En los intervalos de descanso de la electrizante novela Pasión por gobernar, que concluye en breve su segunda temporada y parece ser que tiene programada una tercera, los trabajadores podemos escaparnos al llegar a casa de la obnubilación parlamentaria y atender otros menesteres, y de este modo nos encontramos a veces con curiosos titulares como éste que nos regala El País:
No es un titular sarcástico ni va incluido en el suplemento para los altos ejecutivos junto con las recomendaciones de restaurantes con estrella Michelín. Es en serio y va recomendado a todos los lectores, no se refiere al gremio de los panaderos tampoco.
Se explica que es una moda procedente de EE.UU., como es lógico, y que se justifica en la mayor capacidad de ser productivos a horas tempranas. "Tú eres tu hábito, no al revés. No existe tal cosa como la predisposición" nos indican en el texto. Es decir, adapta tu vida a tu razón de ser, que es el trabajo, para ser más productivo para quien justifica tu existencia, que es la empresa.
Observemos este otro titular del suplemento cultural del diario 20 Minutos:
Según este otro estudio, los "millenials" (personas nacidas a partir de los 80), al haberse criado en el entorno de la crisis mundial, se encuentran tan adaptados al contexto de la precariedad laboral que son capaces de sacrificar sus días de vacaciones por mantener sus puestos de trabajo.
Son dos ejemplos aislados de la prensa que podemos leer en estos días, de entre las decenas de artículos, "estudios", comentarios y reportajes que crecen a diario como setas en el campo abonado de un mercado laboral con millones de parados y empleos cada vez más miserables en cuanto a sus condiciones y salarios.
Somos tan mal pensados que nos preguntamos si esta tendencia en los medios (todos, los de la caverna y los progresistas) cumple una siniestra función de apoyo ideológico a los intereses de la Patronal.
Que levante la mano el lector que alguna vez en los últimos años no haya pronunciado la expresión "somos unos privilegiados por tener trabajo" o "al menos tiene contrato y no se puede quejar". ¿Cómo es posible que hayamos llegado a este punto de sumisión?
Junto con el progresivo abandono de la movilización de la lucha obrera en las calles y el miedo generado gracias a la ley mordaza, que criminaliza la protesta popular, a través de estos mensajes subliminales de la prensa se cuadra el círculo del sometimiento absoluto de la clase trabajadora frente a los intereses del capital.
El objetivo es el de normalizar lo que hoy han venido a llamar precarización de las condiciones laborales, esto es, el deterioro progresivo de los derechos de los trabajadores. Convertir en habitual, en cotidiano, en costumbre, lo que debería ser motivo de desaprobación, de condena, de respuesta contundente.
Forma parte de el capitalismo la manera de pensar individualista, egoísta, incapaz de razonar de modo solidario. Es por eso que nos quieren hacer creer que es preferible adaptar nuestra vida a un horario de pesadilla o incluso renunciar a los descansos con tal de no ser uno de esos que "sacan los pies del plato" y protestan. Es mucho más moderno y saludable, según ellos, modificar nuestra vida y nuestro pensamiento para someternos de buen grado y participar de la corriente favorable de la mayor productividad, emprendimiento y beneficio para las empresas.
Seamos conscientes de que el fruto de nuestro trabajo no va en nuestro beneficio sino en beneficio de aquellos que controlan las empresas. Nuestro tiempo es limitado, nadie va a devolvernos el tiempo ni el sacrificio que entreguemos voluntariamente a los empresarios, antes bien lo contrario, cada vez perderemos más tiempo libre, más capacidad para conciliar la vida laboral, más derechos educativos, sanitarios, sociales en general.
Seamos productivos, sí, por supuesto, pero produzcamos para nosotros los trabajadores, para el futuro de nuestros hijos y de la comunidad, no vendamos por un miserable salario nuestra vida para enriquecer a unos pocos cuya única capacidad es la de poseer por herencia o por poderío monetario los medios de producción.
Abramos los ojos. Que nunca normalicen la sumisión. Los derechos laborales no se mendigan, se defienden y se conquistan. Que viva siempre la lucha de la clase obrera.