
Las redes se indignan


La sustitución del pensamiento razonado o argumentado por el pensamiento visceral o directamente por los sentimientos es otra manera de manipulación. La opinión mayoritaria, o la que debería ser la opinión más común o moderada, es sustituida por la opinión dominante eliminando la capacidad de crítica. Nos hacen ser propensos a rechazar la crítica racional, el análisis argumentado. La opinión o la toma de decisiones se lleva a cabo por motivos viscerales, por atracción empática o por meros motivos superficiales

Los psicólogos nos indican que todos los seres humanos realizamos atribuciones sobre los demás a partir de estereotipos, es algo inevitable. La mente tiende a economizar recursos y a responder con rapidez ante los estímulos. Pero el problema aparece cuando la construcción mental que tengamos de nuestra realidad se base fundamentalmente en ideas preconcebidas y estereotipos. Estas ideas tienden a aceptarse socialmente por la mayoría y a convertirse en creencias inmutables. 


Un procedimiento similar sigue lo que los psicólogos llaman heurístico. Un heurístico es una regla que se sigue de manera inconsciente para resolver un problema planteándolo de manera más simple. Una especie de truco mental para los momentos en que debemos tomar decisiones. En ocasiones estos atajos mentales nos llevan a reducir un razonamiento de manera excesiva. Esta reducción puede conducir al uso indiscriminado de silogismos simples, como el principio del tercero excluido o la lógica bivalente: en una determinada situación sólo hay dos opciones verdaderas o válidas; una tercera opción es descartada de antemano, no se admiten matices, grados ni escalas. Tampoco se admite que pueda existir una contradicción entre ambas premisas válidas, no cabe mentalmente sugerir una opción que sea a la vez ambas o excluya a ambas.


Ejemplos de esto hay a diario en los medios. En las noticias referentes al gobierno de EE.UU. es moda hoy día presentar, en especial por los medios más progresistas, al presidente Trump como un ogro despiadado y zafio. Aunque no dejan de tener razón en ello, la lógica bivalente nos lleva a creer que, por tanto, la otra opción, Obama, Hillary o sus sucesores, son la opción aceptable y válida. No cabe una tercera alternativa o razonar, de manera argumentada y más exacta, que ambas opciones son pésimas y en realidad dos caras de la misma moneda.


La disyuntiva necesaria entre elegir una opción política o la supuestamente adversaria es la costumbre. Si alguien propone una crítica que no se ajuste a alguna de las dos opciones o las contradiga nos predisponemos a situarle en la opción rival a la nuestra. Los medios exponen dos opciones políticas polarizadas y no cabe en la opinión generalizada más opción. La crítica con la opción A será etiquetada en la opción B y viceversa.