jueves, 31 de enero de 2019

Uberización, tecnología, Marx.

Chaplin atrapado en la cadena de montaje de la película Tiempos modernos, alegoría de la desesperación obrera ante el avance de la maquinaria capitalista.

Soy bastante desafortunado haciendo pronósticos, nunca gano las apuestas futboleras con los amigos. Pero apostaría algo a que la Fundación de Español Urgente, Fundeu, (la fundación patrocinada por el BBVA que se ocupa del uso del castellano y los neologismos) propone como "palabra del año" para 2019 el término "uberizar".
Como un mantra repiten los medios estos días el dichoso palabro, que lograrán incrustar en el lenguaje hasta convertirlo en cotidiano, como una de las maneras de normalizar una nueva vuelta de tuerca en la explotación laboral. 
A este respecto, en referencia a la polémica del taxi, el modernísimo Albert Rivera nos dejaba ayer esta maravillosa perlita en el medio de comunicación oficial de nuestros días:



¿Se imaginan ustedes -diría el joven preparado Albert- que un mecánico de Olivetti se pusiese de huelga en protesta por las impresoras? ¡Va contra la evolución de la Humanidad! ¡No se puede poner puertas al campo!

No hay que complicarse mucho para volver en su contra esta falacia. ¿Imaginaba el bueno de Albert que los internautas que compartían contenidos con programas P2P iban a ser multados o encarcelados? ¿Imaginaba alguien que un sistema operativo como Windows monopolizara el mercado global siendo manifiestamente inferior a otros sistemas que además son gratuitos?

El asunto tiene sus kilobytes de mandanga. ¿Cómo se interpreta la cuestión tecnológica desde el materialismo dialéctico? ¿Qué diagnóstico damos al proceso de "uberización" que se cierne sobre el mercado laboral?

Cuando estudiamos el progreso de una sociedad sin duda llegamos a la conclusión de que el desarrollo tecnológico es un factor decisivo. No hay transformación social que no haya venido influenciada por una innovación tecnológica. Todos somos susceptibles de ello. Pensemos por ejemplo, los actuales humanos de mediana edad, en el cambio que supuso en nuestras vidas la aparición de internet. 

Pero esta relación entre el desarrollo social y la tecnología no ocurre en un espacio aislado del resto de circunstancias de la vida. En el ejemplo que planteo, nuestro amigo Albert piensa de manera idealista que el progreso es una especie de valor supremo que sobrevuela por encima de las circunstancias mundanas, por eso considera que los taxistas no pueden sustraerse a algo que es un valor universal, oponerse es intentar frenar la evolución humana. Este tipo de pensamientos antidialécticos es muy común hoy y responde a una mentalidad atrapada en el idealismo.

Rivera, adepto fiel de la filosofía que conviene al capitalismo, no tiene en cuenta el aspecto social. La tecnología, como la ciencia, posee un importante carácter social. La idea de lo tecnológico como algo únicamente técnico limita -a conciencia, como veremos enseguida- su alcance y deja de lado otros factores fundamentales. Obvia el complejo sistema de relaciones en las que se desenvuelve el ser humano y también el mercado laboral. El carácter social es así silenciado en favor de poner el énfasis en el progreso entendido como el avance en lo puramente técnico, industrial o comercial.

El enfoque más correcto sería el que de manera dialéctica relaciona el conjunto de factores, observándolos como un todo de manera integral. El materialismo demuestra la preeminencia de las condiciones materiales de la vida. La tecnología, vista por tanto de este modo, es un proceso social y tiene aspectos técnicos pero también profesionales, administrativos, incluso políticos e ideológicos.

¿Qué pensaríamos entonces sobre la "uberización" desde un punto de vista marxista? Modestamente creo que tiene un análisis muy claro. Marx ya relacionaba en El capital la tecnología con la teoría del valor. ¡Las contradicciones y antagonismos inseparables del empleo capitalista de la maquinaria no existen, ya que no provienen de la maquinaria misma, sino de su utilización capitalista! exclama Marx en El capital (primer tomo, capítulo XIII, apartado 6, la teoría de la compensación, aplicada a los obreros desplazados por las máquinas). En este mismo apartado, explica:

El resultado inmediato de la maquinaria consiste en aumentar el plusvalor y, a la vez, la masa de productos en que el mismo se representa; acrecentar, por ende, a la par de la sustancia que consumen la clase capitalista y todos sus dependientes, a esas capas sociales mismas.

Es la plusvalía el principal impulso que fomenta los cambios tecnológicos. Esto es, El sentido innovador de la tecnología va en consonancia con el interés de la clase burguesa por incrementar la tasa de ganancia. Los avances técnicos demuestran el progreso alcanzado por los materiales productivos, pero depende del ser humano las consecuencias en las que se apliquen, por tanto dependen de la clase social que ostenta esos medios productivos, que por supuesto usará en interés de su clase y de manera opuesta a los intereses de los trabajadores.

El uso de aplicaciones informáticas para móviles que supuestamente "facilitan" la vida diaria y favorecen la "economía colaborativa", va encadenado a una nueva manera de explotación (en realidad sobre-explotación, dado que ya el proceso asalariado supone una plusvalía) en la que el "empleado" pierde sus derechos al situarse como un falso autónomo y quedar a disposición absoluta de la demanda del cliente en horarios cada vez más amplios. El ahorro en prestaciones o cotizaciones no redunda en un salario mayor, sino que va al bolsillo del administrador de esas aplicaciones. Por otra parte, permite concentrar los distintos sectores laborales en las manos del avispado emprendedor que saca provecho de ello, que convenientemente guarda su suculento capital en paraísos libres de odiosos impuestos.

 Con esta vuelta al asunto, llegamos a la conclusión siguiente: la defensa del desarrollo tecnológico (al estilo riveriano y en situaciones como la del ejemplo) por las clases poderosas y sus lacayos es consecuencia directa de ese antagonismo social. Todo acercamiento que ignore el aspecto social es por tanto falaz e interesado.

Añado como fuentes que he usado y recomiendo la lectura sobre este tema de los estudios que enlazo:
La Tecnología como proceso social: una visión desde Marx, Inés de la Caridad Valdés.
La concepción marxista del cambio tecnológico, Claudio Katz.

lunes, 28 de enero de 2019

Segundas jornadas sobre Marxismo Leninismo



Algunas notas tomadas de la jornada sobre M-L celebrada este sábado en Sevilla por el comité provincial del PCE:

- El fascismo no es una ideología en sí misma. No es una tendencia política aparte de las demás, no es independiente y ajena al resto. 
Una definición más correcta del fascismo sería calificarlo como una opción estratégica a disposición de la burguesía.
Quiere decir esto que el capitalismo dispone (o aparenta que dispone) de diversas maneras de expresarse políticamente. Cuando las grandes empresas y multinacionales obtienen beneficios sin problemas, el capitalismo se muestra en su modo más "suave"; cuando se produce una crisis en su sistema económico, recurre a su forma más violenta para introducir a la fuerza los cambios que necesite para volver a obtener beneficio.

- El fascismo se apropia del concepto de patria. Usa este valor como una manera de introducir su propaganda. Los trabajadores tendríamos que saber diferenciar lo que significa una patria que defiende los intereses de la clase burguesa de una patria que anteponga la defensa de las clases populares.

- En Andalucía hemos tenido la desdicha de ser la entrada del fascismo actualizado y con caretas renovadas en  en nuestro parlamento. Augura un futuro complicado. Es significativo que en sus primeras actuaciones se ha mostrado cuáles son los dos aspectos en que pretenden golpear: la República y el feminismo

- La defensa de la monarquía entra dentro de un plan de sostener, en el momento en el que más está cuestionado, un modelo de Estado que se aviene a los intereses de la burguesía española y a las rutas de "austeridad" de la UE. Se desarrolla así en España un patriotismo de la Transición con un discurso oficial de una etapa modélica y una Constitución elaborada por hombres sabios y moderados. La realidad habla de cientos de muertos en ese periodo, cuya memoria se evita para evitar posiciones discrepantes y se une a la memoria de los miles de asesinados y represaliados durante la guerra y el franquismo.

- el feminismo es el otro interés en el que el fascismo centra sus preocupaciones, de ahí que sus primeras actuaciones hayan ido dirigidas a las políticas de género. Durante la campaña electoral se reprodujeron mensajes falsos contra los movimientos feministas que han calado en la población, pero que con un poco de información son fáciles de desmontar. Por citar unos ejemplos: ¿el feminismo destruye a las familias o impide a los hombres ver a sus hijos?, los datos indican que es falso, muchos hombres se quedan con la custodia pero el número de mujeres es mayor, con lo cual son más las mujeres que se quedan en el domicilio familiar dado que es a los hijos a quienes la ley protege; ¿denuncias falsas de violencia?, nuevamente los datos revelan que el porcentaje es insignificante y además incluye a las denuncias retiradas por falta de pruebas; ¿el feminismo ha extendido la legislación sobre aborto?, otra falsedad, en América por ejemplo sólo Cuba y Uruguay tienen leyes progresistas en este aspecto.

lunes, 14 de enero de 2019

El compromiso político de los cronopios

Portada de la novela gráfica de Julio Cortázar, Fantomas contra los vampiros multinacionales

Vivimos tiempos en los que los artistas e intelectuales de moda se preocupan enormemente por los derechos humanos cuando miran a Venezuela, pero al mismo tiempo callan ante las decenas de sindicalistas asesinados en Colombia (según datos de la Defensoría del Pueblo, entre el 1 de enero de 2016 y el 22 de agosto de 2018 fueron asesinadas 343 personas por motivos políticos en Colombia).

Son tiempos por tanto de gran fariseísmo. Siempre ha existido esa falsedad, claro, pero si se supone una capacidad de los autores y pensadores por acceder a la cultura y a la información -es decir, no son personas sospechosas de ignorancia o desidia-, con más motivo en nuestros días de artefactos electrónicos e inmediatez de las redes sociales podemos pensar que ese grado de hipocresía es de un nivel considerable.

No debe extrañarnos. El dominio de la ideología políticamente correcta conduce al rebaño como perro pastor  hacia el redil hasta a los artistas más rebeldes. El escritor que quiera ver su nombre en el suplemento cultural del periódico en el que toda la "clase media" elige su próximo disco y el siguiente restaurante premiado a visitar, no tiene más remedio que rendir pleitesía a la ideología dominante. De otro modo le espera el ostracismo mediático, la autopromoción con editoriales tramposas y las tournés con ejemplares bajo el brazo. 

Las ovejas negras ya no son fusiladas, como en aquel minicuento de Monterroso. Hoy son compradas y seducidas por el brillo de las vanidades. Pocas son las voces que contradicen esta norma. Por eso y porque me da la gana quiero subir al blog esta entrada sobre uno de mis escritores favoritos, Julio Cortázar. 

Don Julio en La habana, ya barbudo.

Si uno se mete a averiguar en san Google sobre la conocida relación de Cortázar con los gobiernos de izquierdas y, en especial, con la Revolución Cubana, podrá comprobar que es necesario avanzar varias páginas de resultados hasta hallar alguno que no explique este compromiso del autor en los motivos más peregrinos: enajenación doctrinaria, deseo extravagante de llevar la contraria, candidez utópica, confusión estética... Pocos tienden a buscar la explicación más simple: por convicción ideológica.

Los expertos distinguen en la vida del escritor argentino tres etapas. Una primera de juventud en su tierra natal, una segunda en Europa a la que corresponde su obra más famosa, Rayuela, que le introdujo de pleno en el fenómeno del boom latinoamericano, y una última etapa que algunos críticos consideran de decadencia, entre otros motivos por estar "politizada".  En 1963 es invitado a Cuba para formar parte del jurado del Premio de las Américas (un premio literario que se celebra en La Habana desde el 60 hasta la actualidad) y al parecer este viaje le emociona vivamente: "un mes ahí y ver, simplemente ver, nada más que dar la vuelta a la isla y mirar y hablar con la gente, para comprender que estaba viviendo una experiencia extraordinaria".



¿Hasta qué punto llegó el compromiso político de un escritor de fama mundial, hijo de familia acomodada, cosmopolita y de refinados gustos, crítico de Jazz y excelente traductor de francés e inglés?

En sus propias palabras: "estaba en Francia cuando la guerra de liberación de Argelia y viví muy de cerca ese drama que era al mismo tiempo y por causas opuestas un drama para los argelinos y para los franceses. Luego, entre el año 59 y el 61, me interesó toda esa extraña gesta de un grupo de gente metida en las colinas de la isla de Cuba que estaban luchando para echar abajo un régimen dictatorial".

No sería la Revolución Cubana la única relación de Cortázar con la política. Visitó en 1970 Chile para manifestar su apoyo a Salvador Allende. Donó los derechos de una de sus obras, Los autonautas de la cosmopista, escrito junto con su esposa Carol Dunlop, a la Nicaragua sandinista. Dedica algunas de sus obras a temas relacionados con la militancia revolucionaria, como el Libro de Manuel o la curiosa novela gráfica Fantomas contra los vampiros multinacionales, en la que de manera novelada difunde su participación en el Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra o Tribunal Russell-Sartre, un organismo público establecido por los filósofos Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre, que se encargó de investigar la  intervención militar de EE.UU. en Vietnam. Derechos de otras de sus obras serían cedidos también para ayuda a presos políticos de su Argentina.

Es decir, puede verse que la intención política de Cortázar iba más allá de la simple firma del típico documento de adhesión o de la declaración bienintencionada de un personaje público. No se trata sólo, por tanto, del fugaz deslumbramiento ante la figura carismática de Fidel Castro que pretenden vendernos los diversos artículos que se leen en la red. 

Supongo que el hecho de haber elogiado precisamente a Castro y al Che (uno de sus cuentos, Reunión, que puedes leer en el libro de cuentos que a mi gusto es el mejor de Cortázar, Todos los fuegos el fuego, trata sobre el desembarco del Che en Cuba) contribuyeron desde entonces a crear una sombra de rencor hacia el genial escritor. El odio que esta pequeña isla caribeña produce en el mundo capitalista se extiende a quienes osen manifestarle su apoyo, como si el criminal bloqueo económico se extendiese igualmente al aspecto cultural.

Por si algún lector que haya llegado hasta aquí se lo pregunta, sobre el manifiesto del Caso Padilla (poeta encarcelado durante poco más de un mes, acusado de difundir infamias contra la revolución; poco después el mismo Padilla confesaba sus difamaciones), encuentro que la fuente de las fuentes de nuestros días, la Wikipedia, es inexacta y no dice toda la verdad. Es cierto que Cortázar firmó en un primer momento una carta dirigida a Fidel en la que numerosos intelectuales (entre ellos Sarte, Goytisolo, Octavio Paz, Rulfo, Sontag, Beauvoir) le pedían que observase las circunstancias de la detención. Al no tener una respuesta positiva, los intelectuales redactaron una segunda carta, más vehemente, que en este caso algunos se negaron a firmar. Fue el caso de Cortázar y de Gabriel García Márquez. 
Cortázar, disfrazado de vampiro, bromea a Gabriel García Márquez.

El autor de Rayuela con motivo de las disputas de las confesiones de Heberto Padilla, escribió su “Policrítica en la hora de los chacales”. El chacal principal en el mundo, según el poema, era el capitalismo, en complicidad con la mayoría del resto de los países de América Latina. “El pobre Julio, por esa pendiente, terminará haciendo cosas tristes”, comentó en esos años Mario Vargas Llosa (1). Sabemos hoy  los españoles -el tiempo pone a cada uno en su sitio- quién hizo las cosas tristes. 


1. Cortázar y Cuba,  Jaime Perales Contreras, Georgetown University (enlace). 



viernes, 11 de enero de 2019

5 cosas de Venezuela que se supone NO deberías saber


La prensa española, fiel a los intereses que la patrocinan, da voz a quienes pretenden nuevamente desestabilizar al gobierno venezolano, ahora en la toma de posesión de su legítimo presidente, Nicolás Maduro, en su segundo mandato.

En este caso la situación adquiere gravedad al añadirse el anuncio velado de una intervención militar por parte de EE.UU. y sus secuaces, pese a que en Venezuela existe una gran mayoría que apoya a su gobierno democrático, como demuestran las numerosas manifestaciones populares. 

Una asociación de países creada con la supuesta finalidad de "solucionar la crisis", llamada Grupo de Lima (lástima de esta bella ciudad y del país cuna de José Carlos Mariátegui) agrupa a países como Argentina, Colombia, México o Brasil, auspiciados por los estadounidenses, condena el "régimen" venezolano y anuncia su intención firme de "reponer la democracia" hasta última instancia, en un encubierto apoyo a la salida bélica.

Estos paladines de la democracia y de los derechos humanos pretenden que ignores cosas que los españoles no deberíamos saber:

1. Las injerencias históricas de EE.UU. en Latinoamérica son innumerables. Baste recordar los ejemplos del derrocamiento y asesinato de Salvador Allende en Chile y el posterior régimen criminal de Pinochet, o la dictadura en Argentina, ambas encuadradas en el maquiavélico Plan Cóndor que iniciaba el horror neoliberal en América, con asesinatos y desapariciones de activistas, políticos o estudiantes por millares.

2. Los golpes de Estado "blandos" de hoy que sustituyen a aquellos planes de atentados (hoy día es más complicado ocultar un crimen) y desestabilizan económica y judicialmente a gobiernos democráticamente elegidos por el pueblo, véase el ejemplo de Lula en Brasil que ha devenido en la sustitución de un gobierno progresista por uno rayano al fascismo, con Bolsonaro.

3. La situación dramática de países como Colombia, con decenas de sindicalistas asesinados impunemente, la violencia sistémica de México o la situación de miseria en Honduras, o las caravanas de migrantes rumbo a la frontera norteamericana, o la grave crisis en Argentina. En estos países no hay problemas para la prensa española, no hay derechos humanos pisoteados que defender, no existe nada allá, los artistas no se solidarizan públicamente, todo está bien.

4. Las elecciones en Venezuela no son "dudosas" como dice la prensa española. De hecho son las elecciones más vigiladas del planeta. Y cuando no puede demostrar lo contrario, alude a la baja participación. Más bien tendríamos que dejar de ver la paja en el ojo ajeno y preguntarnos si las nuestras representan realmente la "voluntad del pueblo".

5. La preocupación del "mundo libre" por los países con grandes reservas de recursos naturales oscila en un rango muy elástico, que tiene la tesitura entre la inquietud máxima acerca de Venezuela hasta la complicidad amistosa con Arabia Saudí (que sí es curiosamente un régimen antidemocrático y carente de derechos humanos).


En definitiva, EE.UU. y sus lacayos simplemente desprecian la soberanía de los pueblos que pretenden salirse del redil imperialista, les molesta que un pueblo decida por sí mismo, que anteponga la salud y la libertad de sus gentes a los intereses económicos y al control de los recursos naturales. Es ésta la única verdad. Los llantos por los derechos humanos háganlos en sus propios países quienes presumen de defenderlos.


lunes, 17 de diciembre de 2018

La izquierda de San Junípero

De la famosa serie televisiva Black Mirror mi capítulo preferido es el que se llama San Junípero. Para quien no lo haya visto o no recuerde, (lo recomiendo), es aquel capítulo en el que las personas pueden experimentar una existencia paralela conectándose a un dispositivo. Los conectados son desplazados virtualmente -pero con un realismo absoluto que se asemeja a la propia existencia- a una ciudad imaginaria, San Junípero, que es una especie de zona residencial costera al estilo californiano, donde todos los habitantes son eternamente jóvenes y reviven el ambiente fiestero de los años 80 o 90.
Una escena del capítulo con las protagonistas, de la serie producida por Endemol y distribuida por Netflix.


Los usuarios de esa realidad simulada pueden disfrutarla unas horas al día mientras están vivos o decidir, antes de la muerte, si quieren vivir allí virtualmente de manera indefinida. 

El guión da bastante juego y plantea diversas lecturas. Sugiere el debate en cuanto a la levedad de la existencia humana y a la realidad virtual como evasiva, similar al opio. (También es llamativo que las protagonistas sean una pareja lesbiana e interracial; en mi opinión hay otro aspecto interesante de la trama y es la dualidad entre el amante y el amado, el que se enamora sin freno y el que se deja amar o menosprecia el amor con desdén. Pero eso es otra historia. Como comunistas rancios y ninotchkianos, nos interesa aquí sólo el aspecto ilusorio de esa vida artificial).

¿Quién no se ha dejado llevar alguna vez por ensoñaciones mientras estaba despierto? Yo mismo confieso haber pasado horas con la mirada perdida, mientras en el interior de mi cabeza era el delantero centro que llevaba al Sevilla a ganar la Copa de Europa o el batería de Led Zeppelin. Debe ser una característica propia del ser humano el ensoñar, más aún cuando la vida no es un camino de rosas.

Nuestra realidad se encuentra repleta de fantasías que no son sólo las que producen los ensueños particulares. Comenzando por la religión, que se plantea como respuesta a las preguntas inevitables del ser humano la fe en fuerzas superiores. Como sabemos los que nos hemos iniciado en esto del materialismo dialéctico, la sociedad también está construida sobre axiomas que aceptamos como indiscutibles pero que observados con detenimiento son ilusorios.

Marx demuestra en El Capital que pilares de la sociedad como la teoría del valor, base sobre la que se apoya todo nuestro sistema económico, surgen de fetiches. La mercancía, el dinero, el mercado. Objetos y circunstancias reales que por arte de magia cobran vida y obtienen poderosos atributos fuera de lo normal, como la mesa que sigue siendo un objeto físico vulgar y corriente. Pero en cuanto empieza a comportarse como mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico. No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su cabeza de madera empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y extraños que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio impulso (1).

Incluso las fluctuaciones de los salarios y los precios, la demanda y la oferta, eje sobre el que se sostiene la economía capitalista en que vivimos, está supuestamente apoyada en un equilibrio de carácter casi mágico que otorga al libre mercado una cualidad semejante a la justicia universal. No tienen en cuenta, como explica Marx, la realidad mundana y palpable del trabajo humano y de su expresión social:

Júzguese, pues, de la importancia decisiva que tiene la transformación del valor y precio de la fuerza de trabajo en el salario, es decir, en el valor y precio del trabajo mismo. En esta forma exterior de manifestarse, que oculta y hace invisible la realidad, invirtiéndola, se basan todas las ideas jurídicas del obrero y del capitalista, todas las mistificaciones del régimen capitalista de producción, todas sus ilusiones librecambistas, todas las frases apologéticas de la economía vulgar. (2)

Pero ¿por qué se fomenta el pensamiento basado en ilusiones?

Como sabemos, el pensamiento dominante es el pensamiento de la clase dominante (de nuevo el amigo Marx).  Esto es, la ideología cumple la importante función de asegurar en el poder a la clase dirigente, la clase que tiene el mando del Estado y que mediante él somete al resto, impidiendo que por cualquier motivo los sometidos puedan tender a rebelarse.

Una clase social cuyo pensamiento está, por así decirlo, distraído con dilemas cuya resolución no afecta a nada que haga daño al sistema, es una clase sometida:

Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua y se ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la gravedad. Tan pronto como se quitasen esta idea de la cabeza, considerándola por ejemplo como una idea nacida de la superstición, como una idea religiosa, quedarían sustraídos al peligro de ahogarse. Ese hombre se pasó la vida luchando contra la ilusión de la gravedad, de cuyas nocivas consecuencias le aportaban nuevas y abundantes pruebas todas las estadísticas. (3)


¿Y cómo se expresa esto en la vida de nuestros días?

En la situación actual la izquierda ha encontrado en las elecciones un fetiche con el que pretende retomar la hegemonía del descontento social, perdida y disipada desde los movimientos surgidos en 2011 en torno a los ciudadanos indignados.

Desde aquella fecha no dejan de sucederse las apariciones de nuevas plataformas electorales, las confluencias y los nuevos impulsos en cada cita con las urnas. La izquierda parece querer reinventarse en cada semestre, en este tiempo que nos ha tocado vivir en el que el ritmo vertiginoso nos hace creer que todo es nuevo, o mejor que todo debe ser nuevo. 

No quiero decir con esto que deba menospreciarse la participación en los procesos electorales. Ni tampoco que debamos centrarnos en la práctica de los frentes de lucha ajenos al parlamentarismo. Quiero decir que se valora en exceso, en ocasiones como el único valor posible, y se convierte en una ilusión más, la ilusión electoralista. Y en especial ese campo electoral no se emplea en combatir al pensamiento dominante.

Una persona con poca formación materialista (una persona normal formada en el sentido común, tenga o no educación superior, es decir cualquiera de nosotros) puede llegar a creer que una victoria electoral es la solución a todos los problemas. Por ejemplo, puede pensar que la cuestión es de personas, que sustituir a unos dirigentes corruptos por otros decentes es la clave. O puede creer que un dirigente de interminable expediente (me refiero a expediente académico, no laboral) está más capacitado para un puesto de responsabilidad que un trabajador simple. Y si deja de ejercitar el razonamiento crítico puede acabar creyendo cualquier infamia que le repitan los medios

Del mismo modo una persona cuya vida dependa del trabajo que pueda vender a otro (o sea que pertenezca a la clase trabajadora), puede creerse ajeno a los problemas que afectan a su clase, bien porque considere que no pertenece a esa clase sino a una superior o porque crea que no hay tales clases sociales, o incluso teniendo cierta conciencia de ello considere que lo que les ocurre a otros trabajadores de otros sectores -mucho más los de otros países- no les afectará a ellos.

Sirvan dos ejemplos de actualidad. Hace unos días, Pablo Iglesias echaba por tierra de un plumazo cualquier trabajo de conciencia que se haya realizado hasta ahora en su partido sobre la importancia del ejemplo de Venezuela y la Revolución Bolivariana, declarando que la situación de este país hermano era nefasta y que en sus tiempos jóvenes opinaba tonterías (¡ay, la batalla de las ideas que tantas veces nombró Chaves!). Toda la labor de concienciación la mandaba a donde el comandante mandó al ALCA.
Casi simultáneamente, se presentaba una nueva opción política -electoral- como alternativa a Podemos, encabezada por el ex juez Garzón, Gaspar Llamazares o Beatriz Talegón, entre otros.  El enésimo experimento de unidad de las izquierdas no se ha complicado mucho para averiguar un nombre: La izquierda. 
Me pregunto si en breve ocurrirá con el término "izquierda" algo similar al proceso ocurrido con la palabra "socialdemocracia" en el último siglo, y tendremos que usar otra palabra. 


Vive la izquierda de hoy instalada en su San Junípero de elecciones permanentes.

Parece ser que la ilusión consiste en creer que avanzamos cuando no hacemos más que dar vueltas en torno al lenguaje de consignas propio de las urnas. El San Junípero de los izquierdistas es su zona de confort, el entorno cómodo donde no hay riesgo de levantamientos incómodos y violentos, donde las indignaciones son volcadas delante de la webcam como en un espejo solitario y viralizadas en las redes. La militancia es a distancia y desde casa, y además atomizada en miles de frentes, cada uno el suyo por su gremio o sus características personales.

Y, sobre todo, el confort sanjuniperiano viene expresado por la comodidad de pensamiento. El pensamiento idealista prevalece sobre el materialista. No conviene querer transmitir complejos pensamientos dialécticos: estos no caben en un eslogan electoral ni en el estrecho margen de un tuit. La gente está cansada, harta de politiqueos. Si explicar una idea supone un esfuerzo excesivo, mejor decir que es un error de juventud, no sea que se pierdan un puñado de votos. Si defender algo antiguo ya no vende, mejor huir hacia adelante y transformarlo en algo que parezca nuevo y variopinto, como un anuncio de Benetton.

El resultado es el mismo que se produce cuando el que queda embebido en un ensueño de pronto vuelve a la realidad. El desencanto. El que despierta y ve que todo es un sueño sólo quiere volver a dormir cuanto antes. Se fomenta así, la pasividad, el conformismo. Se impide la educación en la lucha, el inconformismo.

La resignación es el precipitado que resulta cuando el revuelo de la indignación sin organización reposa tras chocar contra los aparatos represivos.

En las grandes masas populares que aún no fueron despertadas a la lucha hay un fondo de resignación. Esta resignación es más antigua que la historia misma, que siempre ha sido la historia de la sociedad de clases, por tanto, la historia de la explotación y la opresión. La gente del pueblo, moldeada por esta historia, por más que se rebelara, como las revueltas terminaban siempre en derrota, no podía hacer más que resignarse y aceptar con filosofía la necesidad que soportaban. (4)


1. Marx. El capital. Tomo I. El fetichismo de la mercancía
2. Marx. El capital, tomo I. El salario
3. Marx-Engels. La ideología alemana. Prólogo.
4. Althusser. Filosofía para los no filósofos. I, Qué dicen los no filósofos.