sábado, 16 de mayo de 2020

Galileo y el ciudadano Bergoglio.

En esta entrada vamos a ver primero algunas curiosidades sobre el proceso de la Santa Inquisición a Galileo Galilei y comprobaremos que sus consecuencias no terminaron en aquel año de 1633 sino que alcanzan a nuestros días. En una entrada posterior se entrará con más en detalle en la obra de Galileo y la relación que podemos establecer con el materialismo histórico.





ANDREA (moviendo los anillos de una maqueta del esquema planetario de Ptolomeo). —Es hermoso todo esto, pero nosotros estamos tan encerrados... 

GALILEI. —Sí. Es lo que también yo sentí cuando vi el armatoste por primera vez. Algunos lo sienten. Muros, anillos e inmovilidad. Durante dos mil años creyó la humanidad que el Sol y todos los astros del cielo daban vueltas a su alrededor.  Pero ahora nosotros salimos de eso, Andrea. El tiempo viejo ha pasado y estamos en una nueva época. Las ciudades son estrechas y así son las cabezas. Supersticiones y peste. Pero desde hoy no todo lo que es verdad debe seguir valiendo. Todo se mueve, mi amigo. 


Fragmento de la obra teatral Galileo Galilei, de Bertolt Brecht 



Decía el filósofo marxista Louis Althusser que en El Capital se expone uno de los tres más grandes descubrimientos de la historia humana: el sistema de conceptos, que abría la puerta del "continente" sobre la teoría científica y al dominio de las "ciencias humanas" (abría la puerta al extenso dominio de sociólogos, psicólogos, historiadores, economistas, etc). 
Los otros dos grandes descubrimientos son la "apertura del continente" de las Matemáticas por los griegos del siglo V (Pitágoras, Tales, Euclides) y la "apertura del continente" Física cuyas llaves encontró Galileo. 

¿Tan importante es el legado de Galileo? Aparte de la considerable contribución del italiano a la Física o la Astronomía, se considera que el famoso juicio escenifica el momento histórico en el que la revolución científica surgida en el Renacimiento, iniciada con Copérnico y completada por Isaac Newton, sienta las bases del método experimental con el que la humanidad abandona las ideas medievales sobre la naturaleza. En otras palabras, el progreso de la humanidad hacia una sociedad más evolucionada, en pugna con el antiguo orden sostenido sobre el oscurantismo y la superstición. 

Observemos que lo que se enjuiciaba nada menos en aquel proceso era si los seres humanos estábamos o no viviendo en un planeta que gira alrededor del Sol. Hoy nos parece una obviedad (con permiso de terraplanistas, antivacunas y otros) pero en su momento supuso un antes y después en el devenir de los que habitamos la Tierra.

Vamos a las curiosidades anunciadas en el título y ya el lector interesado en el materialismo podrá continuar en la siguiente entrada si lo desea.

El martillo de los herejes.
Roberto Belardino fue cardenal y arzobispo de la Iglesia Católica, además de inquisidor en los difíciles años de la contrarreforma. Bajo su cargo de responsabilidad le tocaba vigilar a todo aquel que se apartara de la ortodoxia católica, censurar los actos y obras que provocaran escándalo y también extirpar a los herejes por la vía de la ejecución.

El celo profesional en el desempeño de su pesado cargo le llevó a ganarse el apodo de "martillo de los herejes". Entre sus logros cabe destacar el juicio de Giordano Bruno y el de Galileo. Fue en su tiempo una eminencia en asuntos teológicos y en reconocimiento a ello fue declarado en 1931 doctor de la iglesia (título concedido a santos que hubieran destacado por su sabiduría). Previamente, el papa Pio XI le había beatificado y canonizado

Oración a San Roberto Belarmino que podemos encontrar en internet

Por tanto debemos mencionarle como San Roberto Belardino. Su onomástica es el 17 de septiembre. Al parecer fue un hombre que decidió vivir una vida austera y ejemplar, ajena a los lujos. Se preocupó además de llevar la fe a las personas sencillas de manera didáctica y es autor de conocidos catecismos populares. Cabe destacar también la autoría de las Marcas de la Iglesia Católica, o listado de atributos de la Iglesia, tales como santidad, antigüedad, eficacia, etc. Entre estas marcas encontramos una que nos viene como anillo al dedo a nuestro tema: El Triste Fin de todos aquellos que luchan contra la Iglesia.

Dos ilustres procesados, Giordano Bruno y Galileo.
Giordano Bruno (1548-1600) fue un sacerdote y filósofo italiano, precursor de una nueva idea del mundo. Como mente curiosa, desde joven se opuso al oscurantismo clerical y profesaba una visión materialista de la realidad, creía en la materia formada por átomos y en que no había diferencia entre materia y espíritu, lo que le llevó a frecuentes contradicciones con los dogmas de su fe. Fue acusado de herejía con apenas 27 años y desde entonces tuvo que huir de su ciudad, Nápoles, llevando una vida errante por media Europa. 

Tras años huyendo del acoso inquisitorial, logró establecerse en la ciudad de Padua y dar clases en su universidad. Su afán de conocimientos le llevó al estudio de la Astronomía y en especial al sistema de Copérnico. 

Giordano Bruno rechazaba el esquema que situaba a la Tierra en el centro del cosmos, es decir contradecía la teoría geocéntrica establecida por Aristóteles en la que la Tierra es el centro del universo. Esta visión del cosmos se ajustaba como un guante a las Sagradas Escrituras. Por tanto, negarlo era a su vez negar la Biblia. Aparte de ello Bruno llegó a la conclusión de que podían existir infinitos mundos como el nuestro.  

Semejantes afirmaciones le valieron la mayor hostilidad de la Iglesia y finalmente fue detenido en Venecia. Entonces la ciudad veneciana constituía una república independiente y de carácter comercial y liberal, donde Bruno esperaba tener un resultado más benévolo. Sin embargo, en 1953 fue llevado al Vaticano para ponerse bajo la investigación del brazo secular de la Inquisición Romana, donde su final era seguro.

Los siguientes siete años hasta su muerte, Bruno no salió de las mazmorras situadas junto al palacio del Vaticano. Durante esos años el tribunal, compuesto por siete cardenales entre los que se encontraba Belarmino, le propuso distintas ofertas para mantener la vida a cambio de  prisión perpetua, todas ellas con la aceptación de retractarse de sus ideas. Bruno se mantuvo firme y no cedió.

En 1599 sus libros fueron quemados en la Plaza de San Pedro e incluidos en el índice de libros prohibidos. Desde el siglo XIII la Inquisición ejecutaba a los herejes "sin derramamiento de sangre", es decir en la hoguera. Si se retractaban en el último momento salvaban la vida a cambio de la condena perpetua y la confiscación de todos su bienes.

Algunos condenados eran llevados ya muertos a la hoguera, bien por clemencia o bien por no haber soportado las torturas en las que se le rogaba que abjurase de sus ideas. Giordano Bruno, de carácter indómito, no tuvo esa suerte y fue quemado literalmente vivo, con la lengua inmovilizada por un artilugio para que no pudiera dirigirse al público. Fue atado a un poste en una plaza romana, el Campo de´ Fiori, y allí las llamas acabaron con su vida y sus cenizas fueron arrojadas al río Tíber.

Preciosa imagen de la estatua de Giordano Bruno en el Campo de Fiori en Roma, lugar donde fue quemado vivo.

Años más tarde a San Roberto le tocó juzgar a Galileo. De nuevo un profesor de la Universidad de Padua venía a refutar la teoría aristotélica y a las Escrituras. 

Galileo fue más afortunado que Bruno y logró salvar la vida , eso sí, bajo retractación y confinamiento hasta su muerte, como veremos en la siguiente entrada.  

Ratzinger y Bergoglio.
En enero de 2008 el anterior Papa, Benedicto XVI, fue invitado por el rector de la Universidad La Sapienza de Roma para impartir la lección inaugural. La invitación produjo una fuerte polémica y centenares de profesores y alumnos firmaron un manifiesto que rechazaba la visita del Papa.

¿Cuál era el motivo de aquel rechazo? Se da la circunstancia de que en 1990 el entonces cardenal y por tanto aún llamado Joseph Ratzinger había pronunciado una conferencia sobre la situación de la Iglesia en el mundo y la "crisis de la confianza en la ciencia", en la que el cardenal cuestionaba que el proceso de Galileo fuese un enfrentamiento entre el bien y el mal, representados en el oscurantismo y la superstición de la Inquisición por un lado y la luz del progreso personificada en Galileo. Citaba en su conferencia una frase del filósofo Paul Feyerabend, que decía: “En la época de Galileo la Iglesia era mucho más fiel a la razón que el propio Galileo. El proceso contra Galileo fue razonable y justo”.

Además de esa triste coincidencia, los profesores reivindicaban la independencia y la laicidad de la ciencia. Un profesor de Física de dicha universidad, Carlo Cosmelli, denunció:  "Las acusaciones anticientíficas realizadas por el Papa cuando era cardenal las reiteró en su última encíclica: él está convencido de que cuando la verdad científica entra en conflicto con la verdad revelada, la primera debe pararse. Algo así no puede ser aceptado en una comunidad científica".

El actual papa Francisco junto al papa emérito -esto es, que renunció por voluntad propia al cargo- Benedicto (también conocidos por la ultra derecha española como "ciudadanos Bergoglio y Ratzinger"). 


Pues bien, vamos a redondear esta serie de catastróficas coincidencias. Como se ha mencionado, el cardenal e inquisidor Belarmino fue canonizado por Pío XI en los años 30. Décadas más tarde, el papa Pablo VI, en 1969 creó un título cardenalicio (rango que se da a una de las iglesias de las diócesis de Roma que posean un cardenal) que fue el de título cardenalicio de San Roberto Belarmino.  

Este título fue ostentado desde 2013 por el entonces cardenal de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, quien como sabemos tras la renuncia de Benedicto XVI, pasó a ser Francisco, Franciscus PP., el actual papa de la Iglesia Católica.

Retrato de Galileo del pintor Justus Sustermans, que podría representar el semblante del genio italiano si levantara la cabeza y supiera que siglos más tarde el actual Papa de la Iglesia llevaba el título cardenalicio con el nombre de su santificado inquisidor.



Continuaremos en la siguiente entrada profundizando en las ideas de Althusser sobre las etapas históricas, veremos que Federico Engels destacó también la importancia de Galileo y muchas más cosas interesantes. 

sábado, 2 de mayo de 2020

El infiltrado que vivió dos años en el cártel de Pablo Escobar y destapó la corrupción del banco BCCI


Les traigo un tema apolítico que no es de izquierdas ni de derechas, una peli, en una entrada breve que reserva para el final una bonita sorpresa a los lectores. 

Vi hace unos días la película Infiltrado (The infiltrator, 2016, dirigida por Brad Furman) durante el confinamiento gracias a una de esas plataformas de streaming.

Como película resulta bastante entretenida y te engancha durante toda la trama. Cuenta como atractivo principal con la actuación -magnífica- de Bryan Cranston (en la imagen), en este caso en el papel de agente de la DEA, en el bando contrario de su personaje mítico. 

No pude evitar la comparación con el peliculón de Scorsese Infiltrados y en cierta forma creo que emplea un estilo similar, con escenas de plano largo acompañadas de música con mucho ritmo, muy bien llevada y que logra poner en vilo al espectador en las escenas donde somos cómplices del doble juego de los personajes. Menos violenta en el caso de la de Furman aunque también tiene escenas impactantes.

Se basa en una historia real, la del policía americano Robert Mazur, quien en los 80 logró penetrar en la organización del mismísimo Pablo Escobar durante dos años y ganarse la confianza de su mano derecha, Gerardo Moncada, para acabar logrando el mayor éxito hasta la época de una operación policial contra la droga.

La cinta, aparte de conseguir imbuirnos en los entresijos y situaciones de máximo riesgo en la creación policial de un personaje infiltrado, muestra sin ambages un aspecto que me parece necesario resaltar, de ahí la entrada: la relación de doble moral que mantienen los gobiernos capitalistas, en especial el de EEUU, con el tráfico de drogas y el blanqueo de capitales

Durante la trama, los agentes comentan con naturalidad los vínculos de EEUU con gobiernos corruptos sostenidos en el narcotráfico, como el caso de Colombia o Panamá, movidos por el interés económico o geoestratégico y la búsqueda de la primacía imperialista en el mundo.

Además, parte de la trama está centrada en la participación de los bancos en el blanqueo de capitales. Mazur, en la historia real, tuvo una brillante idea y decidió colarse en las mafias colombianas no como traficante sino como experto en disimular operaciones de dinero. El agente logró convencer a los capos de la droga de su habilidad para pasar grandes cantidades ocultas a Hacienda entre las contabilidades de las empresas que manejaba.

Pero eso sólo era una parte de la jugada. Faltaba poder blanquear las cantidades. Para ello era necesaria la colaboración de entidades bancarias con pocos escrúpulos. Aquí aparece el Banco Internacional de Crédito y de Comercio. 

El Bank of Credit and Commerce International, BCCI, era en ese momento el séptimo banco privado más importante del mundo. Mazur, durante dos años de contactos como infiltrado, consiguió la confianza de dos de sus directivos y les convenció para introducir grandes cantidades de dinero en su institución para terminar de ese modo blanqueadas, amparados en las leyes poco exigentes de Luxemburgo o las Islas Caimán. 

El gobierno americano de Ronald Reagan manifestó, una vez desvelada la operación y detenidos los narcotraficantes y los banqueros blanqueadores, su alegría y el propósito de servir de advertencia a las demás instituciones bancarias que colaborase en semejantes operaciones.

Sin embargo, la película reserva una sorpresa para quienes esperen a los créditos finales en los que se nos muestra cómo terminaron los personajes implicados. En la imagen podemos verlo:



El Banco BCCI continuó su actividad un par de años tras el escándalo, que finalmente originó su quiebra. La CIA mantuvo cuentas secretas en este banco para financiar nada más y nada menos que a.....los FREEDOM FIGHTERS afganos, nuestros amigos talibanes que colaboraron en la "liberación" de Afganistán y en sus conflictos con Rusia.


En fin, una historia entretenida que además da bastante que pensar, incluso para nosotros españolitos, en tiempos de bancos rescatados y personajes que viajan a paraísos fiscales con maletines. ¡Buen confinamiento y salud!





domingo, 12 de abril de 2020

La erradicación de la viruela. Reflexión sobre la URSS, epidemias, capitalismo.

A finales del pasado año la Organización Mundial de la Salud celebraba el 40 aniversario de la erradicación de la viruela. ¿Qué conclusiones podríamos obtener hoy, acuciados por el coronavirus, sobre aquel éxito de la humanidad? Veamos un breve repaso de aquel momento histórico que supuso el fin de una enfermedad terrible, en diciembre de 1979, para finalmente extraer algunas ideas que puedan resultar interesantes.




La viruela fue (podemos decirlo en pasado pues es considerada la única enfermedad humana erradicada) una de las enfermedades más devastadoras de la historia de la humanidad. Se registran referencias de su existencia desde hace miles de años de antigüedad, puesto que su origen parece ligado a la aparición de las primeras civilizaciones. 

Se calculan unos 300 millones de fallecidos en todo el mundo a causa de viruela sólo en el siglo XX. La alta mortalidad (hasta el 30% en el caso de viruela mayor y de la totalidad de los afectados en variantes más graves) afectaba principalmente a niños, aún con defensas no desarrolladas. En los supervivientes podía dejar secuelas como ceguera, además de las cicatrices por todo el cuerpo.

Su alta incidencia era una preocupación habitual en padres y madres de todo el mundo. Puede que debido a esa inquietud universal se realizaran importantes descubrimientos por observadores de distintas culturas: las personas que lograban sobrevivir ya no contraían más la enfermedad, y de igual modo una persona expuesta a una variedad leve quedaba protegida de ella.

Estas primeras observaciones llevaron a intuir un primer esbozo de teorías sobre las enfermedades infecciosas y a una primera forma de vacunación rudimentaria, la variolación. Esta técnica consistía en la aplicación de pústulas de infectados en cortes de la piel o mucosas de personas sanas. El método lograba salvar algunas vidas aunque también ponía en riesgo muchas. La técnica se perfeccionó y se llevó a cabo con buenos resultados hasta el siglo XVIII, cuando se logró frenar la gran mortandad.

A finales de este siglo Edward Jenner, que había realizado experimentos sobre la viruela bovina, logró crear una vacuna (de variola vaccinae o viruela de las vacas). Esta vacuna permitía que los pequeños quedasen inmunizados sin poner en riesgo sus vidas. Gracias a la vacuna se detuvo la enfermedad en los países desarrollados. 

Sin embargo, en las naciones más desfavorecidas, en África y Asia, la viruela seguía llevándose por delante la vida de millones de niños, principalmente. Como hemos mencionado, unos 300 millones en pleno siglo XX.

Hasta los años 50, las convenciones de la OMS para combatir la enfermedad no habían logrado convencer a los países poderosos más que de planes de escaso alcance. Fue en 1958, en la 11ª asamblea de la OMS celebrada en Minneapolis, cuando el viceministro de salud de la URSS, Viktor Zhdanov, propuso el ambicioso plan de erradicar la viruela del mundo.

El plan de Zhdanov consistía en realizar inmensas campañas de vacunación durante años (en principio 5), centradas en las zonas del planeta donde era una enfermedad endémica. Para ello la URSS ofrecía 25 millones de vacunas (también Cuba aportaba 2 millones) y un millar de médicos que se repartirían por todo el globo. Estos médicos, especializados en el asunto, llevarían a cabo la formación de otros en los países de destino.

El plan, aunque resultaba demasiado optimista, fue aprobado por la OMS, posiblemente motivados por la perspectiva de permanecer aparte de la iniciativa soviética. En 1977 se confirmó el éxito de las campañas presentadas por Zhdanov, con el anuncio de la última persona que contrajo la enfermedad de manera natural.

Esta es la historia, en breves palabras, de la erradicación de la viruela. ¿Qué conclusiones podríamos extraer de ella?

  • para vencer a la enfermedad era necesaria una voluntad internacionalista. Los planes de los países desarrollados habían logrado frenar la enfermedad dentro de sus fronteras pero no fueron capaces de llegar a acuerdos para detenerla en las zonas endémicas

  • las campañas recomendaban la obligatoriedad de las vacunaciones y su universalidad. Esto es, era preciso una mentalidad sanitaria similar a la de los sistemas gratuitos y universales de salud que recogiese el espíritu de la primera red sanitaria general del mundo, la de la Unión Soviética.

  •  el peso del coste de estas campañas debía llevar al acuerdo de los países desarrollados, puesto que se trataba de un proyecto de interés común y global. Las enfermedades epidémicas suponen una amenaza para todo el mundo y por tanto es un interés generalizado unir las fuerzas contra su erradicación. Es preferible pensar en la economía como un sistema planificado que sea capaz de afrontar retos mundiales, en lugar de un caótico y anárquico sistema movido por las fluctuaciones del mercado.

  • la necesidad de comprender que existen prioridades indispensables que están por encima de los intereses particulares y en especial de los diferentes intereses económicos de cada nación. Mejorar la vida de los seres humanos, aunque se encuentren en las antípodas de nuestros estados, conduce a un nivel de desarrollo social no sólo más solidario y justo, sino también más avanzado, que supere las limitaciones que constituyen para el progreso las mentalidades individualistas y basadas en el mero beneficio económico. 

  • Situaciones a nivel global como las epidemias ponen en evidencia que el capitalismo es un obstáculo para el avance de la humanidad hacia un nivel de desarrollo social superior. Antes o después, seguramente impelidos por la propia naturaleza, los seres humanos nos veremos abocados a disponernos al paso a una sociedad que supere el sistema que se suponía era el punto final de la Historia. 



Desconocemos el alcance que llegará a tener el coronavirus que llevamos sufriendo desde hace unos meses. De momento no puede compararse en cuanto a su mortalidad a la temida viruela, ni siquiera a otras enfermedades infecciosas más graves. Aún así estamos observando que se ha extendido a la mayor parte del planeta y en sociedades avanzadas como EEUU está causando estragos y poniendo en jaque los valores que rigen su supuesta libertad y su economía. 

El movimiento contradictorio de la sociedad capitalista se le revela al burgués práctico de la manera más contundente, durante las vicisitudes del ciclo periódico que recorre la industria moderna y en su punto culminante: la crisis general, escribió Marx en el prólogo de la segunda edición del primer tomo de El Capital. El coronavirus está suponiendo algo más que un simple ciclo periódico, y en mayor medida por tanto está revelando a los neoliberales gobernantes de nuestro mundo su incapacidad para gestionar la crisis. Muchos son los que están evidenciando la necesidad de sistemas públicos de sanidad y la prevalencia de las medidas higiénicas como el confinamiento sobre el interés productivo económico. Veremos en qué termina todo. A los lectores, más que nunca: Salud.



martes, 28 de enero de 2020

Instrucciones para la unidad popular

1. Instrucciones para la unidad popular *


Akira Kurosawa es autor de una gran cantidad de películas inolvidables. Entre ellas, de una de mis películas preferidas de todos los tiempos, Los siete samuráis. Dicen los expertos que fue referente para muchos otros grandes directores tras Kurosawa. Se hizo un conocido remake con Yul Brynner, Los siete magníficos, con aquella estupenda melodía de Elmer Bernstein. Incluso para el espectador no experto, se aprecia al ver la cinta del genial Kurosawa que se trata de una de esas películas que son universales, trascienden el lugar y el momento y se desarrollan en un lenguaje que es puramente humano. 


El actor Toshiro Mifune en un momento de la película, que se usó para hacer el cartel original (foto Toho Co.Ltd)


Los siete samuráis cuenta una historia bastante peculiar. Un poblado de campesinos en el Japón medieval vive una existencia miserable, a su pobreza se une el pavor de estar permanentemente expuestos a los bandidos. Cuando es época de siembra, una horda de ladrones armados saquea el pueblo, quitándoles lo único que poseen, que es el fruto del trabajo que pueden realizar con sus manos.

Agotados y al límite del suicidio, los campesinos deciden organizarse y contratar a un grupo de samuráis que les defienda de los bandidos. Sin embargo, sólo cuentan para ello con el pago de tres comidas de arroz al día.

El carismático Kanbei, representado por el actor Takashi Shimura, el líder del grupo, simboliza la figura del guerrero viejo y sabio que, aún vencido siempre, se levanta y vuelve a la batalla con dignidad.

Pese a las dificultades, logran reclutar a siete samuráis, cuya motivación para defender a los campesinos supera el interés económico y se extiende a los ideales de las causas justas, el honor o la solidaridad.

En cierta forma, una lectura de Los siete samuráis nos presenta una metáfora del pueblo abandonado (en la primera escena los campesinos se plantean pedir ayuda a las autoridades, pero lo rechazan porque saben que es inútil) y del valor que se necesita para organizarse y defender sus intereses. Los siete representan a una especie de vanguardia de los miserables que, por poseer una cualificación de estrategia y una dosis superior de valor (en el fondo los samuráis no dejan de ser espadachines al servicio de un señor, esto es, sólo cuentan para vivir con el trabajo que puedan desempeñar, -en este caso ronin desempleados- al igual que los campesinos), toman el papel de indicar el camino al resto.

La táctica del frente unido
Cuántas veces hemos tenido con los amigos la típica conversación que, tras sulfurarnos por las condiciones lamentables en que vivimos los trabajadores, no acabamos exclamando "no entiendo por qué la gente no sale a la calle a quemarlo todo". Evidenciamos en esos momentos la poderosa fuerza de la ideología dominante, que nos mantiene adormecidos en una especie de mátrix que exprime a los humildes como ganado. 

Una de las maniobras que los reaccionarios utilizan históricamente para hacer perdurar su dominación es la argucia de mantenernos divididos. Conscientes de la fuerza que posee el pueblo cuando está unido (recordemos la máxima con la que finaliza el Manifiesto, proletarios de todos los países, uníos), la clase dominante difunde el individualismo como forma de vida. Ese pensamiento se incrusta en la mente de los trabajadores y estos caen en un conformismo mezcla de incredulidad y egoísmo.

Como reacción al individualismo capitalista (y a la división en innumerables corrientes a la que es proclive la izquierda), surgen las tácticas del Frente Unido en el marco de la III Internacional, la Internacional Comunista. En ella toman relevancia muchos de los términos que aún hoy escuchamos en nuestras asambleas: la distinción entre luchas transitorias (tácticas) y el objetivo a largo plazo (estrategia), la creación de hegemonía dentro de un bloque diverso, la correlación de fuerzas, etc. 

Georgi Dimitrov, secretario general de la Internacional Comunista y teórico del Frente Único y de la lucha contra el fascismo

Merece una entrada más seria y profunda en este blog (que se hará en una segunda parte) analizar la estrategia leninista del frente único y sus manifestaciones históricas, en especial algunas tan cercanas a nosotros como el Frente Popular de España de Pepe Díaz o el Frente Popular Chileno en los años 30 y su posterior versión ganadora electoral en los 70 con Salvador Allende.

Ingredientes de la unidad popular hoy día

Suena un poco obvio (son por desgracia tiempos de señalar lo obvio), pero el propósito de la unidad popular supone, entre otros, la participación de ciertos ingredientes necesarios. Uno de ellos, evidentemente, es la voluntad de crear alianzas. 

1. Formar alianzas o coaliciones, sabemos por experiencia, es más sencillo de decir que de hacer, en la práctica implica una penosa tarea. No obstante, como se suele decir, no hay nada que una más que la presencia de un enemigo común. El avance de la extrema derecha en España (siendo más concretos, del fascismo) debería servir como eje cohesionador de todas las sensibilidades que mantengan al menos un denominador común en, por ejemplo, la defensa de los derechos mínimos de los trabajadores, la defensa de lo público o el rechazo a las políticas austericidas y basadas en el control del gasto social por parte de los poderes económicos con intereses en España. 

Este repunte del fascismo (que no olvidemos no deja de ser la cara más desencarnada del capitalismo) puede estar motivado por la llegada de una próxima agudización de la crisis capitalista, que necesitará de la violencia en sus diversas manifestaciones para permitir el paso a la nueva vuelta de tuerca que requiere el capital -nuevas presiones a la clase trabajadora- y seguir así obteniendo beneficio.

La identificación del fascismo debería actuar, por tanto, como pegamento de esa unidad. Sin embargo (insisto en la obviedad) para ello es necesario que el fascismo sea identificado. En la actualidad, el centro del espectro  o abanico ideológico se encuentra tan desplazado a la derecha que hasta popularmente las posiciones moderadas o centristas son coincidentes con posiciones de extrema derecha. 

Recientemente, en un programa de TV, la popular presentadora Mariló Montero se escandalizaba de que existiera una lucha antifascista. 

¿Y por qué cuesta a cierto sector de la población reconocer al fascismo? Pues porque para ello es preciso cierto nivel de información que provenga de su ideología opuesta, la que defiende los intereses de la clase trabajadora (e insistiendo en la obviedad, a su vez eso requiere el reconocimiento de la existencia de la clase trabajadora y el antagonismo entre clases). En ausencia de una ideología clara y rotunda, o bien sustituida por una especie de buenismo con fe en la posibilidad de reformar el sistema desde dentro o, en el mejor de los casos, sustituida por un socialismo no científico sino utópico, la ideología dominante carece de competidor

2. Aparece aquí el segundo ingrediente necesario de la unidad popular. El desarrollo de un programa mínimo, de combate, que una a las distintas fuerzas en un proyecto concreto frente a ese avance de los sectores más reaccionarios. 

La creación de ese programa plantea una táctica clara, basada en el análisis concreto de la realidad concreta, de unión en ese propósito transitorio, que a la vez permite la autonomía de los diferentes actores que formen parte de esa unidad.  

Está claro que pese a la buena fe de los participantes en la coalición, todos querrán resultar vencedores en la hegemonía dentro de ella. Mediante el pacto a través de unas cuantas propuestas en un programa, se mantiene el acuerdo de realizar algunos avances concretos. De ese modo se reduce la posibilidad de que, como suele suceder en las coaliciones puramente electorales actuales, los partidos más cercanos ideológicamente a la clase dominante acaben utilizando a los otros partidos. 

Pepe Díaz, histórico dirigente del PCE: "Y yo os pregunto, ¿hay alguien que titulándose antifascista pueda estar en contra de este programa tan sencillo?" 

3. Faltaría un ingrediente muy concreto. Conociendo la enorme influencia y el extraordinario aparato con el que los capitalistas sostienen su maquinaria ideológica, ¿es posible confiar el futuro de la unidad popular a la espontaneidad de las masas? Si de algo nos ha servido la enseñanza de Lenin es para saber que no existe práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria. Inevitablemente es precisa la participación de una vanguardia que oriente el camino de la unidad popular. 

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros --recordemos el Manifiesto--, se distinguen en que saben diferenciar los intereses de la clase trabajadora. Ese papel de faro sólo puede ser representado por las “fracciones más resueltas de los partidos obreros”, que supongan una guía firme e imperturbable ante los ataques que recibirá por parte de los reaccionarios ese frente popular. 

Volvemos a lo obvio. Para que haya vanguardia es necesario que exista una voluntad de desarrollar toda una cultura de clase, que analice la realidad desde la praxis y sepa avanzar en las contradicciones. Una vanguardia materialista y dialéctica, en definitiva. Es el único modo de que fuese vanguardia en su cualidad de revolucionaria, esto es, con intención de transformar y no de hacer meras reformas.

En palabras de Gramsci, por concluir: Centralización quiere decir especialmente que en cualquier situación, (...) todos los miembros del Partido, se hallen en situación de orientarse, de saber extraer de la realidad los elementos para establecer una orientación, a fin de que la clase obrera no se desmoralice sino que sienta que es guiada y que puede aún luchar. La preparación ideológica de la masa es, por consiguiente, una necesidad de la lucha revolucionaria, es una de las condiciones indispensables para la victoria.




* Obviamente es un título muy pretencioso para la capacidad de este blog, es un título ideado con la intención de llamar la atención y con referencias cortazarianas,  pero si con ello se logra captar el interés de algún lector con sensibilidad de izquierdas y hacerle pensar sobre el sentido de la unidad popular, pues esa es la intención. 


Añado enlaces de interés sobre el tema:





sábado, 18 de enero de 2020

¡Los comunistas quieren la abolición de la familia!

Con la polémica del llamado "pin parental", la ultra derecha retoma su lado fascistoide para avivar una vieja propaganda digna de la mejor escuela goebbeliana: ¡los comunistas quieren robarnos los niños y destruir las familias!

Imagen del twitter oficial del PP, que no desentonaría entre las portadas más delirantes de ABC


Este tipo de campañas son tan antiguas como el propio comunismo. Desde sus inicios, Marx y Engels y sus partidarios tuvieron que hacer frente a campañas de ese grosero dislate.

La mejor manera de comprobar algo -hay que insistir siempre- es acudir a las fuentes originales, no al reflejo de la sombra en el fondo de una cueva que supone la interpretación sesgada que suele hacerse. En el Manifiesto Comunista, leemos:

¡Abolición de la familia!  Al hablar de estas intenciones satánicas de los comunistas, hasta los más radicales gritan escándalo. (...)

Pero es, decís, que pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantando la educación doméstica por la social.

¿Acaso vuestra propia educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela, etc.? No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante.

Esos tópicos burgueses de la familia y la educación, de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos, son tanto más grotescos y descarados cuanto más la gran industria va desgarrando los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo.


¿Supone el comunismo una falta de libertad individual?

En el capitalismo, la libertad se entiende como el librecambio, la libertad de comprar y vender. Más aún, la libertad personal y la iniciativa están reservadas a quienes poseen el capital o los medios; quienes no poseen carecen de esa iniciativa y dependen del ofrecimiento de trabajo por los demás. Por tanto es una libertad ficticia o libertad relativa, para unos sí y para otros no.

Si desaparecen los motivos que originan las diferencias entre clases -la posesión en manos de unos pocos de los recursos-, entonces podremos empezar a hablar de libertad para la mayoría y de un sistema que no depende de la miseria de muchos para la libertad de unos cuantos.

Los detractores del comunismo suelen acudir al tópico de las colas para repartir alimentos o bienes básicos que creen se produce en los sistemas socialistas. Sin embargo,no se ven las "colas invisibles" que formaría la inmensa mayoría de personas que no puede permitirse comprar en las tiendas cuyas puertas parecen estar abiertas a todos, pero sólo se lo pueden permitir unos pocos.


¿Es el comunismo un sistema que generaliza la pobreza?

Muchas personas han asimilado la insistente propaganda capitalista que da una imagen del comunismo como un régimen oscuro y empobrecedor que dirige a la sociedad a la ruina y a la carencia de los bienes básicos.

Observemos, sin embargo, que en la sociedad capitalista en la que vivimos no es necesario dirigir nuestra vista a horizontes muy lejanos para descubrir la miseria. En nuestro entorno podemos ver personas que carecen de agua o electricidad o un techo, e incluso alimentos. Familias son despojadas de sus viviendas por haber sido despedidos de sus empleos. Enfermos mueren en listas de espera por no poder costearse un tratamiento privado. 

¿Es ese sistema capitalista un sistema que genera riqueza? Si la genera lo hace sólo para unos pocos y a costa de la miseria de los otros.
El temor que ciertas personas poco informadas sienten hacia el comunismo es el pánico que los capitalistas les transmiten: pánico a abolir la propiedad privada. Es lógico los capitalistas tengan miedo, pues al abolirla desaparecerá su privilegio de vivir de los despojos de todos los demás. Los trabajadores no deben sentir miedo por ello, ya que nada tienen que perder excepto la relación de dependencia con los propietarios que les explotan.

A lo que aspira el comunismo es a convertir los recursos en propiedad de todos, en algo común a todos los miembros de la sociedad. Se trata de transformar el carácter colectivo de la propiedad para despojarla de su carácter de clase, es decir, para que no existan las clases sociales. 

Toma de la ciudad brasileña de Sao Paulo. Una barrera separa en pocos metros a paupérrimas favelas de lujosas mansiones. Imagen habitual en el mundo capitalista.

¿Pero no ocasionará esa sociedad igualitaria una tendencia a la vagancia y la desidia?

También se dice que si la sociedad se encarga de ofrecer las necesidades básicas en régimen común,  en lugar gestionarla en manos privadas, esto provocará la indolencia generalizada.
Si esto fuese cierto, llevaríamos siglos viviendo en la holgazanería, dado que nuestra sociedad se fundamenta en que unos muchos trabajan produciendo para otros y esos otros reciben el beneficio sin trabajar. Al desaparecer el capital lo que desaparecería es el trabajo asalariado, el trabajo como una mercadería más, pero se abriría la posibilidad de trabajar para el enriquecimiento común.

Las televisiones han popularizado una clase de jóvenes que ven en la fama fugaz  un medio de vida. El culto al cuerpo o el atrevimiento sustituyen a los valores del esfuerzo o el estudio. Además esa moda fomenta los estereotipos más sexistas.


¿El comunismo acabará con la cultura?

Otra de las falacias comunes en la propaganda capitalista es que la sociedad comunista, al evitar el enriquecimiento personal, provocaría también la falta de iniciativa en artistas y promotores de la cultura, ocasionando un mundo gris y triste sin espectáculos brillantes ni entretenimientos.

Esto es otra calumnia sin fundamento. La cultura, como cualquier otro aspecto de la vida, se encuentra totalmente mercantilizada en el capitalismo. La educación en general se encuentra hoy día dominada por el interés económico. Las asignaturas relacionadas con la Filosofía o la Literatura son desdeñadas en beneficio de otras asignaturas consideradas más prácticas por preparar a los jóvenes para ser piezas adiestradas para la maquinaria productiva.

Así mismo ocurre con la cultura, convertida como todo en objeto de lucro particular, de modo que sólo los artistas apadrinados por el Capital -y por tanto sumisos y condescendientes con el sistema- son los que tienen repercusión, mientras que el arte alternativo o antisistema es perseguido o hundido en la marginación. Al desaparecer las contradicciones de clase, el arte popular que actualmente permanece reprimido y oculto, afloraría sin impedimentos.

A la izquierda. Red Son, el Supermán "comunista" de DC Comics, es un héroe gris y triste, dominado por el malvado Stalin. A la derecha, Greta Garbo en la famosa película de Lubitsch, Ninotchka, interpretando a una severa y austera agente soviética que visita París y cae rendida ante el brillo de la sociedad capitalista. Dos entre los miles de tópicos sobre personajes comunistas antipáticos que pueblan el cine y la literatura.

¿Quieren los comunistas colectivizar a las mujeres en régimen de comuna?

Otra acusación que está instalada en la imaginación de las críticas más conservadoras es que el comunismo pretende acabar con la familia tradicional (como se comentaba al principio). 

Se trata de otra de las hipocresías de la sociedad burguesa. Si nos detenemos a observar a la familia actual, la que vive -sobrevive- en el capitalismo, veremos enseguida las incongruencias: el papel de la mujer, sometida al varón y rebajada en lo laboral y lo social, en muchas situaciones expuesta a la absoluta explotación de la prostitución; la incapacidad de muchas parejas para tener hijos por no poder cuidar de ellos; el trabajo infantil en las zonas en desarrollo como base de los ingresos de multinacionales europeas y norteamericanas; la imposibilidad, en definitiva, de las familias a vivir una vida tranquila sin estar supeditada a los intereses mercantilistas del Capital.

Al cambiar las situaciones que provocan la explotación, se terminará con el uso de las mujeres y de las familias en general como simples instrumentos de producción, mercaderías que pueden usarse y tirarse. 

 En definitiva, la cultura, la sociedad, la forma de vida y todas las relaciones entre las personas, al estar condicionadas por las condiciones materiales, pueden transformarse si esas condiciones cambian. 

Es debate en estos días la llamada "gestación subrogada", que no es otra cosa que la pretensión del alquiler de los úteros femeninos. Junto con la prostitución, son formas de explotación de la clase trabajadora -doblemente atacada en el caso de la mujer- que es considerada como una mercancía más, puesta a uso y disfrute del Capital.